sábado, 31 de mayo de 2014

Luis de Morales. La Visitación

La Visitación. 1565. Luis de Morales
Óleo sobre tabla. Medidas: 85cm x 125cm.
Retablo de la Iglesia de San Martín. Plasencia.

En esta fiesta de la visitación de la virgen, hemos escogido una tabla de Luis de Morales, el Divino, pintada para el retablo de la Iglesia de San Martín, en Plasencia. Este magnífico retablo alterna las pinturas de Luis de Morales con esculturas del entallador Francisco Rodríguez. fue encargado dicho retablo en 1557, y concluido en 1570.

La tabla de la Visitación nos muestra a María e Isabel en una tensión propia del Quatroccento italiano, visible en la diferencia de edad, actitudes y gestos de ambas mujeres. María está erguida, inclina la cabeza y aparta su mirada en un gesto de humildad; Isabel, en cambio, está arrodillada y mira con pasión a la joven María.

La escena está enmarcada por una doncella, que con ademanes delicados aparece como espectadora, detrás de una pilastra adornada con magníficos grutescos; en el otro lado, aparece Zacarías, hombre maduro de tez oscura y cabello alborotado.

viernes, 30 de mayo de 2014

Hans Memling. Tríptico de la Resurrección

Tríptico de la Resurrección. 1490. Hans Memling
Óleo sobre tabla. Medidas: 62cm x 45cm.
Museo del Louvre. Paris

La Resurrección y la Ascensión del Señor son misterios que se relacionan mutuamente: el resucitado es exaltado a la diestra de Dios, es decir, tras la Resurrección, el Hijo abandona físicamente a sus discípulos y vuelve junto al Padre. La relación entre ambos misterios aparece nítida en el tríptico de Memling, que hoy contemplamos. En el centro, aparece la Resurrección del Señor y, a la derecha, la escena en la que los discípulos, junto a María, contemplan al Señor desaparecer entre las nubes del cielo. El tríptico se cierra con una imagen del martirio de san Sebastián.

La composición de la Ascensión es semejante a la que ayer vimos, de Juan de Flandes: los discípulos forman un círculo, cuyo centro son los pies del ya casi ascendido Señor. La actitud es de reverencia y alegría.

jueves, 29 de mayo de 2014

Juan de Flandes. La Ascensión del Señor

La Ascensión del Señor. 1514-1519. Juan de Flandes
Óleo sobre tabla. Medidas: 110cm x 84cm.
Museo del Prado. Madrid.

Este año hemos recurrido con frecuencia a la obra de Juan de Flandes; hoy, en la contemplación del misterio de la Ascensión, volvemos a escoger una tabla, procedente de la iglesia de San Lázaro de Palencia. Oculto por una nube, Cristo asciende al cielo ante María y los Apóstoles, entre los que destaca Santiago, con vara ysombrero de peregrino. La parte superior de su cuerpo aparece oculta para otorgar mayor protagonismo a las huellas de sus pies, impresas en la cima del monte de los Olivos.

San León Magno comenta este misterio en su Tratado 74. Éstas son sus palabras:

El misterio de nuestra salvación, amadísimos, que el Creador del universo estimó en el precio de su sangre, ha sido llevado a cabo según una economía de humildad desde el día de su nacimiento corporal hasta el término de la pasión. Y aunque bajo la condición de siervo irradiaron muchos signos manifestativos de su divinidad, sin embargo toda la actividad de este período estuvo orientada propiamente a demostrar la realidad de la humanidad asumida. En cambio, después de la pasión, rotas las cadenas de la muerte, que, al recaer en el que no conoció el pecado, había perdido toda su virulencia, la debilidad se convirtió en fortaleza, la mortalidad en eternidad, la ignominia en gloria, gloria que el Señor Jesús hizo patente ante muchos testigos por medio de numerosas pruebas, hasta el día en que introdujo en los cielos el triunfo de la victoria que había obtenido sobre los muertos.

Y así como en la solemnidad de Pascua la resurrección del Señor fue para nosotros causa de alegría, así también ahora su ascensión al cielo nos es un nuevo motivo de gozo, al recordar y celebrar litúrgicamente el día en que la pequeñez de nuestra naturaleza fue elevada, en Cristo, por encima de todos los ejércitos celestiales, de todas las categorías de ángeles, de toda la sublimidad de las potestades hasta compartir el trono de Dios Padre. Hemos sido establecidos y edificados por este modo de obrar divino, para que la gracia de Dios se manifestara más admirablemente, y así, a pesar de haber sido apartada de la vista de los hombres la presencia visible del Señor, por la cual se alimentaba el respeto de ellos hacia él, la fe se mantuviese firme, la esperanza inconmovible y el amor encendido.

En esto consiste, en efecto, el vigor de los espíritus verdaderamente grandes, esto es lo que realiza la luz de la fe en las almas verdaderamente fieles: creer sin vacilación lo que no ven nuestros ojos, tener fijo el deseo en lo que no puede alcanzar nuestra mirada. ¿Cómo podría nacer esta piedad en nuestros corazones, o cómo podríamos ser justificados por la fe, si nuestra salvación consistiera tan sólo en lo que nos es dado ver? Por eso dijo el Señor a aquel apóstol que no creía en la resurrección de Cristo mientras no explorase con la vista y el tacto, en su carne, las señales de la pasión: ¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.

