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jueves, 21 de agosto de 2014

Andrea Mantegna. El tránsito de la Virgen

El tránsito de la Virgen. 1462. Andrea Mantegna
Técnica mista sobre tabla. Medidas: 54 cm. x 42 cm.
Museo del Prado. Madrid.

En 1459 Mantegna abandonó Padua para instalarse en Mantua, donde permaneció hasta su muerte al servicio de los Gonzaga. Entre las primeras obras realizadas para Ludovico Gonzaga figura El Tránsito de la Virgen, una de sus más sublimes creaciones pese a faltarle el tercio superior.

Según los Evangelios Apócrifos, tras anunciarle San Miguel su fin terrenal la Virgen convocó a los apóstoles, que acudieron a su llamada excepto Santo Tomás, que se encontraba predicando en la India. La imagen muestra el último momento terrenal de María y su composición deriva de un mosaico en San Marco de Venecia diseñado por Andrea del Castagno. También de origen veneciano es la ambientación de la escena en una sala abovedada, tomada de dibujos de su suegro, Jacopo Bellini.

En el centro de la composición, San Pedro oficia con un misal al tiempo que uno de los apóstoles sostiene con una mano el agua sagrada mientras con la otra bendice a la Virgen ante la mirada de un tercero. Un cuarto apóstol de espaldas inciensa el cuerpo de María. Los demás se alinean en dos filas delante de la Virgen. Todos menos San Juan (el primero a la izquierda con una palma) portan velas y cantan el Exiit Israel de Aegypto, como recoge la Leyenda Áurea de Jacobo de la Vorágine.

El Tránsito de la Virgen es una obra maestra por su perfecta composición, resuelta mediante una habilísima contraposición de horizontales (ventana y lecho de la Virgen) y verticales (apóstoles y pilastras); su dominio de la perspectiva; la individualización de las fisonomías de los apóstoles, y el tratamiento del paisaje, una de las primeras vistas topográficas de la pintura italiana, al mostrar el lago en torno a Mantua, el puente que lo cruza, y el Borgo di San Giorgio al fondo

sábado, 16 de agosto de 2014

Felipe Vigarny. El Tránsito de la Virgen

El Tránsito de la Virgen. 1506. Felipe Vigarny
Madera tallada y policromada
Altar de la Capilla del Sagrario. Catedral de Palencia

Hasta hace unos aós, la solemnidad de la Asunción gozaba, como el día solemne de la Resurrección del Señor, de una octava, que prolongaba la acción de gracias de la Iglesia. También queremos seguir esta tradición, y lo hacemos contemplando hoy una escultura procedente de la Capilla del Sagrario de la Catedral de Palencia, ejecutada por Felipe vigarny, en la que se nos presenta el Tránsito de la Virgen. La abigarrada disposición de los apóstoles ante el cadáver de María, hace que la escena esté dividida en dos planos.

Esta iconografía tiene sus orígenes en la literatura apócrifa de los primeros siglos cristianos. El vivo interés que mostraron los apócrifos por María es reflejo del que tendrían los fieles contemporáneos, no sólo por su muerte sino también por su traslación al cielo. No es necesaria la espectacularidad de los apócrifos o comprobar el sepulcro vacío. Esta probabilidad sumada al testimonio de los documentos se convierte en plena certeza de una tradición asuncionista, de un valor histórico, y ahora también de valor teológico.

De un texto atribuido a "San Juan teólogo y evangelista" del original griego dio origen a muchos relatos ( suelen calcularse entre 50 y 100 ): un ángel que lleva una palma anuncia a María su tránsito después de tres días. Habiendo largamente orado en acción de gracias al Señor, María lo comunica a Juan, el cual reúne a todos los apóstoles (incluido San Pablo). La víspera del tránsito Pedro predica a la multitud sobre el misterio que está a punto de cumplirse. El tercer día, a la hora de tercia llega el Señor. María le agradece y le entrega su alma. Jesús entonces da a Pedro las instrucciones pertinentes para sepultarla dignamente en un sepulcro nuevo, y confía el alma de su madre al ángel Miguel. Luego desaparecen.

Durante los funerales suceden maravillas: la curación milagrosa del sumo sacerdote judío, cuando toca el féretro, lo que lo hace convertirse. Después de tres días Jesús desciende a la tumba de su madre, con los ángeles, los cuales toman el cuerpo envuelto en nubes, y lo llevan al paraíso, donde lo colocan sobre el árbol de la vida. He aquí algunos párrafos:

El Señor la abrazó, tomó su alma santa y la puso en las manos de Miguel, el cual la envolvió en pieles más brillantes de cuanto se pueda decir. Y nosotros, apóstoles, vimos el alma de María entre las manos de Miguel; tenía una perfecta semejanza humana, excepto que no era ni masculino ni femenino, no tenía sino la semejanza del cuerpo y un esplendor siete veces más grande que el sol. (Después de tres días bajan al sepulcro Jesús, Miguel y Gabriel): entonces el Señor ordenó a Miguel poner el cuerpo de María sobre una nube y depositarlo en el paraíso. Y cuando el cuerpo fue alzado, el Señor ordenó a los apóstoles venir con él (...) Cuando todos llegaron al paraíso, depusieron el cuerpo de María sobre el árbol de la vida. Entonces Miguel llevó su alma, y la puso de nuevo en su cuerpo. Y el Señor envió de nuevo a los apóstoles a los diversos lugares para la conversión y salvación de los hombres.

Nosotros, pues, los apóstoles, después de contemplar súbitamente la augusta traslación de su santo cuerpo, nos pusimos a alabar a Dios por habernos dado a conocer sus maravillas en el tránsito de la madre de Nuestro Señor Jesucristo.

jueves, 15 de agosto de 2013

Juan Correa de Vivar. El Tránsito de la Virgen


El Tránsito de la Virgen.1546. Juan Correa de Vivar
 Óleo sobretabla. Medidas: 254cm x 147cm.
Museo del Prado. Madrid. España

La solemnidad de la Asunción celebra el misterio de la muerte de María y su ascensión al cielo en cuerpo y alma. En el Oriente cristiano, esta fiesta también ocupa en lugar central, pero se denomina la Dormición de la Virgen. En esencia se trata del mismo concepto: María, al morir, no habría experimentado la corrupción del sepulcro, sino que habría sido elevada directamente a la presencia de Dios.

La obra con la que hoy ilustramos esta solemnidad participa de esta segunda concepción: no sólo se recrea en la glorificación de María, sino que se detiene en el momento de su muerte, rodeada por los discípulos. Pertenece a Juan Correa de Vivar, discípulo de Juan de Borgoña, cuya influencia se aprecia en la monumentalidad de las figuras y la viveza del color. Procedente de la Iglesia del Tránsito de Toledo la obra sería encargada por don Íñigo de Ayala y Rojas, enterrado en la misma iglesia, quien aparece retratado en la parte baja, orando y con el hábito de la Orden de Calatrava. En la ventanas se reproducen los escudos de las familia Rojas y Ayala a la que pertenecía don Íñigo, confirmando su patrocinio.

Mientras María mira, agonizante, a lo alto, se distinguen entre los discípulos al joven Juan, con un libro en la mano, y a Pedro, revestido sacerdotalmente, que entrega a María una vela encendida. Al fondo, a través de una ventana, se ve a María, vestida de negro y con rostrillo blanco, siendo elevada a lo alto, mientras el Padre celestial corona la escena con la bola del mundo.