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miércoles, 19 de junio de 2019

Visión de san Romualdo


Visión de san Romualdo,1631 . Obra de Andrea Sachhi.  
Óleo sobre lienzo, 310 x 175 cm. 

San Romualdo nace en Ravena el 951 y muere el 19 de junio, c. 1027,  fue el fundador de la orden de los Camaldulenses y figura destacada en el "renacimento del ascetismo eremítico" del siglo XI. Practicó la vida eremítica y, durante varios años, recorrió diversos lugares en busca de la soledad y fundando pequeños monasterios. Luchó denodadamente contra la relajación de costumbres de los monjes de su tiempo, mientras se esforzaba en adquirir la propia perfección. 

Fue educado sin formación cristiana por lo que se dejó arrastrar por el mundo. Sin embargo de vez en cuando experimentaba fuertes inquietudes y serios remordimientos de conciencia. Su padre desafió a un hombre a duelo. Se llevó a Romualdo como testigo y este vio con horror como su padre mataba a aquel hombre. Romualdo decidió irse a un monasterio benedictino a la montaña donde permaneció tres años en oración y penitencia. El superior temía que el padre de Romualdo se vengara y no lo recibía de monje. Por fin lo aceptó por la intercesión del Arzobispo.

Su vida ejemplar molestó a los otros monjes y Romualdo se alejó. Se encontró solo con un monje rudo y áspero llamado Marino. Esa convivencia le ayudó a progresar rápidamente en su vida de penitencia. Juntos lograron muchas conversiones: la del Jefe civil y militar de Venecia, el Dux de Venecia (quién fue a vivir en oración y soledad y llegó a ser San Pedro Urseolo); incluso la del padre de Romualdo quien arrepentido se retiró a un convento donde estuvo hasta la muerte. Llegaron entonces terribles tentaciones de impureza. Escribe el Padre Salesman:

La imaginación le presentaba con toda viveza los más sensuales gozos del mundo, invitándolo a dejar esa vida de sacrificio y a dedicarse a gozar de los placeres mundanos. Luego el diablo le traía las molestas y desanimadoras tentaciones de desaliento, haciéndole ver que toda esa vida de oración, silencio y penitencia, era una inutilidad que de nada le iba a servir. Por la noche, con imágenes feas y espantosas, el enemigo del alma se esforzaba por obtener que no se dedicara más a tan heroica vida de santificación. Pero Romualdo redoblaba sus oraciones, sus meditaciones y penitencias, hasta que al fin un día, en medio de los más horrorosos ataques diabólicos, exclamó emocionado: "Jesús misericordioso, ten compasión de mí", y al oír esto, el demonio huyó rápidamente y la paz y la tranquilidad volvieron al alma del santo.

Después de muchos sufrimientos y rechazos a manos de otros monjes, fundó una nueva comunidad a la que llamó "Camaldulenses" El monasterio más famoso de todos los de San Romualdo es el de Camáldoli, cerca de Arezzo, en la Toscana, fundado por él alrededor del año 1012. Se halla más allá de una montaña, la cual desciende en su parte más alejada en un precipicio escarpado que mira a un agradable valle, que entonces pertenecía a un castellano llamado Maldolo, quien lo cedió al santo; de ahí le viene el nombre de Camáldoli (campo de Máldoli). Se observan  allí silencio perpetuo y dedican su vida a la oración. 

En una visión, como vemos en el cuadro de hoy, vio una escalera por la cual sus discípulos subían al cielo, vestidos de blanco. Cambió entonces el antiguo hábito negro de sus religiosos por un hábito blanco. San Romualdo deseaba ser mártir. Con esa intención se propuso ir a Hungría, pero cada vez que emprendía el viaje se enfermaba. Comprendió que su entrega total a Dios debía ser donde ya estaba.

Hizo muchos milagros y profetizó su muerte con 20 años de anterioridad. En los últimos años tenía arrebatos místicos y exclamaba: "Amado Cristo Jesús, ¡tú eres el consuelo más grande que existe para tus amigos!".

Su biografo, San Pedro Damiani, dice de él que la bondad divina lo elevó a tan alto grado de perfección que, inspirado por el Espíritu Santo, predijo algunos sucesos futuros y llegó a la penetración de muchos misterios ocultos del antiguo y del nuevo Testamento. Con frecuencia, era arrebatado a un grado tan elevado de contemplación que, deshecho todo él en lágrimas, abrasado por el ardor inefable del amor divino, exclamaba: «Amado Jesús, mi dulce miel, deseo inefable, dulzura de los santos, encanto de los ángeles».

Desde el año 1012 existen monasterios Camaldulenses esparcidos por el mundo donde se observa perpetuo silencio para dedicarse a la oración.

jueves, 13 de junio de 2019

San Antonio


Visión de San Antonio de Padua, 1660-1662, Obra de Alonso Cano.  
Óleo sobre lienzo, 136 x 111 cm. 
Convento del Ángel Custodio, Granada. España

Hoy celebra la Iglesia a san Antonio, que nació en Lisboa (Portugal) en 1195 y murió en Pádua (Italia) en 1231, de allí que lo llamen de Antonio de Pádua o de Lisboa. En su bautizo recibió el nombre de Fernando de Bulhoes y Tavieira de Azevedo. Joven, ingresó en la Orden de los Conegos Regulares Agustinos e hizo sus estudios superiores: Derecho Canónico, Ciencias, Filosofía y Teología en el Monasterio de Santa Cruz de Coimbra. Conoció los cinco monjes franciscanos (Bernardo de Corbio, Pedro de S. Germiniano, Otao, Adjuto y Acurcio). Instalados en el Convento de Santo Antao, en los Olivares, cerca de Coimbra, los cuales partieron en misión para Marruecos. En 1219/20 Fernando es ordenado sacerdote.

Ese mismo año llegan a Coimbra las reliquias do los Santos Mártires de Marruecos. Fernando cambia el hábito de Conónigo de San Agustín por el de fraile franciscano, toma entonces el nombre de Antonio, recordando al patriarca de los monjes egipcios y porque a él estaba dedicada la casa de los frailes menores a la cual ingresaba.

Embarcó para evangelizar los moros en Marruecos pero, llegando allá, una enfermedad lo obligó a regresar a Portugal, en el viaje de regreso una tempestad llevó el barco hasta Sicilia, donde se quedó en el convento franciscano de Messina y se dirigió rumbo a Asís, con el fin de asistir al Capitulo General de la Orden, del que forma parte San Francisco, el santo fundador de la orden. De allí, se retiró para Eremitorio del Monte-Paulo, un pequeño convento de la Romaña italiana. El 19 de marzo de 1222, en un acto de ordenación, pronuncia un sermón memorable y se revela un gran orador sagrado.

Es consignado al oficio de orador el cual ejerce en la Romaña, contra las herejías de los Cataros, Patarinos y Valdenses. A finales de 1223 San Francisco lo designa como Lector de Teología en Boloña. En 1224 es enviado a Francia, para luchar contra las herejías de los Albigenses. Actúa, primero en Montpellier. Después del Pentecostés, pregona en Tolosa. En septiembre de 1225 es nombrado Guardián del Convento de Puy-en-Velay. En 1226 es elegido por los frailes, Custodio de la Provincia de Limoges. En ese mismo año muere San Francisco. En 1227 pregona en Rimini. En 1231 hace notables y concurridísimos sermones de la Cuaresma. 

Después de la Pascua de 1231, Antonio se retiró a la localidad de Camposampiero, pero decidió retornar a Padua poco después. Ya en las proximidades de Padua, se detuvo en el convento de Arcella donde murió prematuramente cuando todavía no alcanzaba la edad de treinta y seis años. Es solemnemente canonizado el 30 de mayo (fiesta del Espíritu Santo), por el Papa Gregorio IX, en la catedral de Epoleto.

Iconográficamente san Antonio es representado como un joven imberbe con amplia tonsura monacal; es representado con el hábito de su Orden Franciscana, (de color marrón, pero también puede ser grisaceo, como vistieron algunas  comunidades franciscanas hasta finales del siglo XVIII y XIX), en algunos casos puede llevar capa corta. El hábito es cinturado con un cordón con los tres nudos que simbolizan la consagración a Dios como religioso franciscano, por los votos de obediencia, pobreza y castidad, del cual por lo general, penden unos rosarios. El Santo calza sandalias.

