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martes, 14 de mayo de 2019

San Matias


San Matías, 1610 - 1612 Obra de  Pedro Pablo Rubens
Óleo sobre tabla, 107,2 x 82,5 cm
Museo del Prado, Madrid. España

Hoy celebramos al apóstol san Matias, elegido, según nos cuentan los Hechos de los apóstoles 1, 15-17, después de la muerte de Judas y tras ser testigo de la resurrección del Señor. "Hace falta, por tanto, que uno se asocie a nosotros como testigo de la resurrección de Jesús, uno de los que nos acompañaron mientras convivió con nosotros el Señor Jesús, desde que Juan bautizaba, hasta el día de su ascensión... Echaron suertes, le tocó a Matías, y lo asociaron a los once apóstoles."

Dice san Juan Crisostomo, comentando el libro de los Hechos de los Apóstoles, "Todos rezan, diciendo: Señor, tú penetras el corazón de todos, muéstranos. «Tú, no nosotros». Llaman con razón al que penetra todos los corazones, pues él solo era quien había de hacer la elección. Le exponen su petición con toda confianza, dada la necesidad de la elección. No dicen: «Elige», sino muéstranos a cuál has elegido, pues saben que todo ha sido prefijado por Dios. Echaron suertes. No se creían dignos de hacer por sí mismos la elección, y por eso prefieren atenerse a una señal."

Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. (Jn 14-13) y los discípulos fueron fieles a ello. San Agustín cogiendo esta frase de san Juan nos exhorta a seguir el ejemplo del Maestro, al igual que los discípulos lo hicieron. "Hizo él lo que él mismo había enseñado; los apóstoles hicieron lo que habían aprendido de él y nos intimaron a imitarles. Hagámoslo también nosotros. Pues si bien no somos lo que él en cuanto nos creó, somos lo que él en cuanto por nosotros se encarnó. Y si sólo lo hubiera hecho él quizá nadie de nosotros debería tener la audacia de imitarlo, pues él era hombre, pero sin dejar de ser Dios. Pero en cuanto hombre, los siervos imitaron al Señor, los discípulos al Maestro, y lo hicieron asimismo los que nos precedieron en la familia de Dios, que son nuestros padres, pero también consiervos nuestros. Dios no nos hubiera mandado hacerlo, de saber que el hombre era incapaz de realizarlo."

(San Agustín de Hipona, Comentario al salmo 56)

El cuadro que hoy nos ocupa esta dentro de la serie de los doce apóstoles que pinto Rubens entre 1610 y 1612 y realizado probablemente para un miembro de la nobleza flamenca deseoso de evidenciar su fidelidad al catolicismo. El interés por las representaciones de los apóstoles experimentó un gran incremento en el mundo católico desde finales del siglo XVI, como reacción a la Reforma religiosa que negaba el poder de intercesión de los santos.  Rubens, uno de los principales creadores de imágenes de devoción que exaltaran los dogmas católicos, potencia en los cuadros de sus apóstoles la idea de sacrificio y entrega, al representarlos con instrumentos relacionados con sus respectivos martirios. Son pintados al poco de volver de Italia, inspirandose en la escultura clásica y en la pintura de Miguel Ángel y de Caravaggio. La fuerza física que muestran las figuras sirve como metáfora de su valor moral y firmeza, mientras que la luz, muy dirigida y contrastada, ayuda a enfatizar el valor de la determinación y seguridad demostrada por estos santos. 



sábado, 6 de mayo de 2017

Jesús y los discípulos


Jesús y los discípulos, 1308-1311. Obra de Duccio di Buoninsegna
Temple sobre tabla. 36,5 × 47,5 cm

La obra que hoy contemplamos pertenece al conjunto de "La Maestà" de la catedral de Siena ya citada en este apartado. Es considerada la obra maestra del pintor italiano Duccio di Buoninsegna. Quedar ante esta imagen y meditar el texto del evangelio san Juan que hoy nos propone la liturgia es un ejercicio de silencio, de pregunta y de respuesta. ¿También vosotros queréis marcharos? pregunta Jesús y Pedro responde, ¿adonde vamos a acudir? Tu tienes palabras de vida eterna.

Respondió Pedro por todos, uno por muchos, la unidad por todos sin excepción: Le respondió, pues, Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? ¿Nos rechazas de tu lado?, ¿Nos vas a dar otro tú? ¿A quién iremos? Si de ti nos apartamos, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. 

