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jueves, 13 de junio de 2019

San Antonio


Visión de San Antonio de Padua, 1660-1662, Obra de Alonso Cano.  
Óleo sobre lienzo, 136 x 111 cm. 
Convento del Ángel Custodio, Granada. España

Hoy celebra la Iglesia a san Antonio, que nació en Lisboa (Portugal) en 1195 y murió en Pádua (Italia) en 1231, de allí que lo llamen de Antonio de Pádua o de Lisboa. En su bautizo recibió el nombre de Fernando de Bulhoes y Tavieira de Azevedo. Joven, ingresó en la Orden de los Conegos Regulares Agustinos e hizo sus estudios superiores: Derecho Canónico, Ciencias, Filosofía y Teología en el Monasterio de Santa Cruz de Coimbra. Conoció los cinco monjes franciscanos (Bernardo de Corbio, Pedro de S. Germiniano, Otao, Adjuto y Acurcio). Instalados en el Convento de Santo Antao, en los Olivares, cerca de Coimbra, los cuales partieron en misión para Marruecos. En 1219/20 Fernando es ordenado sacerdote.

Ese mismo año llegan a Coimbra las reliquias do los Santos Mártires de Marruecos. Fernando cambia el hábito de Conónigo de San Agustín por el de fraile franciscano, toma entonces el nombre de Antonio, recordando al patriarca de los monjes egipcios y porque a él estaba dedicada la casa de los frailes menores a la cual ingresaba.

Embarcó para evangelizar los moros en Marruecos pero, llegando allá, una enfermedad lo obligó a regresar a Portugal, en el viaje de regreso una tempestad llevó el barco hasta Sicilia, donde se quedó en el convento franciscano de Messina y se dirigió rumbo a Asís, con el fin de asistir al Capitulo General de la Orden, del que forma parte San Francisco, el santo fundador de la orden. De allí, se retiró para Eremitorio del Monte-Paulo, un pequeño convento de la Romaña italiana. El 19 de marzo de 1222, en un acto de ordenación, pronuncia un sermón memorable y se revela un gran orador sagrado.

Es consignado al oficio de orador el cual ejerce en la Romaña, contra las herejías de los Cataros, Patarinos y Valdenses. A finales de 1223 San Francisco lo designa como Lector de Teología en Boloña. En 1224 es enviado a Francia, para luchar contra las herejías de los Albigenses. Actúa, primero en Montpellier. Después del Pentecostés, pregona en Tolosa. En septiembre de 1225 es nombrado Guardián del Convento de Puy-en-Velay. En 1226 es elegido por los frailes, Custodio de la Provincia de Limoges. En ese mismo año muere San Francisco. En 1227 pregona en Rimini. En 1231 hace notables y concurridísimos sermones de la Cuaresma. 

Después de la Pascua de 1231, Antonio se retiró a la localidad de Camposampiero, pero decidió retornar a Padua poco después. Ya en las proximidades de Padua, se detuvo en el convento de Arcella donde murió prematuramente cuando todavía no alcanzaba la edad de treinta y seis años. Es solemnemente canonizado el 30 de mayo (fiesta del Espíritu Santo), por el Papa Gregorio IX, en la catedral de Epoleto.

Iconográficamente san Antonio es representado como un joven imberbe con amplia tonsura monacal; es representado con el hábito de su Orden Franciscana, (de color marrón, pero también puede ser grisaceo, como vistieron algunas  comunidades franciscanas hasta finales del siglo XVIII y XIX), en algunos casos puede llevar capa corta. El hábito es cinturado con un cordón con los tres nudos que simbolizan la consagración a Dios como religioso franciscano, por los votos de obediencia, pobreza y castidad, del cual por lo general, penden unos rosarios. El Santo calza sandalias.

El santo en pié o de rosillas aparece con el Niño Jesús, el cual puede estar en pié o sentado sobre él o sobre un libro. Entre los elementos iconográficos más usuales de San Antonio podemos mencionar: El Niño Jesús, el libro, la Cruz, los Lirios y el Pan, en la pintura se pueden encontrar representaciones de San Antonio y sus milagros como por ejemplo: Los Peces escuchando el Sermón, el Burro arrodillado ante la hostia y como en el caso que nos ocupa, San Antonio y la Virgen María.

martes, 3 de octubre de 2017

Alonso Cano. San Francisco de Borja

San Francisco de Borja. 1626. Alonso Cano
Óleo sobre lienzo. Medidas: 186 cm x 120 cm.
Museo de Bellas Artes de Sevilla

Celebramos hoy la memoria de san Francisco de Borja. Fue uno de los jesuitas más influyentes en el desarrollo de la Compañía de Jesús. Perteneciente a la más alta nobleza, en cuanto descendiente de Fernando el Católico y del papa Alejandro VI de Borja, llegó a ser Virrey de Cataluña, pero supo renunciar al poder y a su dignidad, para seguir el camino de Jesús.

Contemplamos un retrato que de él realizó Alonso Cano..El santo, representado de cuerpo entero, es una figura de tamaño natural que aparece vistiendo el hábito negro de los jesuitas y contemplando con expresión mística y concentrada una calavera coronada que sostiene con su mano izquierda. Este atributo alude a su renuncia a las glorias terrenales. A sus pies tres capelos de cardenal que significan su renuncia a aceptar esta distinción por tres ocasiones. El monograma de los jesuitas, IHS, con tres clavos, aparece en la parte superior izquierda en un fondo de gloria. 

