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jueves, 2 de julio de 2015

Orrente. Sacrificio de Isaac

Sacrificio de Isaac. 1616. Pedro de Orrente
Óleo sobre lienzo. Medidas: 133cm x 167cm.
Museo de Bellas Artes. Bilbao

Leemos hoy la escena del Sacrificio de Isaac, en la que Dios pone a prueba la fe de Abraham mediante la prueba de la ofrenda de su propio hijo. Contemplamos la escena en la versión de Pedro de Orrente (1580-1645), pintor barroco natural de Murcia pero formado en Toledo. Completó su formación en Italia con Leandro Bassano, cuya influencia se advierte inequívocamente en su obra junto con la de otros maestros italianos, lo que unido a sus constantes desplazamientos dentro de la península hace de Orrente un artista clave en la formación y difusión del naturalismo tanto en Castilla como en Valencia.

Orrente ha sido conocido como el «Bassano español». Ya en la colección de Carlos I de Inglaterra una de sus obras, una escena pastoril, aparecía asignada al «español que fue imitador del estilo del Bassan». Cincuenta años después de su muerte José García Hidalgo todavía le recordaba entre los grandes pintores como segundo Bassano y en mediocres versos aconsejaba al principiante en pintura ... de Velázquez, Murillo, y de Carreño / aprende colorido y historiado (.../...) De Orrente los ganados, y pastores.

El conocimiento de la obra de los Bassano en Toledo, donde sus cuadros eran copiados por Sánchez Cotán y citados con respeto por El Greco, hubo de influir sin duda en su determinación de marchar a Venecia, donde se encontraba en 1605. La influencia de los Bassano, y en particular de Leandro, resulta evidente no sólo en aspectos formales de su pintura sino, y sobre todo, en la configuración de uno de los aspectos fundamentales de su producción artística: la transformación, con sentido comercial, de los temas bíblicos, en especial los tomados del Antiguo Testamento, en escenas de género de ambiente pastoril.

viernes, 10 de octubre de 2014

Alonso Berruguete. El sacrificio de Isaac

Sacrifico de Isaac. 1526-1532. Alonso Berruguete
Madera tallad ay policromada. Medidas: 89 cm x 46 cm. x 32 cm.
Museo Nacional de Escultura. Valladolid

Comprended de una vez que hijos de Abrahán son los hombres de fe. Además, la Escritura, previendo que Dios justificaría a los gentiles por la fe, le adelantó a Abrahán la buena noticia: «Por ti serán benditas todas las naciones.» As! que son los hombres de fe los que reciben la bendición con Abrahán, el fiel. 

Leemos hoy este fragmento de la Carta a los Gálatas, en el cual la figura de Abrahán se convierte en el principal argumento del apóstol para afirmar la superioridad de la fe en Jesucristo sobre la justificación que procede de cumplir la Ley de Moisés.

La fe de Abraham es prototipo de la fe de todos los creyentes. Abrahán creyó el mensaje de los ángeles, que le anunciaron una numerosa descendencia, cuando ya era anciano. Pero el momento más dramático fue cuando el Señor lo puso a prueba, exigiendo el sacrificio de su único hijo Isaac.

Con impresionante dramatismo lo talló Berruguete en su célebre talla, destinada al retablo de San Benito el Real de Valladolid, que hoy contemplamos. Abraham dirige una angustiosa mirada al cielo, mientras sujeta por el cabello a su hijo, que tiene las manos atadas.

jueves, 4 de julio de 2013

El sacrificio de Isaac


El sacrificio de Isaac, 1603. Obra de Caravaggio
Óleo sobre lienzo,104 cm × 135 cm
Galería Uffizi, Florencia, Italia

Hoy la liturgia nos presenta el sacrificio de Isaac, (Génesis 22, 1-19) vemos como Dios ha sido fiel a su promesa concediendo a Abrahán un hijo de Sara. Ahora es Abrahán quien debe mostrar su fidelidad a Dios, estando dispuesto a sacrificar al hijo, como reconocimiento de que éste pertenece a Dios. El mandato divino parece un contrasentido: Abrahán ya había perdido a Ismael al marchar Agar de su lado; ahora se le pide la inmolación del hijo que le queda. Desprenderse del hijo significaba desprenderse incluso del cumplimiento de la promesa que veía realizado en Isaac. A pesar de todo, Abrahán obedece. Como última purificación de su fe se le pide al que había recibido la promesa que sacrifique al hijo que Dios le ha dado. Su fe no vacila: “Dios proveerá el cordero para el sacrificio” (Gn 22,8). Así, el padre de los creyentes se hace semejante al Padre que no perdonará a su Hijo, sino que lo entregará por todos nosotros (cfr Rm 8,32).

A Dios le basta ver la intención sincera de Abrahán de cumplir lo que se le pedía  Con ello es ya como si lo hubiera realizado. Si el detener la mano de Abrahán representaba ya una manifestación del amor de Dios, mayor aún es esa manifestación cuando permite la muerte de Jesús como sacrificio expiatorio por todos los hombres. 

En aquel carnero que Dios pone a disposición de Abrahán (vv. 13-14) vieron algunos Padres de la Iglesia una representación anticipada de Jesucristo, en cuanto que, como Cristo, aquel cordero fue inmolado para salvar al hombre. En este sentido escribía San Ambrosio: «¿A quién representa el carnero, sino a aquél de quien está escrito: “Exaltó el cuerno de su pueblo” (Sal 148,14)? (...) Cristo: Él es a quien vio Abrahán en aquel sacrificio, y su pasión lo que contempló. Así pues el mismo Señor dijo de él: “Abrahán quiso ver mi día, lo vio y se alegró” (cfr Jn 8,56). Por eso dice la Escritura: “Abrahán llamó a aquel lugar, El Señor provee”, para que hoy pueda decirse: el Señor se apareció en el monte, es decir, que se apareció a Abrahán revelando su futura pasión en su cuerpo, por la que redimió al mundo; y mostrando, al mismo tiempo, el género de su pasión cuando le hizo ver al cordero suspendido por los cuernos. Aquella zarza significa el patíbulo de la cruz» (De Abraham 1,8,77-78).

El sacrificio de Isaac es una pintura que en su tiempo escandalizó a Roma, a pesar de ser el sacrificio de Isaac un tema recurrente en el arte del barroco. El problema consistió en la reacción de Isaac, que hasta entonces había mostrado una actitud dócil ante su muerte, convirtiéndose en prefiguración de Cristo. Pero Caravaggio trata el asunto de otra forma, pues Abraham debe doblegar la resistencia de su vástago. La duda del patriarca es captada con maestría por el pintor, que logra representar de manera sublime. El espectador podrá presenciar con intensidad la angustia que irradia la escena.