Mirad cómo Pedro, dice san Agustin, por donación de Dios, porque el Espíritu Santo ha vuelto a crearlo, ha entendido. ¿Por qué, sino, porque ha creído? Tú tienes palabras de vida eterna, pues tienes la vida eterna en el servicio de tu cuerpo y tu sangre. Y nosotros hemos creído y conocido. No hemos conocido y hemos creído, sino hemos creído y conocido, pues hemos creído para conocer, porque, si quisiéramos primero conocer y después creer, no seríamos capaces ni de conocer ni de creer. ¿Qué hemos creído y qué hemos conocido? Que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, esto es, que tú eres la vida eterna misma, y que en tu carne y sangre no das sino lo que eres.

Los discípulos estaban un tanto escandalizados por las palabras de Jesús, les escandaliza  que haya dicho: Os doy a comer mi carne y a beber mi sangre. ¿Si, pues, vierais al Hijo del hombre ascender adonde estaba antes? 



San Agustín comenta: ¿Qué significa esto? ¿Con esto resuelve lo que les había turbado? ¿Con esto aclara la causa que los había escandalizado? Con esto, sencillamente, en el caso que lo hubiesen entendido. Ellos, en efecto, suponían que él iba a distribuir su cuerpo; él, en cambio, dijo que iba a subir al cielo, por supuesto, integramente. "Cuando veáis al Hijo del hombre ascender adonde estaba antes", entonces veréis ciertamente que distribuye su cuerpo no del modo que suponéis, y entonces entenderéis ciertamente que su gracia no se consume a bocados. Y asevera: "El espíritu es quien vivifica; la carne no sirve de nada." El espíritu pone en movimiento  a las obras de la carne como su instrumento, así el hombre se vivifica en él, y éste actúa para su salvación.

domingo, 8 de mayo de 2016

Comunión de los Apóstoles


Comunión de los Apóstoles, 1512. Obra de Luca Signorelli
Tabla  232x220 cm 
Museo Diocesano, Cortona. Italia

Este cuadro me hace meditar en el texto del evangelio de hoy, VII domingo de Pascua, en el que Cristo ruega al Padre por nosotros, por todos los que les ha entregado. (Jn 17, 20-26) "Yo en ellos y tú en mí, para que sean completamente uno"

San Cirílo de Alejandría nos deja este magnifico comentario:

Cristo ha venido a ser primicia de la nueva humanidad y el primer hombre celeste. Pues, como dice Pablo: El segundo Adán, el Señor, es del cielo. Por eso decía: Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Los más allegados a esta primicia y mucho más cercanos que los demás, fueron los primeros elegidos como discípulos y los que, habiendo conseguido el alto honor de seguir a Cristo, fueron los espectadores y testigos oculares de su gloria, como asiduos que fueron de él, convivieron con él y recibieron las primicias de sus dones. Eran, pues, y son, después del que es cabeza de todos y está sobre todos, miembros preciosos y dignísimos del cuerpo de la Iglesia.

Por esta razón, ruega que el Padre envíe sobre ellos, por medio del Espíritu, la bendición y la santificación, si bien a través de él. No podía ser de otra forma, dado que él es la vida, verdadera y todopoderosa y eficaz sabiduría y virtud del Padre.

Pero a fin de que exegetas menos ponderados de las sagradas Letras pensaran temerariamente que sólo se refiere a los discípulos el ruego del Salvador sobre el envío del Espíritu y no a nosotros que somos posteriores a ellos, ni a nuestros mayores, el Mediador entre Dios y los hombres, el abogado y pontífice de nuestras almas, desmontando de antemano tales insustanciales sospechas, añadió con mucha razón: No sólo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos.

Porque sería en cierto modo absurdo que de aquel primer Adán pasara la condena a todos sus descendientes, y que llevaran en sí la deforme imagen del hombre terreno incluso los que no pecaron, es decir, que no pecaron en el mismo momento en que el primer padre cayó por su desobediencia; y, en cambio, a la venida de Cristo, que se presentó como el hombre celeste, no reflejaran paralelamente su imagen todos cuantos por medio de él, es decir, por medio de la fe, han sido llamados a la justicia.

