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martes, 19 de septiembre de 2017

Resurrección del hijo de la viuda de Naín

Resurrección del hijo de la viuda de Naín, 1530-1532. Matthias Gerung
Tinta sobre pergamino. Biblia Ottheinrich, Folio 81V 

¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate! así llamo Jesús al hijo de la viuda de Naim. Leemos en la Eucaristía de hoy este pasaje del Evangelio según san Lucas, en el que Jesús, movido a misericordia ante la triste escena del duelo de la viuda enterrando a su único hijo, devuelve la vida al difunto y se lo entrega a su madre. Dos son, pues, los aspectos que contemplamos: el poder de Jesús como Señor de la vida que es, y la misericordia como motivo de su acción.

Contemplamos la escena representada en una iluminación del siglo XVI en una Biblia alemana. Aparece el Señor a la puerta de la ciudad, de donde sale el cortejo fúnebre.

viernes, 15 de mayo de 2015

Alonso Cano. San Isidro

El milagro del pozo, 1648. Obra de de Alonso Cano.
Óleo sobre lienzo,  216 x 149 cm
Museo del Prado, Madrid. España

Celebramos hoy un santo español y madrileño, San Isidro Labrador, patrono de Madrid. Nació en los alrededores de Madrid, hacia 1080 y murió en esta ciudad de Madrid en 1130. 

Aunque no se tienen demasiados datos biográficos sobre el santo, parece ser que vino al mundo en el seno de una familia muy humilde, poco antes de la reconquista de Madrid, en una casa situada donde en la actualidad se halla la calle de las Aguas. Quedó huérfano muy pronto, así que el joven Isidro se buscó el sustento con trabajos como el de pocero hasta que finalmente se empleó como labrador.

Cuando Alí, rey de Marruecos, atacó Madrid en 1110, Isidro se trasladó a Torrelaguna, donde continuó con el mismo género de vida, dedicada al trabajo y a la oración, que había llevado hasta el momento. Fue precisamente en la parroquia de esta localidad donde contrajo matrimonio con una joven llamada María, natural de Úceda, cuya dote matrimonial fue una heredad en su pueblo natal, lo que fue causa de que los esposos se establecieran allí para trabajar las tierras por cuenta propia.

Aunque Isidro era piadoso y devoto, su esposa no le iba a la zaga a este respecto, ni tampoco en cuanto a laboriosidad, todo lo cual hizo, según la leyenda, que se granjearan la predilección de Dios, que los benefició con su ayuda innumerables veces, como cuando salvó milagrosamente a su hijo único que había caído en un profundo pozo o cuando permitió a María pasar a pie enjuto sobre el río Jarama y así librarse de los infundios de infidelidad que contra ella lanzaban las gentes.

En 1119, Isidro volvió de nuevo a Madrid, y entró a trabajar como jornalero agricultor al servicio de un tal Juan de Vargas. Estableció su morada junto a la Iglesia de San Andrés, donde oía la misa del alba todas las mañanas y, luego, atravesaba el puente de Segovia, las tierras de su patrón estaban del otro lado del Manzanares, para aprestarse al duro trabajo de roturar la tierra con el arado. Se dice de él que daba cuanto tenía a los menesterosos.

Con el correr del tiempo decidieron los esposos separarse para llevar una vida de mayor santidad; marchó así Isidro a Madrid, mientras María quedaba en Caraquiz consagrada al cuidado de la ermita, la cual barría y aseaba diariamente, al tiempo que pedía limosna para costear el aceite que alumbraba la imagen. La separación duró hasta la última enfermedad del santo, cuando María tuvo noticia por un ángel de la muerte de su marido. Corrió presta a la Villa y no se separó del lado de su esposo hasta que éste exhaló su último aliento. Luego volvió a Caraquiz donde tras unos años murió

La escena del cuadro de hoy es un milagro de la vida de San Isidro Labrador (siglo XII), que representa el momento en el que su hijo, tras caer a un pozo, es elevado hasta la superficie por las aguas que suben milagrosamente gracias a las oraciones de su padre y su madre, Santa María de la Cabeza. 

Alonso Cano destaca por sus pinceladas rápidas y por el uso de una gama cromática muy rica, asimilada durante su estudio en la corte de las pinturas de la escuela veneciana pertenecientes a las Colecciones Reales. 

Esta obra fue pintada para el altar mayor de la Iglesia de Santa María de la Almudena de Madrid, a expensas de la reina Isabel de Borbón, de donde pasará al Convento madrileño de las Bernardas del Santísimo Sacramento. 

domingo, 9 de junio de 2013

Resurrección del hijo de la viuda de Naín


Resurrección del hijo de la viuda de Naín, 1530-1532. Matthias Gerung
Tinta sobre pergamino. Biblia Ottheinrich, Folio 81V 
Biblioteca estatal de Baviera. Munchen. Alemania

¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate! así llamo Jesúa al hijo de la viuda de Naim.

En aquel tiempo, iba Jesús camino de una ciudad llamada Naín, e iban con él sus discípulos y mucho gentío.
Cuando se acercaba a la entrada de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba.
Al verla el Señor, le dio lástima y le dijo: "No llores."
Se acercó al ataúd, lo tocó (los que lo llevaban se pararon) y dijo: "¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!"
El muerto se incorporó y empezó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre.
Todos, sobrecogidos, daban gloria a Dios, diciendo: "Un gran Profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo."
La noticia del hecho se divulgó por toda la comarca y por Judea entera. 

Lucas 7, 11-17
San Agustin dice al respecto del texto: 

Al cristiano no ha de caberle la menor duda de que también ahora son resucitados los muertos. Pero si bien es verdad que todo hombre tiene unos ojos capaces de ver resucitar muertos, como resucitó el hijo de esta viuda de que hace un momento nos hablaba el evangelio, no lo es menos que no todos tienen ojos para ver resucitar a hombres espiritualmente muertos, a no ser los que previamente resucitaron en el corazón. Es más importante resucitar a quien vivirá para siempre que resucitar al que ha de volver a morir.

