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jueves, 6 de junio de 2013

Tobías y Sara


Las bodas de Tobias y Sara. 1660. Obra de  Jan Havicksz Steen. 
Óleo sobre lienzo, 81 x 123 cm.
Museum Bredius. La Haya. Holanda

Estamos leyendo estos días en la liturgia de la palabra el libro de Tobías que analiza la presencia de Dios en las relaciones familiares, expresadas de manera concreta en el acompañamiento que el arcángel Rafael hace a Tobías, un joven lleno de fe que va a buscar esposa y finalmente se casa con ella tras sortear enormes dificultades con la ayuda del ángel enviado por Dios.

Tobit, un deportado de la tribu de Neftalí, piadoso y caritativo, que da ciego en Ninive. Por otra parte, su pariente Ragüel de Ecbatana tiene un hija, Sara quien trata de quitarse la vida a causa de los insultos de su criada, que la acusa de asesina; esto se debe a que la joven, que ha contraído matrimonio siete veces, ha enviudado de todos sus maridos y sigue siendo virgen, estos maridos son eliminados por el demonio, Asmodeo.  

Tobit y Sara rezan a Dios pidiendo que los libre de sus desgracias. Dios hará que las dos angustiosas plegarias se conviertan en alegría, y es entonces cuando el arcángel Rafael es enviado por Dios para conducir a Tobías, hijo de Tobit, a casa de Sara, desposándose con ella y a su vez dando a Tobías el remedio para eliminar a demonio Asmodeo y curara a Tobit.

Este libro nos puede ayudar a descubrir como la Providencia Divina actúa en nuestras vidas en las cosas más cotidianas. Como diría san Pablo,  "Sabemos, además, que Dios dispone todas las cosas para el bien de los que lo aman, de aquellos que él llamó según su designio." (Rom  8, 28). Dios se interesa por el hombre y sus problemas, utilizando a un instrumento fiel y efectivo, en este caso el arcángel Rafael,  para lograr sus fines.

La función de Dios no es suprimir el mal en la vida de los hombres: si tal hiciera, suprimiría también el libre albedrío, factor crítico del plan divino. Lo que Dios hace es intervenir para corregir las desviaciones introducidas por el demonio, y siempre lo hace por caminos tortuosos y poco evidentes.

El libro de Tobit aporta el concepto de matrimonio como sacramento religioso y el del libre albedrío como dosis de libertad imprescindible para que el hombre se eleve hacia Dios, además ofrece una visión primitiva del Mesías que ha de venir, y como en afirma que en la Nueva Jerusalén serán convocados todos los pueblos, especialmente en el canto del capítulo 13.

"¡Bendito sea Dios, que vive eternamente, y bendito sea su reino! 
13:2 Porque él castiga y tiene compasión, hace bajar hasta el Abismo y hace subir de la gran Perdición, sin que nadie escape de su mano. 
13:3 ¡Celébrenlo ustedes, israelitas, delante de todas las naciones! Porque él los ha dispersado en medio de ellas, 
13:4 pero allí les ha mostrado su grandeza. Exáltenlo ante todos los vivientes porque él es nuestro Señor, nuestro Dios y nuestro Padre, él es Dios por todos los siglos.
13:5 Él los castiga por sus iniquidades,
pero tendrá compasión de todos ustedes,
y los congregará de entre todas las naciones
por donde han sido dispersados. 
13:6 Si vuelven a él 
de todo corazón y con toda el alma,
practicando la verdad en su presencia,
él se volverá a ustedes
y no les ocultará más su rostro. 
13:7 Miren lo que ha hecho con ustedes
y celébrenlo en alta voz.
Bendigan al Señor de la justicia
y glorifiquen al Rey de los siglos. 
13:8 Yo lo celebro en el país del destierro,
y manifiesto su fuerza y su grandeza a un pueblo pecador.
¡Conviértanse, pecadores,
y practiquen la justicia en su presencia!
¡Quién sabe si él no les será favorable
y tendrá misericordia de ustedes! 
13:9 Yo glorifico a mi Dios, el Rey del cielo,
y mi alma proclama gozosamente su grandeza. 
13:10 Que todos lo celebren en Jerusalén:
Jerusalén, Ciudad santa,
Dios te castigó por las obras de tus hijos,
pero volverá a compadecerse de los hijos de los justos. 
13:11 Alaba dignamente al Señor
y bendice al Rey de los siglos,
para que su Templo sea reconstruido con alegría,
13:12 para que Dios alegre en ti a todos los desterrados
y muestre su amor a todos los desdichados,
por los siglos de los siglos. 
13:13 Brillará una luz resplandeciente
hasta los confines de la tierra;
pueblos numerosos llegarán a ti desde lejos,
y los habitantes de todos los extremos de la tierra
vendrán hacia tu santo Nombre,
con las manos llenas de ofrendas para el Rey del Cielo.
Todas las generaciones manifestarán en ti su alegría,
y el nombre de la Ciudad elegida
permanecerá para siempre. 
13:14 ¡Malditos sean los que te insulten,
malditos los que te destruyan,
los que derriben tus murallas,
los que echen por tierra tus torres
y los que incendien tus casas!
Pero ¡benditos para siempre los que te edifiquen! 
13:15 Entonces tú te alegrarás y te regocijarás
por los hijos de los justos,
porque todos ellos serán congregados
y bendecirán al Señor de los siglos.
¡Felices los que te aman,
felices los que se alegran por tu paz! 
13:16 ¡Felices los que se afligieron por tus desgracias,
porque se alegrarán en ti
y verán para siempre toda tu felicidad!
¡Bendice, alma mía, al Señor, el gran Rey, 
13:17 porque Jerusalén será reconstruida,
y también su Templo por todos los siglos!
¡Feliz de mí, si queda alguien de mi descendencia
para ver tu gloria y celebrar al Rey del cielo!
Las puertas de Jerusalén serán hechas de zafiro y esmeralda,
y todos sus muros, de piedras preciosas;
las torres de Jerusalén serán construidas de oro,
y sus baluartes, de oro puro.
Las calles de Jerusalén serán pavimentadas
de rubíes y de piedras de Ofir; 
13:18 las puertas de Jerusalén resonarán con cantos de alegría;
y todas sus casas dirán: ¡Aleluya!
¡Bendito sea el Dios de Israel!
Y los elegidos bendecirán el Nombre santo,
por los siglos de los siglos".



