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miércoles, 29 de mayo de 2019

Espíritu Santo


El Espíritu Santo, 1750. Obra de Corrado Giaquinto
Óleo sobre lienzo, 64x48 cm
Colección Privada

Dijo Jesús a sus discípulos: "Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir. Él me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que toma de lo mío y os lo anunciará."
Juan 16,12-15

Ante la inminente cercanía de la Ascensión, y la marcha de Cristo al Padre, éste nos hace un  anuncio muy claro de la venida del Espíritu Santo, un anuncio constante que manifiesta a los discípulos en todo el discurso de despedida. El mismo Jesús da a conocer a las tres personas que conforman el Dios en el que creemos: el Padre, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la Verdad, que ni uno solo de sus hijos se pierda; el Hijo, Jesús, que ha venido a hacer la Voluntad del Padre, ha destruido el poder de la muerte ha vencido al pecado y restaurado al hombre creado a imagen del Padre. El ha abierto el camino al Padre; el Espíritu Santo, que constituye la fortaleza inquebrantable, el apoyo, la presencia de Dios mismo en este mundo, en la Creación, en nuestra vida cotidiana, y en nuestro interior. Presencia, esta última, incuestionable, evidente, que hace posible la Gracia de Dios.

Hay pues una fuerza poderosa, a cuya custodia nos ha encomendado Jesús, en la cual debemos confiar y a la cual hemos de acudir: esta es el Espíritu Santo, que no es ni más ni menos que el Espíritu de Dios mismo, uno y trino. Él debe iluminar cada uno de nuestros pasos. Él nos guiará hacia la luz. El abrirá nuestras entendederas, nuestra inteligencia y hará posible lo que de otro modo sería imposible. Es a Él a quien debemos abandonarnos, seguros que ha de llevarnos al Padre, y con Él, a la Vida Eterna.

Así hemos de acudir constantemente a los sacramentos, en los que misteriosamente nos reencontramos de un modo muy especial con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Por el Espíritu Santo se nos permite alcanzar una unión más íntima y vital con Dios. Por ejemplo en el sacramento de la reconciliación dice la formula de la absolución, "...y envió el Espíritu Santo para la remisión de los pecados..." y en toda plegaria eucarística se invoca al Espíritu Santo en el momento de la epíclesis para que el Padre lo envíe sobre los dones del altar y sean estos transformados en cuerpo y sangre de nuestro señor Jesucristo. En los sacramentos, encontramos nuestra fuerza y la gracia que nos asiste, el Espíritu que nos guía a la Verdad plena 

Ven, Espíritu Santo,
Llena los corazones de tus fieles
y enciende en ellos
el fuego de tu amor.
Envía, Señor, tu Espíritu.
Que renueve la faz de la Tierra.

Oh Dios, que has iluminado a tus hijos con la luz del Espíritu Santo
Haznos dóciles a tu Espíritu para obrar rectamente
Y gozar siempre de su consuelo,


Por Cristo Nuestro Señor. Amén.

martes, 28 de mayo de 2019

El Veronese. El Padre eterno y el Espíritu Santo


El Padre eterno y el Espíritu Santo, 1580. Obra de Paolo Caliari, el Veronese 
Óleo sobre lienzo

Jesús a sus discípulos: "Ahora me voy al que me envió, y ninguno de vosotros me pregunta: "¿Adónde vas?" Sino que, por haberos dicho esto, la tristeza os ha llenado el corazón. Sin embargo, lo que os digo es la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Defensor. En cambio, si me voy, os lo enviaré. Y cuando venga, dejará convicto al mundo con la prueba de un pecado, de una justicia, de una condena. De un pecado, porque no creen en mí; de una justicia, porque me voy al Padre, y no me veréis; de una condena, porque el Príncipe de este mundo está condenado."

San Agustín dice al respecto en su comentario al evangelio de san Juan:

El Señor, al prometer que él iba a enviar el Espíritu Santo, afirma: Cuando haya venido él, acusará al mundo respecto a pecado y respecto a justicia y respecto a juicio. ¿Qué significa esto? El Señor Cristo ¿tal vez no acusó al mundo respecto a pecado cuando aseveró: Si no hubiese venido y les hubiese hablado, no tendrían pecado; ahora, en cambio, no tienen excusa de su pecado? Pero, para que alguien no diga quizá que esto se refiere propiamente a los judíos, no al mundo, ¿acaso no aseveró en otro lugar: Si fueseis del mundo, el mundo amaría lo que era suyo? ¿Tal vez no lo acusó respecto a justicia cuando aseveró: Padre justo, el mundo no te conoció? ¿Tal vez no lo acusó respecto a juicio cuando aseveró que él iba a decir a los de la izquierda: Id al fuego eterno, que está preparado para el diablo y sus ángeles?

