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martes, 9 de abril de 2019

Anónimo. La Crucifixión

La Crucifixión. 1460-1470. Círculo de van der Weyden
Óleo sobre tabla. Medidas: 32 cm x 20 cm.
Colección de Arte Estatal. Dresde.

Y entonces dijo Jesús: «Cuando levantéis al Hijo del hombre, sabréis que yo soy, y que no hago nada por mi cuenta, sino que hablo como el Padre me ha enseñado. El que me envió está conmigo, no me ha dejado solo; porque yo hago siempre lo que le agrada.» 

Estos versos del capítulo octavo del Evangelio según san Juan que leemos en la Eucaristía de hoy, inciden en la idea de que es precisamente en la Cruz el lugar donde se manifiesta la gloria de Dios, a pesar de que los ojos humanos vean el martirio y la ignominia del crucificado. son dos, pues, las formas de contemplar la cruz: los judíos vieron el descrédito y el sufrimiento lacerante del ejecutado, pero los creyentes contemplan la gloria de Dios.

Esta idea fue muy bien captada por el anónimo autor de la tabla que contemplamos hoy, perteneciente al círculo de van der Weyden. Por una parte vemos a Jesús, ya muerto, ofrecido en lamentable espectáculo a la Virgen, a san Juan y a la Magdalena. Pero sobre la tierra, al fondo, se describe el arco iris, que simboliza la nueva alianzas que Dios hace con los hombres, sellada con la Sangre de Jesucristo.

viernes, 15 de septiembre de 2017

Van der Goes. Crucifixión.

Crucifixión. XV. Hugo van der Goes
Óleo sobre tabla. Medidas: 42 cm x 27 cm.
Museo Carrer. Venecia

Contemplaqmos hoy junto a la Madre la Pasión y muerte del Señor en la Cruz. Recurrimos a una tabla de Hugo van der Goes, en la que se representa la Cruz del Señor, al pie de la cual lloran el Discípulo Amado y la Madre del Señor. La Cruz se levanta sobre una roca, en la que se muestra una calavera y su mandíbulo, que aluden a Adán.

Hugo van der Goes nació en Gante. Es poco lo que se sabe sobre su vida, aunque fue unos de los pintores flamencos más importantes de la segunda mitad del siglo XV. Las primeras informaciones ciertas sobre este pintor lo sitúan en los años 1460 en Brujas donde colabora con la decoración en las fiestas en honor de las bodas del duque de Borgoña, Carlos el Temerario. Ya en vida gozó de amplia fama, teniendo encargos tanto de los burgueses como de la aristocracia.

Al sufrir enfermedad mental, se retiró como hermano lego al monasterio Rodeklooster, cerca de Bruselas alrededor de 1478 con la esperanza de que, viviendo en un monasterio, se recobraría de su depresión. No interrumpió su actividad pues es por esta época cuando realizó su Muerte de la Virgen, donde se transparenta una tensión dramática más aguda, traducida por la irrefrenable animación expresiva de los personajes. Van der Goes intentó suicidarse por motivos de su enfermedad mental en 1480, y murió dos años más tarde. En su estancia en el monasterio Roderklooster también viaja alguna vez a Colonia y Lovaina.

En su obra acusa la influencia de autores como Jan Van Eyck y Rogier van der Weyden que habían logrado representar con solvencia el cuerpo humano y el acabado realista en el detalle. Posteriormente conoce sin duda algunas obras italianas contemporáneas, y este contacto influye sobre él, en el sentido de acabar en una ordenación más monumental del espacio.

jueves, 14 de septiembre de 2017

Giotto. Crucifixión

Crucifixión. XIV. Giotto
Óleo sobre tabla. Medidas: 200cm x 185cm.
Pinacoteca Antigua de Múnich

Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna.

