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martes, 15 de enero de 2019

Juan Andrés Ricci. San Benito bendiciendo a los santos Mauro y Plácido

San Benito bendiciendo a los santos Mauro y Plácido. XVII. Fray Juan Andrés Ricci
Óleo sobre lienzo. Medidas: 188 cm. x 166 cm.
Museo del Prado. Madrid.

Recordamos hoy, especialmente los benedictinos, a los santos Mauro y Plácido, discípulos de san Benito, tal como nos lo cuenta san Gregorio en su Libro de los Diálogos. Hoy contemplamos un lienzo que los representa, junto a sus padresm al ser acogidos por san Benito. La obra fue pintada por el monje Juan Ricci, y procedía del Monasterio de San Martín de Madrid.

jueves, 12 de noviembre de 2015

Fray Juan Ricci. San Millan


San Millán de la Cogolla en la batalla de Hacinas. 1653. Fray Juan Ricci
Monasterio de San Millán de la Cogolla . La Rioja. España.

Celebramos hoy la festividad de un santo español de gran renombre durante la reconquista debido a sus intervenciones milagrosas en diferentes campos de batalla. Nació en el año 473. Se sabe, según nos cuenta la tradición, que fue educado por San Felices y vivió como ermitaño en las cuevas del monte San Lorenzo. Fundó un monasterio que lleva su nombre y murió hacia el año 574.

El lienzo nos presenta una batalla en la que el Santo sobre un unicornio blanco galopa derribando a varios moros. San Millán viste el hábito benedictino y blande flamígera espada con la que amenaza a un moro. Bajo su unicornio se dispone un moro tendido en el suelo, composición, por otra parte, típica en de las escenas de caballería. La distribución medieval del cuadro nos lo divide en dos zonas. La derecha que se hace corresponder con el bien y la izquierda con el mal, así podemos observar cómo el lado del evangelio está ocupado por los cristianos mientras que el correspondiente a la zona izquierda representa al hereje, al infiel. El centro de la composición está ocupado como hemos dicho por San Millán, pero también se destaca un gigantesco árbol, imagen del Estado del que San Millán es su protector y patrón. La referencia del Unicornio a la pureza es constante, pero no solamente expresa una pureza individual, sino también la idea más importante de ser un animal que con su cuerno purifica lo que toca. San Millán es un defensor de la virtud que baja a la tierra para purificarla del infiel y en esta misión se muestra como guerrero, haciendo gala de toda la fortaleza contra el mal, pues a modo de Unicornio, tan sólo le pueden detener las fuerzas del bien.También se debe destacar las tonalidades que el pintor confiere al cielo y el castillo que se levanta sobre una colina y que podría servir para identificar con más seguridad la batalla que se quiere representar.

Sin duda, el propósito del lienzo supera la simple representación de una batalla, la finalidad esencial la hemos de encontrar en el deseo de manifestar el poder milagroso de San Millán y las razones por las que se le consideró patrono de Castilla y, junto con Santiago, patrono de España. Las intervenciones milagrosas del Santo en la Reconquista fueron varias:

De San Millán se creía que protegía a los navarros y a los hombres de Castilla la Vieja, y García II de Navarra hizo una peregrinación a su tumba para pedirle ayuda contra Almanzor (997). Se creía que se le había aparecido a Fernán González en la batalla de Hacinas, y a García III en la toma de Calahorra (1045); y mucho antes de los poemas que sobre él escribieron Berceo y un monje de Arlanza, que han sobrevivido, se compusieron leyendas de época a propósito de su acción protectoras. Tales apariciones tienen su precedente en el reino Astur-leonés, ya que en el siglo IX apareció con la misma finalidad protectora el apóstol Santiago en la batalla de Clavijo en ayuda del rey Ramiro y los tercios cristianos.

Para el Padre Yepes, Para Yepes es en Simancas cuando acaeció la primera aparición del Santo en ayuda de los cristianos, nos dice cómo en ella se unieron todos los ejércitos cristianos de Navarra, Vasconia, Castilla y León contra el moro Abderramán. Por esta batalla nacieron los votos de San Millán en Castilla por el agradecimiento que desde este momento Femán González expresó al mencionado Santo mediante los favores y donaciones que concedió al monasterio que lleva el nombre de San Millán, a quien, por otra parte, le hizo patrono de Castilla.

