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sábado, 25 de mayo de 2019

Roger van der Weyden. Descendimiento de la Cruz

Descendimiento de la Cruz. 1442-1445. Rogier van der Weyden
Óleo sobre tabla. Medidas: 213 cm x 43 cm
Galería de Pintura. Berlín

Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo os amaría como cosa suya, pero como no sois del mundo, sino que yo os he escogido sacándoos del mundo, por eso el mundo os odia.

Las palabras de Jesús que se pronuncian hoy en el Evangelio de la Eucaristía nos previenen ante las persecuciones que los cristianos han de sufrir, siguiendo el ejemplo del propio Señor, que fue crucificado por nuestros pecados. Por eso, hemos traído hoy a nuestra contemplación la tabla central del llamado Tríptico de Miraflores, que pintó a mediados del siglo XV Roger van der Weyden, y que posteriormente fue copiado por Juan de Flandes para la Capilla Real de Granada.

Se trata de una Piedad, llena de emoción y sentimiento, enmarcada en una arquitectura gótica, y con un paisaje en profundidad, en el que se divisa una ciudad a la orilla de un lago.

jueves, 3 de noviembre de 2016

Correa de Vivar. El Descendimiento

El Descendimiento. XVI. Juan Correa de Vivar
Óleo sobre tabla. Medidas: 123 cm x 92 cm.
Museo del Prado. Madrid

Durante el mes de noviembre, dedica la piedad cristiana un especial recuerdo a nuestros hermanos difuntos. Ya han participado de la muerte del Señor y esperamos que, por su misericordia, les perdona las faltas de su peregrinación en la tierra, y les conceda la participación en su resurrección a la vida eterna.

En la Cruz Jesús ha conocido el extremo abajamiento en su condición divina. Por eso, queremos hoy contemplar un bello Descendimiento de Juan Correa de Vivar, en el que se nos muestra el cuerpo lívido de Jesús muerto, sostenido por san Juan, llorado por la Madre, y observado por la Magdalena, que tiene un tarro con los ungüentos para el embalsamamiento. Al fondo aparecen Nicodemo y José de Aritmatea, y a la derecha otra mujer de las que acompañaron a María en tan trágico momento.

La fecha de nacimiento de Juan Correa de Vivar debió rondar hacia el año 1510. Se desconocen los nombres de sus progenitores, pero se sabe que gozaban de una posición acomodada tal como se demuestra en los múltiples bienes que fueron del artista. Juan tuvo dos hermanos, Eufrasia y Rodrigo, cuyo hijo también Rodrigo fue aprendiz con el tío y continuó algunas de las obras dejadas a la muerte de éste. En Mascaraque poseía una gran casa y tierras a las que volvía el pintor de tiempo en tiempo a descansar de sus viajes y trabajos, aunque siempre fue vecino de Toledo.

Nunca se casó y fue hombre religioso tal como puede leerse en su testamento, del que hay una copia en el archivo parroquial de Mascaraque. Dejó como única heredera de sus bienes a su alma, es decir, que estos serían empleados para la realización de obras de caridad, misas o para la fundación de una capellanía que perpetuó en la iglesia de Mascaraque y cuyo primer beneficiario fue su sobrino Rodrigo de Vivar.

Dentro del ambiente artístico de la época, Correa estuvo siempre muy bien considerado, llegando a decir de él el padre José de Sigüenza, cronista de El Escorial, que era de lo bueno de aquel tiempo. En siglos posteriores su arte no decayó en la estima de los tratadistas, aunque su biografía quedó sepultada en el olvido.

martes, 15 de septiembre de 2015

Roger van der Weyden. Descendimiento de la Cruz

Descendimiento de la Cruz. 1442-1445. Rogier van der Weyden
Óleo sobre tabla. Medidas: 213 cm x 43 cm
Galería de Pintura. Berlín

Celebramos hoy la memoria de Nuestra Señora la Virgen de los Dolores. Estaba la Madre dolorosa al pie de la Cruz. Así comienza el célebre himno medieval, que describe los dolores de la madre del Señor, viéndole agonizar y morir al pie de la cruz.

Contemplamos, con tal motivo, la tabla central de llamado Tríptico de Miraflores. Se trata de un encargo del rey Juan II de Castilla para el recién fundado Monasterio Cartujo de Miraflores. Se compone de tres tablas de igual tamaño. 

Las pinturas narran escenas que relacionan a Cristo y María. Las arquivoltas llevan esculturas que completan las narraciones principales, su lectura es desde el ápice hacia abajo en sentido contrario a las agujas del reloj. Las figuras son más delicadas y tienen menos fuerza que las del Descendimiento, así vemos la evolución de Van der Weyden hacia un estilo mucho más flamenco. Muchos expertos opinaban que pudo ser una obra temprana del artista, pero el encargo del rey Juan no pudo ser anterior al año 40.