El santo en pié o de rosillas aparece con el Niño Jesús, el cual puede estar en pié o sentado sobre él o sobre un libro. Entre los elementos iconográficos más usuales de San Antonio podemos mencionar: El Niño Jesús, el libro, la Cruz, los Lirios y el Pan, en la pintura se pueden encontrar representaciones de San Antonio y sus milagros como por ejemplo: Los Peces escuchando el Sermón, el Burro arrodillado ante la hostia y como en el caso que nos ocupa, San Antonio y la Virgen María.

miércoles, 29 de mayo de 2019

Espíritu Santo


El Espíritu Santo, 1750. Obra de Corrado Giaquinto
Óleo sobre lienzo, 64x48 cm
Colección Privada

Dijo Jesús a sus discípulos: "Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir. Él me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que toma de lo mío y os lo anunciará."
Juan 16,12-15

Ante la inminente cercanía de la Ascensión, y la marcha de Cristo al Padre, éste nos hace un  anuncio muy claro de la venida del Espíritu Santo, un anuncio constante que manifiesta a los discípulos en todo el discurso de despedida. El mismo Jesús da a conocer a las tres personas que conforman el Dios en el que creemos: el Padre, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la Verdad, que ni uno solo de sus hijos se pierda; el Hijo, Jesús, que ha venido a hacer la Voluntad del Padre, ha destruido el poder de la muerte ha vencido al pecado y restaurado al hombre creado a imagen del Padre. El ha abierto el camino al Padre; el Espíritu Santo, que constituye la fortaleza inquebrantable, el apoyo, la presencia de Dios mismo en este mundo, en la Creación, en nuestra vida cotidiana, y en nuestro interior. Presencia, esta última, incuestionable, evidente, que hace posible la Gracia de Dios.

Hay pues una fuerza poderosa, a cuya custodia nos ha encomendado Jesús, en la cual debemos confiar y a la cual hemos de acudir: esta es el Espíritu Santo, que no es ni más ni menos que el Espíritu de Dios mismo, uno y trino. Él debe iluminar cada uno de nuestros pasos. Él nos guiará hacia la luz. El abrirá nuestras entendederas, nuestra inteligencia y hará posible lo que de otro modo sería imposible. Es a Él a quien debemos abandonarnos, seguros que ha de llevarnos al Padre, y con Él, a la Vida Eterna.

Así hemos de acudir constantemente a los sacramentos, en los que misteriosamente nos reencontramos de un modo muy especial con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Por el Espíritu Santo se nos permite alcanzar una unión más íntima y vital con Dios. Por ejemplo en el sacramento de la reconciliación dice la formula de la absolución, "...y envió el Espíritu Santo para la remisión de los pecados..." y en toda plegaria eucarística se invoca al Espíritu Santo en el momento de la epíclesis para que el Padre lo envíe sobre los dones del altar y sean estos transformados en cuerpo y sangre de nuestro señor Jesucristo. En los sacramentos, encontramos nuestra fuerza y la gracia que nos asiste, el Espíritu que nos guía a la Verdad plena 

Ven, Espíritu Santo,
Llena los corazones de tus fieles
y enciende en ellos
el fuego de tu amor.
Envía, Señor, tu Espíritu.
Que renueve la faz de la Tierra.

Oh Dios, que has iluminado a tus hijos con la luz del Espíritu Santo
Haznos dóciles a tu Espíritu para obrar rectamente
Y gozar siempre de su consuelo,


Por Cristo Nuestro Señor. Amén.

martes, 28 de mayo de 2019

El Veronese. El Padre eterno y el Espíritu Santo


El Padre eterno y el Espíritu Santo, 1580. Obra de Paolo Caliari, el Veronese 
Óleo sobre lienzo

Jesús a sus discípulos: "Ahora me voy al que me envió, y ninguno de vosotros me pregunta: "¿Adónde vas?" Sino que, por haberos dicho esto, la tristeza os ha llenado el corazón. Sin embargo, lo que os digo es la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Defensor. En cambio, si me voy, os lo enviaré. Y cuando venga, dejará convicto al mundo con la prueba de un pecado, de una justicia, de una condena. De un pecado, porque no creen en mí; de una justicia, porque me voy al Padre, y no me veréis; de una condena, porque el Príncipe de este mundo está condenado."

San Agustín dice al respecto en su comentario al evangelio de san Juan:

El Señor, al prometer que él iba a enviar el Espíritu Santo, afirma: Cuando haya venido él, acusará al mundo respecto a pecado y respecto a justicia y respecto a juicio. ¿Qué significa esto? El Señor Cristo ¿tal vez no acusó al mundo respecto a pecado cuando aseveró: Si no hubiese venido y les hubiese hablado, no tendrían pecado; ahora, en cambio, no tienen excusa de su pecado? Pero, para que alguien no diga quizá que esto se refiere propiamente a los judíos, no al mundo, ¿acaso no aseveró en otro lugar: Si fueseis del mundo, el mundo amaría lo que era suyo? ¿Tal vez no lo acusó respecto a justicia cuando aseveró: Padre justo, el mundo no te conoció? ¿Tal vez no lo acusó respecto a juicio cuando aseveró que él iba a decir a los de la izquierda: Id al fuego eterno, que está preparado para el diablo y sus ángeles?

En el santo evangelio se descubren también muchos otros pasajes donde Cristo acusa de estas cosas al mundo. ¿Qué significa, pues, que, por así decirlo, atribuya propiamente al Espíritu Santo esto? ¿Parece acaso que, porque Cristo habló sólo entre la gente de los judíos, no ha acusado al mundo, de forma que se entienda que se acusa al que oye al acusador? Al contrario, se entiende que, mediante sus discípulos derramados por el orbe entero, el Espíritu Santo ha acusado no a una única gente sino al mundo, porque cuando iba a ascender al cielo les dijo esto: No os toca saber los tiempos o momentos que el Padre puso en su potestad; pero recibiréis fuerza del Espíritu Santo que caerá de improviso sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén y en Judea entera y en Samaría y hasta los confines de la tierra. Esto significa acusar al mundo.

martes, 14 de mayo de 2019

San Matias


San Matías, 1610 - 1612 Obra de  Pedro Pablo Rubens
Óleo sobre tabla, 107,2 x 82,5 cm
Museo del Prado, Madrid. España

Hoy celebramos al apóstol san Matias, elegido, según nos cuentan los Hechos de los apóstoles 1, 15-17, después de la muerte de Judas y tras ser testigo de la resurrección del Señor. "Hace falta, por tanto, que uno se asocie a nosotros como testigo de la resurrección de Jesús, uno de los que nos acompañaron mientras convivió con nosotros el Señor Jesús, desde que Juan bautizaba, hasta el día de su ascensión... Echaron suertes, le tocó a Matías, y lo asociaron a los once apóstoles."

Dice san Juan Crisostomo, comentando el libro de los Hechos de los Apóstoles, "Todos rezan, diciendo: Señor, tú penetras el corazón de todos, muéstranos. «Tú, no nosotros». Llaman con razón al que penetra todos los corazones, pues él solo era quien había de hacer la elección. Le exponen su petición con toda confianza, dada la necesidad de la elección. No dicen: «Elige», sino muéstranos a cuál has elegido, pues saben que todo ha sido prefijado por Dios. Echaron suertes. No se creían dignos de hacer por sí mismos la elección, y por eso prefieren atenerse a una señal."

Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. (Jn 14-13) y los discípulos fueron fieles a ello. San Agustín cogiendo esta frase de san Juan nos exhorta a seguir el ejemplo del Maestro, al igual que los discípulos lo hicieron. "Hizo él lo que él mismo había enseñado; los apóstoles hicieron lo que habían aprendido de él y nos intimaron a imitarles. Hagámoslo también nosotros. Pues si bien no somos lo que él en cuanto nos creó, somos lo que él en cuanto por nosotros se encarnó. Y si sólo lo hubiera hecho él quizá nadie de nosotros debería tener la audacia de imitarlo, pues él era hombre, pero sin dejar de ser Dios. Pero en cuanto hombre, los siervos imitaron al Señor, los discípulos al Maestro, y lo hicieron asimismo los que nos precedieron en la familia de Dios, que son nuestros padres, pero también consiervos nuestros. Dios no nos hubiera mandado hacerlo, de saber que el hombre era incapaz de realizarlo."