Y así como decimos discernir la deforme imagen del hombre terreno por ciertas formas y figuras, que llevan el inconfundible sello de las manchas del pecado y la debilidad de la muerte y de la corrupción; inversamente pensamos también que la imagen del hombre celeste, esto es, de Cristo, brilla en la pureza y en la integridad, en la más absoluta incorrupción, en la vida y en la santificación. Ahora bien, era realmente imposible que los que una vez habíamos caído por la prevaricación en Adán, fuéramos reinstalados en el primer estado de otra forma que haciéndonos capaces de aquella inefable participación y unión con Dios. Tal fue, en efecto, el privilegio inicial de la naturaleza humana.



Y esta unión con Dios en nadie puede efectuarse si no es mediante la participación del Espíritu Santo, que nos comunica su propia santificación, que reforma según el modelo de su misma vida la naturaleza sujeta a la corrupción, y que de este modo reconduce a Dios y a su peculiar condición a los hombres privados de esta gloria. Pues bien, la imagen perfecta del Padre es el Hijo, y la semejanza natural del Hijo es su Espíritu. En consecuencia, al configurar de alguna manera consigo mismo las almas de los hombres, imprime en ellas la semejanza divina y esculpe la efigie de la suprema sustancia de todos. Ruega, pues, nuestro Señor Jesucristo no sólo por los doce discípulos, sino más bien por todos los que, en diversas épocas, han de creer por la palabra de ellos, por medio de la cual los oyentes son incitados a recibir aquella santificación mediante la fe, y la purificación que se lleva a cabo mediante la participación del Espíritu. 

martes, 21 de mayo de 2013

Cristo bendiciendo a los niños


Cristo bendiciendo a los niños, c. 1535-40. Obra de Lucas Cranach el Viejo 
Óleo y temple sobre madera, 83,8 x 121,5 cm
Städel Museum, Frankfurt am Main. Alemania

El evangelio de hoy según san Marcos (9, 30-37) nos habla de una controversia y la pintura en cuestión también nace en un tiempo  en que las disputas entre Luteranos y Católicos se hacían evidentes y distantes. Sirva ésta para meditar sobre el texto evangélico buscando la humildad de nuestra disposición espiritual a la vez que nos situa la clara posición de servicio ante los hermanos. Recemos también ante el Señor, y con confianza puesta en la unión en su cuerpo místico, por la unión de las Iglesias nacidas de controvertidas posiciones.

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se marcharon de la montaña y atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus discípulos. Les decía: -«El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y, después de muerto, a los tres días resucitará. »
Pero no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle.
Llegaron a Cafarnaún, y, una vez en casa, les preguntó: -«¿De qué discutíais por el camino?»
Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante. Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.»
Y, acercando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: «El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí no me acoge a mi, sino al que me ha enviado. »

La Pintura de Cranach  es una de las imágenes más populares y duraderas producidos por su taller durante la Reforma. El tema es desconocido antes que Cranach el Viejo lo pintase.

Más de veinte variantes fueron producidos por su taller. Uno de ellos, por ejemplo, se encuentra en el Metropolitan de Nueva York y es algo diferente en la composición. También a menudo, las variantes de la pintura tenía una leyenda en letras mayúsculas, con referencia a: "Dejad que los niños se acerquen a mi." Y, " De quien es como un niño es el reino de los cielos"

El tema es claramente luterano: sólo una creencia infantil virgen en Dios, como se revela en Cristo, puede preparar el camino para la humanidad pecadora para alcanzar la redención. La salvación y la gracia son gratuitos. Ellos no han sido generadas por las obras o trabajos. 

La figura de Cristo se inserta en la parte frontal de la imagen y en el plano de la cabeza, fuertemente caracterizados,  los Apóstoles que se  deben más de Durero que a Raphael por su influencia.

También son notables las figuras de las mujeres. Son mujeres comunes, energéticos, obligando en sus formas de avanzar  que Cristo toque a sus hijos.

Cranach el Viejo fue un hombre de la reforma luterana y sus obras fueron esenciales para la extensión de ésta. De una fe religiosa inicialmente católica, Cranach el Viejo pasó a apoyar fervientemente el luteranismo, promoviendo con sus retratos y grabados la fama internacional de Martín Lutero y Philip Melanchthon o también creo imágenes para la Biblia de Lutero.

El tema inventado por Cranach era popular en el norte de Europa en los siglos posteriores a éste, como puede verse por las obras de Maes y West.

