Virgen con el niño Jesús y los santos Benito, Mauro e Placido, 1593. Obra de Fabrizio Santafede
Tabla.270×190 cm. Napoli, Iglesia de los santos Severino e Sossio, capilla de Medici de Gragnano.
Dada la gran fama de santidad que alcanzó san Benito en la época en que vivió en Subiaco, muchas nobles familias romanas solían confiarle a sus hijos para que los educasen en el monasterio. Equicio le confió a su hijo Mauro y el patricio Tértulo a su hijo Plácido, quien era aún muy niño, segun cuenta San Gregorio en sus Diálogos, cap. III. Tambien cuenta que, en cierta ocasión, Plácido se cayó en el río cuando trataba de llenar un cántaro; san Benito, que se hallaba en el monasterio, llamó inmediatamente a Mauro y le dijo: "Corre y vuela, hermano mío, porque el niño acaba de caerse en el río". Mauro echó a correr y anduvo sobre las aguas la distancia de un tiro de flecha, hasta el sitio en que se hallaba Plácido; entonces le tomó por los cabellos y le arrastró hasta la orilla, siembre andando sobre las aguas. Al pisar tierra, Mauro volvió los ojos hacia el río y sólo entonces cayó en la cuenta del milagro. San Benito lo atribuyó a la obediencia de su discípulo, pero éste pensó que se debía a la santidad y virtud de san Benito. Plácido confirmó los pensamientos de Mauro, diciendo: "Cuando me sacaste del agua, vi el manto de nuestro padre sobre mi cabeza y pensé que era él quien tiraba de mí" (Dialogos, cap VII).
En diferentes ocasiones cita el papa san Gregorio en esta vida de san Benito a sus discipulos de quienes dice; "El joven Mauro, dotado de buenas costumbres, empezó a ayudar al maestro. Plácido en cambio, era todavía un niño".
Hoy, 15 de enero celebra la orden benedictina su memoria.
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