(San Agustín de Hipona, Comentario al salmo 56)

El cuadro que hoy nos ocupa esta dentro de la serie de los doce apóstoles que pinto Rubens entre 1610 y 1612 y realizado probablemente para un miembro de la nobleza flamenca deseoso de evidenciar su fidelidad al catolicismo. El interés por las representaciones de los apóstoles experimentó un gran incremento en el mundo católico desde finales del siglo XVI, como reacción a la Reforma religiosa que negaba el poder de intercesión de los santos.  Rubens, uno de los principales creadores de imágenes de devoción que exaltaran los dogmas católicos, potencia en los cuadros de sus apóstoles la idea de sacrificio y entrega, al representarlos con instrumentos relacionados con sus respectivos martirios. Son pintados al poco de volver de Italia, inspirandose en la escultura clásica y en la pintura de Miguel Ángel y de Caravaggio. La fuerza física que muestran las figuras sirve como metáfora de su valor moral y firmeza, mientras que la luz, muy dirigida y contrastada, ayuda a enfatizar el valor de la determinación y seguridad demostrada por estos santos. 



sábado, 6 de abril de 2019

Imago Pietatis



Icono-relicario. Icono, 1300. Caja de reliquias,1380. Anónimo
Procedente del Monasterio de Santa Catalina del Sinaí
Temple sobre tabla, Icono: 23 × 28 cm, caja de reliquias: 98,7 × 97,1 cm

Tanto la lectura de ayer del libro de la Sabiduría, como hoy Jeremías me ha traído a la memoria a Cristo como Varón de Dolores y recordando su iconografia mi recuerdo y devoción me ha llevado a recordar un magnifico icono bizantino que se conserva en Roma y que es el origen de esta iconografía que evoluciona en occidente de manera muy elevada a partir del siglo XIV y XV de manos de maestros flamencos hasta el mas abigarrado barroco. 

La representación de Cristo como Varón de Dolores, culmen de la historia de la salvación anunciada por los profetas del antiguo testamento y verificada en el nuevo, es un motivo iconográfico que se remonta hasta  la época del Papa San Gregorio Magno (segunda mitad del siglo VI, principios del siglo VII) donde  hemos de buscar el origen de la iconografía del Varón de Dolores. Cuenta la leyenda que durante la celebración de la Santa Misa en la iglesia de la Santa Cruz de Jerusalén celebrada por el santo,  uno de los asistentes hizo pública su duda sobre la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Inmediatamente y ante las oraciones del Santo Padre una imagen de Cristo se apareció sobre el altar, en pie, mostrando los estigmas sangrantes de la Pasión así como los atributos típicos de ella ( Santa Cruz, corona de espinas, clavos, sepulcro) y derramando sobre el cáliz su propia sangre que manaba de las llagas.  San Gregorio ordenó dejar un recuerdo pictórico de tal acontecimiento en la Iglesia de Santa Cruz de Roma, lugar del acontecimiento. Venía esta nueva iconografía y el esparcimiento de las distintas versiones populares del milagro a significar un respaldo al culto al Santísimo Sacramento, así como a los postulados teológicos del propio San Gregorio a favor de la corporeidad de la Resurrección de Cristo, en contra de algunas corrientes de la época que defendían la incorporeidad de una resurrección meramente espiritual. Cabe pues considerar esta iconografía como una plasmación visual de los planteamientos ideológicos defendidos por el Magno Papa, idealizados en un Cristo palpitante, sangrante y rotundamente corpóreo.

Desde este Ecce Homo o Imago pietatis, Cristo se va a representar con los elementos de la pasion, mostrando las llagas redentoras o en el Lagar místico o surgiendo de si un surtidor que riega la tierra. En ella Cristo vierte la sangre de su costado sobre un cáliz, manteniendo plenamente su simbolismo sacramental y su carácter alegórico. Por evolución de la teatralidad barroca el Varón de Dolores se nos muestra en ocasiones aún crucificado a la Santa Cruz que se fue incluyendo con el tiempo en la composición, dando lugar a interpretaciones tan particulares. Lo podemos ver también redimiendo el globo terráqueo. En este caso el Varón de Dolores se dispone sobre el orbe que representa la tierra, de rodillas, con todas las llagas de la pasión presente, pleno de sentido alegórico y elevando en súplica la mirada a los cielos.

La piedad popular fue acoplando el pasaje a su devocionario particular. Dado que la mística representación de características casi alegóricas resultaba compleja de asimilar por el pueblo llano, este fue poco a poco incluyendo el pasaje entre aquellos que conformaban parte de la pasión para su más fácil comprensión y, dado que Cristo se nos mostraba con todas las llagas de la pasión patentes y en el sepulcro, la presencia del ángel o ángeles se vió directamente relacionada con la del Ángel de la Resurrección mencionado en las sagradas escrituras, ubicándole en el interior del sepulcro en el momento de la Resurrección de Cristo. En este tipo de representaciones, Cristo parece mostrar los primeros signos vitales en pleno misterio divino de la resurrección: entre la vida y la muerte, en una mirada que parece volver a brillar de vitalidad mientras el cuerpo inerte aún a penas le sostiene, cual despertando de un letargo.

martes, 19 de marzo de 2019

Ribera. San José

San José y el Niño Jesús, 1632. José de Ribera.
Óleo sobre lienzo, 126 x 100 cm
Museo del Prado, Madrid. España

El culto a San José fue especialmente favorecido por el Concilio de Trento, extendiéndose su devoción, especialmente en España, y protagonizando numerosas representaciones pictóricas. San Bernardino de Siena en su sermón segundo sobre san José nos lo define como protector y custodio de Cristo,  fiel esposo de María y broche del antiguo testamento.

La técnica empleada en este cuadro, con destacados claroscuros que sólo iluminan los detalles más importantes de la composición, denota la influencia del pintor italiano Caravaggio. Esta obra  fue salvada del incendio del Alcázar de Madrid de 1734, y aparece en los inventarios de 1747, 1772 y 1794 del Nuevo Palacio Real construido en su lugar.

martes, 19 de septiembre de 2017

Resurrección del hijo de la viuda de Naín

Resurrección del hijo de la viuda de Naín, 1530-1532. Matthias Gerung
Tinta sobre pergamino. Biblia Ottheinrich, Folio 81V 

¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate! así llamo Jesús al hijo de la viuda de Naim. Leemos en la Eucaristía de hoy este pasaje del Evangelio según san Lucas, en el que Jesús, movido a misericordia ante la triste escena del duelo de la viuda enterrando a su único hijo, devuelve la vida al difunto y se lo entrega a su madre. Dos son, pues, los aspectos que contemplamos: el poder de Jesús como Señor de la vida que es, y la misericordia como motivo de su acción.

Contemplamos la escena representada en una iluminación del siglo XVI en una Biblia alemana. Aparece el Señor a la puerta de la ciudad, de donde sale el cortejo fúnebre.

miércoles, 24 de mayo de 2017

Espíritu Santo


El Espíritu Santo, 1750. Obra de Corrado Giaquinto
Óleo sobre lienzo, 64x48 cm
Colección Privada

Dijo Jesús a sus discípulos: "Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir. Él me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que toma de lo mío y os lo anunciará."
Juan 16,12-15

Ante la inminente cercanía de la Ascensión, y la marcha de Cristo al Padre, éste nos hace un  anuncio muy claro de la venida del Espíritu Santo, un anuncio constante que manifiesta a los discípulos en todo el discurso de despedida. El mismo Jesús da a conocer a las tres personas que conforman el Dios en el que creemos: el Padre, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la Verdad, que ni uno solo de sus hijos se pierda; el Hijo, Jesús, que ha venido a hacer la Voluntad del Padre, ha destruido el poder de la muerte ha vencido al pecado y restaurado al hombre creado a imagen del Padre. El ha abierto el camino al Padre; el Espíritu Santo, que constituye la fortaleza inquebrantable, el apoyo, la presencia de Dios mismo en este mundo, en la Creación, en nuestra vida cotidiana, y en nuestro interior. Presencia, esta última, incuestionable, evidente, que hace posible la Gracia de Dios.

Hay pues una fuerza poderosa, a cuya custodia nos ha encomendado Jesús, en la cual debemos confiar y a la cual hemos de acudir: esta es el Espíritu Santo, que no es ni más ni menos que el Espíritu de Dios mismo, uno y trino. Él debe iluminar cada uno de nuestros pasos. Él nos guiará hacia la luz. El abrirá nuestras entendederas, nuestra inteligencia y hará posible lo que de otro modo sería imposible. Es a Él a quien debemos abandonarnos, seguros que ha de llevarnos al Padre, y con Él, a la Vida Eterna.