Sin embargo, es de destacar que al mismo tiempo que se estaba produciendo obras didácticas y mantenia buenas relaciones con Lutero y su familia, Cranach tenía buenas relaciones profesionales mecenas católicos, el cardenal Alberto de Brandenburgo o el arzobispo de Maguncia. Él y su taller produjeron típicamente imágenes "católicos" de gran profundidad espiritual

En su tiempo siempre hubo esperanza en ambos lados que los luteranos y el resto de la Iglesia Católica sería finalmente reunir. La división no era en ese momento irrevocable. 

Pero tal vez la importancia de Cranach y su obra es una muestra que si bien el arte puede ser utilizado para resaltar las diferencias y cismas, el arte puede trascender las diferencias de teología y unir y salvar las diferencias entre las personas de diferentes posturas. Pero no es sólo una imagen material sino que es un llamado para la búsqueda y contemplación de la "imagen real".  

martes, 14 de mayo de 2013

San Matias


San Matías, 1610 - 1612 Obra de  Pedro Pablo Rubens
Óleo sobre tabla, 107,2 x 82,5 cm
Museo del Prado, Madrid. España

Hoy celebramos al apóstol san Matias, elegido, según nos cuentan los Hechos de los apóstoles 1, 15-17, después de la muerte de Judas y tras ser testigo de la resurrección del Señor. "Hace falta, por tanto, que uno se asocie a nosotros como testigo de la resurrección de Jesús, uno de los que nos acompañaron mientras convivió con nosotros el Señor Jesús, desde que Juan bautizaba, hasta el día de su ascensión... Echaron suertes, le tocó a Matías, y lo asociaron a los once apóstoles."

Dice san Juan Crisostomo, comentando el libro de los Hechos de los Apóstoles, "Todos rezan, diciendo: Señor, tú penetras el corazón de todos, muéstranos. «Tú, no nosotros». Llaman con razón al que penetra todos los corazones, pues él solo era quien había de hacer la elección. Le exponen su petición con toda confianza, dada la necesidad de la elección. No dicen: «Elige», sino muéstranos a cuál has elegido, pues saben que todo ha sido prefijado por Dios. Echaron suertes. No se creían dignos de hacer por sí mismos la elección, y por eso prefieren atenerse a una señal."

Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. (Jn 14-13) y los discípulos fueron fieles a ello. San Agustín cogiendo esta frase de san Juan nos exhorta a seguir el ejemplo del Maestro, al igual que los discípulos lo hicieron. "Hizo él lo que él mismo había enseñado; los apóstoles hicieron lo que habían aprendido de él y nos intimaron a imitarles. Hagámoslo también nosotros. Pues si bien no somos lo que él en cuanto nos creó, somos lo que él en cuanto por nosotros se encarnó. Y si sólo lo hubiera hecho él quizá nadie de nosotros debería tener la audacia de imitarlo, pues él era hombre, pero sin dejar de ser Dios. Pero en cuanto hombre, los siervos imitaron al Señor, los discípulos al Maestro, y lo hicieron asimismo los que nos precedieron en la familia de Dios, que son nuestros padres, pero también consiervos nuestros. Dios no nos hubiera mandado hacerlo, de saber que el hombre era incapaz de realizarlo."

(San Agustín de Hipona, Comentario al salmo 56)

El cuadro que hoy nos ocupa esta dentro de la serie de los doce apóstoles que pinto Rubens entre 1610 y 1612 y realizado probablemente para un miembro de la nobleza flamenca deseoso de evidenciar su fidelidad al catolicismo. El interés por las representaciones de los apóstoles experimentó un gran incremento en el mundo católico desde finales del siglo XVI, como reacción a la Reforma religiosa que negaba el poder de intercesión de los santos.  Rubens, uno de los principales creadores de imágenes de devoción que exaltaran los dogmas católicos, potencia en los cuadros de sus apóstoles la idea de sacrificio y entrega, al representarlos con instrumentos relacionados con sus respectivos martirios. Son pintados al poco de volver de Italia, inspirandose en la escultura clásica y en la pintura de Miguel Ángel y de Caravaggio. La fuerza física que muestran las figuras sirve como metáfora de su valor moral y firmeza, mientras que la luz, muy dirigida y contrastada, ayuda a enfatizar el valor de la determinación y seguridad demostrada por estos santos. 