De la resurrección de aquel joven se alegró su madre viuda; de los hombres que cada día resucitan espiritualmente se regocija la Madre Iglesia. Aquél estaba muerto en el cuerpo; éstos, en el alma. La muerte visible de aquél visiblemente era llorada; la muerte invisible de éstos ni se la buscaba ni se la notaba.

La buscó el que conocía a los muertos: y conocía a los muertos únicamente el que podía devolverles la vida. Pues de no haber venido el Señor para resucitar a los muertos, no habría dicho el Apóstol: Despierta tú que duermes, levántate de entre los muertos y Cristo será tu luz. Oyes que duerme cuando dice: despierta tú que duermes: pero comprende que está muerto cuando escuchas: Levántate de entre los muertos. Muchas veces se llama durmientes a los visiblemente muertos. Y realmente, para quien es capaz de resucitarlos, todos duermen. Para ti, un muerto es un muerto sin más: por más que lo sacudas, por más que lo pellizques, por más que le pegues no se despierta. Para Cristo, en cambio, dormía aquel muchacho a quien dijo: ¡Levántate!, e inmediatamente resucitó. Nadie despierta tan fácilmente en el lecho, como Cristo en el sepulcro.

Nuestro Señor Jesucristo quería que se entendiera también espiritualmente lo que hacía corporalmente. Pues no acudía al milagro por el milagro, sino para que lo que hacía fuese admirable para los testigos presenciales y verdadero para los hombres intelectuales.

Pasa lo mismo con el que, no sabiendo leer, contempla el texto de un códice maravillosamente escrito: pondera ciertamente la habilidad del copista y admira la delicadeza de los trazos, pero ignora su significado, no capta el sentido de aquellos rasgos: es un ciego mental de buen criterio visual. Otro, en cambio, encomia la obra de arte y capta su sentido: éste no sólo puede ver, lo que es común a todos, sino que, además, puede leer, cosa que no es capaz de hacer quien no aprendió a leer. Así ocurrió con los que vieron los milagros de Cristo sin comprender su significado, sin intuir lo que en cierto modo insinuaban a los espíritus inteligentes: se admiraron simplemente del hecho en sí; otros, por el contrario, admiraron los hechos y comprendieron su significado. Como éstos debemos ser nosotros en la escuela de Cristo.

Sermón 98 (1-3: PL 38, 591-592)

jueves, 6 de junio de 2013

Tobías y Sara


Las bodas de Tobias y Sara. 1660. Obra de  Jan Havicksz Steen. 
Óleo sobre lienzo, 81 x 123 cm.
Museum Bredius. La Haya. Holanda

Estamos leyendo estos días en la liturgia de la palabra el libro de Tobías que analiza la presencia de Dios en las relaciones familiares, expresadas de manera concreta en el acompañamiento que el arcángel Rafael hace a Tobías, un joven lleno de fe que va a buscar esposa y finalmente se casa con ella tras sortear enormes dificultades con la ayuda del ángel enviado por Dios.

Tobit, un deportado de la tribu de Neftalí, piadoso y caritativo, que da ciego en Ninive. Por otra parte, su pariente Ragüel de Ecbatana tiene un hija, Sara quien trata de quitarse la vida a causa de los insultos de su criada, que la acusa de asesina; esto se debe a que la joven, que ha contraído matrimonio siete veces, ha enviudado de todos sus maridos y sigue siendo virgen, estos maridos son eliminados por el demonio, Asmodeo.  

Tobit y Sara rezan a Dios pidiendo que los libre de sus desgracias. Dios hará que las dos angustiosas plegarias se conviertan en alegría, y es entonces cuando el arcángel Rafael es enviado por Dios para conducir a Tobías, hijo de Tobit, a casa de Sara, desposándose con ella y a su vez dando a Tobías el remedio para eliminar a demonio Asmodeo y curara a Tobit.

Este libro nos puede ayudar a descubrir como la Providencia Divina actúa en nuestras vidas en las cosas más cotidianas. Como diría san Pablo,  "Sabemos, además, que Dios dispone todas las cosas para el bien de los que lo aman, de aquellos que él llamó según su designio." (Rom  8, 28). Dios se interesa por el hombre y sus problemas, utilizando a un instrumento fiel y efectivo, en este caso el arcángel Rafael,  para lograr sus fines.

La función de Dios no es suprimir el mal en la vida de los hombres: si tal hiciera, suprimiría también el libre albedrío, factor crítico del plan divino. Lo que Dios hace es intervenir para corregir las desviaciones introducidas por el demonio, y siempre lo hace por caminos tortuosos y poco evidentes.

El libro de Tobit aporta el concepto de matrimonio como sacramento religioso y el del libre albedrío como dosis de libertad imprescindible para que el hombre se eleve hacia Dios, además ofrece una visión primitiva del Mesías que ha de venir, y como en afirma que en la Nueva Jerusalén serán convocados todos los pueblos, especialmente en el canto del capítulo 13.