Así hemos de acudir constantemente a los sacramentos, en los que misteriosamente nos reencontramos de un modo muy especial con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Por el Espíritu Santo se nos permite alcanzar una unión más íntima y vital con Dios. Por ejemplo en el sacramento de la reconciliación dice la formula de la absolución, "...y envió el Espíritu Santo para la remisión de los pecados..." y en toda plegaria eucarística se invoca al Espíritu Santo en el momento de la epíclesis para que el Padre lo envíe sobre los dones del altar y sean estos transformados en cuerpo y sangre de nuestro señor Jesucristo. En los sacramentos, encontramos nuestra fuerza y la gracia que nos asiste, el Espíritu que nos guía a la Verdad plena 

Ven, Espíritu Santo,
Llena los corazones de tus fieles
y enciende en ellos
el fuego de tu amor.
Envía, Señor, tu Espíritu.
Que renueve la faz de la Tierra.

Oh Dios, que has iluminado a tus hijos con la luz del Espíritu Santo
Haznos dóciles a tu Espíritu para obrar rectamente
Y gozar siempre de su consuelo,


Por Cristo Nuestro Señor. Amén.

martes, 23 de mayo de 2017

El Veronese. El Padre eterno y el Espíritu Santo


El Padre eterno y el Espíritu Santo, 1580. Obra de Paolo Caliari, el Veronese 
Óleo sobre lienzo

Jesús a sus discípulos: "Ahora me voy al que me envió, y ninguno de vosotros me pregunta: "¿Adónde vas?" Sino que, por haberos dicho esto, la tristeza os ha llenado el corazón. Sin embargo, lo que os digo es la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Defensor. En cambio, si me voy, os lo enviaré. Y cuando venga, dejará convicto al mundo con la prueba de un pecado, de una justicia, de una condena. De un pecado, porque no creen en mí; de una justicia, porque me voy al Padre, y no me veréis; de una condena, porque el Príncipe de este mundo está condenado."

San Agustín dice al respecto en su comentario al evangelio de san Juan:

El Señor, al prometer que él iba a enviar el Espíritu Santo, afirma: Cuando haya venido él, acusará al mundo respecto a pecado y respecto a justicia y respecto a juicio. ¿Qué significa esto? El Señor Cristo ¿tal vez no acusó al mundo respecto a pecado cuando aseveró: Si no hubiese venido y les hubiese hablado, no tendrían pecado; ahora, en cambio, no tienen excusa de su pecado? Pero, para que alguien no diga quizá que esto se refiere propiamente a los judíos, no al mundo, ¿acaso no aseveró en otro lugar: Si fueseis del mundo, el mundo amaría lo que era suyo? ¿Tal vez no lo acusó respecto a justicia cuando aseveró: Padre justo, el mundo no te conoció? ¿Tal vez no lo acusó respecto a juicio cuando aseveró que él iba a decir a los de la izquierda: Id al fuego eterno, que está preparado para el diablo y sus ángeles?

En el santo evangelio se descubren también muchos otros pasajes donde Cristo acusa de estas cosas al mundo. ¿Qué significa, pues, que, por así decirlo, atribuya propiamente al Espíritu Santo esto? ¿Parece acaso que, porque Cristo habló sólo entre la gente de los judíos, no ha acusado al mundo, de forma que se entienda que se acusa al que oye al acusador? Al contrario, se entiende que, mediante sus discípulos derramados por el orbe entero, el Espíritu Santo ha acusado no a una única gente sino al mundo, porque cuando iba a ascender al cielo les dijo esto: No os toca saber los tiempos o momentos que el Padre puso en su potestad; pero recibiréis fuerza del Espíritu Santo que caerá de improviso sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén y en Judea entera y en Samaría y hasta los confines de la tierra. Esto significa acusar al mundo.

sábado, 13 de mayo de 2017

Nuestra Señora de Fatima


 Nuestra Señora de Fatima s. XX
Madera policromada
Capilla de las apariciones, Fatima. Portugal

Hoy, mientras esperamos celebrar el día de Pentecostes la venida del Espíritu Santo, conmemoramos la aparición de la Stma Virgen en Fatima a tres niños pastores, Jacinta, Lucia y Francisco. Se produjo un 13 de Mayo de 1917. En su Homilía de 13 de mayo de 2010 en Fátima, dijo el papa Benedicto XVI:

Este bendito lugar es prueba de ello. Dentro de siete años volveréis aquí para celebrar el centenario de la primera visita de la Señora “venida del Cielo”, como Maestra que introduce a los pequeños videntes en el conocimiento íntimo del Amor trinitario y los conduce a saborear al mismo Dios como el hecho más hermoso de la existencia humana. Una experiencia de gracia que los ha enamorado de Dios en Jesús, hasta el punto de que Jacinta exclamaba: “Me gusta mucho decirle a Jesús que lo amo. Cuando se lo digo muchas veces, parece que tengo un fuego en el pecho, pero no me quema”. Y Francisco decía: “Lo que más me ha gustado de todo, fue ver a Nuestro Señor en aquella luz que Nuestra Madre puso en nuestro pecho. Quiero muchísimo a Dios”.

Hermanos, al escuchar estas revelaciones místicas tan inocentes y profundas de los Pastorcillos, alguno podría mirarlos con una cierta envidia porque ellos han visto, o con la desalentada resignación de quien no ha tenido la misma suerte, a pesar de querer ver. A estas personas, el Papa les dice lo mismo que Jesús: “Estáis equivocados, porque no entendéis la Escritura ni el poder de Dios”. Las Escrituras nos invitan a creer: “Dichosos los que crean sin haber visto”  pero Dios —más íntimo a mí de cuanto lo sea yo mismo— tiene el poder para llegar a nosotros, en particular mediante los sentidos interiores, de manera que el alma es tocada suavemente por una realidad que va más allá de lo sensible y que nos capacita para alcanzar lo no sensible, lo invisible a los sentidos. Por esta razón, se pide una vigilancia interior del corazón que muchas veces no tenemos debido a las fuertes presiones de las realidades externas y de las imágenes y preocupaciones que llenan el alma. Sí, Dios nos puede alcanzar, ofreciéndose a nuestra mirada interior.

Más aún, aquella Luz presente en la interioridad de los Pastorcillos, que proviene del futuro de Dios, es la misma que se ha manifestado en la plenitud de los tiempos y que ha venido para todos: el Hijo de Dios hecho hombre. Que Él tiene poder para inflamar los corazones más fríos y tristes, lo vemos en el pasaje de los discípulos de Emaús. Por lo tanto, nuestra esperanza tiene un fundamento real, se basa en un evento que se sitúa en la historia a la vez que la supera: es Jesús de Nazaret. Y el entusiasmo que suscitaba su sabiduría y su poder salvador en la gente de su tiempo era tal que una mujer en medio de la multitud —como hemos oído en el Evangelio— exclamó: “¡Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron!”. A lo que Jesús respondió: “Mejor: ¡Dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen!”. Pero, ¿quién tiene tiempo para escuchar su palabra y dejarse fascinar por su amor? ¿Quién permanece, en la noche de las dudas y de las incertidumbres, con el corazón vigilante en oración? ¿Quién espera el alba de un nuevo día, teniendo encendida la llama de la fe? La fe en Dios abre al hombre un horizonte de una esperanza firme que no defrauda; indica un sólido fundamento sobre el cual apoyar, sin miedos, la propia vida; pide el abandono, lleno de confianza, en las manos del Amor que sostiene el mundo.

martes, 9 de mayo de 2017

El Buen Pastor. Ravena


El Buen Pastor. s.V. Autor anónimo
Mosaico
Mausoleo de Gala PlacidiaRavena. Italia

Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, esas dan testimonio de mí. Pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Lo que mi Padre me ha dado es más que todas las cosas, y nadie puede arrebatar nada de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno.

Seguimos meditando en la figura de Jesucristo como Buen Pastor. ^Por eso, vamos a visitar una de sus representaciones más célebres. El Mausoleo de Gala Placidia en Rávena (Italia) es un célebre enterramiento monumental de la hermana del emperador Honorio, Gala Placidia. Construido entre 425 y 433. Más que por su arquitectura, este monumento es mundialmente famoso por sus suntuosos mosaicos, los más antiguos de la villa. Ellos marcan la transición entre el arte paleocristiano y el bizantino, es el más antiguo y mejor conservado de todos los monumentos con mosaicos, y al mismo tiempo uno de los más perfectos artísticamente.

