miércoles, 24 de abril de 2013

El que cree en mí


Transfiguración de Cristo, ca. 1520. Obra de Gerard David
Óleo sobre tabla

este cuadro de Gerard David, puede ayudarnos a meditar sobre el texto de san Juan que hoy leemos en la liturgía (Jn 12, 44-50)

El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me ha enviado. Y el que me ve a mí ve al que me ha enviado. Yo he venido al mundo como luz, y así, el que cree en mí no quedará en tinieblas.
Al que oiga mis palabras y no las cumpla yo no lo juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo. El que me rechaza y no acepta mis palabras tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he pronunciado, ésa lo juzgará en el último día. Porque yo no he hablado por cuenta mía; el Padre que me envió es quien me ha ordenado lo que he de decir y cómo he de hablar. Y sé que su mandato es vida eterna. Por tanto, lo que yo hablo lo hablo como me ha encargado el Padre.

Él habla del Padre, manifestando así su quénosis, es decir su anonadamiento, sin dejar por eso de reconocer que, quien a Él lo ve, ha visto al Padre porque el es Dios. Él es la luz que ilumina toda tiniebla, de la misma manera que se manifestó en el Tabor, anticipando su gloria a los discípulos. Él es el salvador del mundo, lleno de misericordia que no viene a juzgar sino a perdonar y rescatar al hombre de su pecado.

La Palabra de Dios será el juez de aquellos que no han cumplido lo escuchado y no han sido consecuentes con lo creído. Ahí estará nuestra condenación o salvación. ¿Creemos en el Hijo de Dios?

El cuadro refleja no solo el momento de la transfiguración sino que, en el se manifiesta claramente que es el Padre quien envía al Hijo y éste quien manifiesta al Hijo. la escena está contextualizada en un paisaje concreto como si quisiera entrar dentro de una historia que transciende el tiempo mismo. Un momento determinado que cada uno podemos hacer nuestro y entrar dentro de la escena. Un momento sereno en lo que conlleva la tremenda manifestación en la que casi podemos escuchar las mismas palabras de Jesús que hemos leído arriba. Un momento casi infinito que se extiende por el paisaje que se pierde a la vista como si quisiese éste transcender la materialidad terrena, agitada y sorprendente para el hombre que contempla la teofanía y que en la figura de los discípulos se maravilla y sorprende. Una, única y personal relación humana de Cristo y con Cristo, al que vemos que, tras la  manifestación, trata con los discípulos de manera directa. Con ellos habla y se sienta y los enseña a la derecha de la escena. Como a ellos también a nosotros nos dice, El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me ha enviado

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