sábado, 11 de mayo de 2013

Berzé-la-Ville


Pinturas del ábside de la capilla del "Chateau des Moines" s. XII.
Berzé-la-Ville, Francia.

Hoy recordamos en el calendario a los santos abades de Cluny El monasterio de Cluny, fundado el año 909, por obra de los santos abades que se sucedieron por espacio de dos siglos, fue uno de los más famosos centros de vida monástica. 

La Imagen pertenece a una capilla, posterior priorato,  cercana al monasterio que sirvió incluso de enterramiento de abades. Berzé-la-Ville era un priorato cluniacense próximo al monasterio, apenas a unos de kilómetros. En su interior encontramos una de las decoraciones pictóricas más importantes del Románico francés. Realizada hacia 1109 con una técnica muy cuidada, sobre un espeso enlucido de base, se representaba en el interior del ábside una composición en tres niveles: arriba, Cristo en majestad; en el medio, escenas relativas a los martirios de san Blas y san Lorenzo o san Vicente; abajo, una serie de bustos de santos, en total, dieciséis figuras alrededor del Pantocrátor. Ademanes y caracterización de los rostros denuncian el conocimiento de obras bizantinas. Sin embargo, es posible, como creen algunos especialistas, que el pretendido bizantinismo no corresponda a una dependencia directa, sino a algo aprendido a través de modelos italianos; seguramente, dados los estrechos contactos existentes, con Montecasino; no faltando una coincidencia en los detalles ornamentales con la misma pintura romana coetánea. 

Podemos distinguir dos escuelas diferentes dentro de la pintura románica en Francia: la escuela de Borgoña que se inspira en la benedictina de Italia, y la escuela del Loire, que mantendrá contactos con las escuelas españolas. La escuela de Borgoña era continuadora de la pintura italobizantina porque el monasterio de Cluny mantenía una buena relación como ya hemos apuntado con el de Montecassino. Se caracterizaba por utilizar colores muy decorativos, y realizar figuras de delicado modelado y suntuosos vestidos sobre fondos azules.  Estas majestuosas figuras aparecen en los frescos de Berzé-la-Ville, que era el lugar donde reposaban los abades de Cluny, y en la cripta de la catedral de Auxerre.

Pero vamos a recordar de forma breve a los abades que hoy recordamos:

Odón, anteriormente canónigo de la iglesia de Tours, muy luego hizo profesión de vida monástica. Elegido abad de Cluny en 927, ilustró a los monjes los tesoros escondidos en la observancia de la Regla. Hizo florecer muchos monasterios en Francia y en Italia. Murió en Tours el 18 de noviembre de 942, en la octava de la fiesta de san Martín.

Máyolo, nacido en Provenza, de noble familia, canónigo de la iglesia de Mácon, joven aún fue nombrado arcediano. En 948 hizo profesión de vida monástica en Cluny, y muy pronto fue elegido abad. Fue tan apreciado por los príncipes de aquel tiempo, que Otón II tenía interés enhacerlo elegir Sumo Pontífice, a lo que Máyolo se opuso resueltamente. Fundó innumerables monasterios y aceptó reformar otros muchos. Murió en Souvigny (Alvernia) el 11 de mayo de 994.

Odilón, nacido en Alvernia en 962, fue primero canónigo de la iglesia de Brioude, y después monje de Cluny. Nombrado por Máyolo coadjutor suyo en 991, le sucedió en el cargo abacial. Extendió la observancia cluniacense en España. Fue el primero en instituir la conmemoración litúrgica de todos los difuntos. Murió el 1 de enero de 1049 en Souvigny, junto a la tumba del padre Máyolo.

Hugo, hijo de Dalmacio conde de Semur, nació en 1024. Contra la voluntad de sus padres, en 1039 se retiró al monasterio de Cluny, de donde fue prior. A la muerte de Odilón, fue elegido abad. Construyó la célebre basílica de su monasterio, hizo redactar el código de las costumbres monásticas, y fundó de planta muchos monasterios. Después de sesenta años de gobierno, murió en Cluny el 29 de abril de 1109.