Se trata de una pequeña capilla dedicada a San Lorenzo. Tiene planta de cruz griega, con uno de los lados ligeramente más largo y el crucero está cubierto con una cúpula. Esta pequeña construcción situada al lado de San Vital contiene varios sarcófagos en su interior, el más importante de los cuales estaba destinado a Gala Placidia, hija del emperador romano Teodosio el Grande y esposa del rey visigodo Ataúlfo. Las paredes y techos interiores están totalmente revestidos de mosaicos hechos a base de pequeñas teselas que crean un universo de colores. De todos ellos, el que más destaca es el del timpano central, Cristo como Buen Pastor en el paraíso, uno de los motivos iconográficos paleocristianos más difundidos desde el tiempo de las catacumbas. Está tranquilamente sentado sobre una roca del prado y pastorea a seis ovejas que le contemplan y buscan su protección. Además, el Salmo 23 nos explica la escena “El Señor es mi Pastor; nada me puede faltar. Él me hace descansar en verdes praderas”. 

La figura de Cristo se muestra idealizada y manifiesta la herencia helenística o pagana. Es un modelo humano joven y sin barba, que en nada se parece a la imagen siriaca que se impondrá en el siglo siguiente. La belleza de sus facciones, sumada a la dignidad y a la serenidad de su pose, nos hacen recordar los presupuestos de cómo habían de representarse los dioses en el clasicismo. Cristo se asemeja a un joven Apolo. Obsérvese la cuidada vestimenta: una dalmática dorada, en una referencia al preciado metal,  manto y sandalias preciosas, con un halo dorado símbolo de su santidad. No lleva un cayado normal, sino uno en forma de cruz y trata cariñosamente a su rebaño. Las ovejas en diversas posturas le miran fijamente y un fondo de montañas y vegetación completa la delicada escena, que tiene lugar en el Paraíso. 

Los mosaicos paleocristianos siguen la técnica romana, aunque son de origen griego, deriva de la palabra musa. Su uso se aplicó al revestimiento de suelos y murales, paredes y techos; están realizados con teselas, pequeñas piezas cúbicas de piedra o cristal, de cerámica vidriada de intenso color. Los mosaicos se forman yuxtaponiendo sobre un fondo de cemento pequeñas piezas llamadas teselas, que tienen distintos colores y que forman dibujos diversos. En los mosaicos se suelen distinguir tres técnicas:

Opus sectile, marmol irregular. 
Opus Tesselatum, teselas cúbicas de igual tamaño y distintos colores.
Opus Verniculatum, teselas de contornos curvilíneos.



sábado, 6 de mayo de 2017

Jesús y los discípulos


Jesús y los discípulos, 1308-1311. Obra de Duccio di Buoninsegna
Temple sobre tabla. 36,5 × 47,5 cm

La obra que hoy contemplamos pertenece al conjunto de "La Maestà" de la catedral de Siena ya citada en este apartado. Es considerada la obra maestra del pintor italiano Duccio di Buoninsegna. Quedar ante esta imagen y meditar el texto del evangelio san Juan que hoy nos propone la liturgia es un ejercicio de silencio, de pregunta y de respuesta. ¿También vosotros queréis marcharos? pregunta Jesús y Pedro responde, ¿adonde vamos a acudir? Tu tienes palabras de vida eterna.

Respondió Pedro por todos, uno por muchos, la unidad por todos sin excepción: Le respondió, pues, Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? ¿Nos rechazas de tu lado?, ¿Nos vas a dar otro tú? ¿A quién iremos? Si de ti nos apartamos, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. 

Mirad cómo Pedro, dice san Agustin, por donación de Dios, porque el Espíritu Santo ha vuelto a crearlo, ha entendido. ¿Por qué, sino, porque ha creído? Tú tienes palabras de vida eterna, pues tienes la vida eterna en el servicio de tu cuerpo y tu sangre. Y nosotros hemos creído y conocido. No hemos conocido y hemos creído, sino hemos creído y conocido, pues hemos creído para conocer, porque, si quisiéramos primero conocer y después creer, no seríamos capaces ni de conocer ni de creer. ¿Qué hemos creído y qué hemos conocido? Que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, esto es, que tú eres la vida eterna misma, y que en tu carne y sangre no das sino lo que eres.

Los discípulos estaban un tanto escandalizados por las palabras de Jesús, les escandaliza  que haya dicho: Os doy a comer mi carne y a beber mi sangre. ¿Si, pues, vierais al Hijo del hombre ascender adonde estaba antes? 



San Agustín comenta: ¿Qué significa esto? ¿Con esto resuelve lo que les había turbado? ¿Con esto aclara la causa que los había escandalizado? Con esto, sencillamente, en el caso que lo hubiesen entendido. Ellos, en efecto, suponían que él iba a distribuir su cuerpo; él, en cambio, dijo que iba a subir al cielo, por supuesto, integramente. "Cuando veáis al Hijo del hombre ascender adonde estaba antes", entonces veréis ciertamente que distribuye su cuerpo no del modo que suponéis, y entonces entenderéis ciertamente que su gracia no se consume a bocados. Y asevera: "El espíritu es quien vivifica; la carne no sirve de nada." El espíritu pone en movimiento  a las obras de la carne como su instrumento, así el hombre se vivifica en él, y éste actúa para su salvación.

miércoles, 3 de mayo de 2017

San Felipe y Santiago


Crucificado entre Santiago el Menor, Felipe y Francisco. 1625. Giovanni Battista Crespi 
Óleo sobre lienzo  360 x 180 cm. Seveso 
Seminario Arzobispal de Seveso, Milan. Italia

Cuando nos detenemos frente a un cuadro como éste se reconoce la belleza. Pero esta constatación, se enfrentan a un problema: ¿cómo podemos decir que un crucifijo es hermoso?, ¿dónde está la belleza frente a un cuerpo clavado en la cruz y condenado a una muerte terrible? La respuesta simple es atribuir a la habilidad del pintor con su fina pincelada, colores intensos, los movimientos armoniosos. Pero esto no es suficiente, si fuese sólo una cuestión de forma, la belleza quedaría cerrada y sellada en una escenografía tan atormentada como vacía, y al fin, desesperada.

La belleza, sin embargo, se proclama, se abre, podríamos decir que se desparrama. Anticipa lo que el mundo simplemente no puede dar. La belleza es la promesa que supera la prueba y sigue siendo cierta a pesar de las heridas infligidas por el último y más implacable enemigo: la muerte. La belleza, enseñan los filósofos medievales, es el esplendor de la verdad. Y nada es más cierto de una vida entregada en la caridad. Esto es lo que vemos frente a un crucifijo. Aunque Jesús era igual a Dios, se hizo semejante a los hombres, y tomó consigo su humanidad tan profundamente que, en la cruz, su vida ha sucumbido a la muerte.  La Muerte, sin embargo, no tenía la última palabra. Cristo ha encarnado el amor de caridad y dio su vida por los hombres y los encomendó a los brazos del Padre. Incluso si la muerte fue capaz de afectar a la vida, sin embargo, no ha destruido el amor que rige y gobierna su vida y de esto da testimonio el mismo Cristo resucitado.

Aquí, pues, podemos encontrar una respuesta a nuestra pregunta inicial. Una obra de arte comunica belleza cuando contiene esta promesa: el amor, capaz de darse así no sucumbe. Y  una obra de arte, cuando es proclamación cristiana, va todavía mas allá en profundidad, diciéndonos que esta vida, esta belleza, esta verdad se ha hecho visibles, como primicia, en el cuerpo, en el rosto de Cristo. La belleza es la promesa y,por tanto, pide tiempo. El cuerpo fijo en la cruz brilla con una luz blanca que anticipa a los ojos de la fe, el cuerpo transfigurado del Resucitado. 

San Felipe, a la derecha del lienzo, mirando a los ojos a los que llegan antes de la pintura, abre una brecha, crea una continuidad de tiempo y espacio entre el espectador y el crucifijo. Llama a los fieles al Gólgota y los convierte en peregrinos. Es una invitación a emprender un camino de conversión.

Santiago el menor, a la izquierda de la cruz, contempla el misterio del amor de Dios que se hace visible en la obediencia del Hijo, en la oscuridad del Viernes Santo surge la luz; en el grito emitido desde la cruz se reconoce a la Palabra que hace nuevas todas las cosas. La belleza no es un ideal, sino una persona, un cuerpo a tocar, acariciar, a admirar, a contemplar.

San Francisco, casi oculto, humildes, se arrodilla y besa el árbol. Después de la conversión que purifica, después de  la contemplación que ilumina el corazón. El tercero santo de la escena, el santo con los estigmas, el "alter Christus" , señala el camino de la unión con Dios, la forma en que  se ha de transformar nuestra vida y hacer que sea fructífera.

