San Leandro de Sevilla. 1655. Bartolomé Esteban Murillo
Óleo sobre lienzo.
Catedral de Sevilla
El Martirologio Romano nos recuerda hoy la santidad de san Leandro de Sevilla. El año pasado contemplamos una escultura de Jorge Fernández Alemán; este año, en cambio, hemos escogido un lienzo de Murillo, que también se encuentra en la catedral sevillana. Aparece sentado, revestido de pontifical, con capa, mitra y báculo. En la mano izquierda muestra un pliego, en el que se lee: Credite o Gothi consumbtantialem Patri. Este texto significa: Creed, o godos, en el Hijo, que es consubstancial al Padre. Se refiere a la actuación de san Leandro en el III Concilio de Toledo del año 586, en el que se afirmó la unidad hispana en la confesión de la fe niceno-constantinopolitana, abandonando el rey Recaredo y la clase visigoda gobernante la herejía arriana, que negaba la divinidad de Jesucristo.
San Leandro, al final de dicho Concilio que selló el nacimiento de la idea de hispanidad en torno a la unidad de la fe, expresó su gozo con estas palabras:
La novedad misma de la presente fiesta indica que es la más solemne de todas... Nueva es la conversión de tantas gentes, y si en las demás festividades que la Iglesia celebra nos regocijamos por los bienes ya adquiridos, aquí, por el tesoro inestimable que acabamos de recoger. Nuevos pueblos han nacido de repente para la Iglesia: los que antes nos atribulaban con su rudeza, ahora nos consuelan con su fe. Ocasión de nuestro gozo actual fue la calamidad pasada. Gemíamos cuando nos oprimían y afrentaban; pero aquellos gemidos lograron que los que antes eran peso para nuestros hombros se hayan trocado por su conversión en corona nuestra... Alégrate y regocíjate, Iglesia de Dios; alégrate y levántate formando un solo cuerpo con Cristo; vístete de fortaleza, llénate de júbilo, porque tus tristezas se han convertido en gozo, y en paños de alegría tus hábitos de dolor. He aquí que, olvidada de tu esterilidad y pobreza, en un solo parto engendraste pueblos innumerables para tu Cristo. Tú no predicas sino la unión de las naciones, no aspiras sino a la unidad de los pueblos y no siembras más que los bienes de la paz y de la caridad. Alégrate, pues, en el Señor, porque no has sido defraudada en tus deseos, puesto que aquellos que concebiste, después de tanto tiempo de gemidos y oración continua, ahora, pasado el hielo del invierno y la dureza del frío y la austeridad de la nieve, repentinamente los has dado a luz en gozo, como fruto delicioso de los campos, como flores alegres de primavera y risueños sarmientos de vides
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