Pedro, llamado el Venerable, nació en Alvernia hacia el 1092. Educado en el monasterio de Sauxilanges, fue nombrado prior y responsable del escolasticado del monasterio de Doméne, y, más tarde, en 1122 fue elegido abad de Cluny. Se preocupó por la observancia regular en los monasterios. Personalmente eminente en el estudio de las letras, estimuló a sus monjes para que se dedicasen a los estudios, pero demostrando siempre un perfecto equilibrio entre acción y contemplación. Murió el año 1156 en el día de Navidad.

(De la Historia del monasterio de Cluny)

viernes, 10 de mayo de 2013

San Juan de Ávila


San Juan de Ávila, ca. 1630. Obra atribuida a el Greco
Óleo sobre lienzo, 79 x 62 cm.
Museo de El Greco. Toledo. España

Hoy recordamos un gran santo que fue proclamado doctor de la Iglesia el 7 de octubre de 2012 en Roma. Predicador infatigable y autor de obras de gran profundidad espiritual. Gran conocedor de la Sagrada Escritura, que citaba de memoria, de los Padres de la Iglesia, de los teólogos y de los autores de su tiempo. Estudia y difunde la doctrina de Trento para salir al paso de las opiniones de los reformadores, de las que estaba al tanto. Aunque la fuente principal de su ciencia era la oración y la contemplación del misterio de Cristo.  

En 1513 comenzó a estudiar leyes en Salamanca, de donde volvería después de cuatro años para llevar una vida retirada en Almodóvar, viviendo una vida de oración y penitencia, durará hasta 1520. Pues aconsejado por un religioso franciscano, marchará a estudiar artes y teología a Alcalá de Henares (1520-1526). Durante esta etapa murieron sus padres. Juan fue ordenado sacerdote en 1526, y quiso venerar la memoria de sus padres celebrando su Primera Misa en Almodóvar del Campo. A la ceremonia asistieron doce pobres que comieron luego en su mesa. Después vendió todos los bienes que le habían dejado sus padres, los repartió a los pobres, y se dedicó enteramente a la evangelización, empezando por su mismo pueblo.

Sus deseos de misión en las Indias, no llegaron a realizarse a pesar que se ofreciera como misionero al nuevo obispo de Tlaxcala (Nueva España), Julián Garcés, y con el propósito de embarcar se trasladó a Sevilla con su compañero de estudios en Alcalá, Fernando de Contreras. Sin embargo el arzobispo de Sevilla, Alonso Manrique ordenó a Juan de Ávila que abandonara esa idea y evangelizase Andalucía. Así pues san Juan de Ávila paso a ser el "Apóstol de Andalucía".

Desde 1531 hasta 1533 Juan de Ávila estuvo procesado por la Inquisición sevillana acusado de Erasmismo, del cual se había impregnado en Alcalá. Al cabo de un año, que paso cárcel, se le absolvió.

Tuvo gran influencia en el Concilio de Trento. El Maestro Ávila pertenece a ese grupo de verdaderos re formadores que alentaron e iluminaron la renovación de la Iglesia en aquellos tiempos recios del siglo XVI. Es  modelo de catequista ta que supo transmitir con seguridad el núcleo del mensaje cristiano y formar en los misterios  centrales de la fe y en su implicación en la vida cristiana, provocó la adhesión a Jesucristo y llamó a la conversión. Fue pionero en el ámbito de la educación y de la cultura. Fundó una universidad, Baeza (Jaén), dos colegios mayores, como el Colegio de San Pelagio (en la actualidad el Seminario Diocesano de Cordoba) y el Colegio de la Asunción (donde no se podía dar título de maestro sin haberse ejercitado antes en la predicación y el catecismo por los pueblos).once escuelas y tres convictorios para formación permanente e integral de los sacerdotes. Sacerdotes, a los que había que formar desde la niñez.

Fue amigo de todos y  padre en Cristo de muchos hombres de toda condición, nobles y  humildes, sacerdotes y seglares; y maestro, a la vez, de santos, tales como san Juan de Dios, san Francisco de Borja, san Pedro de Alcántara, san Ignacio de Loyola, san Juan de Ribera, santo Tomás de Villanueva, santa Teresa de Jesús.

El Audi, Filia fue publicado después de su muerte. El rey Felipe II lo apreció tanto que pidió no faltara nunca en El Escorial. Prácticamente es el primer libro en lengua vulgar que expone el camino de perfección para todo fiel, aun el más humilde. El sentido de perfección cristiana es el sentido eclesial de desposorio de la Iglesia con Cristo.