domingo, 12 de mayo de 2013

Comunión de los Apóstoles


Comunión de los Apóstoles, 1512. Obra de Luca Signorelli
Tabla  232x220 cm 
Museo Diocesano, Cortona. Italia

Este cuadro me hace meditar en el texto del evangelio de hoy, VII domingo de Pascia, en el que Cristo ruega al Padre por nosotros, por todos los que les ha entregado. (Jn 17, 20-26) "Yo en ellos y tú en mí, para que sean completamente uno"

San Cirílo de Alejandría nos deja este magnifico comentario:

Cristo ha venido a ser primicia de la nueva humanidad y el primer hombre celeste. Pues, como dice Pablo: El segundo Adán, el Señor, es del cielo. Por eso decía: Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Los más allegados a esta primicia y mucho más cercanos que los demás, fueron los primeros elegidos como discípulos y los que, habiendo conseguido el alto honor de seguir a Cristo, fueron los espectadores y testigos oculares de su gloria, como asiduos que fueron de él, convivieron con él y recibieron las primicias de sus dones. Eran, pues, y son, después del que es cabeza de todos y está sobre todos, miembros preciosos y dignísimos del cuerpo de la Iglesia.

Por esta razón, ruega que el Padre envíe sobre ellos, por medio del Espíritu, la bendición y la santificación, si bien a través de él. No podía ser de otra forma, dado que él es la vida, verdadera y todopoderosa y eficaz sabiduría y virtud del Padre.

Pero a fin de que exegetas menos ponderados de las sagradas Letras pensaran temerariamente que sólo se refiere a los discípulos el ruego del Salvador sobre el envío del Espíritu y no a nosotros que somos posteriores a ellos, ni a nuestros mayores, el Mediador entre Dios y los hombres, el abogado y pontífice de nuestras almas, desmontando de antemano tales insustanciales sospechas, añadió con mucha razón: No sólo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos.

Porque sería en cierto modo absurdo que de aquel primer Adán pasara la condena a todos sus descendientes, y que llevaran en sí la deforme imagen del hombre terreno incluso los que no pecaron, es decir, que no pecaron en el mismo momento en que el primer padre cayó por su desobediencia; y, en cambio, a la venida de Cristo, que se presentó como el hombre celeste, no reflejaran paralelamente su imagen todos cuantos por medio de él, es decir, por medio de la fe, han sido llamados a la justicia.

Y así como decimos discernir la deforme imagen del hombre terreno por ciertas formas y figuras, que llevan el inconfundible sello de las manchas del pecado y la debilidad de la muerte y de la corrupción; inversamente pensamos también que la imagen del hombre celeste, esto es, de Cristo, brilla en la pureza y en la integridad, en la más absoluta incorrupción, en la vida y en la santificación. Ahora bien, era realmente imposible que los que una vez habíamos caído por la prevaricación en Adán, fuéramos reinstalados en el primer estado de otra forma que haciéndonos capaces de aquella inefable participación y unión con Dios. Tal fue, en efecto, el privilegio inicial de la naturaleza humana.

Y esta unión con Dios en nadie puede efectuarse si no es mediante la participación del Espíritu Santo, que nos comunica su propia santificación, que reforma según el modelo de su misma vida la naturaleza sujeta a la corrupción, y que de este modo reconduce a Dios y a su peculiar condición a los hombres privados de esta gloria. Pues bien, la imagen perfecta del Padre es el Hijo, y la semejanza natural del Hijo es su Espíritu. En consecuencia, al configurar de alguna manera consigo mismo las almas de los hombres, imprime en ellas la semejanza divina y esculpe la efigie de la suprema sustancia de todos. Ruega, pues, nuestro Señor Jesucristo no sólo por los doce discípulos, sino más bien por todos los que, en diversas épocas, han de creer por la palabra de ellos, por medio de la cual los oyentes son incitados a recibir aquella santificación mediante la fe, y la purificación que se lleva a cabo mediante la participación del Espíritu. 

sábado, 4 de mayo de 2013

Cristo Varón de Dolores


Cristo Varón de Dolores. ca. 1490-1551. Obra de Adriaen de Isenbrand
Óleo sobre Tabla, 46 x 29 cm
Museo del Prado, Madrid. España