La belleza es la promesa y, por lo tanto, pide tiempo. El tiempo que se hace carne e historia, de modo que el corazón pueda estar abierto a la conversión, para que la historia esté abierta a la gracia. 

lunes, 1 de mayo de 2017

San José obrero

Infancia de Cristo, ca.1620. Obra de Gerrit van Honthorst 
Óleo sobre lienzo. 137x185 cm 
Museo del Hermitage, San Petersburgo. Rusia

Hoy celebra la Iglesia la figura de san Jose, en el martirologio romano lo cita así:  San José Obrero, el carpintero de Nazaret, que con su trabajo remedió las necesidades de María y de Jesús e inició al Hijo de Dioen los trabajos de los hombres. Por esta razón, en este día, en el que se celebra la fiesta del trabajo en muchas partes del mundo, los obreros cristianos honran a san José como modelo y patrono suyo.

En el trabajo, todo hombre ha de ser dignificado. Éste no ha de ser una vía de insensible productividad marcada por objetivos interesados. Únicamente la obtención de máximo lucro corrompe al hombre y lo convierte en esclavo de  quien debería ser señor.  Solo una manera en la que el hombre con su esfuerzo y el acto renovado diariamente de querer aportar algo a la creación con su trabajo hace que el hombre se asemeje mas a su creador. No somos números que producen con el fin de mantener una economía sino que somos instrumentos de Dios y es en el trabajo donde ponemos a disposición de los demás los dones que Dios nos ha entregado. Sobre la actividad humana en todo el mundo el concilio Vaticano segundo decía estas palabras en la constitución pastoral que habla sobre la Iglesia en el mundo actual.

Con su trabajo y su ingenio el hombre se ha esforzado siempre por mejorar su vida; pero hoy, gracias a la ayuda de la ciencia y de la técnica, ha desarrollado y sigue desarrollando su dominio sobre casi toda la naturaleza y, gracias sobre todo a las múltiples relaciones de todo tipo establecidas entre las naciones, la familia humana se va reconociendo y constituyendo progresivamente como una única comunidad en todo el mundo. De donde resulta que muchos bienes que el hombre esperaba alcanzar de las fuerzas superiores, hoy se los procura con su propio trabajo. Ante este inmenso esfuerzo, que abarca ya a todo el genero humano, el hombre no deja de plantearse numerosas preguntas: ¿Cuál es el sentido y el valor de esa actividad? ¿Cómo deben ser utilizados todos estos bienes? Los esfuerzos individuales y colectivos ¿qué fin intentan conseguir? La Iglesia, que guarda el depósito de la palabra de Dios, de la que se deducen los principios en el orden moral y religioso, aunque no tenga una respuesta preparada para cada pregunta, intenta unir la luz de la revelación con el saber humano para iluminar el nuevo camino emprendido por la humanidad.

San Jose puede ser un modelo de humilde trabajador que supo custodiar un tesoro a él entregado y a la vez desarrollo sus dones en la familia de Nazaret, nos entregó a Cristo en la sencillez y laboriosidad del trabajo y su escucha atenta y disponibilidad  a la misión encomendada por Dios nos hacen ver como en el desarrollo humilde de la actividad diaria, en la vocación a la que Dios nos ha llamado, se manifiesta de lleno la voluntad de Dios. El Papa Francisco en su homilía en la Misa de comienzo del ministerio petrino el dia 19 de marzo de este año cito de esta manera a san José:

Dios no desea una casa construida por el hombre, sino la fidelidad a su palabra, a su designio; es Dios mismo quien construye la casa, pero de piedras vivas marcadas por su Espíritu.
José es "custodio" porque sabe escuchar a Dios, se deja guiar por su voluntad, y precisamente por eso es aún más sensible a las personas que se le han confiado, sabe cómo leer con realismo los acontecimientos, está atento a lo que le rodea, y sabe tomar las decisiones más sensatas. 


El tema de este lienzo se piensa que es una historia apócrifa de la infancia de Cristo: Jesús ayuda del carpintero José. Gerrit van Honthorst fue uno de los principales seguidores holandeses de Caravaggio. La influencia del gran maestro italiano es clara en la naturaleza terrena de la escena, en las medias distancias que se muestran, y en los poderosos contrastes de luz y sombra. Aquí una vela como una fuente de luz intensa puede referirse a las palabras de Cristo: "Yo soy la luz del mundo"

jueves, 27 de abril de 2017

Nuestra Señora de Montserrat

Nuestra Señora de Motserrat, s. XII. Autor anónimo
Talla sobre madera de álamo y estuco policomado. 95 cm
Monasterio de Montserrat, Barcelona. España

Hoy celebramos la festividad de Nuestra Señora de Motserrat, venerada no solo en el monasterio del mismo nombre sino en muchas otras partes de la cristiandad. Por ejemplo, en Italia se han contado más de ciento cincuenta iglesias o capillas dedicadas a la Virgen de Montserrat, bajo cuya advocación se erigieron algunas de las primeras iglesias de México, Chile y Perú, y con el nombre de Montserrat han sido bautizados monasterios, pueblos, montes e islas en América.

El culto de la Virgen de Montserrat se remonta más allá de la invasión de España por los árabes. La imagen, ocultada entonces, fue descubierta en el siglo IX. Para darle culto, se edificó una capilla a la que el rey Wilfredo el Velloso agregó más tarde un monasterio benedictino.

Cuenta la leyenda que unos pastores estaban pastando sus ovejas cerca de Montserrat y descubrieron la imagen de madera en una cueva, en medio de un misterioso resplandor y cantos angelicales. Por órdenes del obispo de llevarla a la catedral, comenzó la procesión, pero no llegó a su destino, ya que la estatua se empezó a poner increíblemente pesada y difícil de manejar. Entonces fue depositada en una ermita cercana, y permaneció allí hasta que se construyó el actual monasterio benedictino.

Los milagros atribuidos a la Virgen de Montserrat fueron cada vez más numerosos y los peregrinos que iban hacia Santiago de Compostela los divulgaron. Entre los santos que visitaron el lugar venerado se encuentran san Pedro Nolasco, san Raymundo de Peñafort, san Vicente Ferrer, san Francisco de Borja, san Luis Gonzaga, san José de Calasanz, san Antonio María Claret y san Ignacio de Loyola, que, siendo aún caballero, se confesó con uno de los monjes y pasó una noche orando ante la imagen de la Virgen. 

miércoles, 26 de abril de 2017

Murillo. San Isidoro

San Isidoro, 1655. Obra de Bartolomé Esteban Murillo
Óleo sobre lienzo. 193 x 165 cm.
 Catedral de Sta. María, Sevilla, España

Nació en Cartagena, España hacia el año 560. Su padre llamado Severiano, pertenecía a un familia hispano-romana de elevado rango social; su madre, en cambio, era de origen visigodo y, según parece, estaba lejanamente emparentada con la realeza. San Isidoro era el menor de cuatro hermanos. Sus dos hermanos, Leandro y Fulgencio también llegaron a ser santos. Su hermana Santa Florentina, fue abadesa de varios monasterios. Su hermano Leandro que era mucho mayor que él, se encargó de su educación porque quedaron huérfanos siendo Isidoro un niño. Parece ser que Leandro era muy severo, porque cuenta una leyenda, que siendo Isidoro muy niño huyó de su casa para escapar de la severidad de su hermano. Luego volvió por voluntad propia, lleno de buenos propósitos. Leandro lo encerró para impedir que se escape de nuevo. Probablemente lo envió a un monasterio para seguir estudiando. Un día se acercó a un pozo para sacar agua y notó que las cuerdas habían hecho hendidura en la dura piedra. Entonces comprendió que también la conciencia y la voluntad del hombre pueden vencer las duras dificultades de la vida. Entonces regresó con amor a sus libros.