"¡Bendito sea Dios, que vive eternamente, y bendito sea su reino! 
13:2 Porque él castiga y tiene compasión, hace bajar hasta el Abismo y hace subir de la gran Perdición, sin que nadie escape de su mano. 
13:3 ¡Celébrenlo ustedes, israelitas, delante de todas las naciones! Porque él los ha dispersado en medio de ellas, 
13:4 pero allí les ha mostrado su grandeza. Exáltenlo ante todos los vivientes porque él es nuestro Señor, nuestro Dios y nuestro Padre, él es Dios por todos los siglos.
13:5 Él los castiga por sus iniquidades,
pero tendrá compasión de todos ustedes,
y los congregará de entre todas las naciones
por donde han sido dispersados. 
13:6 Si vuelven a él 
de todo corazón y con toda el alma,
practicando la verdad en su presencia,
él se volverá a ustedes
y no les ocultará más su rostro. 
13:7 Miren lo que ha hecho con ustedes
y celébrenlo en alta voz.
Bendigan al Señor de la justicia
y glorifiquen al Rey de los siglos. 
13:8 Yo lo celebro en el país del destierro,
y manifiesto su fuerza y su grandeza a un pueblo pecador.
¡Conviértanse, pecadores,
y practiquen la justicia en su presencia!
¡Quién sabe si él no les será favorable
y tendrá misericordia de ustedes! 
13:9 Yo glorifico a mi Dios, el Rey del cielo,
y mi alma proclama gozosamente su grandeza. 
13:10 Que todos lo celebren en Jerusalén:
Jerusalén, Ciudad santa,
Dios te castigó por las obras de tus hijos,
pero volverá a compadecerse de los hijos de los justos. 
13:11 Alaba dignamente al Señor
y bendice al Rey de los siglos,
para que su Templo sea reconstruido con alegría,
13:12 para que Dios alegre en ti a todos los desterrados
y muestre su amor a todos los desdichados,
por los siglos de los siglos. 
13:13 Brillará una luz resplandeciente
hasta los confines de la tierra;
pueblos numerosos llegarán a ti desde lejos,
y los habitantes de todos los extremos de la tierra
vendrán hacia tu santo Nombre,
con las manos llenas de ofrendas para el Rey del Cielo.
Todas las generaciones manifestarán en ti su alegría,
y el nombre de la Ciudad elegida
permanecerá para siempre. 
13:14 ¡Malditos sean los que te insulten,
malditos los que te destruyan,
los que derriben tus murallas,
los que echen por tierra tus torres
y los que incendien tus casas!
Pero ¡benditos para siempre los que te edifiquen! 
13:15 Entonces tú te alegrarás y te regocijarás
por los hijos de los justos,
porque todos ellos serán congregados
y bendecirán al Señor de los siglos.
¡Felices los que te aman,
felices los que se alegran por tu paz! 
13:16 ¡Felices los que se afligieron por tus desgracias,
porque se alegrarán en ti
y verán para siempre toda tu felicidad!
¡Bendice, alma mía, al Señor, el gran Rey, 
13:17 porque Jerusalén será reconstruida,
y también su Templo por todos los siglos!
¡Feliz de mí, si queda alguien de mi descendencia
para ver tu gloria y celebrar al Rey del cielo!
Las puertas de Jerusalén serán hechas de zafiro y esmeralda,
y todos sus muros, de piedras preciosas;
las torres de Jerusalén serán construidas de oro,
y sus baluartes, de oro puro.
Las calles de Jerusalén serán pavimentadas
de rubíes y de piedras de Ofir; 
13:18 las puertas de Jerusalén resonarán con cantos de alegría;
y todas sus casas dirán: ¡Aleluya!
¡Bendito sea el Dios de Israel!
Y los elegidos bendecirán el Nombre santo,
por los siglos de los siglos".



miércoles, 15 de mayo de 2013

San Isidro


El milagro del pozo, 1648. Obra de de Alonso Cano.
Óleo sobre lienzo,  216 x 149 cm
Museo del Prado, Madrid. España

Celebramos hoy un santo español y madrileño, San Isidro Labrador, patrono de Madrid. Nació en los alrededores de Madrid, hacia 1080 y murió en esta ciudad de Madrid en 1130. 

Aunque no se tienen demasiados datos biográficos sobre el santo, parece ser que vino al mundo en el seno de una familia muy humilde, poco antes de la reconquista de Madrid, en una casa situada donde en la actualidad se halla la calle de las Aguas. Quedó huérfano muy pronto, así que el joven Isidro se buscó el sustento con trabajos como el de pocero hasta que finalmente se empleó como labrador.

Cuando Alí, rey de Marruecos, atacó Madrid en 1110, Isidro se trasladó a Torrelaguna, donde continuó con el mismo género de vida, dedicada al trabajo y a la oración, que había llevado hasta el momento. Fue precisamente en la parroquia de esta localidad donde contrajo matrimonio con una joven llamada María, natural de Úceda, cuya dote matrimonial fue una heredad en su pueblo natal, lo que fue causa de que los esposos se establecieran allí para trabajar las tierras por cuenta propia.

Aunque Isidro era piadoso y devoto, su esposa no le iba a la zaga a este respecto, ni tampoco en cuanto a laboriosidad, todo lo cual hizo, según la leyenda, que se granjearan la predilección de Dios, que los benefició con su ayuda innumerables veces, como cuando salvó milagrosamente a su hijo único que había caído en un profundo pozo o cuando permitió a María pasar a pie enjuto sobre el río Jarama y así librarse de los infundios de infidelidad que contra ella lanzaban las gentes.

En 1119, Isidro volvió de nuevo a Madrid, y entró a trabajar como jornalero agricultor al servicio de un tal Juan de Vargas. Estableció su morada junto a la Iglesia de San Andrés, donde oía la misa del alba todas las mañanas y, luego, atravesaba el puente de Segovia, las tierras de su patrón estaban del otro lado del Manzanares, para aprestarse al duro trabajo de roturar la tierra con el arado. Se dice de él que daba cuanto tenía a los menesterosos.