La Tabla central muestra la Piedad, en la que María toma sobre sus rodillas el cuerpo yaciente de su hijo, viste de rojo, color de la pasión, y sobre ella un ángel porta la corona del sacrificio.

lunes, 14 de septiembre de 2015

Juan de Flandes. Descendimiento de la Cruz

Descendimiento. 1505. Juan de Flandes
Óleo sobre tabla.
Museo Diocesano de Palencia

O crux, ave spes unica! ¡Salve, oh cruz, nuestra única esperanza!

En la cruz se encuentran la miseria del hombre y la misericordia de Dios. Adorar esta misericordia ilimitada es para el hombre el único modo de abrirse al misterio que la cruz revela. La cruz está plantada en la tierra y parece hundir sus raíces en la malicia humana, pero se proyecta hacia lo alto, como un índice que apunta al cielo, un índice que señala la bondad de Dios. Por la cruz de Cristo ha sido vencido el maligno, ha quedado derrotada la muerte, se nos ha transmitido la vida, se nos ha devuelto la esperanza y nos ha sido comunicada la luz. O crux, ave spes unica!

Como Moisés elevó la serpiente en el desierto –dice Jesús–, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. ¿Qué vemos, por tanto, cuando dirigimos la mirada a la cruz donde fue clavado Jesús?. Contemplamos el signo del amor infinito de Dios a la humanidad.

O crux, ave spes unica! San Pablo habla de ella en la Carta a los Filipenses, que acabamos de escuchar. Cristo Jesús no solo se hizo hombre, semejante en todo a los hombres, sino que también tomó la condición de siervo, y se humilló ulteriormente, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.

Sí, tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único. Admiramos, asombrados y agradecidos, la anchura y la longitud, la altura y la profundidad del amor de Cristo, que supera todo conocimiento.

En el jardín del Edén, al pie del árbol estaba una mujer, Eva. Seducida por el maligno, se apropia de lo que cree que es la vida divina. En cambio, es un germen de muerte que se introduce en ella. En el Calvario, al pie del árbol de la cruz, estaba otra mujer, María. Dócil al proyecto de Dios, participa íntimamente en la ofrenda que el Hijo hace de sí al Padre para la vida del mundo; y cuando Jesús le encomienda al apóstol san Juan, se convierte en madre de todos los hombres.

Es la Virgen dolorosa, que mañana recordaremos en la liturgia y que vosotros veneráis con tierna devoción como vuestra patrona. A ella le encomiendo el presente y el futuro de la Iglesia y de la nación eslovaca, para que crezca bajo la cruz de Cristo y sepa descubrir siempre y acoger su mensaje de amor y de salvación.

¡Por el misterio de tu cruz y de tu resurrección, sálvanos, oh Señor! Amén.

San Juan Pablo II
Homilía en Bratislava 14-9-2003

sábado, 9 de mayo de 2015

Roger van der Weyden. Descendimiento de la Cruz

Descendimiento de la Cruz. 1442-1445. Rogier van der Weyden
Óleo sobre tabla. Medidas: 213 cm x 43 cm
Galería de Pintura. Berlín

Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo os amaría como cosa suya, pero como no sois del mundo, sino que yo os he escogido sacándoos del mundo, por eso el mundo os odia.

Las palabras de Jesús que se pronuncian hoy en el Evangelio de la Eucaristía nos previenen ante las persecuciones que los cristianos han de sufrir, siguiendo el ejemplo del propio Señor, que fue crucificado por nuestros pecados. Por eso, hemos traído hoy a nuestra contemplación la tabla central del llamado Tríptico de Miraflores, que pintó a mediados del siglo XV Roger van der Weyden, y que posteriormente fue copiado por Juan de Flandes para la Capilla Real de Granada.

Se trata de una Piedad, llena de emoción y sentimiento, enmarcada en una arquitectura gótica, y con un paisaje en profundidad, en el que se divisa una ciudad a la orilla de un lago.

lunes, 3 de noviembre de 2014

Correa de Vivar. El Descendimiento

El Descendimiento. XVI. Juan Correa de Vivar
Óleo sobre tabla. Medidas: 123 cm x 92 cm.
Museo del Prado. Madrid

Durante el mes de noviembre, dedica la piedad cristiana un especial recuerdo a nuestros hermanos difuntos. Ya han participado de la muerte del Señor y esperamos que, por su misericordia, les perdona las faltas de su peregrinación en la tierra, y les conceda la participación en su resurrección a la vida eterna.

