jueves, 21 de marzo de 2013

Muerte de san Benito


Muerte de san Benito. 1667. Obra de Domenico Maria Canuti
Óleo sobre lienzo. 266 x 193 cm

Hoy 21 de marzo, celebramos los monjes el transito de nuestro padre san Benito. Día en que éste paso de este mundo al Padre. San Gregorio Magno,  describe en los diálogos diferentes momentos de la vida del santo y narra su muerte de esta manera:

El mismo año, que debía ser el último de su vida, anunció el día de su santísima muerte a algunos discípulos que vivían con él y a otros que vivían lejos, recomendando a los presentes que guardaran silencio de lo que habían oído y señalando a los ausentes las señales que acompañarían el momento de su muerte.
Seis días antes de su muerte mandó abrir su sepultura. Muy pronto, atacado por la fiebre, comenzó a fatigarse aquejado de temperatura muy elevada. Como la enfermedad se agravaba de día en día, el sexto se hizo llevar por sus discípulos al oratorio, y allí se preparó para la muerte con la recepción del Cuerpo y la Sangre; de pie, con las manos elevadas al cielo y apoyando sus desfallecidos miembros en las manos de sus discípulos, exhaló el último aliento entre palabras de oración.
Conviene hacer notar que, aquel mismo día, dos de sus discípulos, uno que vivía en el monasterio y otro que se hallaba lejos, tuvieron una misma e idéntica revelación. Vieron, en efecto, un camino alfombrado de tapices y resplandeciente de innumerables lámparas, que partiendo de su celda y en dirección al oriente, llegaba hasta el cielo. En su cima le asistía un varón de aspecto venerable y radiante de luz, que les preguntó si sabían qué camino era aquel que estaban contemplando. Ellos le contestaron que lo ignoraban. Él les respondió: «Este es el camino por el cual Benito, el amado del Señor, ha subido al cielo».
Así fue cómo la muerte que los discípulos presentes conocieron, la reconocieron aquellos santos varones ausentes mediante las señales que se les habían predicho.
Fue sepultado en el oratorio de san Juan Bautista, que él mismo había edificado sobre el destruido templo de Apolo. Tanto aquí como en la cueva de Subiaco, donde primeramente se estableció, sigue todavía hoy realizando milagros, si así lo requiere la fe de los peticionarios.






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