Con el correr del tiempo decidieron los esposos separarse para llevar una vida de mayor santidad; marchó así Isidro a Madrid, mientras María quedaba en Caraquiz consagrada al cuidado de la ermita, la cual barría y aseaba diariamente, al tiempo que pedía limosna para costear el aceite que alumbraba la imagen. La separación duró hasta la última enfermedad del santo, cuando María tuvo noticia por un ángel de la muerte de su marido. Corrió presta a la Villa y no se separó del lado de su esposo hasta que éste exhaló su último aliento. Luego volvió a Caraquiz donde tras unos años murió

La escena del cuadro de hoy es un milagro de la vida de San Isidro Labrador (siglo XII), que representa el momento en el que su hijo, tras caer a un pozo, es elevado hasta la superficie por las aguas que suben milagrosamente gracias a las oraciones de su padre y su madre, Santa María de la Cabeza. 

Alonso Cano destaca por sus pinceladas rápidas y por el uso de una gama cromática muy rica, asimilada durante su estudio en la corte de las pinturas de la escuela veneciana pertenecientes a las Colecciones Reales. 

Esta obra fue pintada para el altar mayor de la Iglesia de Santa María de la Almudena de Madrid, a expensas de la reina Isabel de Borbón, de donde pasará al Convento madrileño de las Bernardas del Santísimo Sacramento. 

viernes, 19 de abril de 2013

La conversión de san Pablo


La conversión de san Pablo. 1614. Juan Bautista Maino
Óleo sobre lienzo. 243 x 157 cm

Hoy el libro de  los Hechos de los apóstoles (9, 1-20) nos cuenta como Saulo -san Pablo- después de perseguir a los seguidores de Cristo, éste le sale al encuentro en el camino de Damasco, se le revela y Saulo, a partir de entonces, cambia de aptitud y se convertirá en el apóstol de los gentiles.

En aquellos días, Saulo seguía echando amenazas de muerte contra los discípulos del Señor. Fue a ver al sumo sacerdote y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, autorizándolo a traerse presos a Jerusalén a todos los que seguían el nuevo camino, hombres y mujeres.
En el viaje, cerca ya de Damasco, de repente, una luz celeste lo envolvió con su resplandor. Cayó a tierra y oyó una voz que le decía:
- «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?»
Preguntó él:
- «¿Quién eres, Señor?»
Respondió la voz:
- «Soy Jesús, a quien tú persigues. Levántate, entra en la ciudad, y allí te dirán lo que tienes que hacer.»

Después en el relato vemos como Ananias es llamado por el Señor para acoger a Saulo. El perseguidor es acogido, a pesar de los recelos del anciano, solo por que el Señor a sí lo manda.

Había en Damasco un discípulo, que se llamaba Ananías. El Señor lo llamó en una visión:
- «Ananías.»
Respondió él:
- «Aquí estoy, Señor.»
El Señor le dijo:
- «Ve a la calle Mayor, a casa de judas, y pregunta por un tal Saulo de Tarso. Está orando, y ha visto a un cierto Ananías que entra y le impone las manos para que recobre la vista.»
Ananías contestó:
- «Señor, he oído a muchos hablar de ese individuo y del daño que ha hecho a tus santos en Jerusalén. Además, trae autorización de los sumos sacerdotes para llevarse presos a todos los que invocan tu nombre.»
El Señor le dijo:
- «Anda, ve; que ese hombre es un instrumento elegido por mí para dar a conocer mi nombre a pueblos y reyes, y a los israelitas. Yo le enseñaré lo que tiene que sufrir por mi nombre.»

La fuerza del Altisimo es capaz de derribar todas las fronteras y allanar todos los caminos. Se sirve de todos aquellos que pueden parecer indignos a los ojos de los hombres para convertirlos en instrumentos suyos. El caso de Pablo sera un ejemplo para estar muy atentos a la voz de Dios Como vimos ayer con el etíope y Felipe. Hoy vemos al anciano Ananias, con el gran Saulo.

Salió Ananías, entró en la casa, le impuso las manos y dijo:
- «Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció cuando venías por el camino, me ha enviado para que recobres la vista y te llenes de Espíritu Santo.»
Inmediatamente se le cayeron de los ojos una especie de escamas, y recobró la vista. Se levantó, y lo bautizaron. Comió, y le volvieron las fuerzas.
Se quedó unos días con los discípulos de Damasco, y luego se puso a predicar en las sinagogas, afirmando que Jesús es el Hijo de Dios.

El anciano acoge, liberado del recelo a quien parecía indigno, el joven, perdido su orgullosa autoridad, acepta la verdad de Cristo y se hace bautizar. Con la fuerza del Espíritu Santo proclama que Jesús es el Hijo de Dios. Ese Jesús que es el pan de la vida, el mismo que aseguro de si, "El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día." Pablo creyó en Jesús,   comió del pan de la vida y vive para siempre. Hagamos nosotros lo mismo y dispongamos nuestro corazón abriéndolo a la gracia de Dios para se verdaderos testigos de quien nos ha prometido, ni mas ni menos, que la vida eterna.

El cuadro que contemplamos, puede ser uno mas de la gran iconografía que existe del tema que nos ocupa, pero me parece que la escena carece de la violencia que otros manifiestan. Saulo ha caído del caballo, los compañeros se alejan por la derecha como si la escena no fuese con ellos, y Cristo irrumpe en en un dialogo privado con Saulo que desposeído de todo su vigor acepta humildemente la presencia de la divinidad que lo llama. Los ángeles asisten como testigos mudos del evento manifestando en su presencia lo sobrenatural del caso. 
Posiblemente y, ya que Maino fue uno de los introductores en España de la cultura figurativa de Caravaggio y del círculo de pintores activos en Roma a principios del siglo XVII, haga aquí el artista una manifestación de maestría compositiva de cuanto pudo ver y aprender en Italia entre 1600 y 1608.

miércoles, 17 de abril de 2013

La cena de Emaús


La cena de Emaús, 1621. Obra de Hendrick ter Brugghen
Óleo sobre lienzo. 109x141cm

San Juan sigue hablándonos estos días del discurso del pan de la vida (Jn 6, 35-40).

