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domingo, 9 de junio de 2019

Fray Juan Bautista Maíno. Pentecostés.

Pentecostés. 1620. Fray Juan Bautista Maíno
Óleo sobre lienzo. Medidas: 324cm x 246cm.
Museo del Prado. Madrid.

Poco después de pintar el Pentecostés para el retablo mayor de la iglesia de San Pedro Mártir de Toledo, que contemplamos ayer mismo, Maíno realizó esta segunda versión de mayores dimensiones y con un formato más ancho que sin duda le permitió insertar las catorce figuras de la escena de manera equilibrada, con María en el centro de la composición, y los apóstoles a ambos lados: seis de pie justo detrás de ella, y otros seis arrodillados en posición algo avanzada.

Igualmente arrodillada, pero más cercana al espectador, aparece María Magdalena, una hermosa joven vestida con túnica blanca y manto dorado. La santa aparece como un miembro más del colegio apostólico, una visión de la Magdalena que también encontramos en escritos dominicos de la época. Al igual que en la Pentecostés del retablo de San Pedro Mártir, todos los personajes poseen un marcado carácter popular, vestidos con amplias túnicas y dotados de una plasticidad poderosa, fruto tanto de la compacta construcción pictórica como de la fuerte y contrastada iluminación.

Por su parte, las dos mujeres están representadas con la característica idealización clasicista de Maíno cercana a modelos de Orazio Gentileschi y Guido Reni. Hasta fechas recientes se desconocía su procedencia, más allá de su origen en alguno de los monasterios desamortizados en 1835. Sin embargo, hoy sabemos que se realizó para el altar mayor de la iglesia del convento de Carmelitas Descalzos de Toledo

sábado, 22 de octubre de 2016

Fray Juan Bautista Maíno. Pentecostés.

Pentecostés. 1612. Fray Juan Bautista Maíno
Óleo sobre lienzo. Medidas: 285cm x 163cm.
Museo del Prado. Madrid.

A cada uno de nosotros se le ha dado la gracia según la medida del don de Cristo. Por eso dice la Escritura: «Subió a lo alto llevando cautivos y dio dones a los hombres.» El «subió» supone que había bajado a lo profundo de la tierra; y el que bajó es el mismo que subió por encima de todos los cielos para llenar el universo. Y él ha constituido a unos, apóstoles, a otros, profetas, a otros, evangelizadores, a otros, pastores y maestros, para el perfeccionamiento de los santos, en función de su ministerio, y para la edificación del cuerpo de Cristo; hasta que lleguemos todos a la unidad en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios, al hombre perfecto, a la medida de Cristo en su plenitud.

La primera lectura de la Eucaristía de hoy, tomada de la Carta a los Efesios, nos describe cómo Cristo ha constituido a su Iglesia después de su resurrección con distintos carismas. Así fue como sucedió ya en Pentecostés, motivo por el cual contemplamos este lienzo de fray Juan Bautista Maino.

El 14 de febrero de 1612 Juan Bautista Maíno firmaba en Toledo el contrato para realizar las pinturas que conformarían el retablo mayor de la Iglesia Conventual de San Pedro Mártir, en la misma ciudad. Maíno se comprometía a realizar el retablo en el plazo de ocho meses, pintando las historias o asuntos requeridos por el prior del convento. Pese al compromiso establecido en el contrato, las pinturas no estuvieron concluidas hasta diciembre de 1614. Entre ambas fechas el artista ingresó en la Orden y en el propio convento, tras profesar el 27 de julio de 1613.

Los temas principales eran las representaciones más importantes de la vida de Jesús, desde su nacimiento hasta su resurrección gloriosa, y se conformaban por ello en imágenes básicas del mundo católico, las fiestas mayores del año eclesiástico, conocidas como las Cuatro Pascuas. El resto de las obras que componían el conjunto, realizadas en un formato más reducido, eran también bastante populares, pero constituían sobre todo ejemplos de la quietud y el desapego mundano a los que aspiraba la vida monástica.

Situada en el lado del Evangelio del retablo, esta obra se presenta como una de las composiciones más reveladoras del talante caravaggista de Maíno, concebida con una sencilla pero apabullante eficacia realista tanto en la elección de los tipos masculinos, como en la plasmación de gestos y actitudes. Muestra además una novedosa disposición para este grupo humano, un punto de vista original para un tema representado en muchas otras ocasiones dentro de la iconografía cristiana y que conllevaba la dificultad de incluir a los principales actores en un espacio angosto, y especialmente en este tipo de retablos. La jerarquización tradicional de los personajes sagrados prefería situar a María en el centro de la composición, flanqueada de manera simétrica por los Apóstoles.