La figura del santo, de gran verticalidad, se recorta sobre un fondo oscuro del que emerge gracias a un estudiado juego de luces y sombras que, como en el caso de algunas obras de Francisco Zurbarán, confiere a la imagen valores escultóricos que lo aproximan también a la obra del escultor Juan Martínez Montañés, artista que realizó en la misma fecha una escultura del santo jesuita para la Casa Profesa de la Compañía de Jesús en Sevilla. La luz que incide directamente sobre la cabeza y las manos del santo intensifica el dramatismo expresivo de éste, lo que testifica una cierta reminiscencia de las fórmulas manieristas. La gama de negros y verdes oscuros dominan la composición. Las únicas notas de color vienen dadas por el rojo de los capelos y la luz amarillenta-dorada del monograma en la zona superior izquierda.

viernes, 7 de abril de 2017

Alonso Cano. La Crucifixión

La Crucifixión. Segundo tercio s. XVII. Alonso Cano
Óleo sobre lienzo. Medidas: 130cm x 96cm.
Museo del Prado. Madrid. España

El viernes quinto de Cuaresma se ha venido llamando, tradicionalmente, viernes de dolores. Contemplamos el misterio de Cristo muerto sobre la cruz, dándonos la vida, en medio de terribles sufrimientos, pero con un inmenso amor por cada uno de nosotros, que debiera conmovernos hasta lo más íntimo.

Para contemplar silenciosos esta escena central de nuestra fe, recurrimos a un autor del barroco español, Alonso Cano, de profundad religiosidad, que centra nuestra atención sobre el misterio, aislándolo de la historia efectiva y del resto de sus personajes. Un cuadro, pues, destinado a la oración y a la devoción. La representación de Cristo crucificado está situada en un paisaje, donde la presencia de unos árboles es el único elemento escenográfico. Pueden venir referidos a las palabras de Cristo: Si esto hacen con el leño verde, ¿qué será del seco? Ambos árboles, el de la Cruz y el del Paraíso, encierran en sí la historia de la humanidad, hecha de tentación y pecado, pero creada y redimida por el mismo Dios.

Alonso Cano realizó varios cuadros similares a éste a lo largo de su vida, todos ellos relacionados con la profunda religiosidad imperante en la pintura barroca española y con la intensa presencia de aspectos devocionales en la sociedad de la época.

La combinación de elementos profundamente dramáticos, como la luz roja del atardecer sobre la que contrasta el cuerpo desnudo de Jesús, con otros más clásicos, como la serenidad de la expresión de Cristo, convirtieron a estas imágenes en uno de los ejemplos más estimados de la producción de Cano, en los que aunaba con gran maestría la natural elegancia de su estilo con una intensa tensión emocional.

martes, 21 de marzo de 2017

Alonso Cano. Visión de san Benito

Visión de San Benito del globo y los tres ángeles. 1658-60. Alonso Cano
Óleo sobre lienzo. Medidas: 166 cm x 123 cm.
Museo del Prado. Madrid España.

Seis días antes de su muerte mandó abrir su sepultura. Muy pronto, atacado por la fiebre, comenzó a fatigarse aquejado de temperatura muy elevada. Como la enfermedad se agravaba de día en día, el sexto se hizo llevar por sus discípulos al oratorio, y allí se preparó para la muerte con la recepción del Cuerpo y la Sangre; de pie, con las manos elevadas al cielo y apoyando sus desfallecidos miembros en las manos de sus discípulos, exhaló el último aliento entre palabras de oración. Conviene hacer notar que, aquel mismo día, dos de sus discípulos, uno que vivía en el monasterio y otro que se hallaba lejos, tuvieron una misma e idéntica revelación. Vieron, en efecto, un camino alfombrado de tapices y resplandeciente de innumerables lámparas, que partiendo de su celda y en dirección al oriente, llegaba hasta el cielo. En su cima le asistía un varón de aspecto venerable y radiante de luz, que les preguntó si sabían qué camino era aquelque estaban contemplando. Ellos le contestaron que lo ignoraban. Él les respondió: «Este es el camino por el cual Benito, el amado del Señor, ha subido al cielo».

Hasta aquí son palabras de san Gregorio Magno, en su Libro de los Diálogos. Se leen hoy en todos los monasterios benedictinos, pues el 21 de marzo celebramos la muerte de san Benito, es decir, su Tránsito a la vida eterna. A tal efecto, hemos seleccionado una obra de la pintura barroca española: la visión de san Benito del globo y los tres ángeles. Poco antes de su muerte, vio san Benito reducido todo el mundo a un rayo de luz, y en este revelación le mostró el Creador del Universo el misterio de su trascendencia.

Esta obra denota las influencias venecianas asimiladas en la corte por Alonso Cano, que construye un cuadro en el que existe una magnífica valoración de la materia pictórica y en el que el color se resuelve a base de tonos cálidos para transmitir la experiencia de la visión. Como instrumento expresivo llega a alterar la ortodoxia anatómica, como se aprecia en los larguísimos dedos del santo, realizados con una gran economía de medios. Pero al mismo tiempo, en el fino y seguro modelado del rostro nos demuestra que es uno de los pintores de su época con un sentido del dibujo más poderoso.

lunes, 11 de julio de 2016

Alonso Cano. Visión de san Benito

Visión de San Benito del globo y los tres ángeles. 1658-60. Alonso Cano
Óleo sobre lienzo. Medidas: 166 cm x 123 cm.
Museo del Prado. Madrid España.