En el santo evangelio se descubren también muchos otros pasajes donde Cristo acusa de estas cosas al mundo. ¿Qué significa, pues, que, por así decirlo, atribuya propiamente al Espíritu Santo esto? ¿Parece acaso que, porque Cristo habló sólo entre la gente de los judíos, no ha acusado al mundo, de forma que se entienda que se acusa al que oye al acusador? Al contrario, se entiende que, mediante sus discípulos derramados por el orbe entero, el Espíritu Santo ha acusado no a una única gente sino al mundo, porque cuando iba a ascender al cielo les dijo esto: No os toca saber los tiempos o momentos que el Padre puso en su potestad; pero recibiréis fuerza del Espíritu Santo que caerá de improviso sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén y en Judea entera y en Samaría y hasta los confines de la tierra. Esto significa acusar al mundo.

martes, 2 de abril de 2019

Murillo. Cristo curando al paralítico

Cristo curando al paralítico. 1667-1670. Murillo
Óleo sobre lienzo. Medidas: 237 cm x 261 cm.
National Gallery. Londres

En aquel tiempo, se celebraba una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Hay en Jerusalén, junto a la puerta de las ovejas, una piscina que llaman en hebreo Betesda. Esta tiene cinco soportales, y allí estaban echados muchos enfermos, ciegos, cojos, paralíticos. Estaba también allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo. Jesús, al verlo echado, y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo, le dice: «¿Quieres quedar sano?» El enfermo le contestó: «Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se remueve el agua; para cuando llego yo, otro se me ha adelantado.» Jesús le dice: «Levántate, toma tu camilla y echa a andar.» Y al momento el hombre quedó sano, tomó su camilla y echó a andar. 

Leemos en la Eucaristía de hoy el tercer signo que realizó Jesús: la curación del paralítico en la piscina de Betesda. El signo salvífico tuvo lugar en sábado, lo que dio lugar a la polémica, a causa de la curación y del mandato de Jesús de que se llevase la camilla, cosas ambas prohibidas por la Ley en sábado.

Contemplamos la escena en un lienzo que pintó Murillo para la Iglesia del Hospital de la Caridad, en Sevilla. Aparece en primer plano Cristo, junto a tres discípulos, y el paralítico tumbado en el suelo. Al fondo, con una rica arquitectura, se ve la piscina, y al ángel que bajaba a remover las aguas.

miércoles, 24 de mayo de 2017

Espíritu Santo


El Espíritu Santo, 1750. Obra de Corrado Giaquinto
Óleo sobre lienzo, 64x48 cm
Colección Privada

Dijo Jesús a sus discípulos: "Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir. Él me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que toma de lo mío y os lo anunciará."
Juan 16,12-15

Ante la inminente cercanía de la Ascensión, y la marcha de Cristo al Padre, éste nos hace un  anuncio muy claro de la venida del Espíritu Santo, un anuncio constante que manifiesta a los discípulos en todo el discurso de despedida. El mismo Jesús da a conocer a las tres personas que conforman el Dios en el que creemos: el Padre, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la Verdad, que ni uno solo de sus hijos se pierda; el Hijo, Jesús, que ha venido a hacer la Voluntad del Padre, ha destruido el poder de la muerte ha vencido al pecado y restaurado al hombre creado a imagen del Padre. El ha abierto el camino al Padre; el Espíritu Santo, que constituye la fortaleza inquebrantable, el apoyo, la presencia de Dios mismo en este mundo, en la Creación, en nuestra vida cotidiana, y en nuestro interior. Presencia, esta última, incuestionable, evidente, que hace posible la Gracia de Dios.

