miércoles, 3 de abril de 2013

Cristo y los discípulos en el camino de Emaús


Cristo y los discípulos en el camino de Emaús. c.1525.
Obra de Pieter Coecke van Aelst 
Óleo sobre tabla. 68 x 87 cm
Coleccion privada

Son muchas y variadas la imágenes que en estos días vamos a encontrar de Cristo resucitado. Hoy la liturgia nos propone el relato de los discípulos que caminaban hacia Emaús y que nos lo describe el evangelista san Lucas 24, 13-35.

En el cuadro vemos como los dos discípulos caminan en solitario por el camino que viene de Jerusalén , la ciudad del fondo, pero a mitad de camino aparece un nuevo caminante, Cristo, que se incorpora a la escena y deja que estos le cuenten lo sucedido, su punto de vista y hasta sus posible dudas acerca de la resurrección  Jesús, entonces, les dice, ¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! Como se atreve, podían decir estos discípulos que regresaban de presenciar los atroces acontecimientos , y sin embargo se dejan sorprender por las enseñanzas del resucitado. Cuanta humildad por parte de estos que aceptan el testimonio de la escritura explicado por quien manifiesta autoridad de conocimiento  y cuanta grandeza por parte de Cristo que vuelve a darles luz a lo que no han entendido a pesar de haber visto.

En la parte de la derecha del cuadro vemos el final de la escena. Jesús sentado con ellos a la mesa parte el pan y ellos le reconocen, es entonces ante la evidencia cuando Cristo desaparece para dar paso al testimonio de los hombres. Ellos se dicen ¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras? Es entonces, fortalecidos por Cristo mismo cuando se atreven a volver a Jerusalén y dar testimonio del resucitado. 

Cuantas veces necesitamos de evidencia, cuantas veces Cristo esta junto a nosotros en los acontecimientos cotidianos y no lo reconocemos, cuantas veces le tendremos que escuchar decir, "¡Que necios y torpes sois, mirad soy yo, es que no me reconocéis!"

Como después de esto, del gran acontecimiento de la Pascua ¿Podemos vivir y proclamar la Resurrección ? ¿Cómo expresamos la esperanza de vida en nuestras vidas? ¿Como acogemos a otro que puede ser Cristo? ¿Lo reconocemos en la fracción del pan y éste cambia nuestras vidas? Él estará siempre con nosotros hasta el fin del mundo.

Dichosos los que crean sin haber visto.

Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.
Él les dijo:
- «¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?»
Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó:
- «¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no sabes lo que ha pasado allí estos días?»
Él les preguntó: - «¿Qué?»
Ellos le contestaron:
- «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; como lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves: hace ya dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado: pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron.»
Entonces Jesús les dijo:
- «¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?»
Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura.
Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le apremiaron, diciendo:
- «Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída,»
Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció.
Ellos comentaron:
- «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?»
Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo:
- «Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón.»
Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

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