 «Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed; pero, como os he dicho, me habéis visto y no creéis.
Todo lo que me da el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré afuera, porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado.
Ésta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que me dio, sino que lo resucite en el último día.
Esta es la voluntad de mi Padre:'que todo el que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.»

Hendrick Ter Brugghen fue, uno de los miembros más destacados de la escuela de los caravaggistas de Utrecht. En este cuadro nos muestra a Cristo ofreciendo el pan no solo a los dos discípulos en la cena, sino a todo el que se adentra en el cuadro creando así un íntima y sorpresiva relación entre el espectador y el motivo principal de la escena, Jesús y el pan. Los dos discípulos que, atentos y maravillados, asisten al evento, no parecen centrar su atención o mirada en la persona del Maestro resucitado sino en el pan que ofrece éste, es decir a sí mismo, inmolado en la cruz, resucitado y presente entre ellos. Haciéndose a un lado dejan, que todos nosotros entremos en la escena para ser participes de la invitación de Jesús y su sorprendente percepción del misterio. 

San Agustín comenta el pasaje evangélico de esta esplendida  manera:

Ahora bien, Jesús les dijo: Yo soy el pan de la vida. Quien viene a mí no tendrá hambre y quien cree en mí nunca tendrá sed. «Quien viene a mí» es lo mismo que «y quien cree en mí»; y, en cuanto a lo que dijo: «No tendrá hambre», ha de entenderse esto: Nunca tendrá sed; efectivamente, una y otra cosa significan la saciedad eterna, donde no hay escasez alguna. Deseáis el pan venido del cielo: lo tenéis ante vosotros y no lo coméis. Pero os dije que me habéis visto y no habéis creído. Pero no por eso he destruido yo al pueblo. En efecto, ¿acaso vuestra infidelidad ha anulado la lealtad de Dios? De hecho, mira lo que sigue: Todo lo que me da el Padre vendrá a mí; y al que venga a mí no lo echaré fuera. ¿Qué clase de interior es ese del que no se sale fuera? Gran penetral y dulce secreto. ¡Oh secreto sin tedio, sin amargura de pensamientos malos, sin interpelación de tentaciones y dolores! ¿Acaso no es ése el secreto al que entrará aquel siervo benemérito a quien el Señor va a decir: Entra al gozo de tu Señor?
Y a quien vendrá a mí, no lo echaré fuera, porque he descendido del cielo no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. ¿Al que, pues, vendrá a ti no lo echarás fuera precisamente porque has descendido del cielo no para hacer tu voluntad, sino la voluntad del que te envió? ¡Gran sacramento! Por favor, aldabeemos a una; salga hacia nosotros algo que nos alimente según nos deleitó.¡Grande y dulce secreto aquel! Quien vendrá a mí. Atiende, atiende y sopesa: A quien vendrá a mí, no lo echaré fuera. ¿Por qué? Porque he descendido del cielo no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. ¿Ésa misma es, pues, la causa por la que no echas fuera a quien viene a ti: que has descendido del cielo no a hacer tu voluntad, sino la del que te envió? Ésa misma. ¿Por qué preguntamos si es esa misma? Es ésa misma, lo dice él mismo. Por cierto, nonos es lícito sospechar cosa distinta de la que dice: A quien venga a mí, no lo echaré fuera Y, como si preguntases por qué: Porque no he venido a hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. Temo que el alma haya salido fuera de Dios porque era soberbia; más bien, no lo dudo, pues está escrito: «Inicio de todo pecado, la soberbia», e: Inicio de la soberbia del hombre, apostatar de Dios. Está escrito, es firme, es verdad. Después, ¿qué se dice del mortal soberbio, ceñido de los andrajos de la carne, abrumado por el peso del cuerpo corruptible y que empero se enorgullece y olvida la piel de que está vestido? ¿Qué le dice la Escritura? ¿Por qué se ensoberbece la tierra y la ceniza? ¿Por qué se ensoberbece? Diga por qué se ensoberbece. Porque en su vida arrojó su intimidad. ¿Qué significa «arrojó», sino «echó lejos»? Esto significa salir fuera. Pues entrar dentro es apetecer la intimidad, arrojar la intimidad es salir fuera. Arroja la intimidad el soberbio, apetece la intimidad el humilde. Si la soberbia nos echa, la humildad nos hace regresar. He venido no a hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. He venido en condición baja; he venido a enseñar la humildad; he venido como maestro de humildad. Quien viene a mí se me incorpora; quien viene a mí es hecho humilde; quien se me adhiere será humilde porque hace no su voluntad, sino la de Dios, y no será echado fuera, precisamente porque, cuando era soberbio, estaba arrojado fuera.
(Comentario al Ev. de Jn. 25)


viernes, 12 de abril de 2013

La multiplicación de los panes y los peces



La multiplicación de los panes y los peces. ca.1578 - 1581, Obra de Jacopo Robusti, il Tintoretto.
Óleo sobre lienzo, 523x460 cm

El pasaje del evangelio de hoy, Juan 6, 1-15, narra la multiplicación de los panes y de los peces. Un contexto pascual, en que, el milagro, la permanencia y la eucaristía, están muy presentes. Valga pues este maravilloso cuando de un renacimiento que se estaba marchando y abría las puertas a un barroco cargado de ánimos contrarreformistas después de Trento.

