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sábado, 29 de noviembre de 2014

Beato de Silos. El ángel encadena a Satanás

Cristo en su trono y el río de la vida.  1100. Beato de Silos
Iluminación sobre pergamino. Folio 209
British Library. Londres

El ángel del Señor me mostró a mí, Juan, el río de agua viva, luciente como el cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero. A mitad de la calle de la ciudad, a ambos lados del río, crecía un árbol de la vida; da doce cosechas, una cada mes del año, y las hojas del árbol sirven de medicina a las naciones. Allí no habrá ya nada maldito. En la ciudad estarán el trono de Dios y el del Cordero, y sus siervos le prestarán servicio, lo verán cara a cara y llevarán su nombre en la frente. Ya no habrá más noche, ni necesitarán luz de lámpara o del sol, porque el Señor Dios irradiará luz sobre ellos, y reinarán por los siglos de los siglos.

Hemos llegado al final del año litúrgico, y la Eucaristía nos presenta hoy la imagen de la universal adoración a Jesucristo, el Señor del tiempo y de la historia. Volvemos a recurrir a una iluminación del Beato de Silos, que describe casi literalmente el texto del Apocalipsis.

Cristo aparece en su trono, rodeado de estrellas y circundado por una mandorla oval decorada; desde el propio trono brota el río de la vida. A ambos lados de Cristo se sitúan sentados los veinte, que reinarán con Dios, como indica la inscripción.

Desde la cima de un promontorio, el ángel habla a san Juan y le muestra el río de la vida. Aparecen en la esquina inferior de la imagen, siguiente el esquema compositivo tradicional. Una extensa inscripción explica la misión del ángel a san Juan. El copista desconocía el texto, como demuestra el hecho de haberlo copiado alterando el orden de las palabras, a veces partidas y mal colocadas.

El árbol que aparece en la parte izquierda de la miniatura, cargado de frutos de múltiples tipos, nace en medio de la plaza de la Jerusalén celeste, siguiendo el texto apocalíptico.

viernes, 28 de noviembre de 2014

Beato de Silos. El ángel encadena a Satanás

El ángel encadena a Satanás.  1100. Beato de Silos
Iluminación sobre pergamino. Folio 199
British Library. Londres

Luego vi a un Ángel que bajaba del cielo y tenía en su mano la llave del Abismo y una gran cadena. Dominó al Dragón, la Serpiente antigua –que es el Diablo y Satanás– y lo encadenó por mil años. Lo arrojó al Abismo, lo encerró y puso encima los sellos, para que no seduzca más a las naciones hasta que se cumplan los mil años. Después tiene que ser soltado por poco tiempo.

A medida que el tiempo toca a su fin, el ángel del abismo que hizo acto de presencia en Apocalipsis 9 regresa, aunque de forma ambigua, no de manera literal. Identificado con Cristo en su primera venida, desciende del cielo con la llave del abismo y una gran cadena –el poder conferido a su pueblo–, con la que aprisiona al dragón-Satanás. Lo arroja al abismo y lo atrapa con un cepo, donde permanece confinado, aprisionado por el cuello, pies y manos. La identidad de ambos seres malignos se pone de manifiesto por la inscripción aclaratoria Ubi angelus adprehendit / draconem et ligauit eum in abissum id est diabolum. Mientras los demás códices incluyen una cadena corta que aprisiona a Satanás, el ilustrador del Beato de Silos ha ideado una especie de cuerda trenzada a base de lacería que se prolonga para formar el cepo donde aquel permanece sujeto por la cabeza, manos y pies.

jueves, 27 de noviembre de 2014

Beato de San Andrés de Arroyo. El fuego de Babilonia

El fuego de Babilonia. 1220. Beato de San Andrés de Arroyo
Iluminación sobre pergamino. Folio 147 v
Bibliothèque nationale de France, París

Yo, Juan, vi un ángel que bajaba del cielo; venía con gran autoridad y su resplandor iluminó la tierra. Gritó a pleno pulmón: «¡Cayó, cayó la gran Babilonia! Se ha convertido en morada de demonios, en guarida de todo espíritu impuro, en guarida de todo pájaro inmundo y repugnante.» 

Un ángel vigoroso levantó una piedra grande como una rueda de molino y la tiró al mar, diciendo: «Así, de golpe, precipitarán a Babilonia, la gran metrópoli, y desaparecerá. El son de arpistas y músicos, de flautas y trompetas, no se oirá más en ti. Artífices de ningún arte habrá más en ti, ni murmullo de molino se oirá más en ti; ni luz de lámpara brillará más en ti, ni voz de novio y novia se oirá más en ti, porque tus mercaderes eran los magnates de la tierra, y con tus brujerías embaucaste a todas las naciones.» 

Seguimos, al final de este año litúrgico, con la lectura del Libro del Apocalipsis en la Eucaristía. Hoy se anuncia la caída la Babilonia y el cántico de los elegidos. El libro del Apocalipsis fue comentado en el siglo VIII por Beato de Liébana. Las ilustraciones de dicho Comentario fueron repetidoas durante varios siglos. Hoy contemplamos una iluminación perteneciente a un códice algo tardío, perteneciente al monasterio palentino de San Andrés de Arroyo. Vemos cómo el ángel anuncia la caída de Babilonia, que quedará reducida a cenizas por el fuego. La ciudad, representada como una gran fortaleza, aparece envuelta en llamas.

En la segunda línea de muralla, los vanos presentan recipientes de oro y de plata, posible alusión a los vasos sagrados robados por Nabucodonosor, culminando en la montaña de monedas de oro de la torre central. La riqueza de la ciudad se percibe también por el empleo de materiales preciosos en numerosos elementos arquitectónicos.

Es el único beato de su familia que ilustra la huida de los habitantes de Babilonia. De la puerta central, con fondo rojo para figurar el incendio interior, salen dos personas; fuera del marco, seis personajes huyen de la ciudad. Todos llevan telas, como posible alusión a sus pertenencias o al despojo al que se somete la ciudad.

miércoles, 26 de noviembre de 2014

Beato de Silos. El Cántico del Cordero


El Cántico del Cordero. 1100. Beato de Silos
Iluminación sobre pergamino
British Library. Londres

Yo, Juan, vi en el cielo otra señal, magnífica y sorprendente: siete ángeles que llevaban siete plagas, las últimas, pues con ellas se puso fin al furor de Dios. Vi una especie de mar de vidrio veteado de fuego; en la orilla estaban de pie los que habían vencido a la fiera, a su imagen y al número que es cifra de su nombre; tenían en la mano las arpas que Dios les había dado. 

Cantaban el cántico de Moisés, el siervo de Dios, y el cántico del Cordero, diciendo: «Grandes y maravillosas son tus obras, Señor, Dios omnipotente, justos y verdaderos tus caminos, ¡oh Rey de los siglos! ¿Quién no temerá, Señor, y glorificará tu nombre? Porque tú solo eres santo, porque vendrán todas las naciones y se postrarán en tu acatamiento, porque tus juicios se hicieron manifiestos.»

Leemos hoy en la primera lectura el comienzo del capítulo quince del Apocalipsis, que vemos representado en la iluminación del Beato de Silos que contemplamos. En la parte superior están los siete ángeles, que portan las copas con las últimas plagas. Por debajo, encima de un mar pintado en azul, está el Cordero, que sujeta la cruz con una pata, sobre un monte, y los elegidos que cantan su himno de alabanza, con un instrumento musical que llevan en las manos.