Hoy escuchando la lectura del  evangelio según san Juan (15,18-21) y contemplar esta imagen posiblemente se nos estremezca el alma. El mismo Cristo, cruz en mano, coronado de espinas y maniatado, casi un momento antes de ser crucificado en el Gólgota, nos mira profundamente a los ojos y nos recuerda estas palabras;

Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros.
Si fuerais del mundo, el mundo os amaría como cosa suya, pero como no sois del mundo, sino que yo os he escogido sacándoos del mundo, por eso el mundo os odia.
Recordad lo que os dije: "No es el siervo más que su amo. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra."
Y todo eso lo harán con vosotros a causa de mi nombre, porque no conocen al que me envió.

A la izquierda de la escena vemos como, a las puertas de Jerusalén, el autor representa el camino del Calvario, Jesús cargando con la cruz. A la derecha, todos se dirigen hacia el monte de la crucifixión, situado en el fondo, sobre el que se alzan las cruces de Cristo y de los dos ladrones. 

El Cristo de Pasión, es una imagen de devoción destinada a la meditación de todo fiel cristiano ya que, por cuya salvación ha muerto Jesús en la cruz. El autor de la obra ha separado bien la escena del camino al calvario y crucifixión, en segundo plano, dejándonos de frente a un Cristo inmóvil, fuertemente asentado sobre la roca manifiesta firmeza y seguridad. Parece afirmarnos que tras el abrazo de la cruz está la luz de la resurrección. Él  nos interroga en el silencio y a la vez nos da seguridad en sus palabras, nos invita a serle fiel y a no desesperar en la adversidad.

"No es el siervo más que su amo. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán;



martes, 30 de abril de 2013

Cristo crucificado


Cristo crucificado, 1632. Obra de Diego Rodríguez de Silva y Velázquez
Óleo sobre lienzo, 248 x 169 cm
Museo del Prado, Madrid. España

Ante esta imagen el evangelio de hoy (Jn 14, 27-31a) me suscita algunos pensamientos. Cristo nos deja la paz, una paz que es diferente a como la da el mundo, una paz que ha de pasar por la cruz y la humillación, una paz que nace de la serenidad del corazón cuando se defiende la Verdad. Cristo nos anima y nos dice, que no tiemble nuestro corazón, que no seamos cobardes que seamos capaces de contestar ante quien nos quier subyugar a su caprichos y hacernos esclavos de sus deseos. 

Hoy creemos encontrar la paz acomodándonos en un buen puesto, con buenas condiciones y "calidad de vida" pero, sin embargo, la paz que Cristo nos enseña es, paradojicamente, vista como una guerra, una lucha de contrarios, un nadar contra la corriente que no tiene en la Verdad, que es Cristo, su fundamento. En Mateo 10:34-36 leemos: “No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada. Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra; y los enemigos del hombre serán los de su casa.” 

Hemos de ser fieles a la verdad, nos cueste lo que nos cueste, Cristo subió al leño por enfrentarse al mal y así nos liberó de ese mismo mal que nos envuelve y corroe; ¿a quien le gusta estar en la cruz? Tenemos, sin embargo la confianza de que Él nos sostiene en todo ese trance y nuestra conciencia, como la conciencia de tantos mártires, que llegaron a dar la vida por la Verdad, por Cristo, nos fortifica y confirma.

Cristo nos habla del Padre y en éste estamos seguros y a buen recaudo, a pesar de los sufrimientos y los dolores pasajeros del mundo. Vivimos aquí, pero como extranjeros y anhelamos nuestro regreso a la verdadera patria.

El Maestro nos enseña a amar mas la voluntad del Padre que plegarnos a la voluntad del Príncipe del mundo. Incluso en nuestra casa, dice Mateo, encontraremos enemigos, que camuflados tantas veces en pequeños "señoritos" quieren gobernar su señorío a su imagen y semejanza y no a la del evangelio y en plena comunión con la Iglesia de Cristo. Tantos pequeños señores nos quieren  encandilar y nos quieren seducir acomodándonos a sus antojos. Por eso debemos estar alertas  y saber que hacer, la voluntad del Padre, ésta hará que nuestro retorno a casa sea cierta y segura, a pesar del modo en que lo hagamos. Solo la Verdad nos hará libres, solo a través de la cruz encontrémonos la verdadera serenidad, la paz y la luz.