Renunció a las prebendas y obispados (el de Segovia y Granada), así como el capelo cardenalicio (ofrecido por Paulo III)

San Juan de Ávila que había nacido el 6 de enero de 1499 en Almodóvar del Campo (Ciudad Real), de una familia profundamente cristiana. Murió en Montilla, Cordoba, el 10 de mayo de 1569

jueves, 9 de mayo de 2013

La Ascensión de Cristo


La Ascensión de Cristo, 1460. Obra de Andrea Mantegna
Temple sobre tabla, 86x162cm
Galeria de los Uffizi, Florencia. Italia

Hoy es la Ascensión del Señor a los cielos, cuarenta días después de resucitar y tras aparecerse a los discípulos varias veces dejando así constancia de su resurrección, asciende al Cielo, desde donde al final de los tiempos ha de venir a juzgara al mundo.

El evangelio dice así; Jesús a sus discípulos:«Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén.
Vosotros sois testigos de esto. Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido; vosotros quedaos en la ciudad, hasta que os revistáis de la fuerza de lo alto.»
Después los sacó hacia Betania y, levantando las manos, los bendijo.
Y mientras los bendecía se separó de ellos, subiendo hacia el cielo.
Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.
(Lc 24, 46-53)

San Pablo en su carta a los efesios nos habla de la gracia recibida en Cristo, de como en Él hemos sido arrancados de toda esclavitud y como en Él hemos de desarrollarnos según los dones que nos ha regalado llegando así a nuestra plenitud en Cristo: A cada uno de nosotros se le ha dado la gracia según la medida del don de Cristo. Por eso dice la Escritura: «Subió a lo alto llevando cautivos y dio dones a los hombres». El «subió» supone que había bajado a lo profundo de la tierra; y el que bajó es el mismo que subió por encima de todos los cielos para llenar el universo.

Y él ha constituido a unos, apóstoles, a otros, profetas, a otros, evangelizadores, a otros, pastores y maestros, para el perfeccionamiento de los santos, en función de su ministerio, y para la edificación del cuerpo de Cristo; hasta que lleguemos todos a la unidad en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios, al hombre perfecto, a la medida de Cristo en su plenitud.
(Ef 4, 7-13)
Y san Cirilo de Alejandría en su comentario sobre el evangelio de san Juan hace alusión a éste acontecimiento; Así pues, nuestro Señor Jesucristo nos ha inaugurado un camino nuevo y vivo, como dice Pablo: Ha entrado no en un santuario construido por hombres, sino en el mismo cielo, para ponerse ante Dios, intercediendo por nosotros. En realidad, Cristo no subió al cielo para manifestarse a sí mismo delante de Dios Padre: él estaba, está y estará siempre en el Padre y a la vista del que lo engendró; es siempre el objeto de sus complacencias. Pero ahora sube en su condición de hombre, dándose a conocer de una manera insólita y desacostumbrada el Verbo que anteriormente estaba desprovisto de la humanidad. Y esto, por nosotros y en provecho nuestro, de modo que presentándose como simple hombre, aunque Hijo con pleno poder, y habiendo oído en la carne aquella invitación real: Siéntate a mi derecha, mediante la adopción pudiera transmitir por sí mismo a todo el género humano la gloria de la filiación.

Es efectivamente uno de nosotros, en cuanto que apareció a la derecha de Dios Padre en su calidad de hombre, si bien superior a toda criatura y consustancial al Padre, ya que es el reflejo de su gloria, Dios de Dios, y luz de la luz verdadera. Se apareció, pues, por nosotros delante del Padre, para colocarnos nuevamente junto al Padre a nosotros que, en fuerza de la antigua prevaricación, habíamos sido alejados de su presencia. Se sentó como Hijo, para que también nosotros, como hijos, fuésemos, en él, llamados hijos de Dios. Por eso, Pablo que pretende ser portador de Cristo que habla en él, enseña que las cosas acaecidas a título especial respecto de Cristo son comunes a la naturaleza humana, diciendo: Nos ha resucitado con Cristo y nos ha sentado en el cielo con él.