El dominico obvió esta fórmula desplazando a la Virgen al lateral izquierdo, a un segundo plano, muy próxima a María Magdalena, convertida en una "apóstola" más del grupo. Serán por ello los dos personajes masculinos del primer término, San Pedro y San Lucas, los que concentren el mayor protagonismo.

domingo, 15 de mayo de 2016

Pentecostés


Pentecostés,1600. Obra de El Greco 
Óleo sobre lienzo, 275 cm x 127 cm
Museo del Prado, Madrid. España

La imagen de hoy como no podía se menos representa la venida del Espíritu Santo, en forma de lenguas de fuego, sobre la Virgen y los Apóstoles el día de Pentecostés, cincuenta días después de Pascua, segun nos relatan los Hechos de los Apóstoles 2, 1-5. 

San Ireneo de Lyon nos dice con respecto al envío del Espíritu Santo:

El Señor dijo a los discípulos: Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Con este mandato les daba el poder de regenerar a los hombres en Dios.

Dios había prometido por boca de sus profetas que en los últimos días derramaría su Espíritu sobre sus siervos y siervas, y que éstos profetizarían; por esto descendió el Espíritu Santo sobre el Hijo de Dios, que se había hecho Hijo del hombre, para así, permaneciendo en él, habitar en el género humano, reposar sobre los hombres y residir en la obra plasmada por las manos de Dios, realizando así en el hombre la voluntad del Padre y renovándolo de la antigua condición a la nueva, creada en Cristo.

Y Lucas nos narra cómo este Espíritu, después de la ascensión del Señor, descendió sobre los discípulos el día de Pentecostés, con el poder de dar a todos los hombres entrada en la vida y para dar su plenitud a la nueva alianza; por esto, todos a una, los discípulos alababan a Dios en todas las lenguas, al reducir el Espíritu a la unidad los pueblos distantes y ofrecer al Padre las primicias de todas las naciones.

Por esto el Señor prometió que nos enviaría aquel Defensor que nos haría capaces de Dios. Pues, del mismo modo que el trigo seco no puede convertirse en una masa compacta y en un solo pan, si antes no es humedecido, así también nosotros, que somos muchos, no podíamos convertirnos en una sola cosa en Cristo Jesús, sin esta agua que baja del cielo. Y, así como la tierra árida no da fruto, si no recibe el agua, así también nosotros, que éramos antes como un leño árido, nunca hubiéramos dado el fruto de vida, sin esta gratuita lluvia de lo alto.

Nuestros cuerpos, en efecto, recibieron por el baño bautismal la unidad destinada a la incorrupción, pero nuestras almas la recibieron por el Espíritu.

El Espíritu de Dios descendió sobre el Señor, Espíritu de prudencia y sabiduría, Espíritu de consejo y de valentía, Espíritu de ciencia y temor del Señor, y el Señor, a su vez, lo dio a la Iglesia, enviando al Defensor sobre toda la tierra desde el cielo, que fue de donde dijo el Señor que había sido arrojado Satanás como un rayo; por esto necesitamos de este rocío divino, para que demos fruto y no seamos lanzados al fuego; y, ya que tenemos quien nos acusa, tengamos también un Defensor, pues que el Señor encomienda al Espíritu Santo el cuidado del hombre, posesión suya, que había caído en manos de ladrones, del cual se compadeció y vendó sus heridas, entregando después los dos denarios regios para que nosotros, recibiendo por el Espíritu la imagen y la inscripción del Padre y del Hijo, hagamos fructificar el denario que se nos ha confiado, retornándolo al Señor con intereses.
(San Ireneo de Lyon, Tratado contra las herejías)

La pintura realizada por el Greco y su taller para el retablo mayor de la Iglesia del Colegio de doña María de Aragón, esta dentro de este conjunto en el Museo del Prado conformando éste los cuadres de: El Bautismo de Cristo, La Crucifixión, La Resurrección de Cristo y La Anunciación. En el segundo peldaño está la firma con caracteres griegos, rehecha en una restauración antigua.

Se ha identificado al Apóstol barbado y calvo que dirige su mirada al espectador en la parte derecha del lienzo como el autorretrato del autor o, quizás, el retrato de su amigo Antonio de Covarrubias. 

lunes, 9 de mayo de 2016

Libro de las Ricas Horas del Duque de Berry. Pentecostés.