"La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. 
Me habéis oído decir: "Me voy y vuelvo a vuestro lado." Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigáis creyendo.
Ya no hablaré mucho con vosotros, pues se acerca el Príncipe del mundo; no es que él tenga poder sobre mi, pero es necesario que el mundo comprenda que yo amo al Padre, y que lo que el Padre me manda yo lo hago."
(Jn 14, 27-31a)

El comentario que hace la pagina web del Museo del Prado dice con mucho acierto: "Representación serena de un Cristo inerte, apolíneo en sus proporciones y clavado con cuatro clavos, según aconseja el maestro y suegro del pintor, Francisco Pacheco, que pinta en 1614 de modo semejante el mismo tema. Al apoyar los pies en un subpedáneo y eliminarse cualquier referencia espacial, se acentúa la sensación de soledad, silencio y reposo, frente a la idea de tormento de la Pasión."  

La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. 

sábado, 20 de abril de 2013

Jesús y los discípulos


Jesús y los discípulos, 1308-1311. Obra de Duccio di Buoninsegna
Temple sobre tabla. 36,5 × 47,5 cm

La obra que hoy contemplamos pertenece al conjunto de "La Maestà" de la catedral de Siena ya citada en este apartado. Es considerada la obra maestra del pintor italiano Duccio di Buoninsegna. 

Quedar ante esta imagen y meditar el texto del evangelio san Juan que hoy nos propone la liturgia es un ejercicio de silencio, de pregunta y de respuesta.

¿También vosotros queréis marcharos? pregunta Jesús y Pedro responde, ¿adonde vamos a acudir? Tu tienes palabras de vida eterna.

Respondió Pedro por todos, uno por muchos, la unidad por todos sin excepción: Le respondió, pues, Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? ¿Nos rechazas de tu lado?, ¿Nos vas a dar otro tú? ¿A quién iremos? Si de ti nos apartamos, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. 

Mirad cómo Pedro, dice san Agustin, por donación de Dios, porque el Espíritu Santo ha vuelto a crearlo, ha entendido. ¿Por qué, sino, porque ha creído? Tú tienes palabras de vida eterna, pues tienes la vida eterna en el servicio de tu cuerpo y tu sangre. Y nosotros hemos creído y conocido. No hemos conocido y hemos creído, sino hemos creído y conocido, pues hemos creído para conocer, porque, si quisiéramos primero conocer y después creer, no seríamos capaces ni de conocer ni de creer. ¿Qué hemos creído y qué hemos conocido? Que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, esto es, que tú eres la vida eterna misma, y que en tu carne y sangre no das sino lo que eres.

Los discípulos estaban un tanto escandalizados por las palabras de Jesús, les escandaliza  que haya dicho: Os doy a comer mi carne y a beber mi sangre. ¿Si, pues, vierais al Hijo del hombre ascender adonde estaba antes? 

San Agustín comenta: ¿Qué significa esto? ¿Con esto resuelve lo que les había turbado? ¿Con esto aclara la causa que los había escandalizado? Con esto, sencillamente, en el caso que lo hubiesen entendido. Ellos, en efecto, suponían que él iba a distribuir su cuerpo; él, en cambio, dijo que iba a subir al cielo, por supuesto, integramente. "Cuando veáis al Hijo del hombre ascender adonde estaba antes", entonces veréis ciertamente que distribuye su cuerpo no del modo que suponéis, y entonces entenderéis ciertamente que su gracia no se consume a bocados. Y asevera: "El espíritu es quien vivifica; la carne no sirve de nada." El espíritu pone en movimiento  a las obras de la carne como su instrumento, así el hombre se vivifica en él, y éste actúa para su salvación.

domingo, 7 de abril de 2013

La incredulidad de Santo Tomás


La incredulidad de Santo Tomás, 1641 - 1649 Obra de Matthias Stom
Óleo sobre lienzo, 125 x 99 cm
Museo del PradoMadrid. España

El tema está tomado del Evangelio de San Juan (20, 24-28) que hoy Domingo II  de Pascua leemos en la liturgia. La representación corresponde al momento en el que al Apóstol Tomás introduce sus dedos en la llaga del costado derecho de Cristo para cerciorarse de su resurrección.