Se formó con lecturas de san Agustín de Hipona y San Gregorio Magno; estudió en la escuela Catedralicia de Sevilla donde aprendió latín, griego y hebreo. Al morir su hermano Leandro, arzobispo de Sevilla, lo sucedió en el gobierno de la diócesis, y su episcopado duró 37 años (599-636). Vivió en una época de transición entre la decadencia de la Edad Antigua y del mundo romano, y el nacimiento de la Edad Media y de las nuevas nacionalidades de influencias germanas. Fue como un puente entre la Edad Antigua que terminaba y la Edad Media que comenzaba. Su influencia fue muy grande en Europa, especialmente en España. Entre sus discípulos está San Ildefonso de Toledo

Isidoro llegó a ser uno de los hombres mas sabios de su época, aunque al mismo tiempo era un hombre de profunda humildad y caridad. Se lo llamó el Maestro de la Edad Media o de la Europa Medieval y primer organizador de la cultura cristiana. Desplegó todos sus recursos pedagógicos para contrarrestar la creciente influencia de las culturas consideradas bárbaras. Propició el desarrollo de las artes liberales, del derecho y de las ciencias, presidió el segundo Concilio de Sevilla en 619, y en el Cuarto Concilio Nacional de Toledo, iniciado el 5 de diciembre del 633, estableció las bases de un decreto que impuso una política educativa obligatoria para todos los obispos del reino. Según parece, San Isidoro previó que la unidad religiosa y un sistema educativo amplio, podían unificar los elementos heterogéneos que amenazaba desintegrar España y gracias a eso gran parte del país se convirtió en un centro de cultura, mientras que el resto de Europa se hundía en la barbarie.

La principal contribución de San Isidoro a la cultura, fueron sus Etimologías u Orígenes (630), una "summa" muy útil de la ciencia antigua condensando, mas con celo que con espíritu crítico, los principales resultados de la ciencia de la época, dividido en veinte libros, tuvo enorme influencia en las instituciones educativas del Medioevo siendo uno de los textos clásicos hasta mediados del siglo XVI. Compuso numerosos trabajos históricos y litúrgicos, tratados de astronomía y geografía, diálogos, enciclopedias, biografías de personas ilustres, textos teológicos y eclesiásticos, un código de reglas monacales, ensayos valorativos sobre el Antiguo y Nuevo Testamento, y un diccionario de sinónimos. La historia de los visigodos, es la única fuente de información sobre los godos. También escribió historia de los vándalos y de los suevos.

Su episcopado duró treinta y siete años, bajo seis reyes, completó la obra comenzada por San Leandro, que fue de convertir a los visigodos del arrianismo al catolicismo. Su principal preocupación como obispo fue la de lograr una madurez cultural y moral del clero español. Fundó un colegio eclesiástico, prototipo de los futuros seminarios, dedicándose personalmente a la instrucción de los candidatos al sacerdocio. Otro de los grandes servicios que San Isidoro prestó a la Iglesia española fue el de completar el misal y el breviario mozárabes, que San Leandro había empezado a adaptar de la antigua liturgia española. Cuando sintió que iba a morir, pidió perdón públicamente por todas sus faltas, perdonó a sus enemigos y suplicó al pueblo que rogara a Dios por él. Distribuyendo entre los pobres el resto de sus posesiones, volvió a su casa y murió apaciblemente el 4 de abril del año 636 a la edad de 80 años. El año 1063 fue trasladado su cuerpo a León, donde hoy recibe culto en la iglesia de su nombre. El papa Inocencio XIII lo declaró Doctor de la Iglesia, en 1722.

El lienzo está realizado para ser contemplado desde un punto de vista bajo, ya que fueron creadas para estar colgadas en la Sacristía de la Catedral de Sevilla, por lo que destaca la pincelada fluida y pastosa empleada por el maestro, sobre todo en la túnica y en la capa. Sin embargo, Murillo no ha renunciado a recoger a la perfección la actitud serena y concentrada del santo, sujetando de manera solemne en báculo de obispo con su mano derecha mientras que con la izquierda sostiene el libro que alude a su actividad de escritor de asuntos teológicos en la España visigoda. El santo patrono de la ciudad sevillana y Doctor de la Iglesia recorta su monumental figura ante un cortinaje oscuro que deja ver una columna y un celaje en la zona de la derecha, resultando una composición de gran belleza.

sábado, 1 de abril de 2017

Imago Pietatis



Icono-relicario. Icono, 1300. Caja de reliquias,1380. Anónimo
Procedente del Monasterio de Santa Catalina del Sinaí
Temple sobre tabla, Icono: 23 × 28 cm, caja de reliquias: 98,7 × 97,1 cm

Tanto la lectura de ayer del libro de la Sabiduría, como hoy Jeremías me ha traído a la memoria a Cristo como Varón de Dolores y recordando su iconografia mi recuerdo y devoción me ha llevado a recordar un magnifico icono bizantino que se conserva en Roma y que es el origen de esta iconografía que evoluciona en occidente de manera muy elevada a partir del siglo XIV y XV de manos de maestros flamencos hasta el mas abigarrado barroco. 

La representación de Cristo como Varón de Dolores, culmen de la historia de la salvación anunciada por los profetas del antiguo testamento y verificada en el nuevo, es un motivo iconográfico que se remonta hasta  la época del Papa San Gregorio Magno (segunda mitad del siglo VI, principios del siglo VII) donde  hemos de buscar el origen de la iconografía del Varón de Dolores. Cuenta la leyenda que durante la celebración de la Santa Misa en la iglesia de la Santa Cruz de Jerusalén celebrada por el santo,  uno de los asistentes hizo pública su duda sobre la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Inmediatamente y ante las oraciones del Santo Padre una imagen de Cristo se apareció sobre el altar, en pie, mostrando los estigmas sangrantes de la Pasión así como los atributos típicos de ella ( Santa Cruz, corona de espinas, clavos, sepulcro) y derramando sobre el cáliz su propia sangre que manaba de las llagas.  San Gregorio ordenó dejar un recuerdo pictórico de tal acontecimiento en la Iglesia de Santa Cruz de Roma, lugar del acontecimiento. Venía esta nueva iconografía y el esparcimiento de las distintas versiones populares del milagro a significar un respaldo al culto al Santísimo Sacramento, así como a los postulados teológicos del propio San Gregorio a favor de la corporeidad de la Resurrección de Cristo, en contra de algunas corrientes de la época que defendían la incorporeidad de una resurrección meramente espiritual. Cabe pues considerar esta iconografía como una plasmación visual de los planteamientos ideológicos defendidos por el Magno Papa, idealizados en un Cristo palpitante, sangrante y rotundamente corpóreo.

Desde este Ecce Homo o Imago pietatis, Cristo se va a representar con los elementos de la pasion, mostrando las llagas redentoras o en el Lagar místico o surgiendo de si un surtidor que riega la tierra. En ella Cristo vierte la sangre de su costado sobre un cáliz, manteniendo plenamente su simbolismo sacramental y su carácter alegórico. Por evolución de la teatralidad barroca el Varón de Dolores se nos muestra en ocasiones aún crucificado a la Santa Cruz que se fue incluyendo con el tiempo en la composición, dando lugar a interpretaciones tan particulares. Lo podemos ver también redimiendo el globo terráqueo. En este caso el Varón de Dolores se dispone sobre el orbe que representa la tierra, de rodillas, con todas las llagas de la pasión presente, pleno de sentido alegórico y elevando en súplica la mirada a los cielos.

La piedad popular fue acoplando el pasaje a su devocionario particular. Dado que la mística representación de características casi alegóricas resultaba compleja de asimilar por el pueblo llano, este fue poco a poco incluyendo el pasaje entre aquellos que conformaban parte de la pasión para su más fácil comprensión y, dado que Cristo se nos mostraba con todas las llagas de la pasión patentes y en el sepulcro, la presencia del ángel o ángeles se vió directamente relacionada con la del Ángel de la Resurrección mencionado en las sagradas escrituras, ubicándole en el interior del sepulcro en el momento de la Resurrección de Cristo. En este tipo de representaciones, Cristo parece mostrar los primeros signos vitales en pleno misterio divino de la resurrección: entre la vida y la muerte, en una mirada que parece volver a brillar de vitalidad mientras el cuerpo inerte aún a penas le sostiene, cual despertando de un letargo.

domingo, 5 de febrero de 2017

El Greco. El Salvador


El Salvador, 1610-1614, Domenico Thotocópoli “el Greco
Óleo sobre lienzo, 100’40 x 80’20 cm
Museo del Greco, Toledo. España 

Hoy en el  evangelio según san Mateo 5, 13-16, Jesús nos dice que y como debemos ser con unas imágenes muy hermosas y esenciales de la vida, la sal y la luz. Indispensables para la vida cotidiana y el desarrollo de la actividad del hombre, las consideramos insignificantes tantas veces no prestando atención a su verdadera importancia. Dos elementos a los que estamos tan acostumbrados  que cuando faltan notamos su ausencia con gran sorpresa. Posiblemente puede ser así nuestra vivencia de fe que, conviviendo con ella a diario, no somos capaces de valorarla y disfrutarla en la medida que se nos da. Es un don y un regalo que debemos poner a disposición y hacer de ésta un gozo para nuestra existencia. Miremos a este Cristo Salvador que hoy nos dice Tu eres la sal y la luz del mundo...

