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domingo, 20 de enero de 2019

Gerard David. Las bodas de Caná

Las bodas de Cana, 1511. Gérard David

"Por aquel tiempo se celebraba una boda en Caná de Galilea, cerca de Nazaret, y estaba allí la madre de Jesús. Fue invitado también a la boda Jesús con sus discípulos. Y, como faltara el vino, le dice a Jesús su madre: «No tienen vino». Jesús le responde: «Mujer, ¿qué nos va a mí y a ti? Todavía no ha llegado mi hora». Dice su madre a los sirvientes: «Haced lo que él os diga». Había allí seis tinajas de piedra, puestas para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una. Les dice Jesús: «Llenad las tinajas de agua». Y las llenaron hasta arriba. «Sacadlo ahora, les dice, y llevadlo al maestresala». Ellos se lo llevaron. Cuando el maestresala probó el agua convertida en vino, como ignoraba de dónde venía (los sirvientes, que habían sacado el agua, sí lo sabían), llama al novio y le dice: «Todos sirven primero el vino bueno y cuando ya todos están bebidos, el inferior. Pero tú has guardado el vino bueno hasta ahora». Así, en Caná de Galilea, dio Jesús comienzo a sus signos. Y manifestó su gloria, y creyeron en él sus discípulos. Después bajó a Cafarnaúm con su madre, sus hermanos y sus discípulos, pero no se quedaron allí muchos días. Se acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén."

El estilo de David en esta pintura está mucho más próximo a la tradición flamenca que en otras obras, más cercanas a los planteamientos del Renacimiento italiano. David nos muestra el banquete de las bodas de Caná como una escena cotidiana de la realidad de los Países Bajos. Los invitados visten según la moda de los países bajos en esos momento,  las vajillas y manjares servidos, así como la arquitectura de la ciudad que se observa a través de la galería, son los mismos que David disfrutaba en Brujas, cuando pintó este cuadro. Los donantes del cuadro aparecen también como invitados al banquete, arrodillados en los extremos de la composición pero perfectamente integrados en el espacio y en el ambiente. El colorido y la minuciosidad del detalle son extraordinarios, de lo mejor de la producción de David.

domingo, 18 de diciembre de 2016

Gerard David. Navidad

Navidad, 1480. Gerard David
Óleo sobre tabla, Medidas: 47 x 34 cm
Museo Metropolitano de Arte. Nueva York

El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: «José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.»
Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por el Profeta: «Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Enmanuel, que significa "Dios-con-nosotros".» Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y se llevó a casa a su mujer.

Leemos en el Evangelio de hoy el comienzo relato de san Mateo del Nacimiento de Cristo. José es el protagonista, a quien se dirige el mensaje del ángel para que acoja a María, que ya está embarazada. Hemos escogido una bella tabla flamenca, en la que aparece precisamente José en el momento del nacimiento, encuadrado en una arquitectura abierta que permite ver el paisaje. José aparece representado con un rostro sereno, como si estuviese embargado en la oración. Dos pequeños ángeles adoran al Niño, y los pastores se asoman curiosos a la escena.

sábado, 21 de mayo de 2016

Gerard David. Santa Ana, la Virgen y el Niño

Santa Ana, la Virgen y el Niño,1500-1520. Gerad David
Óleo sobre tabla, 232 cm x 96 cm
Galería Nacional de Arte. Washington

Veneramos este sábado a la gloriosa Virgen maría, de quien nos vino la salvación. Contemplamos, pues, esta hermosa tabla en la que aparecen el Niño Jesús en brazos de su madre, a su vez sentada sobre santa Ana, abuela del Señor, en un trono adornado con un rico dosel y alfombra.

Todo lo que se conoce sobre santa Ana está basado en los Evangelios apócrifos. Según estos, santa Ana era natural de Belén. Sus padres eran Mathan y Emerenciana. Descendía del rey David y de Leví (casta sacerdotal). Según el Protoevangelio de Santiago, Joaquín y Ana eran una pareja acomodada, pero estéril. Joaquín fue rechazado al llevar su ofrenda al templo por no tener descendencia. Apenado, Joaquín no volvió a su casa, sino que se dirigió a una montaña, donde rogó a Dios que le diera un hijo ayunando durante 40 días y 40 noches; Ana, mientras tanto, lloraba su dolor. Entonces un ángel se les apareció simultáneamente, anunciando que sus ruegos habían sido escuchados y que concebirían un hijo.

Ana prometió dedicar al niño al servicio de Dios y cumplidos los nueve meses dio a luz a una niña a la que llamó María. Al cumplir los tres años, Joaquín y Ana llevaron a María al templo para consagrarla a Dios como habían prometido. María vivió en el templo hasta que cumplió los 12 años, edad en la que fue entregada a José como esposa.

viernes, 18 de diciembre de 2015

Gerard David. Navidad

Navidad, 1480. Gerard David
Óleo sobre tabla, Medidas: 47 x 34 cm
Museo Metropolitano de Arte. Nueva York

El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: «José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.»
Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por el Profeta: «Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Enmanuel, que significa "Dios-con-nosotros".» Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y se llevó a casa a su mujer.