Pentecostés, 1410. Hermanos Limburg
Iluminación sobre pergamino, Medidas: 29 x 21 cm
Museo Condé. Chantilly

Nos preparamos para la solemnidad de Pentecostés con un magnífico ejemplo del arte de la iluminación generado en el gótico internacional. El grupo de los apóstoles sobre el que viene el Espíritu Santo está ricamente decorado con vivos colores, en medio de una arquitectura de ricas trazas. 

Las muy ricas horas del Duque de Berry es un libro profusamente iluminado, que contiene plegarias para ser recitadas por los fieles laicos en cada una de las horas canónicas del día. Es probablemente el manuscrito iluminado más importante del siglo XV. Fue encargado por Jean, duque de Berry hacia 1410 y realizado por el taller de los hermanos Limbourg.

domingo, 27 de septiembre de 2015

Antonio Palomino. Pentecostés


Pentecostés. 1696. Antonio Palomino
 Óleo sobre lienzo. Medidas: 164cm x 108cm.
Museo del Prado. Madrid. España

Moisés replicó: «¿Tienes celos por mí? ¡Ojalá que todo el pueblo profetizara y el Señor infundiera en todos su espíritu!»

Leemos en la primera lectura esta lapidaria sentencia de Moisés, que podemos entender referida al misterio de Pentecostés, en el que el Señor envía el Espíritu Santo sobre su Iglesia. Por ello, hemos escogido precisamente esta escena de Pentecostés. La obra pertenece al pintor andaluz Antonio Palomino.

Palomino, que además de pintor era un profundo conocedor de los libros sagrados, supo reflejar en su representación de este fundamental acontecimiento la sensación de turbulencia creada por la irrupción de la blanca paloma, símbolo del Espíritu Santo, estableciendo además un contraste entre las actitudes de los Apóstoles, sorprendidos e incluso atemorizados ante lo desconocido, y la serenidad de la Madre de Dios, cuyo corazón intuía los designios divinos. Los contrastes luminosos, acentuados por el cortinaje dispuesto en pabellón que cierra la composición por arriba, conjugados con una técnica empastada y vibrante, contribuyen a lograr los efectos deseados.

domingo, 24 de mayo de 2015

Pentecostés


Pentecostés,1600. Obra de El Greco 
Óleo sobre lienzo, 275 cm x 127 cm
Museo del Prado, Madrid. España

La imagen de hoy como no podía se menos representa la venida del Espíritu Santo, en forma de lenguas de fuego, sobre la Virgen y los Apóstoles el día de Pentecostés, cincuenta días después de Pascua, segun nos relatan los Hechos de los Apóstoles 2, 1-5. San Ireneo de Lyon nos dice con respecto al envío del Espíritu Santo:

El Señor dijo a los discípulos: Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Con este mandato les daba el poder de regenerar a los hombres en Dios.

Dios había prometido por boca de sus profetas que en los últimos días derramaría su Espíritu sobre sus siervos y siervas, y que éstos profetizarían; por esto descendió el Espíritu Santo sobre el Hijo de Dios, que se había hecho Hijo del hombre, para así, permaneciendo en él, habitar en el género humano, reposar sobre los hombres y residir en la obra plasmada por las manos de Dios, realizando así en el hombre la voluntad del Padre y renovándolo de la antigua condición a la nueva, creada en Cristo.

Y Lucas nos narra cómo este Espíritu, después de la ascensión del Señor, descendió sobre los discípulos el día de Pentecostés, con el poder de dar a todos los hombres entrada en la vida y para dar su plenitud a la nueva alianza; por esto, todos a una, los discípulos alababan a Dios en todas las lenguas, al reducir el Espíritu a la unidad los pueblos distantes y ofrecer al Padre las primicias de todas las naciones.

Por esto el Señor prometió que nos enviaría aquel Defensor que nos haría capaces de Dios. Pues, del mismo modo que el trigo seco no puede convertirse en una masa compacta y en un solo pan, si antes no es humedecido, así también nosotros, que somos muchos, no podíamos convertirnos en una sola cosa en Cristo Jesús, sin esta agua que baja del cielo. Y, así como la tierra árida no da fruto, si no recibe el agua, así también nosotros, que éramos antes como un leño árido, nunca hubiéramos dado el fruto de vida, sin esta gratuita lluvia de lo alto.

Nuestros cuerpos, en efecto, recibieron por el baño bautismal la unidad destinada a la incorrupción, pero nuestras almas la recibieron por el Espíritu.

