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miércoles, 16 de enero de 2019

Fra Angelico. Calvario

Calvario. 1440-1445. Fra Angelico
Pintura al fresco. Medidas: 435 cm. x 260 cm.
Museo del Louvre. Paris.

Lo mismo que los hijos participan de la carne y de la sangre, así también participó Jesús de nuestra carne y sangre, para aniquilar mediante la muerte al señor de la muerte, es decir, al diablo, y liberar a cuantos, por miedo a la muerte, pasaban la vida entera como esclavos.

Este texto de la Carta a los Hebreos que leemos en la Primera lectura de la Eucaristía de hoy nos invita a contemplar el misterio de la Cruz de Nuestro Señor, tal como nos lo muestra fra Angelico, con Santo Domingo de Guzmán orante a sus pies.

martes, 17 de mayo de 2016

Calvario de ursberg

Calvario. 1220-1230. Anónimo
Madera policromada, 417 x 200 cm.
Iglesia de San Pedro y San Juan. Ursberg (Baviera)

«El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y, después de muerto, a los tres días resucitará.» Pero no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle.


El Señor anuncia a sus discípulos su final, que no es la muerte, sino la resurrección. Por eso, contemplamos hoy un magnífico ejemplo del arte románico tardío en el sur de Alemania.


En el centro aparece nuestro Señor crucificado, con las piernes flexionadas y clavadas en la cruz por separado.

viernes, 18 de septiembre de 2015

Roger van der Weyden. Calvario

Calvario. 1457-1464. Roger van der Weyden
Óleo sobre tabla. Medidas: 325 cm x 192 cm.
Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial

Este viernes contemplamos en misterio de la Pasión y Muerte de nuestro Señor en una de sus representaciones más impresionantes, que se expone en el Monasterio del Escorial después de su reciente restauración.

En el centro, aparece la figura de tamaño natural de Cristo crucificado sobre una cruz en forma de T, que se cobija bajo un dosel fingido de color rojo.  A los lados, las figuras de la Virgen y San Juan resaltan fuertemente con sus vestidos blancos, dando una impresión casi escultórica.  El dramatismo de las tres imágenes y la plasticidad de sus formas, propias del artista, se ven aquí acentuados por la grandeza de la composición y por la tormentosa agitación de sus paños, en fuerte contraste sobre el fondo.  El artista dibuja la anatomía del cuerpo desnudo de Cristo con total maestría, resaltando la transparencia de las gotas de sangre mediante sutiles veladuras sobre las carnaciones. 

Rogier consigue en esta obra una de sus creaciones más personales, dotando a sus figuras de unas dimensiones descomunales, algo inhabitual en su producción.  Ello se debe a que no fue encargado por un comitente, sino que el propio artista donó el Calvario a la capilla de Nuestra Señora de Gracia que había junto a la Cartuja de Scheut, con la que mantuvo una estrecha relación desde que fue fundada en 1450 a las afueras de Bruselas, según se ha podido constatar en el documento de venta del cuadro de 1555.  Las fuentes documentales no desvelan la identidad de su comprador, pero, sin duda, debió ser un miembro de la Casa de los Austria española, muy posiblemente Felipe II que había llegado de Inglaterra en septiembre de 1555 para asistir a la ceremonia de abdicación del emperador, ocurrida el 25 de octubre de ese año, ya que es bien sabida la pasión del rey por los primitivos flamencos.  También lo corroboraría el hecho de que fue Antonio Moro, su pintor de cámara, quien en 1555 ejecutó la obra que iba a sustituir el original de Van der Weyden en la citada Cartuja bruselesca.

A su llegada a España, el Calvario se instala en un primer momento en la capilla del Palacio Real de Valsaín, más conocido como del Bosque de Segovia, antes de que Felipe II decidiera su traslado definitivo en 1567 al Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, que se encontraba en esos momentos en pleno proceso de construcción.  La Entrega oficial al edificio se produjo en 1574, cuando ya se pudo instalar en el altar de la Sacristía, donde fue sucesivamente ensalzada por algunos cronistas, como Sigüenza (1605), Lorenzo Van der Hamen (1620) o Cassiano dal Pozzo (1626), quienes curiosamente olvidaron el nombre del pintor, cuando aparecía perfectamente especificado en la citada Entrega.  El Calvario quedó allí hasta que Velázquez reorganizó a partir de 1656 las pinturas de El Escorial, trasladándose la obra a la Librería del Coro, donde ha permanecido hasta principios del siglo XX, momento en que se llevó a las Salas Capitulares y posteriormente al Museo de Pintura escurialense, para poder ser admirado por el público y la crítica especializada.