El cuadro en cuestión era una de las tablas que adornaba la capilla del Castillo de Mantua, junto a la Muerte de la Virgen del Museo del Prado. Después se formó un tríptico con este cuadro y la Circuncisión y la Adoración de los Reyes Magos.De sentido marcadamente vertical, todos los elementos de la composición conducen la mirada del espectador hacia el Cristo que asciende al cielo, en cuerpo y alma, portado por una guirnalda a mondo de mandorla cuajada de ángeles y querubines  de color rojo entre nubes azules, modelo que se repitio en España y Flandes. En el suelo, los apóstoles y la Virgen forman un corro que contempla asombrado el milagro, cada uno en una pose diferente según su propia reacción. Las cabezas elevadas y giradas hacia Cristo permiten al artista lucir su dominio del escorzo, que consiste en situar un objeto en diagonal y no de frente, ofreciendo una vista forzada y deformante que resultaba muy difícil en la época. Mantegna fue el mayor maestro en el dominio del escorzo y la perspectiva geométrica, lo que puede apreciarse en dos obras muy llamativas, como son el Cristo Muerto de la pinacoteca de Brea de Mián y la Cámara de los Esposos del palacio ducal de Mantua.


miércoles, 8 de mayo de 2013

Espíritu Santo


El Espíritu Santo, 1750. Obra de Corrado Giaquinto
Óleo sobre lienzo, 64x48 cm
Colección Privada

Dijo Jesús a sus discípulos:
"Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir.
Él me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando.
Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que toma de lo mío y os lo anunciará."

Jn 16,12-15

Ante la inminente cercanía de la Ascensión, y la marcha de Cristo al Padre, éste nos hace un  anuncio muy claro de la venida del Espíritu Santo, un anuncio constante que manifiesta a los discípulos en todo el discurso de despedida. El mismo Jesús da a conocer a las tres personas que conforman el Dios en el que creemos: el Padre, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la Verdad, que ni uno solo de sus hijos se pierda; el Hijo, Jesús, que ha venido a hacer la Voluntad del Padre, ha destruido el poder de la muerte ha vencido al pecado y restaurado al hombre creado a imagen del Padre. El ha abierto el camino al Padre; el Espíritu Santo, que constituye la fortaleza inquebrantable, el apoyo, la presencia de Dios mismo en este mundo, en la Creación, en nuestra vida cotidiana, y en nuestro interior. Presencia, esta última, incuestionable, evidente, que hace posible la Gracia de Dios.

Hay pues una fuerza poderosa, a cuya custodia nos ha encomendado Jesús, en la cual debemos confiar y a la cual hemos de acudir: esta es el Espíritu Santo, que no es ni más ni menos que el Espíritu de Dios mismo, uno y trino. Él debe iluminar cada uno de nuestros pasos. Él nos guiará hacia la luz. El abrirá nuestras entendederas, nuestra inteligencia y hará posible lo que de otro modo sería imposible. Es a Él a quien debemos abandonarnos, seguros que ha de llevarnos al Padre, y con Él, a la Vida Eterna.

Así hemos de acudir constantemente a los sacramentos, en los que misteriosamente nos reencontramos de un modo muy especial con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Por el Espíritu Santo se nos permite alcanzar una unión más íntima y vital con Dios. Por ejemplo en el sacramento de la reconciliación dice la formula de la absolución, "...y envió el Espíritu Santo para la remisión de los pecados..." y en toda plegaria eucarística se invoca al Espíritu Santo en el momento de la epíclesis para que el Padre lo envíe sobre los dones del altar y sean estos transformados en cuerpo y sangre de nuestro señor Jesucristo. En los sacramentos, encontramos nuestra fuerza y la gracia que nos asiste, el Espíritu que nos guía a la Verdad plena 

Ven, Espíritu Santo,
Llena los corazones de tus fieles
y enciende en ellos
el fuego de tu amor.
Envía, Señor, tu Espíritu.
Que renueve la faz de la Tierra.