El Espíritu de Dios descendió sobre el Señor, Espíritu de prudencia y sabiduría, Espíritu de consejo y de valentía, Espíritu de ciencia y temor del Señor, y el Señor, a su vez, lo dio a la Iglesia, enviando al Defensor sobre toda la tierra desde el cielo, que fue de donde dijo el Señor que había sido arrojado Satanás como un rayo; por esto necesitamos de este rocío divino, para que demos fruto y no seamos lanzados al fuego; y, ya que tenemos quien nos acusa, tengamos también un Defensor, pues que el Señor encomienda al Espíritu Santo el cuidado del hombre, posesión suya, que había caído en manos de ladrones, del cual se compadeció y vendó sus heridas, entregando después los dos denarios regios para que nosotros, recibiendo por el Espíritu la imagen y la inscripción del Padre y del Hijo, hagamos fructificar el denario que se nos ha confiado, retornándolo al Señor con intereses.

La pintura realizada por el Greco y su taller para el retablo mayor de la Iglesia del Colegio de doña María de Aragón, esta dentro de este conjunto en el Museo del Prado conformando éste los cuadres de: El Bautismo de Cristo, La Crucifixión, La Resurrección de Cristo y La Anunciación. En el segundo peldaño está la firma con caracteres griegos, rehecha en una restauración antigua.

Se ha identificado al Apóstol barbado y calvo que dirige su mirada al espectador en la parte derecha del lienzo como el autorretrato del autor o, quizás, el retrato de su amigo Antonio de Covarrubias. 

sábado, 23 de mayo de 2015

El Espíritu Santo


Espíritu Santo, Cátedra de San Pedro, 1657-66. Obra de Bernini
Bronce, mármol, madera, estuco y alabastro.
Basílica del Vaticano. Roma. Italia

Ante las vísperas de Pentecostés, invoquemos al Espíritu santo y pidamos nos colme de sus dones para que seamos capaces de transmitir en nuestra vida sus frutos y vivir la eclesialidad de su unidad.

Los dones pertenecen en plenitud a Cristo, Hijo de David. Completan y llevan a su perfección las virtudes de quienes los reciben. Hacen a los fieles dóciles para obedecer con prontitud a las inspiraciones divinas. Tu espíritu bueno me guíe por una tierra llana (Ps 143,10). Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. CEC 1831

Los siete dones del Espíritu Santo son: Sabiduría, Inteligencia, Consejo, Fortaleza, Ciencia, Piedad y Temor de Dios.

Los frutos del Espíritu son perfecciones que forma en nosotros el Espíritu Santo como primicias de la gloria eterna. La tradición de la Iglesia enumera doce: "Caridad, Gozo, Paz, Paciencia, Longanimidad, Bondad, Benignidad, Mansedumbre, Fidelidad, Modestia, Continencia, Castidad". (Gal 5, 22-23) 

En cambio el fruto del Espíritu es Amor, Alegría, Paz, Paciencia, Afabilidad, Bondad, Fidelidad, Mansedumbre, Dominio de Sí.

La Iglesia es el Templo del Espíritu Santo. El Espíritu es como el alma del Cuerpo Místico, principio de su vida, de la unidad en la diversidad y de la riqueza de sus dones y carismas. Así toda la Iglesia aparece como el pueblo unido "por la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo"  (LG 4; cf. San Cipriano de Cartago, De dominica Oratione, 23). CEC 809-810. 

La Iglesia nace en Pentecostés con el envío del Espíritu Santo. Es Él quien santifica a la Iglesia y la enriquece con sus dones. La misión del Espíritu Santo, esencialmente, es hacer presente en medio de la Iglesia al mismo Cristo glorificado. En la Eucaristía, por la epíclesis, pedimos al Espíritu que convierta al pan y al vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, de modo que Cristo resucitado se nos hace presente en ella con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. Cristo, presente en la Eucaristía, por el poder del Espíritu nos da el don abundante de su Espíritu.

El Espíritu Santo  introduce a la Iglesia en la Verdad Total. 

El Espíritu Santo nos asiste para comprender la Revelación de Cristo, interiorizando su palabra en nuestro corazón.

El Espíritu Santo es el artífice de toda la Unidad, Santidad, Catolicidad y Apostolicidad en el seno de la Iglesia. 

El Espíritu Santo es al que le corresponde dirigir todos los dones jerárquicos y carismáticos de la Iglesia. 

El  Espíritu Santo es quien da los frutos de santidad y de perfección que surgen en cada instante.