Hay pues una fuerza poderosa, a cuya custodia nos ha encomendado Jesús, en la cual debemos confiar y a la cual hemos de acudir: esta es el Espíritu Santo, que no es ni más ni menos que el Espíritu de Dios mismo, uno y trino. Él debe iluminar cada uno de nuestros pasos. Él nos guiará hacia la luz. El abrirá nuestras entendederas, nuestra inteligencia y hará posible lo que de otro modo sería imposible. Es a Él a quien debemos abandonarnos, seguros que ha de llevarnos al Padre, y con Él, a la Vida Eterna.

Así hemos de acudir constantemente a los sacramentos, en los que misteriosamente nos reencontramos de un modo muy especial con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Por el Espíritu Santo se nos permite alcanzar una unión más íntima y vital con Dios. Por ejemplo en el sacramento de la reconciliación dice la formula de la absolución, "...y envió el Espíritu Santo para la remisión de los pecados..." y en toda plegaria eucarística se invoca al Espíritu Santo en el momento de la epíclesis para que el Padre lo envíe sobre los dones del altar y sean estos transformados en cuerpo y sangre de nuestro señor Jesucristo. En los sacramentos, encontramos nuestra fuerza y la gracia que nos asiste, el Espíritu que nos guía a la Verdad plena 

Ven, Espíritu Santo,
Llena los corazones de tus fieles
y enciende en ellos
el fuego de tu amor.
Envía, Señor, tu Espíritu.
Que renueve la faz de la Tierra.

Oh Dios, que has iluminado a tus hijos con la luz del Espíritu Santo
Haznos dóciles a tu Espíritu para obrar rectamente
Y gozar siempre de su consuelo,


Por Cristo Nuestro Señor. Amén.

martes, 23 de mayo de 2017

El Veronese. El Padre eterno y el Espíritu Santo


El Padre eterno y el Espíritu Santo, 1580. Obra de Paolo Caliari, el Veronese 
Óleo sobre lienzo

Jesús a sus discípulos: "Ahora me voy al que me envió, y ninguno de vosotros me pregunta: "¿Adónde vas?" Sino que, por haberos dicho esto, la tristeza os ha llenado el corazón. Sin embargo, lo que os digo es la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Defensor. En cambio, si me voy, os lo enviaré. Y cuando venga, dejará convicto al mundo con la prueba de un pecado, de una justicia, de una condena. De un pecado, porque no creen en mí; de una justicia, porque me voy al Padre, y no me veréis; de una condena, porque el Príncipe de este mundo está condenado."

San Agustín dice al respecto en su comentario al evangelio de san Juan:

El Señor, al prometer que él iba a enviar el Espíritu Santo, afirma: Cuando haya venido él, acusará al mundo respecto a pecado y respecto a justicia y respecto a juicio. ¿Qué significa esto? El Señor Cristo ¿tal vez no acusó al mundo respecto a pecado cuando aseveró: Si no hubiese venido y les hubiese hablado, no tendrían pecado; ahora, en cambio, no tienen excusa de su pecado? Pero, para que alguien no diga quizá que esto se refiere propiamente a los judíos, no al mundo, ¿acaso no aseveró en otro lugar: Si fueseis del mundo, el mundo amaría lo que era suyo? ¿Tal vez no lo acusó respecto a justicia cuando aseveró: Padre justo, el mundo no te conoció? ¿Tal vez no lo acusó respecto a juicio cuando aseveró que él iba a decir a los de la izquierda: Id al fuego eterno, que está preparado para el diablo y sus ángeles?

En el santo evangelio se descubren también muchos otros pasajes donde Cristo acusa de estas cosas al mundo. ¿Qué significa, pues, que, por así decirlo, atribuya propiamente al Espíritu Santo esto? ¿Parece acaso que, porque Cristo habló sólo entre la gente de los judíos, no ha acusado al mundo, de forma que se entienda que se acusa al que oye al acusador? Al contrario, se entiende que, mediante sus discípulos derramados por el orbe entero, el Espíritu Santo ha acusado no a una única gente sino al mundo, porque cuando iba a ascender al cielo les dijo esto: No os toca saber los tiempos o momentos que el Padre puso en su potestad; pero recibiréis fuerza del Espíritu Santo que caerá de improviso sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén y en Judea entera y en Samaría y hasta los confines de la tierra. Esto significa acusar al mundo.

martes, 17 de marzo de 2015

Murillo. Cristo curando al paralítico

Cristo curando al paralítico. 1667-1670. Murillo
Óleo sobre lienzo. Medidas: 237 cm x 261 cm.
National Gallery. Londres

