La túnica de José. 1630. Obra de Diego Velazquez
Óleo sobre lienzo. 223×250 cm
Monasterio de san Lorenzo. San Lorenzo de El Escorial, España
El paralelo de hoy entre las lecturas del libro del Génesis y el evangelio de san Mateo me hace recomendar este cuadro en el que vemos que sucede algo, un engaño. Celos, escusas, envidias, falta de lealtad y fidelidad, egoísmo mentiras, traiciones. Todo ello justificado por actitudes de intereses propios que tantas veces acomodamos a nuestro propio interés La historia de José, como la de los malos trabajadores, hacen que reflexionemos sobre nuestras actitudes mas profundas y que descubramos que es lo que realmente nos mueve ha realizar el encargo que Dios Padre nos ha hecho. ¿Somos fieles en nuestra vida cristiana? ¿queremos engañar a Dios y a nosotros mismos? ¿aceptamos el interés-ante plan de Dios o el nuestro? La cuaresma es tiempo de conversión, de análisis, de oracion y arrepentimiento. No seamos como los los sumos sacerdotes y los fariseos, que al oir a Jesús decir, "por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos", más que interpelarse a sí mismos, quisieron quitarlo de en medio.
El cuadro de hoy nos muestra el momento en que el anciano Jacob recibe el manto de su hijo favorito, José, a quien sus envidiosos hermanos han vendido como esclavo. La prenda se ha manchado con sangre de cabrito para engañar a Jacob, haciéndole creer que José ha muerto bajo las garras de una fiera. Jacob, al recibir la noticia, se levanta muy sorprendido del asiento al conocer que su hijo favorito acaba de morir y alza sus mano sorprendido dirigiendo sus ojos hacia quienes traen tan triste noticia.
En realidad se está produciendo un engaño, los hermanos de José, cansados de los sueños de grandeza y ansias de poder de su hermano y la predilección de su padre por éste. Un día su padre le envió a ayudar a a sus hermanos con los rebaños que trashumaban en la zona de Siquén, adonde fue José. Cuando sus hermanos lo vieron acercarse planearon su muerte, pero uno de ellos, Rubén, les quitó la idea de la cabeza, cambiando la opción por tirarlo a un pozo que se encontraba en la estepa. Cuando llegó José lo desvistieron y lo echaron al pozo vacío sin agua. Entonces se sentaron a comer. Vieron una caravana de ismaelitas que transportaban productos a Egipto y Judá, uno de los hermanos, propuso venderlo como esclavo a la caravana. Entonces lo sacaron del pozo y lo vendieron por 20 monedas. Los comerciantes llevaron a José a Egipto. Después tomaron sus ropas y las rociaron con sangre de carnero para engañar así a su padre.
Benedicto XVI, en la audiencia del 2 de octubre de 2011 nos decía con respecto a esta parábola de la viña: De esta verdad habla la parábola de los viñadores infieles, a los cuales un hombre había confiado su propia viña para que la cultivaran y recogieran los frutos. El propietario de la viña representa a Dios mismo, mientras la viña simboliza a su pueblo, así como la vida que Él nos dona para que, con su gracia y nuestro compromiso, hagamos el bien. San Agustín comenta que "Dios nos cultiva como un campo para hacernos mejores". Dios tiene un proyecto para sus amigos, pero por desgracia la respuesta del hombre se orienta muy a menudo a la infidelidad, que se traduce en rechazo. El orgullo y el egoísmo impiden reconocer y acoger incluso el don más valioso de Dios: su Hijo unigénito. Cuando, de hecho, "les envió a su hijo, escribe el evangelista Mateo, … los labradores agarrándole, le echaron fuera de la viña y le mataron”. Dios se pone en nuestras manos, acepta hacerse misterio insondable de debilidad y manifiesta su omnipotencia en la fidelidad a un designio de amor, que al final prevé también la justa punición para los malvados.
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