domingo, 10 de marzo de 2013

El Hijo pródigo


El Hijo Pródigo. 1536. Obra de Jan Sanders van  Hemessen
Óleo sobre tabla 140 x 198 cm
Museo Real de Bellas Artes, Bruselas. Bélgica

En el cuarto domingo de Cuaresma del ciclo C. la liturgia nos presenta la parábola del Hijo pródigo. El evangelista Lucas es el único que recoge esta parábola. Un hombre rico tiene dos hijos, de los cuales el más joven reclama su parte de la herencia con la intención de abandonar la casa paterna y recorrer el mundo. En sus viajes derrocha su fortuna y cae en la miseria, llegando incluso a trabajar, para sobrevivir, como cuidador de cerdos. El recuerdo del bienestar del que disfrutaba en la casa familiar le hace arrepentirse y volver a ella, donde es recibido por su padre con los brazos abiertos. Ordena que se prepare un banquete y que le den ropas de fiesta. Ante la indignación del hermano mayor por este recibimiento el padre responde:
"Hijo, tú siempre estás conmigo y todas mis cosas son tuyas. Pero era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este tu hermano estaba muerto y ha revivido; se había perdido y ha sido hallado"
Cristo a través de ella expresa el regocijo que le supone a Dios la recuperación de cualquier alma pecadora. San Agustín expresa de modo admirable en su comentario al salmo 138, como el hombre se aleja de Dios, padre misericordioso y paciente que espera el retorno del hijo que retorna, aunque sea por interes, arrepentido a la casa del padre.

De lejos penetras mis pensamientos; distingues mi camino y mi descanso, todas mis sendas te son familiares. ¿Qué significa de lejos? Mientras todavía estoy en camino, antes de llegar a la patria, tú penetras mis pensamientos. Atiende a aquel hijo menor, pues también él se ha convertido en cuerpo de Cristo, Iglesia procedente de la gentilidad. Y es que el hijo menor había emigrado a un país lejano. Porque había un hombre que tenía dos hijos: el mayor no había ido lejos, sino que trabajaba en el campo, y simboliza a los santos que, en tiempo de la ley, cumplían las obras y preceptos de la ley.

En cambio, el género humano, que había derivado hacia el culto a los ídolos había emigrado a un país lejano. ¿Qué más lejano de aquel que te hizo, que la hechura que tú mismo te hiciste? Así, pues, el hijo menor emigró a un país lejano, llevando consigo toda su fortuna y, según nos informa el evangelio, la derrochó viviendo perdidamente. Y empezando a pasar necesidad, fue y se ajustó con un hombre principal de aquella región, quien lo mandó a guardar cerdos. Le entraban ganas de llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer.

Después de tanto trabajo, estrechez, tribulación y necesidad, se acordó de su padre, y decidió volver a casa. Se dijo: Me pondré en camino adonde está mi padre. Reconoce ahora su voz que dice; me conoces cuando me siento o me levanto. Me senté en la indigencia, me levanté por el deseo de tu pan. De lejos penetras mis pensamientos. Por eso dice el Señor en el evangelio que el padre echó a correr al encuentro del hijo que regresaba. Realmente, como de lejos había penetrado sus pensamientos, distingues mi camino y mi descanso. Mi camino, dice. ¿Cuál, sino el malo, el que él había recorrido, apartándose del padre, como si pudiera ocultarse a los ojos del vengador, o como si hubiera podido ser humillado por aquella extrema necesidad o ser ajustado para guardar cerdos, sin la voluntad del padre que quería flagelarlo lejano, para recibirlo cercano?

Así pues, como un fugitivo capturado, perseguido por la legítima venganza de Dios, que nos castiga en nuestros afectos, por cualquier sitio que vayamos y en cualquier lugar adonde hubiéramos llegado; como un fugitivo capturado, repito, dice: Distingues mi camino y mi descanso. ¿Qué significa mi camino? Aquel por el que anduve. ¿Qué significa mi descanso? El término de mi peregrinación. Distingues mi camino y mi descanso. Aquella mi meta lejana no era lejana a tus ojos: me alejé mucho, y tú estabas aquí. Distingues mi camino y mi descanso.

Todas mi sendas te son familiares. Las conocías antes de que yo las andara, antes de que yo caminara por ellas, y permitiste que yo anduviera en la fatiga, mis propios caminos para que, si en un momento dado decidiera abandonar ese trabajoso camino, regresara a tus sendas. Porque no hay dolo en mi lengua. ¿Por qué dijo esto? Porque, te lo confieso, anduve por mis sendas, me alejé de ti; me aparté de ti, con quien me iba bien, y mi propio bien fue un mal para mí sin ti. Pues de haberme ido bien sin ti, quizá no hubiera querido volver a ti. Por lo cual, confesando éste sus pecados, declarando que el cuerpo de Cristo está justificado no por sí mismo, sino por la gracia de Cristo, dijo: No hay dolo en mi lengua.

Ésta escena de la parábola que hoy nos ilustra, fue muy representada por la pintura barroca flamenca por las posibilidades que ofrecían las juergas en que el hijo pródigo dilapida su fortuna para plasmar escenas de género de ambiente tabernario. También la escena de su arrepentimiento mientras cuida a los cerdos y el recibimiento que le tributa el padre al volver a casa gozaron del favor del arte. En este cuadro podemos ver todas ellas, siendo la escena de "mala vida" la que ocupa la parte principal. Si pinchamos sobre la imagen podemos observar con mas detalle las otras escenas de la parábola representadas en la pintura.

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