El Juicio Final, 1293. Pietro Cavallini
Fresco, 320 x 1400 cm
Santa Cecilia in Trastevere, Roma. Italia.
Un silencio sereno lo envolvía todo, y, al mediar la noche su carrera, tu palabra todopoderosa se abalanzó, como paladín inexorable, desde el trono real de los cielos al país condenado; llevaba la espada afilada de tu orden terminante; se detuvo y lo llenó todo de muerte; pisaba la tierra y tocaba el cielo. Porque la creación entera, cumpliendo tus órdenes, cambió radicalmente de naturaleza, para guardar incólumes a tus hijos. Se vio la nube dando sombra al campamento, la tierra firme emergiendo donde había antes agua, el mar Rojo convertido en camino practicable y el violento oleaje hecho una vega verde; por allí pasaron, en formación compacta, los que iban protegidos por tu mano, presenciando prodigios asombrosos. Retozaban como potros y triscaban como corderos, alabándote a ti, Señor, su libertador.
Leemos en la Eucaristía de hoy este pasaje del capítulo 18 del Libro de la Sabiduría. Sobre todo la primera frase ha sido utilizada por la liturgia para referirse a la Encarnación del Verbo, la Sabiduría de Dios, en nuestro Señor Jesucristo. Por eso, contemplamos un fresco que representa a Jesucristo Pantocrátor, sentado sobre el trono celestial y rodeado de la mandorla mística, mientras es alabado por los siete áneles.
Leemos en la Eucaristía de hoy este pasaje del capítulo 18 del Libro de la Sabiduría. Sobre todo la primera frase ha sido utilizada por la liturgia para referirse a la Encarnación del Verbo, la Sabiduría de Dios, en nuestro Señor Jesucristo. Por eso, contemplamos un fresco que representa a Jesucristo Pantocrátor, sentado sobre el trono celestial y rodeado de la mandorla mística, mientras es alabado por los siete áneles.
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