En aquel tiempo, se celebraba una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Hay en Jerusalén, junto a la puerta de las ovejas, una piscina que llaman en hebreo Betesda. Esta tiene cinco soportales, y allí estaban echados muchos enfermos, ciegos, cojos, paralíticos. Estaba también allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo. Jesús, al verlo echado, y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo, le dice: «¿Quieres quedar sano?» El enfermo le contestó: «Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se remueve el agua; para cuando llego yo, otro se me ha adelantado.» Jesús le dice: «Levántate, toma tu camilla y echa a andar.» Y al momento el hombre quedó sano, tomó su camilla y echó a andar. 

Leemos en la Eucaristía de hoy el tercer signo que realizó Jesús: la curación del paralítico en la piscina de Betesda. El signo salvífico tuvo lugar en sábado, lo que dio lugar a la polémica, a causa de la curación y del mandato de Jesús de que se llevase la camilla, cosas ambas prohibidas por la Ley en sábado.

Contemplamos la escena en un lienzo que pintó Murillo para la Iglesia del Hospital de la Caridad, en Sevilla. Aparece en primer plano Cristo, junto a tres discípulos, y el paralítico tumbado en el suelo. Al fondo, con una rica arquitectura, se ve la piscina, y al ángel que bajaba a remover las aguas.

miércoles, 8 de mayo de 2013

Espíritu Santo


El Espíritu Santo, 1750. Obra de Corrado Giaquinto
Óleo sobre lienzo, 64x48 cm
Colección Privada

Dijo Jesús a sus discípulos:
"Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir.
Él me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando.
Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que toma de lo mío y os lo anunciará."

Jn 16,12-15

Ante la inminente cercanía de la Ascensión, y la marcha de Cristo al Padre, éste nos hace un  anuncio muy claro de la venida del Espíritu Santo, un anuncio constante que manifiesta a los discípulos en todo el discurso de despedida. El mismo Jesús da a conocer a las tres personas que conforman el Dios en el que creemos: el Padre, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la Verdad, que ni uno solo de sus hijos se pierda; el Hijo, Jesús, que ha venido a hacer la Voluntad del Padre, ha destruido el poder de la muerte ha vencido al pecado y restaurado al hombre creado a imagen del Padre. El ha abierto el camino al Padre; el Espíritu Santo, que constituye la fortaleza inquebrantable, el apoyo, la presencia de Dios mismo en este mundo, en la Creación, en nuestra vida cotidiana, y en nuestro interior. Presencia, esta última, incuestionable, evidente, que hace posible la Gracia de Dios.

Hay pues una fuerza poderosa, a cuya custodia nos ha encomendado Jesús, en la cual debemos confiar y a la cual hemos de acudir: esta es el Espíritu Santo, que no es ni más ni menos que el Espíritu de Dios mismo, uno y trino. Él debe iluminar cada uno de nuestros pasos. Él nos guiará hacia la luz. El abrirá nuestras entendederas, nuestra inteligencia y hará posible lo que de otro modo sería imposible. Es a Él a quien debemos abandonarnos, seguros que ha de llevarnos al Padre, y con Él, a la Vida Eterna.

Así hemos de acudir constantemente a los sacramentos, en los que misteriosamente nos reencontramos de un modo muy especial con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Por el Espíritu Santo se nos permite alcanzar una unión más íntima y vital con Dios. Por ejemplo en el sacramento de la reconciliación dice la formula de la absolución, "...y envió el Espíritu Santo para la remisión de los pecados..." y en toda plegaria eucarística se invoca al Espíritu Santo en el momento de la epíclesis para que el Padre lo envíe sobre los dones del altar y sean estos transformados en cuerpo y sangre de nuestro señor Jesucristo. En los sacramentos, encontramos nuestra fuerza y la gracia que nos asiste, el Espíritu que nos guía a la Verdad plena 

Ven, Espíritu Santo,
Llena los corazones de tus fieles
y enciende en ellos
el fuego de tu amor.
Envía, Señor, tu Espíritu.
Que renueve la faz de la Tierra.