Leemos en el Evangelio de hoy el comienzo relato de san Mateo del Nacimiento de Cristo. José es el protagonista, a quien se dirige el mensaje del ángel para que acoja a María, que ya está embarazada. Hemos escogido una bella tabla flamenca, en la que aparece precisamente José en el momento del nacimiento, encuadrado en una arquitectura abierta que permite ver el paisaje. José aparece representado con un rostro sereno, como si estuviese embargado en la oración. Dos pequeños ángeles adoran al Niño, y los pastores se asoman curiosos a la escena.

martes, 19 de mayo de 2015

Gerard David. Crucifixión

Crucifixión. 1475. Gerard David
Óleo sobre tabla. Medidas: 88 cm x 56 cm.
Museo Thyssen. Madrid

Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique y, por el poder que tú le has dado sobre toda carne, dé la vida eterna a los que le confiaste. Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo.

Leemos en estos últimos días de Pascua el discurso de la despedida de Jesús, del Evangelio según san Juan. Jesús pide al Padre que lo glorifique. En este Evangelio, el momento de la glorificación del Hijo de Dios es, paradójicamente, el de su Crucifixión. allí alcanza su mayor expresión el amor de Dios hacia los hombres, estableciéndose en su sangre la nueva y eterna alianza.

Por eso, hemos traído a nuestra contemplación una tabla flamenca de Gerard David, que nos muestra la Crucifixión. En su etapa inicial, David siguió a artistas de Haarlem como Dirk Bouts, Ouwater y Geertgen tot Sint Jans, aunque ya había evidenciado su poder superior como colorista. A esta primera época pertenece esta Crucifixión. En Brujas estudió y copió obras maestras de los hermanos Hubert y Jan van Eyck, Rogier van der Weyden, y Hugo van der Goes. Aquí cayó directamente bajo la influencia de Memling, el maestro a quien siguió más de cerca. Fue de él de quien David adquirió una solemnidad de tratamiento, mayor realismo en la representación de la forma humana y un arreglo ordenado de las figuras.

domingo, 1 de febrero de 2015

Gerard David. Cristo bendiciendo

Cristo bendiciendo, 1505. Gerard David
Óleo sobre tabla, Medidas: 9 x 6 cm
Museo Metropolitano de Arte. Nueva York

Estaba precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo, y se puso a gritar: «¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios.»

Los espíritus inmundos reconocen en Jesús la presencia de Dios: éste es el tema central del Evangelio según san Marcos que leemos en la liturgia este domingo. En Jesucristo se hace presente en el mundo la fuerza salvadora de Dios, que destruye el poder del mal. Su gesto, su bendición, su existencia entera reportan a la creación la esperanza de un futuro en Dios.

En esta adaptación del arte bizantino tardío, encontramos a Cristo como un icono, con la mano izquierda apoyada en el alféizar ficticio del marco. David se centró en la humanidad de Cristo, y la frescura de la observación evidente en su fisonomía y en la delicada articulación de las manos se basa en estudios de la vida. Podría relacionarse por su tamaño y lo meticuloso del dibujo con la iluminación de un manuscrito.

miércoles, 24 de abril de 2013

El que cree en mí


Transfiguración de Cristo, ca. 1520. Obra de Gerard David
Óleo sobre tabla

este cuadro de Gerard David, puede ayudarnos a meditar sobre el texto de san Juan que hoy leemos en la liturgía (Jn 12, 44-50)

El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me ha enviado. Y el que me ve a mí ve al que me ha enviado. Yo he venido al mundo como luz, y así, el que cree en mí no quedará en tinieblas.
Al que oiga mis palabras y no las cumpla yo no lo juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo. El que me rechaza y no acepta mis palabras tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he pronunciado, ésa lo juzgará en el último día. Porque yo no he hablado por cuenta mía; el Padre que me envió es quien me ha ordenado lo que he de decir y cómo he de hablar. Y sé que su mandato es vida eterna. Por tanto, lo que yo hablo lo hablo como me ha encargado el Padre.

Él habla del Padre, manifestando así su quénosis, es decir su anonadamiento, sin dejar por eso de reconocer que, quien a Él lo ve, ha visto al Padre porque el es Dios. Él es la luz que ilumina toda tiniebla, de la misma manera que se manifestó en el Tabor, anticipando su gloria a los discípulos. Él es el salvador del mundo, lleno de misericordia que no viene a juzgar sino a perdonar y rescatar al hombre de su pecado.

La Palabra de Dios será el juez de aquellos que no han cumplido lo escuchado y no han sido consecuentes con lo creído. Ahí estará nuestra condenación o salvación. ¿Creemos en el Hijo de Dios?

El cuadro refleja no solo el momento de la transfiguración sino que, en el se manifiesta claramente que es el Padre quien envía al Hijo y éste quien manifiesta al Hijo. la escena está contextualizada en un paisaje concreto como si quisiera entrar dentro de una historia que transciende el tiempo mismo. Un momento determinado que cada uno podemos hacer nuestro y entrar dentro de la escena. Un momento sereno en lo que conlleva la tremenda manifestación en la que casi podemos escuchar las mismas palabras de Jesús que hemos leído arriba. Un momento casi infinito que se extiende por el paisaje que se pierde a la vista como si quisiese éste transcender la materialidad terrena, agitada y sorprendente para el hombre que contempla la teofanía y que en la figura de los discípulos se maravilla y sorprende. Una, única y personal relación humana de Cristo y con Cristo, al que vemos que, tras la  manifestación, trata con los discípulos de manera directa. Con ellos habla y se sienta y los enseña a la derecha de la escena. Como a ellos también a nosotros nos dice, El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me ha enviado