Fotograma de la película la Pasión
Hoy escuchamos parte del discurso de despedida de Jesús:
"Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud."
(Jn 15,9-11).
El amor del Padre al Hijo es es grande, poderoso y enternecedor. El Padre ama al Hijo, y Jesús no deja de decírnoslo: "El que me ha enviado está conmigo: no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada a Él" (Jn 8,29). El Padre lo ha proclamado bien alto en el Jordán, cuando escuchamos: "Tú eres mi Hijo amado, en ti me he complacido" (Mc 1,11) y, más tarde, en el Tabor: "Éste es mi Hijo amado, escuchadle" (Mc 9,7).
Jesús lo llama, "Abbá", Padre, y nos dice ciertamente que en cada momento, como el Padre lo amó, él también nos amara. "Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud." Y, ¿qué haremos nosotros? ¿Mantenernos en su amor, observar sus mandamientos, amar la Voluntad del Padre? Cuando todo va bien es aceptable pero que pasa cuando todo se trunca y se tuerce pareciendo que ese amor ha desaparecido y que la alegría se ha vuelto luto. ¿No es éste el ejemplo que Él nos da?
Fotograma de la película la Pasión
Nosotros, somos débiles, inconstantes, cobardes y, como no decirlo, incluso, malos y mezquinos,. ¿Que pensarían los discípulos al ver esta escena cuando horas antes les estaba diciendo permaneced en mi amor? ¿perderemos, pues, para siempre su amistad porque queremos huir de la dificultad? Él mismo nos dice en otra ocasión: "Vosotros seréis odiados a causa de mi Nombre, pero aquel que persevere hasta el fin se salvará. Cuando os persigan en una ciudad, huid a otra, y si os persiguen en esta, huid a una tercera. Os aseguro que no acabareis de recorrer las ciudades de Israel, antes de que llegue el Hijo del hombre. El discípulo no es más que el maestro ni el esclavo más que su amo; al discípulo le basta ser como su maestro y al esclavo como su amo. Si al dueño de casa lo llamaron Belzebul, ¡cuánto más a los de su casa!"
(Mt 10, 22-25a)
Él no permitirá que seamos tentados por encima de nuestras fuerzas. Debemos permanecer en el amor del Padre como el permaneció confiado, a pesar de las afrentas y los latigazos. Él llego a morir en la cruz fiado únicamente en la confianza que tenía en el Padre y su alegría estaba en hacer su voluntad, le llevase donde le llevase. Como hombre rezo angustiado en el huerto pero entrego el espíritu al Padre confiado en que hacer su voluntad era su gloria y nuestra salvación. ¿Vamos a abandonar nosotros?
Si alguna vez nos apartásemos de sus mandamientos, si desfallecemos ante la prueba, pidámosle la gracia de volver corriendo como el hijo pródigo a la casa del Padre donde seremos acogidos y fortalecidos. Acudir a la oración silenciosa y contemplativa de los acontecimientos iluminados con su palabra seran el consuelo necesario. Corramos al sacramento de la Penitencia para recibir el perdón de nuestros pecados y la gracia que fortalece y sintamos seguras y ciertas la palabras de Cristo, "Yo también os he amado. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud."
(Jn 15,9.11).
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