El tema de la pintura de la multiplicación de los panes y los peces colocados en la pared del Gran Salón de la Escuela di San Roque, enteramente decorado por Tintoretto, está estrechamente relacionada con el óvalo del techo que expresa en él el concepto de la Eucaristía. Debido al drama y la tensión de los otros episodios de la habitación, la escena espacial es muy amplia y se disuelve en un sentido colectivo como si se esperase en éste cuadro el milagro. En la multiplicación de los panes y los peces, la escena se agita, pero sugiere un sentido de expectativa coral y confíada, en sintonía con la profunda devoción del pueblo animado por la Contrarreforma. 

La naturaleza y la calma serenan atmósfera, respondiendo a la sensación de cansancio y serenidad delos personajes de la escena, es decir, la felicidad ambiental física de la humanidad, que a pesar de estar exhausta, espera y cree en los milagros. 

Los efectos de iluminación de los otros episodios de la sala acentuados de una acción mayor, relaja la vista  en un claroscuro pasaje mucho más suave, incluso el autor mantiene el contraste dramático en la transición entre la penumbra potente de la parte inferior del cuadro y de la narrativa del episodio, en la superior, donde vemos a Cristo con los discípulos. Ademas esta el veteado del cielo luminiscente de la primera mañana que se desarrolla en la parte superior de la pintura dando a esta un mayor sentido de profundidad. Abajo una luz fija y tenue casi acaricia a las personas esparcidas por la colina y contrasta con el fuerte contraluz que muestra la tríada que define la esencia del episodio en la cima de la colina.

lunes, 8 de abril de 2013

La Anunciación


La Anunciación, 1425 - 1428. Obra de fray Angelico
Temple sobre tabla. 194 cm x 194 cm
Museo del Prado. Madrid. España

Hoy a pesar de estar celebrando la Pascua, la Iglesia vuelve a una solemnidad que no pudo celebrar debido a que era lunes santo y esta se trasladaba a hoy lunes de la segunda semana de Pascua. Hablamos de la Anunciación a María por el ángel Gabriel de la dicha de ser madre del Salvador y su aceptación con el "hágase" desinteresado, valiente y generoso que encerró tal respuesta. Con la Encarnación de nuestro Señor en el seno virginal de María, Dios Padre nos regala a su hijo, la salvación y el rescate del hombre se hacen proximos. La nueva creación da comienzo en Cristo que se hace hombre para devolvernos la semejanza  de la primera creatura con Dios antes de que el pecado nos arrebatara tal condición.

Ella se turbó ante estas palabras. ¿Por qué se turba al escuchar unas palabras y no al ver una persona? Porque había venido un ángel amable en su presencia, fuerte en la batalla; suave en la apariencia, terrible en su palabra, pronuncia palabras humanas y promete cosas divinas. De aquí que la virgen a quien la visión apenas impresionara la turbó y mucho la audición, y a la que la presencia del enviado le conmoviera poco, la conturbó con todo su peso la autoridad del que le enviaba. ¿Y qué más? De pronto sintió que había recibido en sí al juez supremo, en quien al principio vio y contempló al mensajero celestial. Y aun cuando con gran suavidad y piadoso afecto Dios convirtió a la virgen en madre y a la esclava el Señor la transforma en Madre suya, sin embargo todas sus entrañas se conmovieron, el alma se resiste y la misma condición humana se estremeció, cuando Dios, a quien toda la creación es incapaz de contener, todo él se encerró y se formó dentro de un seno humano.

Y se preguntaba, dice, qué saludo era aquél. Advierta vuestra caridad que, como hemos dicho, la Virgen no dio su consentimiento a las palabras del saludo, sino a la realidad, y que la voz no tenía el sentido de una acostumbrada cortesía, sino que era portadora de toda la eficacia de la suprema virtud. Reflexiona la Virgen: porque responder sin más es propio de la humana superficialidad, mientras que pensar la respuesta es señal de una gran ponderación y de un juicio muy maduro. Desconoce la grandeza de Dios quien no se espanta de la cordura de esta Virgen y no admira su fortaleza de ánimo. Teme el cielo, se estremecen los ángeles, la criatura no lo soporta, la naturaleza no se basta, y una muchacha de tal modo acoge a Dios dentro de su seno, lo recibe, lo regala con su hospedaje, que obtiene como pensión por la casa y como recompensa por el seno virginal paz para la tierra, gloria para los cielos, salvación para los perdidos, vida para los muertos, parentesco entre el cielo y la tierra y, para el mismo Dios, la participación de la naturaleza humana. Así se cumplió aquello del profeta: La herencia que da el Señor son los hijos; su salario, el fruto del vientre.
(San Pedro Crisólogo, Sermón 140)

Este retablo fue pintado para el convento de Santo Domingo en Fiesole, cerca de Florencia. La tabla central muestra bajo el pórtico la Anunciación del Arcángel Gabriel a María, el Momento en que el Espíritu santo desciende sobre "la esclava del Señor" y el verbo viene a morar en María. A la izquierda vemos, la expulsión de Adán y Eva del Paraíso, imagen del primer Adán, y la primera Eva, figurados después en Cristo y María. Por unos vino elñ pecado y por otros y a través de otros vino la redención al mundo. La condenación y salvación del hombre como ejemplos antagónicos y vías de salvación.

En el banco o predela se narran escenas de la vida de la Virgen: Nacimiento de María y los Desposorios con San José, La Visitación de María a su prima Santa Isabel, Nacimiento del Niño Jesús, la Presentación del Niño en el Templo y la Dormición de la Virgen con Cristo recogiendo su alma. 