Seis días antes de su muerte mandó abrir su sepultura. Muy pronto, atacado por la fiebre, comenzó a fatigarse aquejado de temperatura muy elevada. Como la enfermedad se agravaba de día en día, el sexto se hizo llevar por sus discípulos al oratorio, y allí se preparó para la muerte con la recepción del Cuerpo y la Sangre; de pie, con las manos elevadas al cielo y apoyando sus desfallecidos miembros en las manos de sus discípulos, exhaló el último aliento entre palabras de oración. Conviene hacer notar que, aquel mismo día, dos de sus discípulos, uno que vivía en el monasterio y otro que se hallaba lejos, tuvieron una misma e idéntica revelación. Vieron, en efecto, un camino alfombrado de tapices y resplandeciente de innumerables lámparas, que partiendo de su celda y en dirección al oriente, llegaba hasta el cielo. En su cima le asistía un varón de aspecto venerable y radiante de luz, que les preguntó si sabían qué camino era aquelque estaban contemplando. Ellos le contestaron que lo ignoraban. Él les respondió: «Este es el camino por el cual Benito, el amado del Señor, ha subido al cielo».

Hasta aquí son palabras de san Gregorio Magno, en su Libro de los Diálogos. Las recordamos en el día en el que celebramos la solemnidad de san Benito. A tal efecto, hemos seleccionado una obra de la pintura barroca española: la visión de san Benito del globo y los tres ángeles. Poco antes de su muerte, vio san Benito reducido todo el mundo a un rayo de luz, y en este revelación le mostró el Creador del Universo el misterio de su trascendencia.

Esta obra denota las influencias venecianas asimiladas en la corte por Alonso Cano, que construye un cuadro en el que existe una magnífica valoración de la materia pictórica y en el que el color se resuelve a base de tonos cálidos para transmitir la experiencia de la visión. Como instrumento expresivo llega a alterar la ortodoxia anatómica, como se aprecia en los larguísimos dedos del santo, realizados con una gran economía de medios. Pero al mismo tiempo, en el fino y seguro modelado del rostro nos demuestra que es uno de los pintores de su época con un sentido del dibujo más poderoso.

miércoles, 30 de septiembre de 2015

Alonso Cano. San Jerónimo penitente

San Jerónimo penitente. 1660. Alonso Cano
 Óleo sobre lienzo. Medidas: 177 cm x 209 cm.
Museo del Prado. Madrid. España

Celebramos hoy la memoria de san Jerónimo, uno de los santos padres de la Iglesia latina. Eusebio Hierónimo de Estridón o (340–420) tradujo la Biblia del griego y el hebreo al latín. Fue un célebre estudioso del latín en una época en la que eso implicaba dominar el griego. Sabía algo de hebreo cuando comenzó su proyecto de traducción, pero se mudó a Belén para perfeccionar sus conocimientos del idioma. Comenzó la traducción en el año 382 corrigiendo la versión latina existente del Nuevo Testamento. Aproximadamente en el año 390 pasó al Antiguo Testamento en hebreo. Completó su obra en el año 405. Si Agustín de Hipona merece ser llamado el padre de la teología latina, Jerónimo lo es de la exégesis bíblica. Con sus obras, resultantes de su notable erudición, ejerció un influjo duradero en la forma de traducción e interpretación de las Sagradas Escrituras y en el uso del latín como medio de comunicación en la historia de la Iglesia.

Se le suele representar en forma de penitente, haciendo referencia a su retiro en Belén para preparar la traducción de la Biblia. Es así como lo representa el lienzo que contemplamos de Alonso Cano. San Jerónimo meditaba en su retiro cuando se le apareció un ángel tocando la trompeta del Juicio Final. Se trata de un tema muy querido por los artistas del siglo XVII y Alonso Cano lo aprovecha para demostrarnos su domino de la descripción anatómica a través del escorzo del ángel, y su interés por el paisaje, que se abre, colorista y luminoso, en la parte izquierda.

sábado, 13 de junio de 2015

San Antonio


Visión de San Antonio de Padua, 1660-1662, Obra de Alonso Cano.  
Óleo sobre lienzo, 136 x 111 cm. 
Convento del Ángel Custodio, Granada. España

Hoy celebra la Iglesia a san Antonio, que nació en Lisboa (Portugal) en 1195 y murió en Pádua (Italia) en 1231, de allí que lo llamen de Antonio de Pádua o de Lisboa. En su bautizo recibió el nombre de Fernando de Bulhoes y Tavieira de Azevedo. Joven, ingresó en la Orden de los Conegos Regulares Agustinos e hizo sus estudios superiores: Derecho Canónico, Ciencias, Filosofía y Teología en el Monasterio de Santa Cruz de Coimbra. Conoció los cinco monjes franciscanos (Bernardo de Corbio, Pedro de S. Germiniano, Otao, Adjuto y Acurcio). Instalados en el Convento de Santo Antao, en los Olivares, cerca de Coimbra, los cuales partieron en misión para Marruecos. En 1219/20 Fernando es ordenado sacerdote.