domingo, 2 de junio de 2013

El Centurión rodillas a los pies de Cristo


El Centurión rodillas a los pies de Cristo o Jesús que cura al hijo del centurión. 1752
Óleo sobre lienzo

Los que celebramos el jueves la solemnidad del Corpus Christi, hoy leemos el evangelio que corresponde al domingo noveno del tiempo ordinario, Lc 7, 1-10. Un centurión se acerca a Jesús para pedir que cure a un siervo suyo y lo hace con tanta fe que el mismo Cristo afirma de éste: "Ni en Israel he encontrado tanta fe"

San Agustin comentando el pasaje evangélico elogia con sus palabras la humilde fe del centurión de esta manera:

Mientras se nos leía el evangelio, hemos oído el elogio de nuestra fe en base a su humildad. Habiendo prometido el Señor Jesús ir a casa del centurión para curar a su criado, él respondió: No soy yo quién para que entres bajo mi techo. Basta que lo digas de palabra y quedará sano. Confesándose indigno, se hizo digno de que Jesús entrase, no entre las cuatro paredes de su casa, sino en su corazón. Pues no hubiese hablado con tanta fe y humildad, si no albergase ya en su corazón a aquel a quien no se creía digno de recibir en su casa. Menguada habría sido la dicha si el Señor Jesús hubiera entrado dentro de sus cuatro paredes, y no estuviera aposentado en su corazón. Efectivamente, Jesús, maestro de humildad de palabra y con su ejemplo, se recostó asimismo a la mesa en casa de un soberbio fariseo, llamado Simón. Pero aun estando recostado en su casa, el Hijo del hombre no encontraba en su corazón dónde reclinar su cabeza.

Estaba, pues, recostado el Señor en casa del fariseo soberbio. Estaba en su casa, como acabo de decir, pero no estaba en su corazón. En cambio, no entró en la casa de este centurión, pero se posesionó de su corazón. El elogio de su fe tiene como base la humildad. Dijo en efecto: No soy yo quién para que entres bajo mi techo. Y el Señor: Os digo que ni en Israel he encontrado tanta fe: se entiende, en el Israel según la carne.

Porque según el espíritu, este centurión era ya israelita. El Señor había venido al Israel según la carne, es decir, a los judíos, a buscar primero allí las ovejas perdidas. En cuyo pueblo y de cuyo pueblo había también él asumido el cuerpo: Ni en Israel he encontrado tanta fe, afirma Jesús. Nosotros, como hombres, podemos medir la fe del hombre; él que veía el interior del hombre, él a quien nadie podía engañar, dio testimonio al corazón de aquel hombre, oyendo las palabras de humildad y pronunciando una sentencia de curación.