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte; tampoco se enciende una vela para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero, y que alumbre a todos los de casa. Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo. 

Esta obra sigue la tradición bizantina, aunque también utiliza algunos rasgos del arte de la Contrarreforma. La figura remite al Pantocrátor, tema recurrente de la iconografía cristiana medieval que en esta época prebarroca hay que poner en relación con encargos más pequeños destinados a la devoción particular, y que en manos de El Greco, que nos muestra una canónica imagen frontal de Cristo bendiciendo con la mano derecha a la manera griega y apoyando su brazo izquierdo en el globo del mundo, se conforma como una versión mucho más libre y personal, atrapando al espectador gracias a su majestuosidad y a esa penetrante mirada de extremada expresividad. 

Este Salvador forma parte de un Apostolado, un ciclo que el pintor repitió varias veces en su vida, uno de los conjuntos más singulares de su producción tardía. Aunque su procedencia no está muy clara y hasta hace poco se creyó que habían pertenecido al Hospital de Santiago de Toledo, desde donde, tras las desamortizaciones, habrían pasado a la iglesia de San Pedro Mártir y de ahí al Museo Provincial que se estableció en el monasterio de San Juan de los Reyes, las últimas investigaciones parecen apuntar a una donación de Manuel Marcelino Rodríguez, cura párroco de la iglesia de San Lucas, al Asilo de Pobres de San Sebastián, fundado en 1834.

domingo, 29 de enero de 2017

Cosimo Roselli. Sermon de la montaña

Sermón de la Montaña, 1481-82. Obra de Cosimo Rosselli. 
Fresco, 349 x 570 cm. 
Capilla Sixtina, Vaticano

Sentado, pues, sobre una colina, vemos a Jesús hoy en el evangelio (Mateo 5, 1-12),  desde donde dominaba la multitud, rodeado de sus apóstoles y con el pueblo congregado en torno suyo, el Salvador tomó la palabra y no temió oponer á las pretendidas felicidades del hombre caído, estas bienaventuranzas divinas que ninguna lengua humana había aún proclamado:

En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar, enseñándoles: «Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados. Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán la misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los Hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo, que de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros.»

Quince siglos antes, desde la cima de otra montaña, el mismo Dios había dictado el precepto fundamental impuesto por Él al pueblo como una condición esencial de su alianza. Los ecos del desierto repetían aún las solemnes palabras caídas entonces desde el Sinaí: “Escucha, oh Israel, yo soy el Señor tu Dios, yo soy quien te ha sacado de la servidumbre del Egipto. No tendrás otro Dios delante de mí, porque yo soy el Señor tu Dios, el Dios fuerte y celoso”.

Mas, al tender Jesús una mirada sobre el mundo, vio que todos los pueblos judíos y gentiles adoraban, en presencia del verdadero Dios, a falsas divinidades, personificación vergonzosa de los vicios que manchaban su corazón. Sus dioses o diosas eran el orgullo, la avaricia, la lujuria, la envidia, la cólera, la gula y la pereza. En vez de buscar las bendiciones de Dios, todos, aún el judío, creían encontrar la felicidad en la satisfacción de las pasiones. El fariseo se embriagaba de gloria; el saduceo, de innobles placeres; todos ellos amaban el oro y la plata más que a la Ley, más que a Dios mismo. Y era tal la perversidad de la naturaleza humana, que en los momentos mismos en que Jesús restablecía el reino de Dios sobre la tierra, oía resonar por doquier, en Oriente y en Occidente, en Jerusalén y en Roma, el canto de aquellos idólatras:

“Felices los ricos que disponen a su antojo de los bienes de este mundo. “Felices los poderosos que reinan sobre millares de esclavos. “Felices aquellos que no conocen las lágrimas y cuyos días transcurren en las diversiones y placeres. “Feliz el ambicioso que puede saciarse de dignidades y honores. “Feliz el hombre sensual saturado de festines y voluptuosidades. “Feliz el hombre sin compasión que puede satisfacer su sed de venganza y hacer trizas á su enemigo, “Feliz el hombre sanguinario que pulveriza bajo su planta á los pueblos vencidos. “Feliz el tirano que oprime al justó en la tierra y destruye en el mundo el reino de Dios”.

Así cantaban, siglos hacía, los hijos del Viejo Adán. Las turbad reunidas en la montaña, no conocían otros principios sobre la felicidad y muchos se preguntaban desde largo tiempo, si tales máximas tendrían aceptación en el reino de que se decía fundador Jesús. Aguardábase con impaciencia que se explicase claramente acerca de las disposiciones requeridas para entrar en el número de sus discípulos.

Con las bienaventuranzas, jamás oídas, Jesús, verdadero Salvador del mundo, declaraba a los hombres viciosos que, para entrar en su reino y volver a hallar la verdadera felicidad, era necesario reinstalar en su corazón al Dios que de él habían arrojado y hacer guerra abierta a las falsas divinidades, es decir, a las siete pasiones, fuente de todas nuestras desgracias.

Predicaba a los avaros la pobreza, a los orgullosos la dulzura, a los voluptuosos la castidad, a los perezosos y sensuales el trabajo y las lágrimas de la penitencia, a los envidiosos la caridad, a los vengativos la misericordia, a los perseguidos los goces del martirio. El alma no pasa de la muerte a la vida ni restablece en ella el reino de Dios, ni comienza a gozar en la tierra de la bienaventuranza del reino de los cielos, sino mediante el sacrificio de sus instintos depravados.

Mientras que Jesús hablaba, la mayor parte de los asistentes parecían estupefactos ante aquellas bienaventuranzas, calificadas hasta entonces de verdaderas maldiciones. Escudriñaban la fisonomía del predicador para tratar de sorprender en ella el sentido de sus palabras; pero su rostro permanecía tranquilo como la verdad; su voz dulce y penetrante, no revelaba emoción alguna. Dirigíase a una nueva raza de hombres más noble que la de los patriarcas, más santa que la de Moisés; a la raza nacida; del soplo del Espíritu: divino. Más esto lo comprendían únicamente aquellos a quienes una luz celestial comunicaba la inteligencia de estas misteriosas enseñanzas.

En cuanto a los codiciosos y soberbios fariseos, dábanse de muy buena gana por excluidos de un reino abierto sólo a las almas bastante enamoradas de Dios para despreciar los bienes de este mundo, los honores terrenos y los placeres carnales. Irritábanse contra este soñador que condenaba todas las acciones de su vida y todas las aspiraciones de su corazón. 

Volviéndose entonces hacia los apóstoles encargados de extender su reino, les anunció que los hijos del siglo y sus falsos doctores no cesarían de hacer la guerra a los ministros de Dios, es decir, a todos los que predicaren y practicaren las virtudes enseñadas en la montaña; pero estos embajadores del Padre que está en los cielos, harían traición a su mandato si callasen por temor a los malvados, dejando a las almas sumergirse en la corrupción y en las tinieblas.

Que vuestra luz, pues, brille delante de los hombres, a fin de que vean vuestras buenas obras y glorifiquen á vuestro Padre que está en los cielos.

(Cf. R.P. Berthe, de su obra “Jesucristo. Su vida, Su Pasión, Su triunfo”. Traducción por el E.P. Agustín Vargas. Ed. Establecimientos Benziger & Co. S. A., Tipógrafos de la Santa Sede Apostólica. Insiedeln, Sotza, 1910.)

A la llamada de Jesucristo: "Venid a mí todos los que estáis fatigados y cargados, que yo os aliviaré", acude un leproso (parte inferior derecha), quien le ruega que lo libre de su mal. Según la Sagrada Escritura, en el Sermón de la Montaña no hubo curaciones, pero el artista que hoy nos ocupa quiso probablemente transmitir el mensaje de que las palabras del Señor podían salvar a a todo aquel que "impuro" se acercase a Él con verdadera fe y confianza..

Cosimo Rosselli será uno de los más favorecidos en el reparto de la decoración de la Capilla Sixtina ya que se encargará de realizar cuatro escenas, ayudado en algunas por su discípulo Piero di Cosimo. Esta imagen es la continuación de la Vocación de los primeros apóstoles pintada por Ghirlandaio, mostrando en la zona central a Cristo durante el sermón de la montaña, rodeado de todos los discípulos y, a la derecha, la curación del leproso. Las dos escenas se insertan en un paisaje que más bien parece un telón de fondo, en el que se distribuyen figurillas y edificios para acentuar la perspectiva.