En la Cruz Jesús ha conocido el extremo abajamiento en su condición divina. Por eso, queremos hoy contemplar un bello Descendimiento de Juan Correa de Vivar, en el que se nos muestra el cuerpo lívido de Jesús muerto, sostenido por san Juan, llorado por la Madre, y observado por la Magdalena, que tiene un tarro con los ungüentos para el embalsamamiento. Al fondo aparecen Nicodemo y José de Aritmatea, y a la derecha otra mujer de las que acompañaron a María en tan trágico momento.

La fecha de nacimiento de Juan Correa de Vivar debió rondar hacia el año 1510. Se desconocen los nombres de sus progenitores, pero se sabe que gozaban de una posición acomodada tal como se demuestra en los múltiples bienes que fueron del artista. Juan tuvo dos hermanos, Eufrasia y Rodrigo, cuyo hijo también Rodrigo fue aprendiz con el tío y continuó algunas de las obras dejadas a la muerte de éste. En Mascaraque poseía una gran casa y tierras a las que volvía el pintor de tiempo en tiempo a descansar de sus viajes y trabajos, aunque siempre fue vecino de Toledo.

Nunca se casó y fue hombre religioso tal como puede leerse en su testamento, del que hay una copia en el archivo parroquial de Mascaraque. Dejó como única heredera de sus bienes a su alma, es decir, que estos serían empleados para la realización de obras de caridad, misas o para la fundación de una capellanía que perpetuó en la iglesia de Mascaraque y cuyo primer beneficiario fue su sobrino Rodrigo de Vivar.

Dentro del ambiente artístico de la época, Correa estuvo siempre muy bien considerado, llegando a decir de él el padre José de Sigüenza, cronista de El Escorial, que era de lo bueno de aquel tiempo. En siglos posteriores su arte no decayó en la estima de los tratadistas, aunque su biografía quedó sepultada en el olvido.

domingo, 14 de septiembre de 2014

Silos. Descendimiento de la Cruz

Descendimiento de la Cruz. Siglo XI. Primer Maestro de Silos
Piedra tallada
Monasterio de Santo Domingo de Silos

La Santa Cruz es instrumento no ya de ignominia y tortura, sino para la visión creyente constituye el lugar donde se manifiesta la gloria de Dios salvando a los hombres. La teología de san Juan remarca este concepto, y así lo captó el la escultura del Primer Maestro de Silos en el excepcional relieve que hoy contemplamos.

Cristo aparece muerto, pero su rostro muestra una plácida sonrisa, que infunde confianza o tranquilidad, Está siendo desenclavado de la Cruz por Nicodemo y José de Aritmatea, uno de los cuales le sujeta por la cintura, mientras que el otro suelta el clavo izquierdo. San Juan, con un libro en la mano, lo contempla desde la izquierda, mientras que María recoge reverente la inerte mano de Jesús, que cuelga una vez desenclavada.

Por encima dos ángeles que portan la luna y sol hacen referencia a la oscuridad que se produjo en el momento de la muerte, y tres ángeles incensan desde arriba, aludiendo a la divinidad del que está muerto. La Cruz está levantada sobre un terreno rocoso, que se muestra a través de bultos tallados. En medio, aunque en parte perdida, se encuentra el sepulcro de Adán, sobre el cual se ha levantado la Cruz, y el propio Adán resucitando, tal como dice el evangelista Mateo que sucedió al morir Jesús, cuando las tumbas de muchos santos se abrieron y resucitaron.

sábado, 31 de agosto de 2013

Van der Weiden. El Descendimiento


El Descendimiento. 1435. Rogier van der Weyden
Óleo sobre tabla. Medidas: 220cm x 262cm.
Museo del Prado. Madrid. España

Leemos hoy en el Martirologio Romano: En Jerusalén, conmemoración de los santos José de Arimatea y Nicodemo, que recogieron el cuerpo de Jesús bajado de la cruz y, envolviéndolo en una sábana, lo pusieron en el sepulcro. José, noble senador y discípulo del Señor, esperaba el reino de Dios, y Nicodemo, que era fariseo y principal entre los judíos, había ido de noche a ver a Jesús para preguntarle acerca de su misión y luego le defendió ante de pontífices y fariseos que buscaban su detención (s. I).

No es frecuente considerar la santidad de estos dos personajes, tan frecuentemente representados en el arte. Pero ellos estuvieron junto a Jesús en los momentos más dramáticos de su desenlace: su muerte, y las arriesgadas labores de su sepultura. Ambos mostraron una grandeza moral, perseverando junto a María cuanto todos habían abandonado al ajusticiado.