Leemos hoy este fragmento del Evangelio según san Juan, en la celebración de la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz. Contemplamos una obra de Giotto, en la que se representa al Señor crucificado, con san Francisco besando las llagas de sus pies. Los donantes están arrodillados frente a él; la Virgen es sostenida por las tres mujeres, y san Juan aparece junto a Nicodemo. Es llamativa la sangre que brota del costado de Cristo. Finalmente, los ángeles veneran al Señor en los brazos de la cruz.

viernes, 7 de abril de 2017

Alonso Cano. La Crucifixión

La Crucifixión. Segundo tercio s. XVII. Alonso Cano
Óleo sobre lienzo. Medidas: 130cm x 96cm.
Museo del Prado. Madrid. España

El viernes quinto de Cuaresma se ha venido llamando, tradicionalmente, viernes de dolores. Contemplamos el misterio de Cristo muerto sobre la cruz, dándonos la vida, en medio de terribles sufrimientos, pero con un inmenso amor por cada uno de nosotros, que debiera conmovernos hasta lo más íntimo.

Para contemplar silenciosos esta escena central de nuestra fe, recurrimos a un autor del barroco español, Alonso Cano, de profundad religiosidad, que centra nuestra atención sobre el misterio, aislándolo de la historia efectiva y del resto de sus personajes. Un cuadro, pues, destinado a la oración y a la devoción. La representación de Cristo crucificado está situada en un paisaje, donde la presencia de unos árboles es el único elemento escenográfico. Pueden venir referidos a las palabras de Cristo: Si esto hacen con el leño verde, ¿qué será del seco? Ambos árboles, el de la Cruz y el del Paraíso, encierran en sí la historia de la humanidad, hecha de tentación y pecado, pero creada y redimida por el mismo Dios.

Alonso Cano realizó varios cuadros similares a éste a lo largo de su vida, todos ellos relacionados con la profunda religiosidad imperante en la pintura barroca española y con la intensa presencia de aspectos devocionales en la sociedad de la época.

La combinación de elementos profundamente dramáticos, como la luz roja del atardecer sobre la que contrasta el cuerpo desnudo de Jesús, con otros más clásicos, como la serenidad de la expresión de Cristo, convirtieron a estas imágenes en uno de los ejemplos más estimados de la producción de Cano, en los que aunaba con gran maestría la natural elegancia de su estilo con una intensa tensión emocional.

martes, 4 de abril de 2017

Anónimo. La Crucifixión

La Crucifixión. 1460-1470. Círculo de van der Weyden
Óleo sobre tabla. Medidas: 32 cm x 20 cm.
Colección de Arte Estatal. Dresde.

Y entonces dijo Jesús: «Cuando levantéis al Hijo del hombre, sabréis que yo soy, y que no hago nada por mi cuenta, sino que hablo como el Padre me ha enseñado. El que me envió está conmigo, no me ha dejado solo; porque yo hago siempre lo que le agrada.» 

Estos versos del capítulo octavo del Evangelio según san Juan que leemos en la Eucaristía de hoy, inciden en la idea de que es precisamente en la Cruz el lugar donde se manifiesta la gloria de Dios, a pesar de que los ojos humanos vean el martirio y la ignominia del crucificado. son dos, pues, las formas de contemplar la cruz: los judíos vieron el descrédito y el sufrimiento lacerante del ejecutado, pero los creyentes contemplan la gloria de Dios.

Esta idea fue muy bien captada por el anónimo autor de la tabla que contemplamos hoy, perteneciente al círculo de van der Weyden. Por una parte vemos a Jesús, ya muerto, ofrecido en lamentable espectáculo a la Virgen, a san Juan y a la Magdalena. Pero sobre la tierra, al fondo, se describe el arco iris, que simboliza la nueva alianzas que Dios hace con los hombres, sellada con la Sangre de Jesucristo.

domingo, 26 de junio de 2016

La Crucifixión

La Crucifixión. 1320. Maestro de la Sala Capitular de Pomposa
Temple y oro sobre tabla. Medidas: 29 cm x 20 cm.
Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid

Cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros por delante. De camino, entraron en una aldea de Samaría para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron, porque se dirigía a Jerusalén. 

Leemos este domingo en el Evangelio el anuncio que hace el Señor de su intención de subir a Jerusalén, donde padecerá la muerte a manos de los sacerdotes y los dirigentes de Israel. Por eso, queremos contemplar hoy este misterio a través de una tabla del siglo XIV. El Maestro de la sala capitular de Pomposa toma su nombre del conjunto de frescos que decoran la sala capitular de la abadía benedictina de Pomposa, edificio próximo a la ciudad de Ferrara.