Oh Dios, que has iluminado a tus hijos con la luz del Espíritu Santo
Haznos dóciles a tu Espíritu para obrar rectamente
Y gozar siempre de su consuelo,
Por Cristo Nuestro Señor. Amén.

martes, 7 de mayo de 2013

El Padre eterno y el Espíritu Santo


El Padre eterno y el Espíritu Santo, 1580. Obra de Paolo Caliari, el Veronese 
Óleo sobre lienzo

Jesús a sus discípulos:
"Ahora me voy al que me envió, y ninguno de vosotros me pregunta: "¿Adónde vas?" Sino que, por haberos dicho esto, la tristeza os ha llenado el corazón. Sin embargo, lo que os digo es la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Defensor. En cambio, si me voy, os lo enviaré.
Y cuando venga, dejará convicto al mundo con la prueba de un pecado, de una justicia, de una condena. De un pecado, porque no creen en mí; de una justicia, porque me voy al Padre, y no me veréis; de una condena, porque el Príncipe de este mundo está condenado."

(Jn 16, 5-11)

San Agustín dice al respecto en su comentario al evangelio de san Juan:

Ahora, en cambio, voy a ese que me envió y, afirma, nadie de vosotros me interroga: «¿A dónde vas?» Indica que él va a irse sin que ninguno le interrogase, porque con la vista del cuerpo percibirían abiertamente que sucedería —en verdad, más arriba le habían interrogado a dónde iba a ir, y les había respondido que él iba a ir donde estos mismos no podían venir entonces; pero ahora promete que él va a irse sin que ninguno de ellos interrogue a dónde va—, pues una nube lo recogió cuando ascendió desde ellos, y a él que se iba al cielo no lo buscaron con palabras, sino que lo escoltaron con los ojos.

Pero, porque os he hablado de estas cosas, afirma, la tristeza ha llenado vuestro corazón. Evidentemente, veía que esas palabras suyas actuaban en sus corazones. Efectivamente, al no tener aún, bien adentro, el consuelo espiritual que iban a tener mediante el Espíritu Santo, temían perder lo que exteriormente veían en Cristo y, porque no podían dudar que ellos iban a perder al que notificaba verdades, el afecto humano se conturbaba porque la mirada carnal quedaba sin objeto. Por su parte, él sabía qué les convenía más bien, porque, evidentemente, es mejor esa vista interior misma con que el Espíritu Santo iba a consolarlos, él que iba no a meter un cuerpo humano en los cuerpos de quienes le veían, sino a infundirse a sí mismo en los pechos de quienes creen.

Por eso ha añadido: «Pero yo os digo la verdad: os conviene que yo me vaya; en efecto, si no me marchare, el Paráclito no vendrá a vosotros; si, en cambio, me marchare, lo enviaré a vosotros», cual si dijera: «Os conviene que esta forma de esclavo os sea quitada. Palabra hecha carne, habito ciertamente entre vosotros; pero no quiero que me queráis aún carnalmente ni que, contentos con esa leche, ansiéis ser siempre bebés. Os conviene que yo me vaya; en efecto, si no me marchare, el Paráclito no vendrá a vosotros. Si no hubiere retirado los alimentos tiernos con que os he alimentado, no hambrearéis el alimento sólido; si os hubiereis adherido carnalmente a la carne, no seréis capaces del Espíritu».

Porque ¿qué significa: Si no me marchare, el Paráclito no vendrá a vosotros; si, en cambio, me marchare, lo enviaré a vosotros? Puesto aquí, ¿tal vez no podía enviarlo? ¿Quién diría esto? En efecto, de allí donde aquél estaba no se había retirado éste ni había venido del Padre sin permanecer en el Padre; por último, aun establecido aquí, ¿cómo no podía enviar a ese de quien sabemos que sobre él, bautizado, había venido y se había quedado; más aún, ese respecto a quien sabemos que de él nunca había sido separable aquél?. ¿Qué significa, pues, «Si no me marchare, el Paráclito no vendrá a vosotros», sino: «No podéis captar el Espíritu mientras persistís en conocer según la carne a Cristo?». Por ende, el que ya había recibido el Espíritu afirma: «Aunque habíamos conocido según la carne, a Cristo, sin embargo, ahora ya no lo conocemos así», puesto que no conoce según la carne ni aun a la carne misma de Cristo, quien conoce espiritualmente a la Palabra hecha carne. Seguramente esto quiso el Maestro bueno indicar diciendo: En efecto, si no me marchare, el Paráclito no vendrá a vosotros; si, en cambio, me marchare, lo enviaré a vosotros.