Ven, Espíritu Santo, 
llena los corazones de tus fieles 
y enciende en ellos el fuego de tu amor.

martes, 5 de mayo de 2015

Juan de Flandes. Pentecostés

Pentecostés. 1504. Juan de Flandes
Óleo sobre tabla. Medidas: 21 cm x 15 cm
Palacio Real. Madrid

Ya no hablaré mucho con vosotros, pues se acerca el Príncipe del mundo; no es que él tenga poder sobre mí, pero es necesario que el mundo comprenda que yo amo al Padre, y que lo que el Padre me manda yo lo hago.

Escuchamos en la liturgia de este martes quinto de Pascua la despedida de Jesús. Se fue, pero dejó a sus discípulos, a la Iglesia, el Espíritu Santo. En la tabla de contemplamos, obra de Juan de Flandes para el Políptico de Isabel la Católica, están los apóstoles en torno a la Virgen María y, sobre ellos, el Espíritu Santo irradia luz sobre el grupo.

domingo, 8 de junio de 2014

Juan de Flandes. la Venida del Espíritu Santo

La Venida del Espíritu Santo. 1514-1519. Juan de Flandes
Óleo sobre tabla. Medidas: 110cm x 84cm.
Museo del Prado. Madrid.

Nuevamente recurrimos a las tablas de la Parroquia de San Lázaro de Palencia, pintadas a comienzo del siglo XVI, para ilustrar los misterios pascuales, en este día, la venida del Espíritu Santo. María aparece en el centro de la composición, rodeada de los discípulos, y cubiertos todos por la irradiación del Espíritu Santo, representado en forma de paloma, de la que emana un halo circular.

San Agustín, en su sermón 271, comenta el misterio de este día de Pentecostés con las siguientes palabras:

Amaneció para nosotros, hermanos, el fausto día, en que la santa Iglesia brilla en los rostros de sus fieles y arde en sus corazones. Porque celebramos aquel día, en que nuestro Señor Jesucristo, glorificado por la ascensión después de su resurrección, envió el Espíritu Santo. Así está efectivamente escrito en el evangelio: El que tenga sed —dice—, que venga a mí; el que cree en mí, que beba: de sus entrañas manarán torrentes de agua viva. Lo explica seguidamente el evangelista, diciendo: Decía esto refiriéndose al Espíritu, que habían de recibir los que creyeran en él. Todavía no se había dado el Espíritu, porque Jesús no había sido glorificado. Restaba, pues, que, una vez glorificado Jesús después de la resurrección de entre los muertos y su ascensión al cielo, siguiera ya la donación del Espíritu Santo enviado por el mismo que lo había prometido. Como efectivamente sucedió.

En realidad, después de haber convivido el Señor con sus discípulos, después de la resurrección, durante cuarenta días, subió al cielo, y, el día quincuagésimo —que hoy celebramos—, envió el Espíritu Santo, según está escrito: De repente, un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa; vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno. Y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería.

Aquel viento limpiaba los corazones de la paja carnal aquel fuego consumía el heno de la antigua concupiscencia; aquellas lenguas en que hablaban los que estaban llenos del Espíritu Santo prefiguraban la futura Iglesia mediante las lenguas de todos los pueblos. Pues así como, después del diluvio, la soberbia impiedad de los hombres edificó una excelsa torre contra el Señor, en ocasión en que el género humano mereció ser dividido por la diversidad de lenguas, de modo que cada nación hablara su propia lengua para no ser entendido por los demás; así la humilde piedad de los fieles redujo esa diversidad de lenguas a la unidad de la Iglesia; de suerte que lo que la discordia había dispersado, lo reuniera la caridad; y así, los miembros dispersos del género humano, cual miembros de un mismo cuerpo, fueran reintegrados a la unidad de una única cabeza, que es Cristo, y fusionados en la unidad del cuerpo santo mediante el fuego del amor.

Ahora bien, de este don del Espíritu Santo están totalmente excluidos los que odian la gracia de la paz y los que no mantienen la armonía de la unidad. Y aunque también ellos se reúnan hoy solemnemente, aunque escuchen estas lecturas en las que el Espíritu Santo es prometido y enviado, las escuchan para su condenación, no para su premio.

En efecto, ¿de qué les aprovecha oír con los oídos lo que rechazan con el corazón? ¿De qué les sirve celebrar la fiesta de aquel, cuya luz odian?