Ese mismo año llegan a Coimbra las reliquias do los Santos Mártires de Marruecos. Fernando cambia el hábito de Conónigo de San Agustín por el de fraile franciscano, toma entonces el nombre de Antonio, recordando al patriarca de los monjes egipcios y porque a él estaba dedicada la casa de los frailes menores a la cual ingresaba.

Embarcó para evangelizar los moros en Marruecos pero, llegando allá, una enfermedad lo obligó a regresar a Portugal, en el viaje de regreso una tempestad llevó el barco hasta Sicilia, donde se quedó en el convento franciscano de Messina y se dirigió rumbo a Asís, con el fin de asistir al Capitulo General de la Orden, del que forma parte San Francisco, el santo fundador de la orden. De allí, se retiró para Eremitorio del Monte-Paulo, un pequeño convento de la Romaña italiana. El 19 de marzo de 1222, en un acto de ordenación, pronuncia un sermón memorable y se revela un gran orador sagrado.

Es consignado al oficio de orador el cual ejerce en la Romaña, contra las herejías de los Cataros, Patarinos y Valdenses. A finales de 1223 San Francisco lo designa como Lector de Teología en Boloña. En 1224 es enviado a Francia, para luchar contra las herejías de los Albigenses. Actúa, primero en Montpellier. Después del Pentecostés, pregona en Tolosa. En septiembre de 1225 es nombrado Guardián del Convento de Puy-en-Velay. En 1226 es elegido por los frailes, Custodio de la Provincia de Limoges. En ese mismo año muere San Francisco. En 1227 pregona en Rimini. En 1231 hace notables y concurridísimos sermones de la Cuaresma. 

Después de la Pascua de 1231, Antonio se retiró a la localidad de Camposampiero, pero decidió retornar a Padua poco después. Ya en las proximidades de Padua, se detuvo en el convento de Arcella donde murió prematuramente cuando todavía no alcanzaba la edad de treinta y seis años. Es solemnemente canonizado el 30 de mayo (fiesta del Espíritu Santo), por el Papa Gregorio IX, en la catedral de Epoleto.

Iconográficamente san Antonio es representado como un joven imberbe con amplia tonsura monacal; es representado con el hábito de su Orden Franciscana, (de color marrón, pero también puede ser grisaceo, como vistieron algunas  comunidades franciscanas hasta finales del siglo XVIII y XIX), en algunos casos puede llevar capa corta. El hábito es cinturado con un cordón con los tres nudos que simbolizan la consagración a Dios como religioso franciscano, por los votos de obediencia, pobreza y castidad, del cual por lo general, penden unos rosarios. El Santo calza sandalias.

El santo en pié o de rosillas aparece con el Niño Jesús, el cual puede estar en pié o sentado sobre él o sobre un libro. Entre los elementos iconográficos más usuales de San Antonio podemos mencionar: El Niño Jesús, el libro, la Cruz, los Lirios y el Pan, en la pintura se pueden encontrar representaciones de San Antonio y sus milagros como por ejemplo: Los Peces escuchando el Sermón, el Burro arrodillado ante la hostia y como en el caso que nos ocupa, San Antonio y la Virgen María.

miércoles, 15 de octubre de 2014

Alonso Cano. Aparición de Cristo crucificado a santa Teresa de Jesús

Aparición de Cristo crucificado a santa Teresa de Jesús. 1629. Alonso Cano
Óleo sobre lienzo. Medidas: 99 cm x 43 cm.
Museo del Prado. Madrid. España

Celebramos con gran gozo la fiesta de santa Teresa de Jesús, cuyo quinto centenario del nacimiento se celebrará el año próximo. Hemos escogido uno de los dos lienzos de Alonso Cano, junto con la Aparición de Cristo Salvador a santa Teresa de Jesús, que representan dos aspectos de la personalidad de la santa. Uno de ellos alude a su actividad como escritora, lo que a su vez se relaciona con su condición de fundadora, y le valió el título de Doctora de la Iglesia (1970). La vemos sentada ante una mesa en la que hay un libro y un tintero, en actitud de escribir, mientras recibe la inspiración de la imagen de Cristo crucificado.

De su relación con Dios a través de la Sacratísima Humanidad de Jesús, escribió la santa en el capítulo 22 del Libro de su Vida, el texto que leemos hoy en el Oficio de Vigilias, y que dice así:

Con tan buen amigo presente —nuestro Señor Jesucristo—, con tan buen capitán, que se puso en lo primero en el padecer, todo se puede sufrir. El ayuda y da esfuerzo, nunca falla, es amigo verdadero. Y veo yo claro, y he visto después, que para contentar a Dios y que nos haga grandes mercedes quiere que sea por manos de esta Humanidad sacratísima, en quien dijo su Majestad se deleita.

Muy muchas veces lo he visto por experiencia; hámelo dicho el Señor. He visto claro que por esta puerta hemos de entrar, si queremos nos muestre la soberana Majestad grandes secretos. Así que no queramos otro camino, aunque estemos en la cumbre de contemplación; por aquí vamos seguros. Este Señor nuestro es por quien nos vienen todos los bienes. El lo enseñará; mirando su vida, es el mejor dechado.

¿Qué más queremos que un tan buen amigo al lado, que no nos dejará en los trabajos y tribulaciones, como hacen los del mundo? Bienaventurado quien de verdad le amare y siempre le trajere cabe de sí. Miremos al glorioso san Pablo, que no parece se le caía de la boca siempre Jesús, como quien le tenía bien en el corazón. Yo he mirado con cuidado, después que esto he entendido, de algunos santos, grandes contemplativos, y no iban por otro camino: san Francisco, san Antonio de Padua, san Bernardo, santa Catalina de Siena.