El Señor, al prometer que él iba a enviar el Espíritu Santo, afirma: Cuando haya venido él, acusará al mundo respecto a pecado y respecto a justicia y respecto a juicio. ¿Qué significa esto? El Señor Cristo ¿tal vez no acusó al mundo respecto a pecado cuando aseveró: Si no hubiese venido y les hubiese hablado, no tendrían pecado; ahora, en cambio, no tienen excusa de su pecado? Pero, para que alguien no diga quizá que esto se refiere propiamente a los judíos, no al mundo, ¿acaso no aseveró en otro lugar: Si fueseis del mundo, el mundo amaría lo que era suyo? ¿Tal vez no lo acusó respecto a justicia cuando aseveró: Padre justo, el mundo no te conoció? ¿Tal vez no lo acusó respecto a juicio cuando aseveró que él iba a decir a los de la izquierda: Id al fuego eterno, que está preparado para el diablo y sus ángeles? En el santo evangelio se descubren también muchos otros pasajes donde Cristo acusa de estas cosas al mundo. ¿Qué significa, pues, que, por así decirlo, atribuya propiamente al Espíritu Santo esto? ¿Parece acaso que, porque Cristo habló sólo entre la gente de los judíos, no ha acusado al mundo, de forma que se entienda que se acusa al que oye al acusador? Al contrario, se entiende que, mediante sus discípulos derramados por el orbe entero, el Espíritu Santo ha acusado no a una única gente sino al mundo, porque cuando iba a ascender al cielo les dijo esto: No os toca saber los tiempos o momentos que el Padre puso en su potestad; pero recibiréis fuerza del Espíritu Santo que caerá de improviso sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén y en Judea entera y en Samaría y hasta los confines de la tierra. Esto significa acusar al mundo.

lunes, 6 de mayo de 2013

Mártires


Fotografía del Beato Martín Martínez Pascual. 
Nacido el 11 de noviembre de 1910 en Valdealgorfa (Teruel) 
Fusilado el 18 de agosto de 1936 Siétamo (Huesca). 
Presbítero Católico

La lectura del  evangelio según san Juan (15,26-16,4a) de hoy me hace pensar mucho sobre la imagen de cuantos a través de la Historia han dado testimonio de Cristo, un testimonio que sin duda ha sido sostenido por la fuerza del Espíritu Santo. No solo es que hayan sido insultados, calumniados, perseguidos o privados de su libertad, sino que han llegado a dar su vida por Cristo, Solo, y como única razón, testimoniar la Verdad que es Cristo, no renunciar a él y no plegarse a falsos conceptos que empequeñecen su valiente y radical seguimiento. 

Es tremendo escucha palabras  como, os he hablado de esto, para que no tambaleéis. Os excomulgarán de la sinagoga; más aún, llegará incluso una hora cuando el que os dé muerte pensará que da culto a Dios. Pensamos que son palabras del pasado, cuando las primeras persecuciones eran propiciadas por los emperadores romanos y que finalizaron con la paz Constantino en el siglo IV. Me vienen a la memoria algunos casos posteriores, aunque olvidaré otros que sin duda Dios los tendrá en su eterna compañía. 

Mártires de Sebaste
Mártires de Marrakech
Mártires de Córdoba
Mártires de Cajonos
Mártires de Inglaterra y Gales
Mártires de Canada
Mártires del Brasil
Mártires de Uganda
Mártires de Japón
Mártires de China
Mártires de Corea
Mártires de la Persecución contra la Iglesia Méjico
Mártires de la Persecución contra la Iglesia en España
Mártires de la Iglesia Ortodoxa del s. XX
Mártires de la Segunda Guerra Mundial
Mártires de Sudán
Mártires de Camboya
Mártires de Vietnam
Mártires de República Democrática del Congo
Mártires de Oriente Medio
etc, etc, ...