En cambio, vosotros, hermanos míos, miembros del cuerpo de Cristo, gérmenes de unidad, hijos de la paz, festejad este día con gozo, celebradlo confiados. En vosotros se realiza lo que se preanunciaba en los días de la venida del Espíritu Santo. Porque así como entonces los que recibían el Espíritu Santo, aun siendo un solo hombre, hablaba todas las lenguas, así también ahora por todas las naciones y en todas las lenguas habla esa misma unidad, radicados en la cual, poseéis el Espíritu Santo, a condición, sin embargo, de que no estéis separados por cisma alguno de la Iglesia de Cristo, que habla todas las lenguas.

jueves, 5 de junio de 2014

Fray Juan Bautista Maíno. Pentecostés.

Pentecostés. 1620. Fray Juan Bautista Maíno
Óleo sobre lienzo. Medidas: 324cm x 246cm.
Museo del Prado. Madrid.

Poco después de pintar el Pentecostés para el retablo mayor de la iglesia de San Pedro Mártir de Toledo, que contemplamos ayer mismo, Maíno realizó esta segunda versión de mayores dimensiones y con un formato más ancho que sin duda le permitió insertar las catorce figuras de la escena de manera equilibrada, con María en el centro de la composición, y los apóstoles a ambos lados: seis de pie justo detrás de ella, y otros seis arrodillados en posición algo avanzada.

Igualmente arrodillada, pero más cercana al espectador, aparece María Magdalena, una hermosa joven vestida con túnica blanca y manto dorado. La santa aparece como un miembro más del colegio apostólico, una visión de la Magdalena que también encontramos en escritos dominicos de la época. Al igual que en la Pentecostés del retablo de San Pedro Mártir, todos los personajes poseen un marcado carácter popular, vestidos con amplias túnicas y dotados de una plasticidad poderosa, fruto tanto de la compacta construcción pictórica como de la fuerte y contrastada iluminación.

Por su parte, las dos mujeres están representadas con la característica idealización clasicista de Maíno cercana a modelos de Orazio Gentileschi y Guido Reni. Hasta fechas recientes se desconocía su procedencia, más allá de su origen en alguno de los monasterios desamortizados en 1835. Sin embargo, hoy sabemos que se realizó para el altar mayor de la iglesia del convento de Carmelitas Descalzos de Toledo

miércoles, 4 de junio de 2014

Fray Juan Bautista Maíno. Pentecostés.

Pentecostés. 1612. Fray Juan Bautista Maíno
Óleo sobre lienzo. Medidas: 285cm x 163cm.
Museo del Prado. Madrid.

El 14 de febrero de 1612 Juan Bautista Maíno firmaba en Toledo el contrato para realizar las pinturas que conformarían el retablo mayor de la Iglesia Conventual de San Pedro Mártir, en la misma ciudad. Maíno se comprometía a realizar el retablo en el plazo de ocho meses, pintando las historias o asuntos requeridos por el prior del convento. Pese al compromiso establecido en el contrato, las pinturas no estuvieron concluidas hasta diciembre de 1614. Entre ambas fechas el artista ingresó en la Orden y en el propio convento, tras profesar el 27 de julio de 1613.

Los temas principales eran las representaciones más importantes de la vida de Jesús, desde su nacimiento hasta su resurrección gloriosa, y se conformaban por ello en imágenes básicas del mundo católico, las fiestas mayores del año eclesiástico, conocidas como las Cuatro Pascuas. El resto de las obras que componían el conjunto, realizadas en un formato más reducido, eran también bastante populares, pero constituían sobre todo ejemplos de la quietud y el desapego mundano a los que aspiraba la vida monástica.

Situada en el lado del Evangelio del retablo, esta obra se presenta como una de las composiciones más reveladoras del talante caravaggista de Maíno, concebida con una sencilla pero apabullante eficacia realista tanto en la elección de los tipos masculinos, como en la plasmación de gestos y actitudes. Muestra además una novedosa disposición para este grupo humano, un punto de vista original para un tema representado en muchas otras ocasiones dentro de la iconografía cristiana y que conllevaba la dificultad de incluir a los principales actores en un espacio angosto, y especialmente en este tipo de retablos. La jerarquización tradicional de los personajes sagrados prefería situar a María en el centro de la composición, flanqueada de manera simétrica por los Apóstoles.