Con libertad se ha de andar en este camino, puestos en las manos de Dios; si su Majestad nos quisiere subir a ser de los de su cámara y secreto, ir de buena gana.

Siempre que se piense de Cristo, nos acordemos del amor con que nos hizo tantas mercedes y cuán grande nos le mostró Dios en darnos tal prenda del que nos tiene: que amor saca amor. Procuremos ir mirando esto siempre y despertándonos para amar, porque, si una vez nos hace el Señor merced que se nos imprima en el corazón este amor, sernos ha todo fácil, y obraremos` muy en breve y muy sin trabajo.

domingo, 7 de septiembre de 2014

Alonso Cano. Cristo bendiciendo la Hostia

Cristo bendiciendo la Hostia. 1635. Alonso Cano
Óleo sobre tabla. Medidas: 95 cm. x 44 cm.
Museo de Arte de San Diego

El domingo es el día de nuestro encuentro con Cristo Resucitado. La Eucaristía constituye, desde el origen mismo del Cristianismo, la forma en la que los creyentes celebraban su encuentro real con Cristo resucitado, que se nos da bajo las especies de pan y de vino. Tras la crisis protestante, la Iglesia buscó fortalecer esta convicción. Prueba de ella es la obra que hoy contemplamos de Alonso Cano.

Aparece Cristo es un escorzo, portando en la mano los signos de la Eucaristía: el cáliz y la sagrada forma. De esta manera, se realza también el papel de sacerdote ministerial, defendido en Trento como la persona que hace las veces de Cristo en medio de la comunidad.

miércoles, 20 de agosto de 2014

Alonso Cano. San Bernardo y la Virgen

San Bernardo y la Virgen. XVII. Alonso Cano
Óleo sobre lienzo. Medidas: 267 cm. x 185 cm.
Museo del Prado. Madrid.

En estos días, en los que estamos recordando la gloriosa Asunción de Nuestra Señora, nos sale al encuentro la memoria de un santo monje, célebre por su devoción mariana: san Bernardo de Claraval. Tal vez fue el hombre más influyente de la Cristiandad de su época; sin duda renovó el monacato benedictino en la nueva espiritualidad cisterciense; pero, también, nos dejó célebres páginas en las que cantó las maravillas que Dios hizo en María. Sería, como se ha dicho en repetidas ocasiones, el juglar de la Virgen.

La obra que hoy contemplamos es típica de la iconografía de san Bernardo: la lactación por parte de la Virgen. La pintura relata el momento en que el santo recibe un chorro de leche de una estatua de la Virgen con el Niño, situada en un altar, mientras un cardenal contempla el milagro con las manos unidas en oración. La fuente de esta iconografía procede del importante Comentario del Santo al Cantar de los Cantares, uno de cuyos versos habla de las dulzuras del pecho de la esposa. Interpretado místicamente, lleva a esta relación tan especial entre el santo y la Santísima Virgen, de quien habría recibido el conocimiento de los misterios espirituales.

En la pintura se conjuga un sentido monumental de las formas con un tratamiento muy delicado del color, características que adquiere el arte de Cano tras su conocimiento de las Colecciones Reales. Probablemente se trata de una obra que se cita en el retablo de los Capuchinos de Toledo y que, en consecuencia, es realizada por Alonso Cano en cualquiera de sus dos largas estancias en la corte.

viernes, 11 de abril de 2014

Alonso Cano. La Crucifixión

La Crucifixión. Segundo tercio s. XVII. Alonso Cano
Óleo sobre lienzo. Medidas: 130cm x 96cm.
Museo del Prado. Madrid. España

El viernes quinto de Cuaresma se ha venido llamando, tradicionalmente, viernes de dolores. Contemplamos el misterio de Cristo muerto sobre la cruz, dándonos la vida, en medio de terribles sufrimientos, pero con un inmenso amor por cada uno de nosotros, que debiera conmovernos hasta lo más íntimo.

Para contemplar silenciosos esta escena central de nuestra fe, recurrimos a un autor del barroco español, Alonso Cano, de profundad religiosidad, que centra nuestra atención sobre el misterio, aislándolo de la historia efectiva y del resto de sus personajes. Un cuadro, pues, destinado a la oración y a la devoción. La representación de Cristo crucificado está situada en un paisaje, donde la presencia de unos árboles es el único elemento escenográfico. Pueden venir referidos a las palabras de Cristo: Si esto hacen con el leño verde, ¿qué será del seco? Ambos árboles, el de la Cruz y el del Paraíso, encierran en sí la historia de la humanidad, hecha de tentación y pecado, pero creada y redimida por el mismo Dios.

Alonso Cano realizó varios cuadros similares a éste a lo largo de su vida, todos ellos relacionados con la profunda religiosidad imperante en la pintura barroca española y con la intensa presencia de aspectos devocionales en la sociedad de la época.

La combinación de elementos profundamente dramáticos, como la luz roja del atardecer sobre la que contrasta el cuerpo desnudo de Jesús, con otros más clásicos, como la serenidad de la expresión de Cristo, convirtieron a estas imágenes en uno de los ejemplos más estimados de la producción de Cano, en los que aunaba con gran maestría la natural elegancia de su estilo con una intensa tensión emocional.

viernes, 21 de marzo de 2014

Alonso Cano. Visión de san Benito

Visión de San Benito del globo y los tres ángeles. 1658-60. Alonso Cano
Óleo sobre lienzo. Medidas: 166 cm x 123 cm.
Museo del Prado. Madrid España.