Posiblemente en los veinte siglos que la Iglesia lleva anunciando el evangelio, nunca tantos mártires como en el siglo XX fueron llevados al patíbulo por odio a la fe. Hombres y mujeres que dieron testimonio de manera valiente en todo el mundo. Hombre y mujeres que tenían una mirada limpia y decidida como la que contemplamos hoy en el beato Martin, (su foto fue tomada instantes antes de su ejecución) Martires por Cisto asistidos por el Espíritu Santo que no dudaron de Él y que dieron testimonio sin tambalear ni temer y que sin duda se acordaron de esta palabras del Maestro:

"Cuando venga el Defensor, que os enviaré desde el Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí; y también vosotros daréis testimonio, porque desde el principio estáis conmigo.
Os he hablado de esto, para que no tambaleéis. Os excomulgarán de la sinagoga; más aún, llegará incluso una hora cuando el que os dé muerte pensará que da culto a Dios. Y esto lo harán porque no han conocido ni al Padre ni a mí.
Os he hablado de esto para que, cuando llegue la hora, os acordéis de que yo os lo había dicho."


(Jn 15,26-16,4a)

Les dejo dos interesantes artículos sobre el martirio y sobre la situación actual.



domingo, 5 de mayo de 2013

Cristo resucitado visita a su Madre


Cristo resucitado visita a su Madre acompañado por los Padres de la Iglesia, 1657. Obra de Lorenzo Pasinelli 
Óleo sobre lienzo

Hoy, en Esxpaña celebramos el día de la Madre y que mejor que visitar a la Madre de Dios con su Hijo resucitado acompañados de toda la Iglesía. María es madre de todos nostros desde el momento en que Cristo nos la entrega desde la cruz, cuando dice;  "Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: "Mujer, he ahí a tu hijo". Luego dice al discípulo: "He ahí a tu madre"" (Jn 19, 26-27).

Después de que Jesús es colocado en el sepulcro, María "es la única que mantiene vida la llama de la fe, preparándose para acoger el anuncio gozoso y sorprendente de la Resurrección" Dice Juan Pablo II en la catequesis del  3 de abril de 1996. 

La espera que vive la Madre del Señor el Sábado santo constituye uno de los momentos más altos de su fe: en la oscuridad que envuelve el universo, ella confía plenamente en el Dios de la vida y, recordando las palabras de su Hijo, espera la realización plena de las promesas divinas.

Si los autores del Nuevo Testamento no hablan del encuentro de Jesús resucitado con su madre, tal vez se debe atribuir al hecho de que los que negaban la resurrección del Señor podrían haber considerado ese testimonio demasiado interesado y, por consiguiente, no digno de fe. ¿Cómo podría la Virgen, presente en la primera comunidad de los discípulos (cf. Hch 1, 14), haber sido excluida del número de los que se encontraron con su divino Hijo resucitado de entre los muertos? 

Un autor del siglo V, Sedulio, sostiene que Cristo se manifestó en el esplendor de la vida resucitada ante todo a su madre. En efecto, ella, que en la Anunciación fue el camino de su ingreso en el mundo, estaba llamada a difundir la maravillosa noticia de la resurrección, para anunciar su gloriosa venida. Así inundada por la gloria del Resucitado, ella anticipa el "resplandor" de la Iglesia (cf. Sedulio, Carmen pascale, 5, 357-364: CSEL 10, 140 s).

Por ser imagen y modelo de la Iglesia, que espera al Resucitado y que en el grupo de los discípulos se encuentra con él durante las apariciones pascuales, parece razonable pensar que María mantuvo un contacto personal con su Hijo resucitado, para gozar también ella de la plenitud de la alegría pascual.

La Virgen santísima, presente en el Calvario durante el Viernes santo (cf. Jn 19, 25) y en el cenáculo en Pentecostés (cf. Hch 1, 14), fue probablemente testigo privilegiada también de la resurrección de Cristo, completando así su participación en todos los momentos esenciales del misterio pascual. María, al acoger a Cristo resucitado, es también signo y anticipación de la humanidad, que espera lograr su plena realización mediante la resurrección de los muertos.

En el tiempo pascual la comunidad cristiana, dirigiéndose a la Madre del Señor, la invita a alegrarse: "Regina caeli, laetare. Alleluia". "¡Reina del cielo, alégrate. Aleluya!". Así recuerda el gozo de María por la resurrección de Jesús, prolongando en el tiempo el "¡Alégrate!" que le dirigió el ángel en la Anunciación, para que se convirtiera en "causa de alegría" para la humanidad entera.  ( cf. Juan Pablo II 21 de mayo de 1997)