Ricci plasmó en la batalla (posiblemente de Simancas) descrita así por el P. Yepes - "Muy conocida es, y sabida de los españoles la batalla de Simancas, cuando el Rey don Ramiro el segundo, viendo que el Rey Abderramán de Córdoba, entraba con poderoso ejército en tierras de cristianos, pareciole, que era imposible resistir a tanta muchedumbre de infieles envió a pedir al Rey de Navarra, García Sánchez, y al conde de Castilla, Fernán González, que le socorriesen, y favoreciesen, en este aprieto tan grande, en que se veían los cristianos de España. Estos príncipes llamados vinieron para ayudar al Rey don Ramiro; pero comparados los nuestros con los infieles eran poquísimos; porque había para cada cristiano cien moros, y así acudieron los Reyes a pedir otro nuevo socorro, y amparo, de más tomo y sustancia. Suplicaron a nuestro Señor les favoreciese y pusieron sus intercesores a Santiago y San Millán" y prosigue, "A vista de los ejércitos se abrieron los cielos, y salieron de ellos dos caballeros (Santigo y san Millan), que venían en caballos blancos, armados con armas blancas, con espadas en las manos." - a San Millán con la importancia y trascendencia máxima: la de ser defensor de la cristiandad y patrono de Castilla y España.

domingo, 12 de julio de 2015

Fray Juan Andrés Rizi de Guevara. San Benito bendiciendo el pan

San Benito bendiciencdo el pan.1645.  Fray Juan Andrés Ricci
 Óleo sobre lienzo. Medidas: 168cm x 148cm.
Museo del Prado. Madrid España.

Celebramos ayer la solemnidad de Nuestro Padre san Benito. Retomamos hoy su recuerdo con un lienzo pintado por el monje benedictino Fray Juan Andrés Ricci. Se trata del cuadro San Benito bendiciendo el pan. La obra procede del extinto monasterio de San Juan de Burgos, y se conserva actualmente en el Museo del Prado. Es una de las primeras obras conocidas de Ricci. Contaba ya con 45 años, y muestra la madurez alcanzada no solo en la edad, sino en la maestría simbólica.

No es fácil saber a qué momento de la vida de san Benito se refiera. Puede ser la escena que san Gregorio sitúa en el capítulo 21 del Libro de los Diálogos:

En otra ocasión, sobrevino en la región de la Campania una gran hambre que afligía a todo el mundo por la falta de alimentos. Empezaba también ya a escasear el trigo en el monasterio de Benito y se habían consumido casi todos los panes, de tal manera que a la hora de la refección de los monjes sólo pudieron hallarse cinco. Viéndolos el venerable abad contristados, trató primero de corregir con suave reprensión su pusilanimidad y luego de animarlos con esta promesa, diciendo: "¿Por qué está triste vuestro corazón por la falta de pan? Hoy ciertamente hay poco, pero mañana lo tendréis en abundancia". Al día siguiente encontraron delante de la puerta del monasterio doscientos modios de harina metido en sacos, sin que hasta el día de hoy se haya podido saber, de quién se valió Dios todopoderoso para llevarlos allí. Viendo esto, los monjes alabaron a Dios y aprendieron a no dudar más de la abundancia, aun en tiempo de escasez.

Ricci acierta a mostrarnos la serenidad del maestro, en contraste con la admiración del discípulo que le presenta el pan para que lo bendiga.

lunes, 14 de julio de 2014

Ricci. La misa de san Benito

La misa de san Benito. XVII. Fray Juan Andrés Ricci
Óleo sobre lienzo. Medidas: 281 cm. x 212 cm.
Real Academia de las Bellas Artes de San Fernando. Madrid.

El inventario de los bienes del desaparecido monasterio de San Martín de Madrid efectuado en agosto de 1809 como consecuencia de los decretos de exclaustración ordenados por José I recogía 72 pinturas de Ricci. Treinta y tres de ellas, dedicadas a la Vida de san Benito, se encontraban instaladas en el claustro, junto con otras veintiuna de retratos de hombres célebres de la orden y tres más de san Benito inventariadas fuera de la serie anterior quizá por su distinto tamaño. Otras se encontraban en el tránsito del claustro a la sacristía (seis de la vida de santo Domingo de Silos), la sala capitular, la biblioteca y el refectorio, donde colgaba el cuadro de gran tamaño del Castillo de Emaús. Se desconoce, sin embargo, en qué momento de su carrera pudo Ricci abordar un conjunto tan amplio y si lo hizo todo de una vez o en distintas etapas. Descontados los posibles contactos que tuviese con este monasterio, el más primitivo de la orden en Madrid, antes de marchar a Montserrat, alguna pintura pudo dejar en él en 1641, cuando servía como maestro del príncipe Baltasar Carlos, y es razonable suponer que residiese nuevamente en él entre 1659, año en que se le documenta pintando en el monasterio de Nuestra Señora de Sopetrán, y agosto de 1662 cuando, según su propia declaración, llegó a Roma.