Fra Angelico, también conocido como Beato Angelico, dedicó su obra exclusivamente a los temas religiosos pues entendía el arte como un aspecto de la devoción religiosa. Particularmente minucioso en los detalles y calidades de los objetos, naturaleza y personajes representados, Fra Angelico aúna en su estilo de la tradición tardogótica italiana con el nuevo lenguaje renacentista. Ejemplo de ello es la profundidad espacial de la arquitectura que, aunque sigue las recomendaciones de Brunelleschi de centrarse en un escenario cuadrado y sin adornos, denota algunos fallos propios de una obra temprana en la producción del artista.

martes, 2 de abril de 2013

Noli me tangere


"Noli me tangere".1528. Obra de Hans Holbein el Joven 
Óleo sobre panel de roble. 76,7 x 95,8 cm
Royal Collection, Hampton Cour Palace. Reino Unido

 "Noli me tangere" es la palabra latina para "No me toques", las palabras dirigidas a María Magdalena por Cristo después de que ella lo descubre resucitado de la tumba, "No me toques, porque aún no he subido a mi Padre" Juan 20: 17. 

En aquel tiempo, fuera, junto al sepulcro, estaba María, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús.
Ellos le preguntan: - «Mujer, ¿por qué lloras?»
Ella les contesta: - «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han
puesto.»
Dicho esto, da media vuelta y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús.
Jesús le dice: - «Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?»
Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: - «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré.»
Jesús le dice: - «¡María!»
Ella se vuelve y le dice: - «¡Rabboni!», que significa: «¡Maestro!»
Jesús le dice: - «Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Anda, ve a mis hermanos y diles: "Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro."»
María Magdalena fue y anunció a los discípulos: - «He visto al Señor y ha dicho esto.»


Esta representación, inusual de Holbein, se centra en el momento del duelo, tristeza y desconsuelo de María Magdalena, después de haber encontrado a dos ángeles en el lugar vacío donde estaba el cuerpo de Cristo en el sepulcro, entonces se vuelve y se encuentra con un hombre, el jardinero, ella lo necesita para averiguar el paradero de su Señor. Se crea un dialogo en el que ambos personajes parecen estar envueltos sin importar que sucede alrededor.

La mayoría de las pinturas religiosas de Holbein fueron concebidas como grandes retablos. Esta es una más pequeña e más íntima escena narrativa. María Magdalena pivotea dramáticamente, entre nerviosa y confiada, con la mano derecha extendida, como para evitar la colisión con el hombre que tiene delante. Cristo, a su vez tiende los brazos para detener su avance, aparentemente en un intento de calmarla antes del momento de su reconocimiento. El resultado es un elegante casi "pas de deux". Los colores de su capa negra y túnica roja se invierten en la figura de Cristo, haciendo que los dos se hagan como un negativos de cada uno. Estos colores y poses de las figuras de los principales se hacen eco en  los personajes del fondo, los santos Pedro y Juan que a media distancia los vemos, a grandes y veloces zancadas, dirigiendose hacia la ciudad de Jerusalén, vista en en la distancia, con el fin de anunciar su descubrimiento de la tumba vacía. 

La luz es esencial para la narración. Recortada contra el cielo del amanecer de la izquierda vemos las cruces  vacias en la colina del Calvario. También iluminado y aislado en el centro de la escena, las manos de Cristo y la Magdalena. La luz del alba aún no ha alcanzado la negra oscuridad por encima de la escena y mientras el rostro de Cristo se encuentra en plena luz, el rostro de María está en la sombra media, aumentando la sensación de confusión expresada en sus ojos. Una confusión, mostrando dudas y tristeza que pronto será sustituida por la luz del amanecer claro y la certeza de la Resurrección. En el interior de la tumba, que irradia una luz etérea, son dos ángeles sentados, blanqueadas por la fuerza de la luz y uno de ellos la mira directamente a la escena o nosotros, atónitos también ante este acontecimiento..

lunes, 25 de marzo de 2013

La unción de Betania



La unción de Betània, s. XII. Maestro de Agüero
Piedra 
Monasterio de san Juan de la Peña. Sta. Cruz de la Seros. España

Ayer veíamos a Cristo entrando en Jerusalén aclamado como rey y hoy, lunes santo, san Juan nos relata la unción de Betània, donde María, la hermana de Lázaro unge los pies de Jesús prefigurando así la unción tras su muerte. 

En este maravilloso capitel conservado en el monasterio jaques de san Juan de la Peña se representa por un lado la escena de la resurrección de Lázaro y por otro el tema tratado hoy. Jesús se encuentra a la mesa con Lázaro y Judas mientras María le ofrece el tarro de perfume. Judas reacciona de manera pragmática, el  evangelista no respalda su actitud y Cristo, reprendiendo su dudoso interés le aclara la importancia de su persona y la atención debida siempre a los pobres. 

San Agustín comenta el pasaje de esta manera:

Jesús, pues, seis días antes de la Pascua vino a Betania, donde había muerto Lázaro, a quien levantó Jesús. Pues bien, le hicieron allí una cena y Marta servía; Lázaro, en cambio, era uno de los que se habían puesto a la mesa. Para que los hombres no supusiesen que él había sido hecho un fantasma porque, muerto, resucitó, era uno de los recostados; vivía, hablaba, tomaba parte en el festín; la verdad se mostraba, la incredulidad de los judíos era confundida. Se había puesto, pues, a la mesa el Señor con Lázaro y con los demás; servía Marta, una de las hermanas de Lázaro.
En cambio, María, la otra hermana de Lázaro, tomó una libra de perfume de nardo pístico, caro; ungió los pies de Jesús y con sus cabellos enjugó los pies de él, y la casa se llenó con el olor del perfume. Hemos escuchado el hecho; investiguemos el misterio. Tú, cualquiera que quieres ser una persona fiel, con María unge con perfume caro los pies del Señor. Ese perfume fue la justicia; por eso hubo una libra; además era perfume de nardo pístico, caro. Respecto a lo que asevera, pístico, debemos pensar en algún lugar de donde era este perfume caro; sin embargo, este adjetivo no es ocioso y está óptimamente en armonía con un sacramento. Pístis se llama en griego a la fe. Intentabas poner por obra la justicia: El justo vive de fe. Unge tú los pies de Jesús: viviendo bien, ve en pos de las huellas del Señor. Enjúgalos con los cabellos: si tienes cosas superfluas, da a los pobres y has enjugado los pies del Señor, pues los cabellos parecen cosas superfluas del cuerpo. Tienes qué hacer con tus cosas superfluas; para ti son superfluas, pero para los pies del Señor son necesarias. Los pies del Señor pasan quizá necesidad en la tierra. En efecto, ¿de quiénes, sino de sus miembros, va a decir al final: «Cuando lo hicisteis a uno de mis mínimos, a mí lo hicisteis? Habéis gastado vuestras cosas superfluas, pero os habéis dedicado a mis pies».