El dominico obvió esta fórmula desplazando a la Virgen al lateral izquierdo, a un segundo plano, muy próxima a María Magdalena, convertida en una "apóstola" más del grupo. Serán por ello los dos personajes masculinos del primer término, San Pedro y San Lucas, los que concentren el mayor protagonismo.

miércoles, 21 de agosto de 2013

Antonio Palomino. Pentecostés


Pentecostés. 1696. Antonio Palomino
 Óleo sobre lienzo. Medidas: 164cm x 108cm.
Museo del Prado. Madrid. España

Este día está dedicado a la memoria del Papa San Pío X. Fue sucesivamente sacerdote con cargo parroquial, obispo de Mantua y después patriarca de Venecia. Al final lo eligieron Sumo Pontífice y adoptó una forma de gobierno con la que quería instaurar todas las cosas en Cristo. Para acometer dicho propósito realizó sus tareas con sencillez de ánimo, pobreza y fortaleza. Entre ellas, promovió entre los fieles la vida cristiana por la participación en la Eucaristía, la dignidad de la Sagrada Liturgia y la integridad de la Doctrina.

San Pío X murió como consecuencia de un infarto, incapaz de parar la loca carrera de las potencias europeas hacia la terrible Primera Guerra Mundial, hace 99 años. Fue el papa que condujo a la Iglesia por las turbulentas aguas del comienzo del siglo XX. Pero siempre tuvo claro que era hacia Dios hacia quien tienden todas las cosas, como venía sucediendo desde el mismo día de Pentecostés.

Para esta memoria, hemos escogido precisamente esta escena de Pentecostés, con María en el centro, cuya Asunción celebramos hace unos días, y con los apóstoles Pedro y Juan abriendo la escena. La obra pertenece al pincel del pintor andaluz Antonio Palomino.

Palomino, que además de pintor era un profundo conocedor de los libros sagrados, supo reflejar en su representación de este fundamental acontecimiento la sensación de turbulencia creada por la irrupción de la blanca paloma, símbolo del Espíritu Santo, estableciendo además un contraste entre las actitudes de los Apóstoles, sorprendidos e incluso atemorizados ante lo desconocido, y la serenidad de la Madre de Dios, cuyo corazón intuía los designios divinos. Los contrastes luminosos, acentuados por el cortinaje dispuesto en pabellón que cierra la composición por arriba, conjugados con una técnica empastada y vibrante, contribuyen a lograr los efectos deseados.

domingo, 19 de mayo de 2013

Pentecostés


Pentecostés,1600. Obra de El Greco 
Óleo sobre lienzo, 275 cm x 127 cm
Museo del Prado, Madrid. España

La imagen de hoy como no podía se menos representa la venida del Espíritu Santo, en forma de lenguas de fuego, sobre la Virgen y los Apóstoles el día de Pentecostés, cincuenta días después de Pascua, segun nos relatan los Hechos de los Apóstoles 2, 1-5. 

San Ireneo de Lyon nos dice con respecto al envío del Espíritu Santo:

El Señor dijo a los discípulos: Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Con este mandato les daba el poder de regenerar a los hombres en Dios.

Dios había prometido por boca de sus profetas que en los últimos días derramaría su Espíritu sobre sus siervos y siervas, y que éstos profetizarían; por esto descendió el Espíritu Santo sobre el Hijo de Dios, que se había hecho Hijo del hombre, para así, permaneciendo en él, habitar en el género humano, reposar sobre los hombres y residir en la obra plasmada por las manos de Dios, realizando así en el hombre la voluntad del Padre y renovándolo de la antigua condición a la nueva, creada en Cristo.

Y Lucas nos narra cómo este Espíritu, después de la ascensión del Señor, descendió sobre los discípulos el día de Pentecostés, con el poder de dar a todos los hombres entrada en la vida y para dar su plenitud a la nueva alianza; por esto, todos a una, los discípulos alababan a Dios en todas las lenguas, al reducir el Espíritu a la unidad los pueblos distantes y ofrecer al Padre las primicias de todas las naciones.

Por esto el Señor prometió que nos enviaría aquel Defensor que nos haría capaces de Dios. Pues, del mismo modo que el trigo seco no puede convertirse en una masa compacta y en un solo pan, si antes no es humedecido, así también nosotros, que somos muchos, no podíamos convertirnos en una sola cosa en Cristo Jesús, sin esta agua que baja del cielo. Y, así como la tierra árida no da fruto, si no recibe el agua, así también nosotros, que éramos antes como un leño árido, nunca hubiéramos dado el fruto de vida, sin esta gratuita lluvia de lo alto.

Nuestros cuerpos, en efecto, recibieron por el baño bautismal la unidad destinada a la incorrupción, pero nuestras almas la recibieron por el Espíritu.