En el Museo del Prado se puede admirar una de las obras maestras de la pintura flamenca: el Descendimiento de Van der Weiden. Se trata de una obra conmovedora, que por sí misma misma justifica una visita a la pinacoteca.

El gran maestro de Tournai centra la composición en la Compassio Mariae, la pasión que experimenta la Virgen ante el sufrimiento y la muerte de su Hijo. Para traducirla en imágenes, el pintor escoge el momento en que José de Arimatea, Nicodemo y un ayudante sostienen en el aire el cuerpo de Jesús y María cae desmayada en el suelo sostenida por San Juan y una de las santas mujeres. José de Aritmatea y Nicodemo descuelgan el cadáver, cuya cabeza pende inerte, en paralelo a la de su Madre.

La riqueza de sus materiales -el azul del manto de María es uno de los lapislázulis más puros empleados en la pintura flamenca de la época- y sus grandes dimensiones, con las figuras casi a escala natural, evidencian ya lo excepcional de la obra. El espacio poco profundo, de madera dorada, en que Weyden representa a sus figuras y las tracerías pintadas de los extremos superiores -imitando también la madera dorada-, al igual que el remate rectangular del centro, las hacen semejar esculturas policromadas. Además, el engaño óptico se refuerza aún más por el fuerte sentido plástico que Weyden imprime a sus figuras, siguiendo el ejemplo de su maestro Robert Campin, como hace en todas sus obras tempranas. 

Weyden maneja con maestría las figuras representadas en un espacio limitado al fondo y en los extremos, donde los movimientos opuestos y complementarios de San Juan y la Magdalena cierran la composición. En el interior de ese espacio sobresale el juego de diagonales paralelas que diseñan los cuerpos de Cristo y de María, poniendo de manifiesto su doble pasión. Impactan los gestos, la contención con que se expresan los sentimientos y el juego de curvas y contra curvas que une a los personajes. 

La obra fue encargada por la Cofradía de los Ballesteros de Lovaina, hoy en Bélgica, para su capilla en la Iglesia de Nuestra Señora de Extramuros. En las esquinas superiores están representadas pequeñas ballestas. Adquirida por María de Hungría en el siglo XVI, pasa después a manos de su sobrino Felipe II. Éste la coloca en la capilla del Palacio de El Pardo hasta su entrega a El Escorial en 1574. Desde ese año estuvo allí hasta 1936 en que se trae al Museo Nacional del Prado, enviándose como contrapartida la copia de Michel Coxie.

sábado, 27 de julio de 2013

Juan Correa de Vivar. Descendimiento de la Cruz


Descendimiento de la Cruz. 1545. Juan Correa de Vivar
Óleo sobre tabla. Medidas: 225 cm x 178 cm.
Museo del Prado. Madrid España.

La tragedia acaecida en Santiago de Compostela nos mueve hoya contemplar una imagen que dé sentido al misterio de nuestra muerte. Nuestra fe nos remite inmediatamente a la Pasión y Muerte de nuestro Señor Jesucristo, que tuvo su desenlace en su santa Resurrección. Para ello hemos escogido un Descendimiento propio del Renacimiento, que expresa los sentimientos de los distintos protagonistas: el dolor de la madre, la compasión de quienes descienden el cadáver, el gesto místico de Juan y el llanto de las mujeres.

El Descendimiento que hemos escogido pertenece al pintor Juan Correa de Vivar. Considerada como una de sus mejores obras, destaca la cuidada composición cuyo equilibrio recuerda al arte de Juan de Borgoña (h. 1470 1534) y de Antonio Comontes (ca. 1520). Su tamaño y formato hacen suponer que hubiera podido formar parte del altar de alguna iglesia toledana desamortizada en el siglo XIX

La composición es una pervivencia de los modelos florentinos percibidos a través de Juan de Borgoña, como El Descendimiento de la cruz de este último pintado al fresco en la Sala Capitular de la catedral de Toledo (1509-1511). Se trata de una compleja narración donde convive el dolor de María, la intensa devoción de la Magdalena y la actividad física de Nicodemo, José de Arimatea y, en este ejemplar del Prado, del propio San Juan. La escena se enmarca aquí en un espléndido paisaje que evoca igualmente al maestro Borgoña. El contraste entre los peñascos de rotunda geometría, coronados por arbustos y matorrales de un verde intenso, con el color arcilloso de las piedras sirve para crear un escenario cercano y luminoso que se abre en el centro hacia una línea del horizonte poblada por valles y colinas.