El conjunto de pinturas del monasterio de San Martín, algo mermado ya tras las guerras napoleónicas, cuando además se destruyó su iglesia, se dispersó definitivamente tras la desamortización de 1835, al sufrir los monjes una segunda exclaustración, y son muy pocas las pinturas que en la actualidad se pueden reconocer como procedentes de él. Parece probable que a la serie de pinturas del claustro perteneciesen las dos escenas de la vida de san Benito propiedad del arzobispado de Madrid que estuvieron depositadas en la moderna parroquia de San Martín y actualmente en el convento de San Plácido: San Benito y el bárbaro Galla y San Benito y el milagro de la hoz; y al mismo conjunto pertenecerán La cena de san Benito y San Benito y los ídolos, propiedad del Museo del Prado tras su paso por el de la Trinidad, obras todas ellas de ejecución rápida y acusado predominio de los grises, acentuando incluso los efectos de claroscuro en fecha avanzada por la utilización de la iluminación artificial en el lienzo de la Cena.

También pudo formar parte de esta serie el San Benito bendice a los niños Mauro y Plácido del Museo del Prado, en el que se ha visto un autorretrato del pintor en la figura del monje que acompaña a san Benito, recordando que según el padre Sarmiento, huésped años después del monasterio, era tradición allí que Ricci se había autorretratado en el monje que asiste a la muerte de san Benito, lienzo desaparecido, explicándolo a modo de firma a la manera utilizada ya por los artistas griegos, de la que Ricci, que no firmó ninguno de sus cuadros, pudo servirse en más de una ocasión.

La misma procedencia, aunque por su tamaño y su mayor empeño y riqueza de color, no formaría parte de la misma serie, tiene la gran Misa de San Benito de la Academia de San Fernando, para muchos críticos su obra más ambiciosa. El cuadro formó parte de los seleccionados en 1810 por Francisco de Goya y Mariano Salvador Maella para ser enviados a París con destino al Museo Napoleón, siendo allí trasladado en 1813 y retornado a España en 1818 para ingresar de inmediato en la colección de la Academia. Su asunto, habitualmente entendido como la última misa de san Benito, podría contrariamente tratarse de la Primera misa de san Benito, cuando según una tradición teológicamente controvertida, pero defendida por los monjes benitos españoles, al pronunciar las palabras de la consagración (Este es mi cuerpo) le respondió la Hostia con las palabras inscritas en el cuadro: INMO TUUM BENEDICTE, y también tuyo, Benito.

martes, 12 de noviembre de 2013

Fray Juan Ricci. San Millan


San Millán de la Cogolla en la batalla de Hacinas. 1653. Fray Juan Ricci
Monasterio de San Millán de la Cogolla . La Rioja. España.

Celebramos hoy la festividad de un santo español de gran renombre durante la reconquista debido a  sus intervenciones milagrosas en diferentes campos de batalla. San Millan.

El centro de la obra está ocupado por San Millán o Emiliano, natural de Berceo y que nació en el año 473. Se sabe, según nos cuenta la tradición, que fue educado por San Felices y vivió como ermitaño en las cuevas del monte San Lorenzo. Fundó un monasterio que lleva su nombre y murió hacia el año 574.

El lienzo nos presenta una batalla en la que el Santo sobre un unicornio blanco galopa derribando a varios moros. San Millán viste el hábito benedictino y blande flamígera espada con la que amenaza a un moro. Bajo su unicornio se dispone un moro tendido en el suelo, composición, por otra parte, típica en de las escenas de caballería. La distribución medieval del cuadro nos lo divide en dos zonas. La derecha que se hace corresponder con el bien y la izquierda con el mal, así podemos observar cómo el lado del evangelio está ocupado por los cristianos mientras que el correspondiente a la zona izquierda representa al hereje, al infiel. El centro de la composición está ocupado como hemos dicho por San Millán, pero también se destaca un gigantesco árbol, imagen del Estado del que San Millán es su protector y patrón. La referencia del Unicornio a la pureza es constante, pero no solamente expresa una pureza individual, sino también la idea más importante de ser un animal que con su cuerno purifica lo que toca. San Millán es un defensor de la virtud que baja a la tierra para purificarla del infiel y en esta misión se muestra como guerrero, haciendo gala de toda la fortaleza contra el mal, pues a modo de Unicornio, tan sólo le pueden detener las fuerzas del bien.También se debe destacar las tonalidades que el pintor confiere al cielo y el castillo que se levanta sobre una colina y que podría servir para identificar con más seguridad la batalla que se quiere representar.

