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viernes, 12 de septiembre de 2014

Alonso Berruguete. El Nacimiento de la Virgen

Nacimiento de la Virgen . 1523-1526. Alonso Berruguete
Madera tallada y policromada. Medidas: 110 cm. x 104 cm. x 38 cm.
Museo Nacional de Escultura. Valladolid

Dulcísimo Nombre de la Bienaventurada Virgen María. En este día se recuerda el inefable amor de la Madre de Dios hacia su santísimo Hijo, y su figura de Madre del Redentor es propuesta a los fieles para su veneración.

Este anuncio del Martirologio Romano hay que ponerlo en relación con la fiesta del Nacimiento de la Virgen, que celebramos hace unos días. Los judíos tenían por costumbrew imponer el nombre al recién nacido a los ocho días; por eso, a los pocos días de la Natividad de la Virgen, celebramos esta fiesta en su honor. Por primera vez, se autorizó la celebración de esta fiesta en 1513, en la ciudad española de Cuenca; desde ahí se extendió por toda España y en 1683, el Papa Inocencio XI la admitió en la iglesia de occidente como una acción de gracias por el levantamiento del sitio a Viena y la derrota de los turcos por las fuerzas de Juan Sobieski, rey de Polonia.

Esta conmemoración es probablemente algo más antigua que el año 1513, aunque no se tienen pruebas concretas sobre ello. Todo lo que podemos decir es que la gran devoción al Santo Nombre de Jesús, que se debe en parte a las predicaciones de San Bernardino de Siena, abrió naturalmente el camino para una conmemoración similar del Santo Nombre de María.

En honor de la Santísima Virgen hemos escogido un relieve que pertenece al retablo mayor de la iglesia monástica de la Mejorada. Se sitúa en el ático en la primera calle del lado del Evangelio. Según la secuencia narrativa del retablo los relieves desarrollan escenas de la vida de Cristo y María. 

Este relieve narra el episodio del Nacimiento de la Virgen, presenta una composición un tanto compleja donde se agrupan cinco figuras encasetadas en un pequeño espacio. Santa Ana aparece recostada sobre una cama con la Virgen recién nacida sobre su regazo, tras ella aparece una elegante figura sosteniendo a la Virgen, ataviada con un manto volado, por su actitud de delicadeza hace pensar que es un ángel que asiste a la escena, varias mujeres atienden a Santa Ana en el parto, se colocan en la franja inferior, parte terrenal del relieve con vestidos populares, dos de ellas aparecen arrodilladas y otra inclinada dispuesta en un difícil escorzo, que otorga gran dinamismo a toda la escena.

jueves, 13 de marzo de 2014

Felipe Vigarny. La Última Cena

La última Cena. 1534. Felipe Vigarny
Madera policromada
Capilla del Sagrario. Catedral de Palencia

Este primer Jueves de Cuaresma dirigimos en la oración nuestra mirada hacia el misterio de la Última Cena, horas antes de morir el Señor, cuando no sólo dio sentido a su entera existencia como una existencia en favor de los hombres, sino que inició con aquel banquete pascual el paso definitivo de Dios para salvar a los hombres, que culminaría en la Resurrección.

Hemos escogido una escultura que se encuentra en el Retablo de la Capilla del Sagrario de la Catedral del Palencia, una obra ejecutada en plena efervescencia del Renacimiento en Palencia. En dicho retablo trabajaron dos grandes maestros, que colaborarían en otras obras maestras de este impresionante Catedral: Felipe Vigarny y Juan de Balmaseda. En concreto, nuestra Última Cena se atribuye al primero, un escultor borgoñón especialmente activo en la diócesis palentina.


La composición tiene como centro a Jesús. Se ven los rostros de todos los apóstoles, excepto el de Judas, que se reconoce por la bolsa que lleva colgada a la cintura con el dinero. Juan aparece reclinado. Jesús tiene en la mano un trozo de pan, en la forma usual en la que se recibe la Eucaristía. Dos apóstoles portan sendos cálices, y el que está sentado a la izquierda tiene en la mano un pan.

La Última Cena es el referente de cada Eucaristía: Jesús quiso dar un significado pascual a toda su existencia, sobre todo el momento supremo de su muerte, que no sería la obra de una malvados asesinos, sino el fruto de la voluntad de Dios de instaurar una nueva Alianza con el ser humano y con la Creación entera. En su obra, Vigarny destaca en la admirable composición el rostro de serenidad de Jesús, consciente de la llegada de su hora.