La Virgen del Rosario. 1650-1655. Bartolomé Esteban Murillo
Óleo sobre lienzo. Medidas: 166 cm x 112 cm.
Museo del Prado. Madrid. España
Celebramos hoy la fiesta de Nuestra Señora del Rosario. Esta devoción se inicia por Santo Domingo de Guzmán, a quien se le apareció la Virgen María en 1208, en una capilla del monasterio de Prouilhe (Francia), con un rosario en las manos: se lo enseñó a rezar y le dijo que lo difundiera en la Iglesia. Además, le ofreció diferentes promesas referidas al rosario. El santo se lo enseñó a los soldados liderados por su amigo Simón IV de Montfort antes de la Batalla de Muret, cuya victoria se atribuyó a la Virgen. Por ello, Montfort erigió la primera capilla dedicada a esta advocación.
En el siglo XV, la devoción al rosario había decaído. Alano de Rupe declaró que la Virgen se le apareció y le pidió que la reviviera, que recogiera en un libro todos los milagros llevados a cabo por el rosario; le recordó además las promesas que siglos atrás había dado a Santo Domingo.
En el siglo XVI, San Pío V instauró para el 7 de octubre las fiesta del Rosario bajo el título de Nuestra Señora de las Victorias, como acción de gracias por la decisiva victoria de Lepanto contra los turcos; además, agregó a la letanía de la Virgen el título de Auxilio de los Cristianos. Su sucesor, Gregorio XIII, cambió el nombre de su festividad al de Nuestra Señora del Rosario. A causa de la victoria en la batalla de Temesvár en 1716, atribuida por Clemente XI a la imagen, el papa ordenó que su fiesta se celebrase por la Iglesia universal. León XIII, cuya devoción por esta advocación hizo que fuera apodado el Papa del Rosario, escribió varias encíclicas referentes al rosario, consagró el mes de octubre al rosario e incluyó el título de Reina de Santísimo Rosario en la letanía de la Virgen.
En su honor, traemos hoy para la contemplación una de las más bellas obras de Murillo: la Virgen del Rosario. Se conoce también con el nombre de Virgen de El Escorial, pues a ese monasterio fue destinado por Carlos IV, que fue el rey que la compró. El tema de la Virgen con el Niño aparece frecuentemente entre las obras de Murillo, que de esta manera satisfacía una demanda muy extendida en Andalucía por este tipo de cuadros que expresaban una religiosidad dulce y cercana. A partir de este esquema inicial de la Virgen con su hijo, Murillo introdujo numerosas variantes iconográficas. En este caso lo funde con una de las devociones más extendidas en la España del siglo XVII: la del rosario, que toma aquí un protagonismo fundamental. Desde el punto de vista estilístico todavía pervive el gusto por el claroscuro tan característico de las primeras décadas de la carrera del pintor
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