Sin duda, el propósito del lienzo supera la simple representación de una batalla, la finalidad esencial la hemos de encontrar en el deseo de manifestar el poder milagroso de San Millán y las razones por las que se le consideró patrono de Castilla y, junto con Santiago, patrono de España.

Las intervenciones milagrosas del Santo en la Reconquista fueron varias:

De San Millán se creía que protegía a los navarros y a los hombres de Castilla la Vieja, y García II de Navarra hizo una peregrinación a su tumba para pedirle ayuda contra Almanzor (997). Se creía que se le había aparecido a Fernán González en la batalla de Hacinas, y a García III en la toma de Calahorra (1045); y mucho antes de los poemas que sobre él escribieron Berceo y un monje de Arlanza, que han sobrevivido, se compusieron leyendas de época a propósito de su acción protectoras. Tales apariciones tienen su precedente en el reino Astur-leonés, ya que en el siglo IX apareció con la misma finalidad protectora el apóstol Santiago en la batalla de Clavijo en ayuda del rey Ramiro y los tercios cristianos.

Para el Padre Yepes, Para Yepes es en Simancas cuando acaeció la primera aparición del Santo en ayuda de los cristianos, nos dice cómo en ella se unieron todos los ejércitos cristianos de Navarra, Vasconia, Castilla y León contra el moro Abderramán. Por esta batalla nacieron los votos de San Millán en Castilla por el agradecimiento que desde este momento Femán González expresó al mencionado Santo mediante los favores y donaciones que concedió al monasterio que lleva el nombre de San Millán, a quien, por otra parte, le hizo patrono de Castilla.

Ricci plasmó en la batalla (posiblemente de Simancas) descrita así por el P. Yepes - "Muy conocida es, y sabida de los españoles la batalla de Simancas, cuando el Rey don Ramiro el segundo, viendo que el Rey Abderramán de Córdoba, entraba con poderoso ejército en tierras de cristianos, pareciole, que era imposible resistir a tanta muchedumbre de infieles envió a pedir al Rey de Navarra, García Sánchez, y al conde de Castilla, Fernán González, que le socorriesen, y favoreciesen, en este aprieto tan grande, en que se veían los cristianos de España. Estos príncipes llamados vinieron para ayudar al Rey don Ramiro; pero comparados los nuestros con los infieles eran poquísimos; porque había para cada cristiano cien moros, y así acudieron los Reyes a pedir otro nuevo socorro, y amparo, de más tomo y sustancia. Suplicaron a nuestro Señor les favoreciese y pusieron sus intercesores a Santiago y San Millán" y prosigue, "A vista de los ejércitos se abrieron los cielos, y salieron de ellos dos caballeros (Santigo y san Millan), que venían en caballos blancos, armados con armas blancas, con espadas en las manos." - a San Millán con la importancia y trascendencia máxima: la de ser defensor de la cristiandad y patrono de Castilla y España.

jueves, 11 de julio de 2013

Fray Juan Andrés Rizi de Guevara. San Benito bendiciendo el pan

San Benito bendiciencdo el pan.1645.  Fray Juan Andrés Ricci
 Óleo sobre lienzo. Medidas: 168cm x 148cm.
Museo del Prado. Madrid España.

Volvemos hoy al monje benedictino Fray Juan Andrés Ricci, para presentar una obra que tiene a san Benito como protagonista, en el día en el que celebramos su solemnidad. Se trata del cuadro San Benito bendiciendo el pan. La obra procede del extinto monasterio de San Juan de Burgos, y se conserva actualmente en el Museo del Prado.

Es una de las primeras obras conocidas de Ricci. Contaba ya con 45 años, y muestra la madurez alcanzada no solo en la edad, sino en la maestría simbólica.

No es fácil saber a qué momento de la vida de san Benito se refiera. Puede ser la escena que san Gregorio sitúa en el capítulo 21 del Libro de los Diálogos:

En otra ocasión, sobrevino en la región de la Campania una gran hambre que afligía a todo el mundo por la falta de alimentos. Empezaba también ya a escasear el trigo en el monasterio de Benito y se habían consumido casi todos los panes, de tal manera que a la hora de la refección de los monjes sólo pudieron hallarse cinco. Viéndolos el venerable abad contristados, trató primero de corregir con suave reprensión su pusilanimidad y luego de animarlos con esta promesa, diciendo: "¿Por qué está triste vuestro corazón por la falta de pan? Hoy ciertamente hay poco, pero mañana lo tendréis en abundancia". Al día siguiente encontraron delante de la puerta del monasterio doscientos modios de harina metido en sacos, sin que hasta el día de hoy se haya podido saber, de quién se valió Dios todopoderoso para llevarlos allí. Viendo esto, los monjes alabaron a Dios y aprendieron a no dudar más de la abundancia, aun en tiempo de escasez.