Seis días antes de su muerte mandó abrir su sepultura. Muy pronto, atacado por la fiebre, comenzó a fatigarse aquejado de temperatura muy elevada. Como la enfermedad se agravaba de día en día, el sexto se hizo llevar por sus discípulos al oratorio, y allí se preparó para la muerte con la recepción del Cuerpo y la Sangre; de pie, con las manos elevadas al cielo y apoyando sus desfallecidos miembros en las manos de sus discípulos, exhaló el último aliento entre palabras de oración. Conviene hacer notar que, aquel mismo día, dos de sus discípulos, uno que vivía en el monasterio y otro que se hallaba lejos, tuvieron una misma e idéntica revelación. Vieron, en efecto, un camino alfombrado de tapices y resplandeciente de innumerables lámparas, que partiendo de su celda y en dirección al oriente, llegaba hasta el cielo. En su cima le asistía un varón de aspecto venerable y radiante de luz, que les preguntó si sabían qué camino era aquelque estaban contemplando. Ellos le contestaron que lo ignoraban. Él les respondió: «Este es el camino por el cual Benito, el amado del Señor, ha subido al cielo».

Hasta aquí son palabras de san Gregorio Magno, en su Libro de los Diálogos. Se leen hoy en todos los monasterios benedictinos, pues el 21 de marzo celebramos la muerte de san Benito, es decir, su Tránsito a la vida eterna. A tal efecto, hemos seleccionado una obra de la pintura barroca española: la visión de san Benito del globo y los tres ángeles. Poco antes de su muerte, vio san Benito reducido todo el mundo a un rayo de luz, y en este revelación le mostró el Creador del Universo el misterio de su trascendencia.

Esta obra denota las influencias venecianas asimiladas en la corte por Alonso Cano, que construye un cuadro en el que existe una magnífica valoración de la materia pictórica y en el que el color se resuelve a base de tonos cálidos para transmitir la experiencia de la visión. Como instrumento expresivo llega a alterar la ortodoxia anatómica, como se aprecia en los larguísimos dedos del santo, realizados con una gran economía de medios. Pero al mismo tiempo, en el fino y seguro modelado del rostro nos demuestra que es uno de los pintores de su época con un sentido del dibujo más poderoso.

lunes, 9 de septiembre de 2013

Alonso Cano. El milagro del pozo


El milagro del pozo. 1638. Alonso Cano
Óleo sobre lienzo. Medidas: 216cm x 149cm.
Museo del Prado. Madrid. España

En Castilla la Nueva, región de España, beata Toribia, llamada María de la Cabeza, esposa de san Isidro labrador, con quien llevó vida humilde y hacendosa (s. XII).

El Martirologio Romano nos da hoy a noticia de la memoria de santa María de la Cabeza, esposa de san Isidro. Su devoción en la ciudad de Madrid se remonta a la Alta Edad Media; se ha conservado hasta la actualidad con una sencillez similar a la que envolvió la entera existencia de la santa.

Esta devoción ha hecho que la iconografía del santo matrimonio sea abundante. Hemos escogido una obra de Alonso Cano, que tiene como tema el milagro del pozo: el hijo de los santos, tras caer a un pozo, es elevado hasta la superficie por las aguas que suben milagrosamente gracias a las oraciones de su padre, san Isidro, y su madre, Santa María de la Cabeza. 

Destaca Cano por sus pinceladas rápidas y por el uso de una gama cromática muy rica, asimilada durante su estudio en la corte de las pinturas de la escuela veneciana pertenecientes a las Colecciones Reales. 

Esta obra fue pintada para el altar mayor de la Iglesia de Santa María de la Almudena de Madrid, a expensas de la reina Isabel de Borbón, de donde pasará al Convento madrileño de las Bernardas del Santísimo Sacramento. 

jueves, 13 de junio de 2013

San Antonio


Visión de San Antonio de Padua, 1660-1662, Obra de Alonso Cano.  
Óleo sobre lienzo, 136 x 111 cm. 
Convento del Ángel Custodio, Granada. España

Hoy celebra la Iglesia a san Antonio, que nació en Lisboa (Portugal) en 1195 y murió en Pádua (Italia) en 1231, de allí que lo llamen de Antonio de Pádua o de Lisboa. En su bautizo recibió el nombre de Fernando de Bulhoes y Tavieira de Azevedo. Joven, ingresó en la Orden de los Conegos Regulares Agustinos e hizo sus estudios superiores: Derecho Canónico, Ciencias, Filosofía y Teología en el Monasterio de Santa Cruz de Coimbra.

Conoció los cinco monjes franciscanos (Bernardo de Corbio, Pedro de S. Germiniano, Otao, Adjuto y Acurcio). Instalados en el Convento de Santo Antao, en los Olivares, cerca de Coimbra, los cuales partieron en misión para Marruecos. En 1219/20 Fernando es ordenado sacerdote.

Ese mismo año llegan a Coimbra las reliquias do los Santos Mártires de Marruecos. Fernando cambia el hábito de Conónigo de San Agustín por el de fraile franciscano, toma entonces el nombre de Antonio, recordando al patriarca de los monjes egipcios y porque a él estaba dedicada la casa de los frailes menores a la cual ingresaba.

