Santa Catalina de Siena. 1612. Fray Juan Bautista Maíno
Óleo sobre tabla. Medidas: 118cm x 92cm.
Museo del Prado. Madrid.
Hoy recuerda el Martirologio romano la santidad de santa Catalina de Siena, la monja dominica del siglo XIV, cuya fuerza espiritual animó la vida de la Iglesia, inmersa en esos momentos en una difícil crisis, a causa de la estancia del Papa fuera de su sede romana, en la ciudad de Avignon. Escritora excelsa, nos transmite en sus escritos su experiencia de unión con Cristo, especialmente en lo referente a los misterios de su Pasión. Si el año pasado escogimos el Éxtasis de Batoni, este año vamos a contemplar una tabla de fray Juan Bautista Maíno.
El 14 de febrero de 1612 Juan Bautista Maíno firmaba en Toledo el contrato para realizar las pinturas que conformarían el retablo mayor de la Iglesia Conventual de San Pedro Mártir, en la misma ciudad. Maíno se comprometía a realizar el retablo en el plazo de ocho meses, pintando los asuntos requeridos por el prior del convento. Pese al compromiso establecido en el contrato, las pinturas no estuvieron concluidas hasta diciembre de 1614. Entre ambas fechas el artista ingresó en la Orden y en el propio convento, tras profesar el 27 de julio de 1613. Los temas principales eran las representaciones más importantes de la vida de Jesús, desde su nacimiento hasta su resurrección gloriosa. El resto de las obras que componían el conjunto, realizadas en un formato más reducido, eran también bastante populares, pero constituían sobre todo ejemplos de la quietud y el desapego mundano a los que aspiraba la vida monástica.
Santa Catalina de Siena aparece de perfil, concentrada y en actitud orante, dirigiendo la mirada hacia lo alto, el lugar que ocupaba en el retablo la imagen de Cristo crucificado. Además del hábito dominico, muestra las mismas llagas padecidas por Cristo en la Cruz y cubre la cabeza con una corona de espinas, una alusión directa a las visiones de la Pasión de Santa Catalina.
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