El artista, pese a la reducida dimensión de la tabla, organiza su composición con numerosas figuras que distribuye en dos grupos a ambos lados de la cruz. Cristo en el centro, muerto y cubierto con un generoso paño de pureza, apoya sus pies en un gran supedáneo. Un reguero de sangre corre por la base de la cruz para finalizar en la calavera de Adán. En la crucifixión se incluyen cuatro angelitos: uno, afligido, ora mientras los otros tres se ocupan de recoger en recipientes la sangre que brota de las heridas del Redentor; sangre que, en el caso de las heridas de las manos, gotea formando finos hilos, pero que en la llaga del costado fluye con fuerza. Sobre un árido Gólgota, el artista ha instalado a los hombres con san Juan en primer término, a la derecha, y a las mujeres, con la Virgen desmayada, sostenida por la Magdalena y una santa mujer, equilibrando la composición, a la izquierda.

Entre los personajes que acompañan a Cristo se ha identificado a Nicodemo como la figura barbada y de perfil, que ocupa el borde de la tabla, y al centurión como el soldado de casco alado que alza uno de los brazos señalando a Jesús. En esta comitiva, sobre el fondo de oro, se perfilan varias lanzas, así como la esponja atada a una rama de hisopo empapada con el vinagre que dieron de beber a Cristo. Esta Crucifixión formó parte de un políptico del que se han reseñado otras dos escenas: La incredulidad de santo Tomás y La Ascensión, ambas en el Musée du Louvre.

martes, 24 de marzo de 2015

Anónimo. La Crucifixión

La Crucifixión. 1460-1470. Círculo de van der Weyden
Óleo sobre tabla. Medidas: 32 cm x 20 cm.
Colección de Arte Estatal. Dresde.

Y entonces dijo Jesús: «Cuando levantéis al Hijo del hombre, sabréis que yo soy, y que no hago nada por mi cuenta, sino que hablo como el Padre me ha enseñado. El que me envió está conmigo, no me ha dejado solo; porque yo hago siempre lo que le agrada.» 

Estos versos del capítulo octavo del Evangelio según san Juan que leemos en la Eucaristía de hoy, inciden en la idea de que es precisamente en la Cruz el lugar donde se manifiesta la gloria de Dios, a pesar de que los ojos humanos vean el martirio y la ignominia del crucificado. son dos, pues, las formas de contemplar la cruz: los judíos vieron el descrédito y el sufrimiento lacerante del ejecutado, pero los creyentes contemplan la gloria de Dios.

Esta idea fue muy bien captada por el anónimo autor de la tabla que contemplamos hoy, perteneciente al círculo de van der Weyden. Por una parte vemos a Jesús, ya muerto, ofrecido en lamentable espectáculo a la Virgen, a san Juan y a la Magdalena. Pero sobre la tierra, al fondo, se describe el arco iris, que simboliza la nueva alianzas que Dios hace con los hombres, sellada con la Sangre de Jesucristo.

domingo, 15 de marzo de 2015

Pietro Lorenzetti. La Crucifixión.

La Crucifixión. 1340. Pietro Lorenzetti
Témpera y oro sobre tabla. Medidas: 35 cm x 25 cm.
Museo Metropolitano de Nueva York

Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.

Leemos este año en el Cuarto Domingo de Cuaresma el fragmento del Evangelio según san Juan, en el que se consigna el diálogo entre Jesús y Nicodemo. Jesús utiliza una imagen del Antiguo Testamento: a causa de sus infidelidades en el desierto, Dios envió serpientes que picaron y mataron a muchos israelitas. Moisés le suplicó que aplacase su castigo, y Dios le mandó levantar sobre un asta a una serpiente de bronces, a cuya visión quedarían curados los enfermos. De la misma forma, Jesús afirma de sí mismo que será crucificado, y que dicho sacrificio implicará la salvación para cuantos crean en él.