Embarcó para evangelizar los moros en Marruecos pero, llegando allá, una enfermedad lo obligó a regresar a Portugal, en el viaje de regreso una tempestad llevó el barco hasta Sicilia, donde se quedó en el convento franciscano de Messina y se dirigió rumbo a Asís, con el fin de asistir al Capitulo General de la Orden, del que forma parte San Francisco, el santo fundador de la orden. De allí, se retiró para Eremitorio del Monte-Paulo, un pequeño convento de la Romaña italiana. El 19 de marzo de 1222, en un acto de ordenación, pronuncia un sermón memorable y se revela un gran orador sagrado.

Es consignado al oficio de orador el cual ejerce en la Romaña, contra las herejías de los Cataros, Patarinos y Valdenses. A finales de 1223 San Francisco lo designa como Lector de Teología en Boloña. En 1224 es enviado a Francia, para luchar contra las herejías de los Albigenses. Actúa, primero en Montpellier. Después del Pentecostés, pregona en Tolosa. En septiembre de 1225 es nombrado Guardián del Convento de Puy-en-Velay. En 1226 es elegido por los frailes, Custodio de la Provincia de Limoges. En ese mismo año muere San Francisco. En 1227 pregona en Rimini. En 1231 hace notables y concurridísimos sermones de la Cuaresma. 

Después de la Pascua de 1231, Antonio se retiró a la localidad de Camposampiero, pero decidió retornar a Padua poco después. Ya en las proximidades de Padua, se detuvo en el convento de Arcella donde murió prematuramente cuando todavía no alcanzaba la edad de treinta y seis años.

Es solemnemente canonizado el 30 de mayo (fiesta del Espíritu Santo), por el Papa Gregorio IX, en la catedral de Epoleto.

Iconográficamente san Antonio es representado como un joven imberbe con amplia tonsura monacal; es representado con el hábito de su Orden Franciscana, (de color marrón, pero también puede ser grisaceo, como vistieron algunas  comunidades franciscanas hasta finales del siglo XVIII y XIX), en algunos casos puede llevar capa corta.

El hábito es cinturado con un cordón con los tres nudos que simbolizan la consagración a Dios como religioso franciscano, por los votos de obediencia, pobreza y castidad, del cual por lo general, penden unos rosarios. El Santo calza sandalias.

El santo en pié o de rosillas aparece con el Niño Jesús, el cual puede estar en pié o sentado sobre él o sobre un libro. 

Entre los elementos iconográficos más usuales de San Antonio podemos mencionar: El Niño Jesús, el libro, la Cruz, los Lirios y el Pan, en la pintura se pueden encontrar representaciones de San Antonio y sus milagros como por ejemplo: Los Peces escuchando el Sermón, el Burro arrodillado ante la hostia y como en el caso que nos ocupa, San Antonio y la Virgen María.




miércoles, 15 de mayo de 2013

San Isidro


El milagro del pozo, 1648. Obra de de Alonso Cano.
Óleo sobre lienzo,  216 x 149 cm
Museo del Prado, Madrid. España

Celebramos hoy un santo español y madrileño, San Isidro Labrador, patrono de Madrid. Nació en los alrededores de Madrid, hacia 1080 y murió en esta ciudad de Madrid en 1130. 

Aunque no se tienen demasiados datos biográficos sobre el santo, parece ser que vino al mundo en el seno de una familia muy humilde, poco antes de la reconquista de Madrid, en una casa situada donde en la actualidad se halla la calle de las Aguas. Quedó huérfano muy pronto, así que el joven Isidro se buscó el sustento con trabajos como el de pocero hasta que finalmente se empleó como labrador.

Cuando Alí, rey de Marruecos, atacó Madrid en 1110, Isidro se trasladó a Torrelaguna, donde continuó con el mismo género de vida, dedicada al trabajo y a la oración, que había llevado hasta el momento. Fue precisamente en la parroquia de esta localidad donde contrajo matrimonio con una joven llamada María, natural de Úceda, cuya dote matrimonial fue una heredad en su pueblo natal, lo que fue causa de que los esposos se establecieran allí para trabajar las tierras por cuenta propia.

Aunque Isidro era piadoso y devoto, su esposa no le iba a la zaga a este respecto, ni tampoco en cuanto a laboriosidad, todo lo cual hizo, según la leyenda, que se granjearan la predilección de Dios, que los benefició con su ayuda innumerables veces, como cuando salvó milagrosamente a su hijo único que había caído en un profundo pozo o cuando permitió a María pasar a pie enjuto sobre el río Jarama y así librarse de los infundios de infidelidad que contra ella lanzaban las gentes.

En 1119, Isidro volvió de nuevo a Madrid, y entró a trabajar como jornalero agricultor al servicio de un tal Juan de Vargas. Estableció su morada junto a la Iglesia de San Andrés, donde oía la misa del alba todas las mañanas y, luego, atravesaba el puente de Segovia, las tierras de su patrón estaban del otro lado del Manzanares, para aprestarse al duro trabajo de roturar la tierra con el arado. Se dice de él que daba cuanto tenía a los menesterosos.