Oh Dios, que has iluminado a tus hijos con la luz del Espíritu Santo
Haznos dóciles a tu Espíritu para obrar rectamente
Y gozar siempre de su consuelo,
Por Cristo Nuestro Señor. Amén.

martes, 7 de mayo de 2013

El Padre eterno y el Espíritu Santo


El Padre eterno y el Espíritu Santo, 1580. Obra de Paolo Caliari, el Veronese 
Óleo sobre lienzo

Jesús a sus discípulos:
"Ahora me voy al que me envió, y ninguno de vosotros me pregunta: "¿Adónde vas?" Sino que, por haberos dicho esto, la tristeza os ha llenado el corazón. Sin embargo, lo que os digo es la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Defensor. En cambio, si me voy, os lo enviaré.
Y cuando venga, dejará convicto al mundo con la prueba de un pecado, de una justicia, de una condena. De un pecado, porque no creen en mí; de una justicia, porque me voy al Padre, y no me veréis; de una condena, porque el Príncipe de este mundo está condenado."

(Jn 16, 5-11)

San Agustín dice al respecto en su comentario al evangelio de san Juan:

Ahora, en cambio, voy a ese que me envió y, afirma, nadie de vosotros me interroga: «¿A dónde vas?» Indica que él va a irse sin que ninguno le interrogase, porque con la vista del cuerpo percibirían abiertamente que sucedería —en verdad, más arriba le habían interrogado a dónde iba a ir, y les había respondido que él iba a ir donde estos mismos no podían venir entonces; pero ahora promete que él va a irse sin que ninguno de ellos interrogue a dónde va—, pues una nube lo recogió cuando ascendió desde ellos, y a él que se iba al cielo no lo buscaron con palabras, sino que lo escoltaron con los ojos.

Pero, porque os he hablado de estas cosas, afirma, la tristeza ha llenado vuestro corazón. Evidentemente, veía que esas palabras suyas actuaban en sus corazones. Efectivamente, al no tener aún, bien adentro, el consuelo espiritual que iban a tener mediante el Espíritu Santo, temían perder lo que exteriormente veían en Cristo y, porque no podían dudar que ellos iban a perder al que notificaba verdades, el afecto humano se conturbaba porque la mirada carnal quedaba sin objeto. Por su parte, él sabía qué les convenía más bien, porque, evidentemente, es mejor esa vista interior misma con que el Espíritu Santo iba a consolarlos, él que iba no a meter un cuerpo humano en los cuerpos de quienes le veían, sino a infundirse a sí mismo en los pechos de quienes creen.

Por eso ha añadido: «Pero yo os digo la verdad: os conviene que yo me vaya; en efecto, si no me marchare, el Paráclito no vendrá a vosotros; si, en cambio, me marchare, lo enviaré a vosotros», cual si dijera: «Os conviene que esta forma de esclavo os sea quitada. Palabra hecha carne, habito ciertamente entre vosotros; pero no quiero que me queráis aún carnalmente ni que, contentos con esa leche, ansiéis ser siempre bebés. Os conviene que yo me vaya; en efecto, si no me marchare, el Paráclito no vendrá a vosotros. Si no hubiere retirado los alimentos tiernos con que os he alimentado, no hambrearéis el alimento sólido; si os hubiereis adherido carnalmente a la carne, no seréis capaces del Espíritu».

Porque ¿qué significa: Si no me marchare, el Paráclito no vendrá a vosotros; si, en cambio, me marchare, lo enviaré a vosotros? Puesto aquí, ¿tal vez no podía enviarlo? ¿Quién diría esto? En efecto, de allí donde aquél estaba no se había retirado éste ni había venido del Padre sin permanecer en el Padre; por último, aun establecido aquí, ¿cómo no podía enviar a ese de quien sabemos que sobre él, bautizado, había venido y se había quedado; más aún, ese respecto a quien sabemos que de él nunca había sido separable aquél?. ¿Qué significa, pues, «Si no me marchare, el Paráclito no vendrá a vosotros», sino: «No podéis captar el Espíritu mientras persistís en conocer según la carne a Cristo?». Por ende, el que ya había recibido el Espíritu afirma: «Aunque habíamos conocido según la carne, a Cristo, sin embargo, ahora ya no lo conocemos así», puesto que no conoce según la carne ni aun a la carne misma de Cristo, quien conoce espiritualmente a la Palabra hecha carne. Seguramente esto quiso el Maestro bueno indicar diciendo: En efecto, si no me marchare, el Paráclito no vendrá a vosotros; si, en cambio, me marchare, lo enviaré a vosotros.