Ricci acierta a mostrarnos la serenidad del maestro, en contraste con la admiración del discípulo que le presenta el pan para que lo bendiga.

miércoles, 10 de julio de 2013

Fray Juan Andrés Rizi de Guevara. La cena de san Benito

La Cena de San Benito. Fray Juan Andrés Ricci
 Óleo sobre lienzo. Medidas: 185cm x 216cm.
Museo del Prado. Madrid España.

Fray Juan Andrés Ricci fue un monje benedictino que vivió entre los años 1600 a 1681. vivió, entre otros monasterios, en Silos, en San Millán y en Montecasino, en todos los cuales dejó muestras de su maestría pictórica.

La obra que hoy proponemos a la contemplación, a la vista de la solemnidad de nuestro Padre san Benito, es la llamada Cena de san Benito. Se trata de una escena procedente de la biografía del santo contenida en el libro de los Diálogos del papa san Gregorio Magno. San Benito está cenando, y pide que un joven monje le ilumine. Éste, procedente de una familia notable, se siente herido en su orgullo, y se rebela interiormente contra lo servil del servicio. Pero san Benito conoce la tentación que sufre el monje, y lo reprende.

En otra ocasión, mientras el venerable abad tomaba su alimento hacia el atardecer, cierto monje, hijo de un abogado, le sostenía la lámpara delante de la mesa. Y mientras el hombre de Dios comía y él le alumbraba, comenzó a pensar y decir secretamente en su interior: "¿Quién es éste para que yo tenga que servirle y sostenerle la lámpara mientras come? ¿Y siendo yo quien soy, he de servirle?". Al punto, dirigiéndose a él el hombre de Dios, comenzó a increparle ásperamente, diciéndole: "¡Santigua tu corazón, hermano! ¿Qué es lo que estás pensando? ¡Santigua tu corazón!". Inmediatamente llamó a los monjes, mandó que le quitasen la lámpara de sus manos, y a él le ordenó que cesara en su servicio y se sentara. Preguntado luego por los monjes qué es lo que había pensado, les contó prolijamente cómo se había envanecido por espíritu de soberbia y lo que había dicho interiormente en su pensamiento contra el hombre de Dios. Con esto, todos vieron claramente que nada podía ocultarse al venerable Benito, pues había percibido hasta un simple discurso mental.

La obra está concebida en términos tenebristas, con una iluminación artificial que destaca las actitudes de los  rostros de ambos personajes. En suma, se trata de una obra didáctica, concebida por un monje para servir a la edificación de otros monjes.

lunes, 18 de marzo de 2013

Susana y los viejos


Susana y los viejos, 1713. Sebastiano Ricci
Óleo sobre lienzo. 83.2 x 102.2 cm
Chatsworth House, Chatsworth. Reino Unido



Hay un pasaje del Antiguo Testamento, del Libro de Daniel, que recoge la escena de Susana y los viejos. Me parece toda una historia muy simbólica, que  encierra el imposible deseo, la mentira y el acoso,  en contraste al triunfo final de la verdad frente a la mentira.

Ayer leíamos en la liturgia el evangelio de la mujer adultera y la misericordia grande de Jesús ante la mujer pecadora. El mismo Papa nos decía en el ángelus que Dios no se cansa de perdonarnos en su infinita misericordia y que somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón. 

Hoy leemos en el libro de Daniel, cap. 13, el relato de Susana, una bella mujer judía sorprendida mientras se bañaba por dos jueces ancianos que, cegados por la pasión, hicieron a la joven proposiciones deshonestas que ella rechazó. Los despechados ancianos difamaron a la casta Susana, declarando haberla hallado cometiendo adulterio, lo que se castigaba con la muerte según la ley judía. Susana fue condenada a muerte pero se salvó gracias a la intervención del joven Daniel, ya que pudo convencer a la asamblea del falso testimonio de los ancianos gracias a la inspiración divina. 

La castidad de Susana simboliza la salvación del alma a través de la pureza. El simbolismo que encierra esta historia en el imposible deseo de los viejos, la mentira y el acoso, manifiestan el triunfo final de la verdad frente a la mentira preparada y premeditada. El poderoso piensa siempre acallar al débil llegando a usurpar su dignidad pero es el juicio de Dios, puesto de manifiesto aquí por el profeta Daniel, el que hace justicia al oprimido. Así dice el canto del Magnificat en el evangelio de san Lucas:

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.