Con el correr del tiempo decidieron los esposos separarse para llevar una vida de mayor santidad; marchó así Isidro a Madrid, mientras María quedaba en Caraquiz consagrada al cuidado de la ermita, la cual barría y aseaba diariamente, al tiempo que pedía limosna para costear el aceite que alumbraba la imagen. La separación duró hasta la última enfermedad del santo, cuando María tuvo noticia por un ángel de la muerte de su marido. Corrió presta a la Villa y no se separó del lado de su esposo hasta que éste exhaló su último aliento. Luego volvió a Caraquiz donde tras unos años murió

La escena del cuadro de hoy es un milagro de la vida de San Isidro Labrador (siglo XII), que representa el momento en el que su hijo, tras caer a un pozo, es elevado hasta la superficie por las aguas que suben milagrosamente gracias a las oraciones de su padre y su madre, Santa María de la Cabeza. 

Alonso Cano destaca por sus pinceladas rápidas y por el uso de una gama cromática muy rica, asimilada durante su estudio en la corte de las pinturas de la escuela veneciana pertenecientes a las Colecciones Reales. 

Esta obra fue pintada para el altar mayor de la Iglesia de Santa María de la Almudena de Madrid, a expensas de la reina Isabel de Borbón, de donde pasará al Convento madrileño de las Bernardas del Santísimo Sacramento. 

domingo, 28 de abril de 2013

La visión de San Juan Evangelista de Jerusalén


La visión de San Juan Evangelista de Jerusalén, 1636-37. Obra de Alonso Cano
Óleo sobre lienzo. 83 x 44 cm
Colleccion Wallace, Londres. Inglaterra

Estos domingos de pascua estamos leyendo el libro del Apocalipsis y hoy con la lectura de este texto (Ap 21, 1-5a) me ha venido a la memoria esta magnifica pintura del pintor sevillano Alonso cano.

Yo, Juan, vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra han pasado, y el mar ya no existe. Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo, enviada por Dios, arreglada como una novia que se adorna para su esposo.
Y escuché una voz potente que decía desde el trono: "Ésta es la morada de Dios con los hombres: acampará entre ellos. Ellos serán su pueblo, y Dios estará con ellos y será su Dios. Enjugará las lágrimas de sus ojos. Ya no habrá muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor. Porque el primer mundo ha pasado." Y el que estaba sentado en el trono dijo: "Todo lo hago nuevo."

Cada vez que el Templo de Jerusalén era destruido, para los autores judíos el misticismo del trono de Dios adquiría una nueva importancia. La réplica terrena de la Casa de Dios desaparecía, pero su arquetipo celestial era indestructible. Para los autores judíos, concretamente para Ezequiel, la Jerusalén celestial era eterna y volvería a tomar forma física en una ciudad terrena en el antiguo lugar sagrado y Dios moraría en medio de su pueblo en el mundo terreno. Esta nueva Jerusalén sería el paraíso terrenal: los que habitasen en ella gozarían de una intimidad perfecta con Dios; el pecado sería vencido y la muerte aniquilada en la victoria.” San Juan tenía una visión parecida, pero con una diferencia fundamental: una vez que se perdió el Arca de la Alianza, el debir del Templo de Jerusalén quedó vacío, pero Juan vio a Jesús, identificado con el mismo Dios, sentado en el trono celestial, por lo tanto, el evangelista describió su Nueva Jerusalén como hemos leido hoy en la liturgia.

Esta nueva Jerusalén, sin embargo, no era una simple ciudad en la que se erigiría un Templo para adorar a Dios, sino que la ciudad toda se había convertido en un Templo, al mismo tiempo que Dios era el Templo mismo, por lo que Juan explicó: “Pero Templo no vi en ella, pues el Señor, Dios todopoderoso, con el Cordero, era su templo.” Como en otras versiones proféticas, fue un ángel quien se encargó de mostrar a Juan la Ciudad Santa, uno “de los siete ángeles que tenían las siete copas, llenas de las siete últimas plagas”. 

El 23 de noviembre de 1635 Alonso Cano se compromete mediante escritura pública a realizar un retablo dedicado a San Juan Evangelista para la iglesia del convento de Santa Paula de Sevilla, perteneciente a religiosas jerónimas.  En esta obra resaltan más que en ningúna otra la expresividad y gracia de las manos de Cano, que aquí contribuyen decisivamente a la evocación de la escena. El ángel, de gran belleza y elegancia, es también un motivo predilecto del pintor, como se verá en algunas otras obras seleccionadas.

Aquí aparece un ángel agachado sobre San Juan, en un escorzo bien conseguido. Sus alas desplegadas y los extremos de su fina capa al viento crean un efecto especialmente barroco. La figura del evangelista, que porta una gruesa túnica blanca y una capa rosada, equilibra la composición, con una postura contrapuesta a la del ángel. El atrevido colorido del cuadro es también muy armónico, singular en la escuela española.

En los últimos años sevillanos el estilo de Alonso Cano es mucho más elegante. El ángel en concreto, parece no pertenecer a este mundo materia y es casi etereo. El color y la luz también han cambiado, distantes ya del tenebrismo inicial. Ahora se trata de luz natural, aunque sigue usando las sombras fuertes para acentuar los volúmenes. Los colores empleados, los malvas, azules, rosas, amarillos y verdes se armonizan delicadamente en una pincelada bastante más fluida. Anticipan la paleta y la técnica que Alonso Cano adoptará definitivamente en Madrid, influido por las obras de los venecianos.