Hemos escogido para nuestra meditación una exquisita Crucifixión del pintor Pietro Lorenzetti. Nació y murió en Siena. Su formación debió completarse con Duccio di Buoninsegna, para proseguir después en el gran taller de la Basílica de San Francisco de Asís, con Giotto y Simone Martini; esto lo llevó a desarrollar un lenguaje figurativo autónomo que sintetizaba el arte sienés con el lenguaje de Giotto. Sus principales influencias fueron Giovanni Pisano y Giotto. Sobre el fondo dorado destaca la intensidad de los colores y el dramatismo de la escena, que tienen como centros visuales la sangre que brota del costado de Cristo, y la Madre del Señor, vestida en tonos azules, asistida por las santas mujeres y san Juan.

lunes, 2 de marzo de 2015

Andrea di Bartolo Cini. La Crucifixión.

La Crucifixión. 1400. Andrea di Bartolo Cini
Témpera y oro sobre tabla. Medidas: 52 cm x 97 cm
The Metropolitan Museum of Art. Nueva York.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante. La medida que uséis, la usarán con vosotros.»

La Pasión de nuestro Señor Jesucristo no sólo tiene un valor redentor en sí mismo sino que, además, constituye para nosotros toda una enseñanza de paciencia, de perdón y de amor hacia los enemigos. En la Pasión Cristo perdona a quienes le crucifican, los mismos a los que había ayudado y curado.

Por eso, hemos escogido hoy una magnífica tabla italiana, que debió formar parte de la predela de un retablo en el entorno de Siena. Nos muestra la Crucifixión, con una gran cantidad de espectadores en primer término. Los ángeles están cerca del crucificado. A la izquierda, al pie, la Madre yace en el suelo, atendida por el discípulo amado; a la izquierda, los soldados juegan para repartirse los vestidos. Los otros dos crucificados muestran los pies quebrados, mientras que Jesús es atravesado por la lanza.

martes, 21 de octubre de 2014

La Crucifixión

La Crucifixión. 1320. Maestro de la Sala Capitular de Pomposa
Temple y oro sobre tabla. Medidas: 29 cm x 20 cm.
Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid

Ahora, en cambio, estáis en Cristo Jesús. Ahora, por la sangre de Cristo, estáis cerca los que antes estabais lejos. Él es nuestra paz.

La primera lectura de la Eucaristía nos sigue presentando el misterio de la Redención en la muerte y resurrección de Cristo, como fuente de paz no sólo entre Dios y los hombres, sino también entre la entera humanidad.

Por eso, queremos contemplar hoy este misterio a través de una tabla del siglo XIV. El Maestro de la sala capitular de Pomposa toma su nombre del conjunto de frescos que decoran la sala capitular de la abadía benedictina de Pomposa, edificio próximo a la ciudad de Ferrara.

El artista, pese a la reducida dimensión de la tabla, organiza su composición con numerosas figuras que distribuye en dos grupos a ambos lados de la cruz. Cristo en el centro, muerto y cubierto con un generoso paño de pureza, apoya sus pies en un gran supedáneo. Un reguero de sangre corre por la base de la cruz para finalizar en la calavera de Adán. En la crucifixión se incluyen cuatro angelitos: uno, afligido, ora mientras los otros tres se ocupan de recoger en recipientes la sangre que brota de las heridas del Redentor; sangre que, en el caso de las heridas de las manos, gotea formando finos hilos, pero que en la llaga del costado fluye con fuerza. Sobre un árido Gólgota, el artista ha instalado a los hombres con san Juan en primer término, a la derecha, y a las mujeres, con la Virgen desmayada, sostenida por la Magdalena y una santa mujer, equilibrando la composición, a la izquierda.

Entre los personajes que acompañan a Cristo se ha identificado a Nicodemo como la figura barbada y de perfil, que ocupa el borde de la tabla, y al centurión como el soldado de casco alado que alza uno de los brazos señalando a Jesús. En esta comitiva, sobre el fondo de oro, se perfilan varias lanzas, así como la esponja atada a una rama de hisopo empapada con el vinagre que dieron de beber a Cristo. Esta Crucifixión formó parte de un políptico del que se han reseñado otras dos escenas: La incredulidad de santo Tomás y La Ascensión, ambas en el Musée du Louvre.

lunes, 1 de septiembre de 2014

Maestro de Astorga. Crucifixión

Crucifixón. XVI. Maestro de Astorga
Óleo sobre tabla. Medidas: 133 cm. x 100 cm.
Catedral de Astorga

«El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista; para dar libertad a los oprimidos, para anunciar el año de gracia del Señor.»