Pues bien, para hacernos capaces, amadísimos, de semejante bienaventuranza, nuestro Señor Jesucristo, después de haber realizado todo lo que convenía a la predicación evangélica y a los misterios del nuevo Testamento, cuarenta días después de la resurrección, elevándose al cielo a la vista de sus discípulos, puso fin a su presencia corporal para sentarse a la derecha del Padre, hasta que se cumplan los tiempos divinamente establecidos en que se multipliquen los hijos de la Iglesia, y vuelva, en la misma carne con que ascendió a los cielos, a juzgar a vivos y muertos. Así, todas las cosas referentes a nuestro Redentor, que antes eran visibles, han pasado a ser ritos sacramentales; y para que nuestra fe fuera más firme y valiosa, la visión ha sido sustituida por la instrucción, de modoque, en adelante, nuestros corazones, iluminados por la luz celestial, deben apoyarse en esta instrucción.

miércoles, 28 de mayo de 2014

Mosaico de Cristo Pantocrátor.

Cristo Pantocrátor. 1145-1160. Anónimo
Mosaico
Catedral de Cefalú. Sicilia.

Pocas veces hemos seleccionado un mosaico como objeto de nuestra atención. Pero la proximidad de la Solemnidad de la Ascensión nos invita a contemplar una imagen de Cristo glorioso, que preside el ábside de la soberbia catedral de Cefalú. Esta Catedral fue edificada por el rey Roger II de Sicilia, durante la primera mitad del siglo XII. Fue consagrada al Salvador y a los santos Pedro y Pablo, pero su conclusión y consagración no llegó hasta el año 1267.

La decoración de los mosaicos está concebida en estilo bizantino. Frente a las demás figuras de la Virgen, los ángeles y lo santos, el rostro de Cristo se muestra en una proporciones grandiosas. su mirada, de esta forma, constituye el punto de atención de todo el templo. Lleva en su mano en Libro, abierto y escrito en caracteres griegos.

martes, 27 de mayo de 2014

Zurbarán. El Salvador bendiciendo.

El Salvador bendiciendo. 1638. Francisco de Zurbarán
Óleo sobre lienzo. Medidas: 100cm x 72cm.
Museo del Prado. Madrid.

Os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Defensor. En cambio, si me voy, os lo enviaré. Y cuando venga, dejará convicto al mundo con la prueba de un pecado, de una justicia, de una condena. De un pecado, porque no creen en mí; de una justicia, porque me voy al Padre, y no me veréis; de una condena, porque el Príncipe de este mundo está condenado.

Los últimos días de Pascua suenan a despedida en la Liturgia. El Señor, después de la Resurrección, dejó a sus discípulos. Los dejó, pero no nos abandonó, pues nos dejó su Espíritu Santo. Pero, desde entonces, su sacratísima humanidad no nos ha acompañado físicamente, como lo hizo en Israel durante aquellos treinta y tres años. Su bendición, con todo, guía y orienta a la Iglesia en su camino a través de la historia.

Esto es lo que quiso mostrar Zurbarán en la obra que hoy contemplamos. Cristo bendice el mundo, sobre el que se paso su mano, sujetando la Cruz que, como signo de triunfo, se levanta sobre el globo terrestre. Se trata de una obra de devoción, que muestra la confianza creyentes en el Señor, que nos ha prometido no dejarnos solos. Me parece una magnífica expresión de la fe cristiana.

lunes, 26 de mayo de 2014

Paolo de San Leocadio. El Salvador.

El Salvador. 1482. Paolo de San Leocadio
Óleo sobre tabla. Medidas: 34cm x 25cm.
Museo del Prado. Madrid.

La liturgia nos prepara para la despedida del Señor en la Ascensión y el envío del Espíritu Santo. Por eso, queremos hoy contemplar el rostro del Salvador, en una imagen de devoción atribuida a Paolo de San Leocadio. Nos muestra a Cristo salvador, coronado con el nimbo crucífero, vestido con túnica verde y manto rojo y una expresión de profunda pena,  todos ellos símbolos evocadores de su Pasión. 

El busto se completa con un marco interior dorado que contrasta con la mayor volumetría y expresionismo del rostro de Cristo, ejemplos del desarrollo del arte del pintor hacia formas más modernas.

sábado, 24 de mayo de 2014

Bartolomé Bermejo. Piedad del canónigo Luis Desplá


Piedad del canónigo Luis Desplá. 1490. Bartolomé Bermejo
Témpera sobre tabla. Medidas: 172cm x 189cm.
Catedral de Barcelona

Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo os amaría como cosa suya, pero como no sois del mundo, sino que yo os he escogido sacándoos del mundo, por eso el mundo os odia.

Estas palabras de Jesús, que escuchamos en la liturgia de este día, sitúan las posibles persecuciones que podamos sufrir en el contexto del misterio de la Muerte y Resurrección del Señor. Y queremos contemplar hoy este misterio junto a María, la Madre dolorosa que permaneció al pie de la Cruz, y que gozó con el glorificación del Hijo.


Para ello, hemos escogido una obra de la pintura hispano-flamenca: la conocida Piedad del canónigo Luis Desplá, pintada para la Catedral de Barcelona. Se pintó por encargo del arcediano Lluís Desplà, que aparece a la derecha de la composición. Esta obra destaca por su composición, una cruz formada por la Virgen y el cuerpo yacente de Jesús sobre su regazo, el verismo de los personajes, que enseñan expresiones desgarradas, caso de la Virgen, y contenidas, caso de los acompañantes, y el paisaje, lleno de referencias simbólicas, al Edén mediante su guardián el león, a María mediante la mariquita, a la muerte a través de la carabela y a la resurrección mediante la mariposa.