Santa Lucía. XVII. Círculo de Juan de Borgoña
Óleo sobre tabla. Medidas: 99 cm. x 56 cm.
Museo del Prado. Madrid
Memoria de santa Lucía, virgen y mártir, la cual, mientras vi vió, conservó encendida la lámpara esperando al Esposo, y llevada al martirio en Siracusa, en Sicilia, mereció entrar con él a las bodas y poseer la luz indefectible (303/304).
Lucía es una de las santas más veneradas de la antigüedad cristiana. Pertenece al grupo de jóvenes muchachas que prefirieron perder la vida antes que renegar de Cristo. Nacida en Siracusa, ciudad de la provicia romana de Sicilia, de acuerdo con la tradición Lucía era de padres nobles y ricos, hija de Eutiquía; del padre se dice que murió cuando Lucía era joven. Probablemente se llamaba Lucio, dada la costumbre romana de poner a las hijas el nombre del padre. Según algunos, está inspirado en el texto paulino, «Los hijos de la luz». Lucía ciertamente significa "Luz para el mundo". Fue educada en la fe cristiana. Consagró su vida a Dios e hizo un voto de virginidad. Su madre que estaba enferma, la comprometió a casarse con un joven pagano y ella, para librarse de ese compromiso, la persuadió para que fuese a rezar a la tumba de Águeda de Catania a fin de curar su enfermedad. Como su madre sanó, Lucía le pidió que la liberara del compromiso, le dejara consagrar su vida a Dios y donara su fortuna a los más pobres. Su madre accedió. Pero su pretendiente sal, la acusó ante el procónsul Pascacio debido a que era cristiana, en tiempos del emperador Diocleciano.
Cuando Lucía fue arrestada bajo la acusación de ser una cristiana, Pascacio le ordenó sacrificar a los dioses. Entonces Lucía dijo: Sacrificio puro delante de Dios es visitar a las viudas, los huérfanos y los peregrinos que pagan en la angustia y en la necesidad, y ya es el tercer año que me ofrecen sacrificios a Dios en Jesucristo entregando todos mis bienes. Irritado Pascacio por lo que dijo Lucía, ordenó a sus soldados a que la llevaran a un lupanar para que la violaran y luego se dirigió a Lucía diciéndole: Te llevaré a un lugar de perdición así se alejará el Espíritu Santo. Los soldados la tomaron para llevársela, pero por más que se esforzaban no podían con ella, probaron también atarla con cuerdas, en las manos y en los pies, pero por más que se esforzaban no podían. Inexplicablemente la muchacha permanecía rígida como una gran piedra. Pascacio al enterarse de lo sucedido, condena a Lucía de brujería y por lo cual fue llevada a la hoguera, pero el fuego no le hizo daño alguno. Al ver ésto, ordenó a que le sacaran los ojos, pero a pesar de estar ciega siguió viendo. Pascacio furiosamente la condenó a ser decapitada.
Durante la Edad Media, debido al retraso acumulado por el Calendario Juliano, la festividad de Lucía coincidía con el solsticio de invierno y, por tanto, el día más corto del año. El nombre de la santa, que significa la que porta luz y la fecha en que se conmemoraba su martirio, explicarían el origen de esa leyenda posterior sobre sus ojos.
En la tabla que contemplamos, atribuida al círculo de Juan de Borgoña, se representa a la mártir de cuerpo entero, vestida con una larga túnica de color amarillo dorado, de amplios pliegues angulosos, por debajo de la cual se insinúa una pierna izquierda flexionada.
Lleva una cinta negra a la cintura y una capa larga de color rojo cae desde los hombros hasta el suelo formando unos rígidos pliegues. A través del escote del vestido asoma una fina camisa blanca. Un velo de color blanco le cubre la cabeza. La figura de la santa centra completamente el tema del cuadro, ocupando la totalidad de su superficie y recortándose sobre un paisaje con dos árboles, viéndose al fondo un lago y montañas en el horizonte. La obra está realizada con la técnica de las veladuras, mediante la aplicación de transparentes capas de color aplicadas unas sobre otras para lograr diferentes texturas y los efectos de lejanía o cercanía, con un gran detallismo y con una paleta cromática brillante.
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