Pues bien, la casa se llenó del olor, el mundo se ha llenado de la buena fama, porque olor bueno es la buena fama. Quienes viven mal y se llaman cristianos, hacen una injuria a Cristo; de quienes son así está dicho que por su culpa se denuesta el nombre de Dios. Si por culpa de tales individuos se denuesta el nombre de Dios, mediante los buenos se loa el nombre del Señor. Escucha al Apóstol: Somos en todo lugar, afirma, olor bueno del Mesías. También en Cantar de Cantares se dice: Perfume derramado es tu nombre. Haz volver de nuevo la atención hacia el Apóstol: Olor bueno del Mesías somos, afirma, en todo lugar, tanto entre estos que son hechos salvos como entre estos que perecen; para unos, olor de vida en orden a la vida; para otros, olor de muerte en orden a la muerte; y para estas cosas ¿quién es idóneo? La presente lectura del Santo Evangelio nos ofrece la ocasión de hablar sobre ese olor de forma que, pues el Apóstol mismo dice: «Y para estas cosas ¿quién es idóneo?», yo me exprese suficientemente y vosotros escuchéis diligentemente. ¿Acaso, pues, yo soy idóneo para intentar hablar de ello, o vosotros sois idóneos para oír estas cosas? Yo, ciertamente, no soy idóneo; pero es idóneo aquel que ojalá se digne decir mediante mí lo que a vosotros os aprovecha oír. He ahí que el Apóstol es, como él mismo dice, olor bueno; pero ese mismo olor bueno es para unos olor de vida en orden a la vida; para otros, en cambio, olor de muerte en orden a la muerte; olor bueno empero. Efectivamente, ¿acaso asevera: «Para unos somos olor bueno en orden a la vida; para otros olor malo en orden a la muerte»? Ha dicho que él es olor bueno, no malo; y ha dicho que idéntico olor bueno existe para unos en orden a la vida, para otros en orden a la muerte. Felices quienes viven gracias al olor bueno; en cambio, ¿qué más infeliz que los que mueren por el olor bueno?


(Texto completo del Tratado 50, sobre el evangelio de san Juan)

martes, 12 de marzo de 2013

Milagro en la piscina de Betesda


La curación del paralítico. ca. 1630 Obra de Pedro Orrente
Óleo sobre lienzo. 135x180,3cm.
Catedral de Orihuela, Murcia. España

Hoy el evangelista san Juan en su recorrido hacia la pasión del Señor nos muestra el tercer signo, la curación del paralitico en la piscina de Betesda. Este signo de curación milagrosa nos muestra a Cristo como luz poderosa y palabra que vivifica frente al obsoleto judaismo que había llegado ya al limite. Jesús es la luz que ilumina al hombre que espera la intervención misericordiosa y vivificante de Dios.

En aquel tiempo, se celebraba una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén.
Hay en Jerusalén, junto a la puerta de las ovejas, una piscina que llaman en hebreo Betesda. Ésta tiene cinco soportales, y allí estaban echados muchos enfermos, ciegos, cojos, paralíticos.
Estaba también allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo.
Jesús, al verlo echado, y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo, le dice:
- «¿Quieres quedar sano?»
El enfermo le contestó:
- «Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se remueve el agua; para cuando llego yo, otro se me ha adelantado.»
Jesús le dice:
- «Levántate, toma tu camilla y echa a andar.»
Y al momento el hombre quedó sano, tomó su camilla y echó a andar.
Aquel día era sábado, y los judíos dijeron al hombre que había quedado sano:
- «Hoy es sábado, y no se puede llevar la camilla.»
Él les contestó:
- «El que me ha curado es quien me ha dicho: Toma tu camilla y echa a andar.»
Ellos le preguntaron:
- «¿Quién es el que te ha dicho que tomes la camilla y eches a andar?»
Pero el que había quedado sano no sabía quién era, porque Jesús, aprovechando el barullo de aquel sitio, se había alejado.
Más tarde lo encuentra Jesús en el templo y le dice:
- «Mira, has quedado sano; no peques más, no sea que te ocurra algo peor.»
Se marchó aquel hombre y dijo a los judíos que era Jesús quien lo había sanado.
Por esto los judíos acosaban a Jesús, porque hacía tales cosas en sábado.
Juan 5, 1-3. 5-16


El autor de este cuadro Pedro Orrente hace de enlace entre las escuelas castellana y valenciana, cultivando el cuadro de género de tipo bassanesco, bien puramente pastoril o justificado por un tema bíblico. El empleo de la iluminación está inspirado en la escuela veneciana mientras que en las tonalidades rojizas se presenta deudor de Ribalta. Por este tipo de trabajos, Orrente recibió el sobrenombre del Bassano español.
El emotivo momento descrito por el evangelista San Juan, al narrar el instante en que el ángel removía las aguas de la piscina Probática, fuerza la intensidad dramática de las figuras, construidas como poderosas masas esculpidas en un escenario monumental y las líneas dominantes de la perspectiva, con un fondo de cielo de atardecer que muestra la acertada incorporación que Orrente hace de los modos venecianos.