Con esta afirmación de Jesús en la Sinagoga de Cafarnaún, comenzamos la lectura del Evnagleio de san Lucas, que nos acompañará hasta el final del año litúrgico. El Señor se presenta como el pleno cumplimiento de las profecías, el salvador de la humanidad.

Hoy queremos contemplar la Pasión del Señor, en el aniversario del 1 de septiembre de 1939: hace 75 años, tal día como hoy, comenzó la Segunda Guerra Mundial. Lo hacemos en el año en el que, también, conmemoramos el inicio de la Primera Guerra Mundial. Que el Señor, que por nosotros padeció la Cruz, acoja en su seno a los millones de víctimas de tan horrendo conflictos.

viernes, 2 de mayo de 2014

La Crucifixión. Maestro inter Virgines.

La Crucifixión. 1487. Maestro de la Virgo inter Virgines
Óleo sobre tabla. Medidas: 78cm x 58cm.
Colección Carmen Thyssen-Bornemisza. Madrid

Este Viernes de Pascua volvemos a contemplar el misterio de la Pasión de nuestro Señor. La ignomina de dicho momento queda iluminada por al gloria de la Resurrección y, de este modo, lo que fue un instrumento de tortura y muerte, se convierte en el trono del Rey celestial, de donde brota la sangre que nos vivifica y que destruye nuestra propia muerte.

Para contemplar este misterio, hemos escogido una tabla del llamado Maestro inter Virgines. En esta Crucifixión, el autor ha trasladado la escena principal a la derecha, ocupando el centro de la composición los jinetes y soldados a los pies del Calvario. Para el conjunto de los tres crucificados empleó una escala menor que la de Cristo y además recurrió a modelos de maestros flamencos de generaciones anteriores. Al fondo se representan otros dos episodios de la Pasión: María asistida por dos de las santas mujeres y Cristo con la cruz a cuestas, consiguiendo con ello cierto sentido narrativo. El gran número de figuras que aparecen en la obra, hace que el paisaje ocupe un lugar secundario. La luz sobrecogedora y los tonos oscuros de la vista acentúan los colores rojizos y anaranjados de los personajes, consiguiendo así centralizar la atención en ellos.

viernes, 11 de abril de 2014

Alonso Cano. La Crucifixión

La Crucifixión. Segundo tercio s. XVII. Alonso Cano
Óleo sobre lienzo. Medidas: 130cm x 96cm.
Museo del Prado. Madrid. España

El viernes quinto de Cuaresma se ha venido llamando, tradicionalmente, viernes de dolores. Contemplamos el misterio de Cristo muerto sobre la cruz, dándonos la vida, en medio de terribles sufrimientos, pero con un inmenso amor por cada uno de nosotros, que debiera conmovernos hasta lo más íntimo.

Para contemplar silenciosos esta escena central de nuestra fe, recurrimos a un autor del barroco español, Alonso Cano, de profundad religiosidad, que centra nuestra atención sobre el misterio, aislándolo de la historia efectiva y del resto de sus personajes. Un cuadro, pues, destinado a la oración y a la devoción. La representación de Cristo crucificado está situada en un paisaje, donde la presencia de unos árboles es el único elemento escenográfico. Pueden venir referidos a las palabras de Cristo: Si esto hacen con el leño verde, ¿qué será del seco? Ambos árboles, el de la Cruz y el del Paraíso, encierran en sí la historia de la humanidad, hecha de tentación y pecado, pero creada y redimida por el mismo Dios.

Alonso Cano realizó varios cuadros similares a éste a lo largo de su vida, todos ellos relacionados con la profunda religiosidad imperante en la pintura barroca española y con la intensa presencia de aspectos devocionales en la sociedad de la época.

La combinación de elementos profundamente dramáticos, como la luz roja del atardecer sobre la que contrasta el cuerpo desnudo de Jesús, con otros más clásicos, como la serenidad de la expresión de Cristo, convirtieron a estas imágenes en uno de los ejemplos más estimados de la producción de Cano, en los que aunaba con gran maestría la natural elegancia de su estilo con una intensa tensión emocional.