viernes, 6 de marzo de 2015

Juan de Valmaseda. Calvario

Calvario. 1516-1522. Juan de Valmaseda
Madera policromada
Capilla Mayor. Catedral de Palencia

El segundo viernes de Cuaresma escuchamos en la Eucaristía la parábola de los viñadores homicidas, que claramente apunta hacia la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo. Él es el hijo amado, a quien el Padre envía el mundo para que le devolvamos la honra que le es debida. Nosotros fuimos quienes lo echamos fuera de la viña y lo asesinamos. Así de destructivo es el poder del pecado humano, y así de inmenso es el misterioso amor de Dios.

Contemplamos hoy el Calvario que corona el monumental retablo de la Capilla Mayor de la Catedral de Palencia, obra de Juan de Valmaseda. No se sabe con exactitud la fecha de su nacimiento ni de su muerte pero se cree que nació hacia 1487 y murió hacia 1576 o antes. Por su apellido paterno se le considera de ascendencia vasca y por el materno (su madre se llamaba María de Vertabillo) se le considera castellano; se cree que nació en la provincia de Palencia, pues ese pueblo de Vertabillo pertenecía y pertenece a esta provincia. Juan de Balmaseda se casó con Catalina de Medina con la que tuvo tres hijos: Juan, fray Francisco y María.

Como escultor se le considera precursor y maestro de Alonso Berruguete. Coincidió en Burgos con Felipe Vigarny y con Diego de Siloé cuya influencia se advierte a partir de 1520; de estos dos maestros aprendió a tratar los pliegues de sus esculturas, las líneas curvas y los elementos del Renacimiento. El sentido italiano renacentista se impregna en todos sus relieves. Es un gran intérprete de la religiosidad castellana adaptada a las formas renacentistas.

En la catedral de Palencia dejó varias obras siendo la más sobresaliente el Calvario del ático del altar mayor. Es una de las pocas obras documentadas de este artista, con una fecha de ejecución contradictoria que fluctúa entre 1516, 1519 y 1522. El estilo tan característico de esta obra permitió a los estudiosos poder atribuir a Balmaseda otros trabajos semejantes.

viernes, 27 de febrero de 2015

Antonio Vázquez. Calvario

Calvario. 1550. Antonio Vázquez
Óleo sobre tabla. Medidas: 95 cm x 94 cm.
Museo Nacional de Escultura. Valladolid.

Este primer viernes de Cuaresma contemplamos la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo como el sublime momento de su existencia, donde se hace paradójicamente presente la Gloria de Dios. Jesús mantiene la oferta de paz que Dios desea establecer con los hombres, hasta dejarse matar en la Cruz; nos entrega, así, su completa existencia, como sacrificio que destruye el poder del mal.

Contemplamos, pues, un Calvario pintado por el renacentista Antonio Vázquez. En él se representa en primer plano a Cristo ya muerto en la cruz, señalándose con detenimiento los músculos de su abdomen; en la parte inferior aparece arrodillada abrazando al madero María Magdalena, ataviada a la moda del siglo XVI con un rico traje de brocados; algo más atrás, se disponen en ambos lados las figuras de la Virgen y San Juan. Cenefas bordadas y nimbos radiales dorados contribuyen a realzar las figuras sobre los tonos predominantemente verdosos del fondo. 

A pesar de la dificultad que supone la escasa evolución estilística de su obra a la hora de establecer la cronología, esta tabla debe situarse en una fecha avanzada de su producción, cercana a mediados del siglo XVI. Junto a detalles que se mantienen en diferentes interpretaciones, como la peculiar forma de la cartela del INRI o el modo de resolver un árbol frondoso al lado de otro casi pelado con las ramas retorcidas, la mayor fuerza expresiva o la falta de detalle en las arquitecturas del paisaje posterior, parecen alejar esta tabla de referencias propias del estilo hispano-flamenco para aproximarla a un tipo de pintura más evolucionada, que se consolida definitivamente en la década anterior a la mitad de aquella centuria.