El Señor, al prometer que él iba a enviar el Espíritu Santo, afirma: Cuando haya venido él, acusará al mundo respecto a pecado y respecto a justicia y respecto a juicio. ¿Qué significa esto? El Señor Cristo ¿tal vez no acusó al mundo respecto a pecado cuando aseveró: Si no hubiese venido y les hubiese hablado, no tendrían pecado; ahora, en cambio, no tienen excusa de su pecado? Pero, para que alguien no diga quizá que esto se refiere propiamente a los judíos, no al mundo, ¿acaso no aseveró en otro lugar: Si fueseis del mundo, el mundo amaría lo que era suyo? ¿Tal vez no lo acusó respecto a justicia cuando aseveró: Padre justo, el mundo no te conoció? ¿Tal vez no lo acusó respecto a juicio cuando aseveró que él iba a decir a los de la izquierda: Id al fuego eterno, que está preparado para el diablo y sus ángeles? En el santo evangelio se descubren también muchos otros pasajes donde Cristo acusa de estas cosas al mundo. ¿Qué significa, pues, que, por así decirlo, atribuya propiamente al Espíritu Santo esto? ¿Parece acaso que, porque Cristo habló sólo entre la gente de los judíos, no ha acusado al mundo, de forma que se entienda que se acusa al que oye al acusador? Al contrario, se entiende que, mediante sus discípulos derramados por el orbe entero, el Espíritu Santo ha acusado no a una única gente sino al mundo, porque cuando iba a ascender al cielo les dijo esto: No os toca saber los tiempos o momentos que el Padre puso en su potestad; pero recibiréis fuerza del Espíritu Santo que caerá de improviso sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén y en Judea entera y en Samaría y hasta los confines de la tierra. Esto significa acusar al mundo.

miércoles, 13 de marzo de 2013

La elección del papa


La elección del papa, San Buenaventura en el Concilio de Lyon. 1629. Obra de Francisco de Zurbarán
Óleo sobre lienzo,  239 x 222 cm
Staatliche Kunstsammlungen, Dresde. Alemania

En estos días en que estamos asistiendo a la elección del nuevo papa, me viene a la memoria este cuadro, que hace a referencia al concilio de Lyon II,  en el que se publicó la bula Ubi Periculum en la cual se establecía que los cardenales electores debían reunirse después de diez días tras la muerte del Papa, en total aislamiento y encerrados bajo llave, cum clavis (cónclave) para deliberar y elegir al nuevo sucesor de Pedro.
Zurbarán pintó varios episodios de la vida de San Buenaventura, como este en que se ve a San Buenaventura asistiendo al concilio de Lyon. En esta ocasión nos presenta al santo franciscano desvestido de sus dignidades cardenalicias terrenas, rezando y meditando. Tiene el problema de decidir el sucesor del papa y se encuentra arrodillado frente a la tiara. Un ángel se le aparece y parece que es quien le revela la decisión adecuada ante este trance electoral. Fuera, un grupo de cardenales y obispos, meditan también sobre el asunto que, como cabía esperar, será resuelto por la inspiración divina.

El Papa es la cabeza suprema de la Iglesia católica, siendo la persona que tiene la primacía de jurisdicción así como el honor sobre toda la Iglesia. Como máximo representante de la Iglesia de Roma, el Papa tiene los títulos de Sucesor del Apóstol Pedro, Sumo Pontífice de la Iglesia Universal, Patriarca de Occidente, Primado de Italia, Arzobispo y Metropolitano de la Provincia de Roma, Soberano del Estado de la Ciudad del Vaticano.

Las disposiciones del Papa, enseñanzas, se imparten de determinadas formas. Su palabra se extiende por el mundo católico por medio de encíclicas, cartas apostólicas, mensajes, discursos, etc., y en algunas ocasiones como definiciones doctrinales infalibles.

El Papa reúne en su persona y cargo los poderes legislativo, judicial y administrativo.

Ilustración de la "Crónica Villani"
Coronación de Clemente V. S. XIV
Que el Espíritu Santo ilumine a los cardenales en estos momentos y sea Él quien los inspire a la hora de elegir a quien ha de guiar la iglesia en los próximos tiempos.