El Espíritu de Dios descendió sobre el Señor, Espíritu de prudencia y sabiduría, Espíritu de consejo y de valentía, Espíritu de ciencia y temor del Señor, y el Señor, a su vez, lo dio a la Iglesia, enviando al Defensor sobre toda la tierra desde el cielo, que fue de donde dijo el Señor que había sido arrojado Satanás como un rayo; por esto necesitamos de este rocío divino, para que demos fruto y no seamos lanzados al fuego; y, ya que tenemos quien nos acusa, tengamos también un Defensor, pues que el Señor encomienda al Espíritu Santo el cuidado del hombre, posesión suya, que había caído en manos de ladrones, del cual se compadeció y vendó sus heridas, entregando después los dos denarios regios para que nosotros, recibiendo por el Espíritu la imagen y la inscripción del Padre y del Hijo, hagamos fructificar el denario que se nos ha confiado, retornándolo al Señor con intereses.
(San Ireneo de Lyon, Tratado contra las herejías)

La pintura realizada por el Greco y su taller para el retablo mayor de la Iglesia del Colegio de doña María de Aragón, esta dentro de este conjunto en el Museo del Prado conformando éste los cuadres de: El Bautismo de Cristo, La Crucifixión, La Resurrección de Cristo y La Anunciación. En el segundo peldaño está la firma con caracteres griegos, rehecha en una restauración antigua.

Se ha identificado al Apóstol barbado y calvo que dirige su mirada al espectador en la parte derecha del lienzo como el autorretrato del autor o, quizás, el retrato de su amigo Antonio de Covarrubias. 

sábado, 18 de mayo de 2013

El Espíritu Santo


Espíritu Santo, Cátedra de San Pedro, 1657-66. Obra de Bernini
Bronce, mármol, madera, estuco y alabastro.
Basílica del Vaticano. Roma. Italia

Ante las vísperas de Pentecostés, invoquemos al Espíritu santo y pidamos nos colme de sus dones para que seamos capaces de transmitir en nuestra vida sus frutos y vivir la eclesialidad de su unidad.

Los dones pertenecen en plenitud a Cristo, Hijo de David. Completan y llevan a su perfección las virtudes de quienes los reciben. Hacen a los fieles dóciles para obedecer con prontitud a las inspiraciones divinas. Tu espíritu bueno me guíe por una tierra llana (Ps 143,10). Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. CEC 1831

Los siete dones del Espíritu Santo son: Sabiduría, Inteligencia, Consejo, Fortaleza, Ciencia, Piedad y Temor de Dios.

Los frutos del Espíritu son perfecciones que forma en nosotros el Espíritu Santo como primicias de la gloria eterna. La tradición de la Iglesia enumera doce: "Caridad, Gozo, Paz, Paciencia, Longanimidad, Bondad, Benignidad, Mansedumbre, Fidelidad, Modestia, Continencia, Castidad". (Gal 5, 22-23) 

En cambio el fruto del Espíritu es Amor, Alegría, Paz, Paciencia, Afabilidad, Bondad, Fidelidad, Mansedumbre, Dominio de Sí.

La Iglesia es el Templo del Espíritu Santo. El Espíritu es como el alma del Cuerpo Místico, principio de su vida, de la unidad en la diversidad y de la riqueza de sus dones y carismas. Así toda la Iglesia aparece como el pueblo unido "por la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo"  (LG 4; cf. San Cipriano de Cartago, De dominica Oratione, 23). CEC 809-810. 

La Iglesia nace en Pentecostés con el envío del Espíritu Santo. Es Él quien santifica a la Iglesia y la enriquece con sus dones. La misión del Espíritu Santo, esencialmente, es hacer presente en medio de la Iglesia al mismo Cristo glorificado. En la Eucaristía, por la epíclesis, pedimos al Espíritu que convierta al pan y al vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, de modo que Cristo resucitado se nos hace presente en ella con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. Cristo, presente en la Eucaristía, por el poder del Espíritu nos da el don abundante de su Espíritu.

El Espíritu Santo  introduce a la Iglesia en la Verdad Total. 

El Espíritu Santo nos asiste para comprender la Revelación de Cristo, interiorizando su palabra en nuestro corazón.

El Espíritu Santo es el artífice de toda la Unidad, Santidad, Catolicidad y Apostolicidad en el seno de la Iglesia. 

El Espíritu Santo es al que le corresponde dirigir todos los dones jerárquicos y carismáticos de la Iglesia. 

El  Espíritu Santo es quien da los frutos de santidad y de perfección que surgen en cada instante.

Ven, Espíritu Santo, 
llena los corazones de tus fieles 
y enciende en ellos el fuego de tu amor.