¿Y qué fue lo que le indujo a semejante conclusión? Porque yo, dijo, también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes, y le digo a uno: «ve», y va; al otro: «ven», y viene; y a mi criado: «haz esto», y lo hace. Soy una autoridad con súbditos a mis órdenes, pero sometido a otra autoridad superior a mí. Por tanto, reflexiona, si yo, un hombre sometido al poder de otro, tengo el poder de mandar, ¿qué no podrás tú de quien depende toda potestad? Y el que esto decía era un pagano, centurión para más señas. Se comportaba allí como un soldado, como un soldado con grado de centurión; sometido a autoridad y constituido en autoridad; obediente como súbdito y dando órdenes a sus subordinados.

Y si bien el Señor estaba incorporado al pueblo judío, anunciaba ya que la Iglesia habría de propagarse por todo el orbe de la tierra, a la que más tarde enviaría a los Apóstoles: él, no visto pero creído por los paganos, visto y muerto por los judíos.

Y así como el Señor, sin entrar físicamente en la casa del centurión, ausente con el cuerpo, presente con su majestad, sanó no obstante su fe y su misma familia, así también el Señor en persona sólo estuvo corporalmente en el pueblo judío; entre las demás gentes ni nació de una virgen, ni padeció, ni recorrió sus caminos, ni soportó las penalidades humanas, ni obra las maravillas divinas. Nada de esto en los otros pueblos. Y sin embargo, a propósito de Jesús se cumplió lo que se había dicho: Un pueblo extraño fue mi vasallo. ¿Pero cómo, si es un pueblo extraño? Me escuchaban y me obedecían. El mundo entero oyó y creyó.

(Sermón 62)

martes, 12 de marzo de 2013

Milagro en la piscina de Betesda


La curación del paralítico. ca. 1630 Obra de Pedro Orrente
Óleo sobre lienzo. 135x180,3cm.
Catedral de Orihuela, Murcia. España

Hoy el evangelista san Juan en su recorrido hacia la pasión del Señor nos muestra el tercer signo, la curación del paralitico en la piscina de Betesda. Este signo de curación milagrosa nos muestra a Cristo como luz poderosa y palabra que vivifica frente al obsoleto judaismo que había llegado ya al limite. Jesús es la luz que ilumina al hombre que espera la intervención misericordiosa y vivificante de Dios.

En aquel tiempo, se celebraba una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén.
Hay en Jerusalén, junto a la puerta de las ovejas, una piscina que llaman en hebreo Betesda. Ésta tiene cinco soportales, y allí estaban echados muchos enfermos, ciegos, cojos, paralíticos.
Estaba también allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo.
Jesús, al verlo echado, y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo, le dice:
- «¿Quieres quedar sano?»
El enfermo le contestó:
- «Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se remueve el agua; para cuando llego yo, otro se me ha adelantado.»
Jesús le dice:
- «Levántate, toma tu camilla y echa a andar.»
Y al momento el hombre quedó sano, tomó su camilla y echó a andar.
Aquel día era sábado, y los judíos dijeron al hombre que había quedado sano:
- «Hoy es sábado, y no se puede llevar la camilla.»
Él les contestó:
- «El que me ha curado es quien me ha dicho: Toma tu camilla y echa a andar.»
Ellos le preguntaron:
- «¿Quién es el que te ha dicho que tomes la camilla y eches a andar?»
Pero el que había quedado sano no sabía quién era, porque Jesús, aprovechando el barullo de aquel sitio, se había alejado.
Más tarde lo encuentra Jesús en el templo y le dice:
- «Mira, has quedado sano; no peques más, no sea que te ocurra algo peor.»
Se marchó aquel hombre y dijo a los judíos que era Jesús quien lo había sanado.
Por esto los judíos acosaban a Jesús, porque hacía tales cosas en sábado.
Juan 5, 1-3. 5-16


El autor de este cuadro Pedro Orrente hace de enlace entre las escuelas castellana y valenciana, cultivando el cuadro de género de tipo bassanesco, bien puramente pastoril o justificado por un tema bíblico. El empleo de la iluminación está inspirado en la escuela veneciana mientras que en las tonalidades rojizas se presenta deudor de Ribalta. Por este tipo de trabajos, Orrente recibió el sobrenombre del Bassano español.
El emotivo momento descrito por el evangelista San Juan, al narrar el instante en que el ángel removía las aguas de la piscina Probática, fuerza la intensidad dramática de las figuras, construidas como poderosas masas esculpidas en un escenario monumental y las líneas dominantes de la perspectiva, con un fondo de cielo de atardecer que muestra la acertada incorporación que Orrente hace de los modos venecianos.