San Agustín se refiere a este acontecimiento en estos términos:

Vuestra santidad sabe tan bien como yo que nuestro Señor y Salvador Jesucristo es el médico de nuestra salud eterna, y que asumió la enfermedad de nuestra naturaleza, para que nuestra enfermedad no fuera sempiterna. Asumió, en efecto, un cuerpo mortal, para en él matar la muerte. Y si es verdad que fue crucificado por nuestra debilidad, como dice el Apóstol, vive ahora por la fuerza de Dios.

Del mismo Apóstol son estas palabras: Ya no muere más, la muerte ya no tiene dominio sobre él. Todo esto es bien conocido de vuestra fe. Pero debemos también saber que todos los milagros que obró en los cuerpos tienen por blanco el hacernos llegar a lo que ni pasa ni tendrá fin. Devolvió a los ciegos unos ojos que un día había de cerrar la muerte; resucitó a Lázaro, que nuevamente debería morir. Y todo cuanto hizo por la salud de los cuerpos, no lo hizo para hacerlos inmortales, bien que tuviera la intención de otorgar incluso a los cuerpos, al final de los tiempos, la salud eterna. Pero como no eran creídas las maravillas invisibles, quiso, por medio de acciones visibles y temporales, levantar la fe hacia las cosas invisibles.

Nadie, pues, diga, hermanos, que en la actualidad ya no obra nuestro Señor Jesucristo los milagros que antes hacía y, en consecuencia, prefiera los primeros tiempos de la Iglesia a los presentes; pues en cierto lugar el mismo Señor pone a los que creen sin ver sobre los que creyeron por haber visto. En efecto, la fe de los discípulos era por entonces en tal modo vacilante, que, aun viendo resucitado al Maestro, necesitaron palparle para creer.

No les bastó verlo con los propios ojos: quisieron palpar con las manos su cuerpo y las cicatrices de las recientes heridas; hasta el punto de que el discípulo que había dudado, tan pronto como tocó y reconoció las cicatrices, exclamó: ¡Señor mío y Dios mío! Aquellas cicatrices eran las credenciales del que había curado las heridas de los demás.

¿No podía el Señor resucitar sin las cicatrices? Sin duda, pero sabía que en el corazón de sus discípulos quedaban heridas, que habrían de ser curadas por las cicatrices conservadas en su cuerpo. Y ¿qué respondió el Señor al discípulo que, reconociéndole por su Dios, exclamó: Señor mío y Dios mío? Le dijo: ¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.

¿A quiénes llamó dichosos, hermanos, sino a nosotros? Y no solamente a nosotros, sino a todos los que vengan después de nosotros. Porque no mucho tiempo después, habiéndose alejado de sus ojos mortales para fortalecer la fe en sus corazones, cuantos en adelante creyeron en él, creyeron sin verle, y su fe tuvo gran mérito: para conquistar esa fe, movilizaron únicamente su piadoso corazón, y no el corazón y la mano comprobadora.

Quiera el Maestro que nuestra creencia en la dicha por Él manifestada hacia nosotros, los que creemos sin ver, nos lleve a manifestarlo como nuestro Señor y nuestro Dios y  a proclamarlo sin temor alguno al mundo entero.

miércoles, 3 de abril de 2013

Cristo y los discípulos en el camino de Emaús


Cristo y los discípulos en el camino de Emaús. c.1525.
Obra de Pieter Coecke van Aelst 
Óleo sobre tabla. 68 x 87 cm
Coleccion privada

Son muchas y variadas la imágenes que en estos días vamos a encontrar de Cristo resucitado. Hoy la liturgia nos propone el relato de los discípulos que caminaban hacia Emaús y que nos lo describe el evangelista san Lucas 24, 13-35.

En el cuadro vemos como los dos discípulos caminan en solitario por el camino que viene de Jerusalén , la ciudad del fondo, pero a mitad de camino aparece un nuevo caminante, Cristo, que se incorpora a la escena y deja que estos le cuenten lo sucedido, su punto de vista y hasta sus posible dudas acerca de la resurrección  Jesús, entonces, les dice, ¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! Como se atreve, podían decir estos discípulos que regresaban de presenciar los atroces acontecimientos , y sin embargo se dejan sorprender por las enseñanzas del resucitado. Cuanta humildad por parte de estos que aceptan el testimonio de la escritura explicado por quien manifiesta autoridad de conocimiento  y cuanta grandeza por parte de Cristo que vuelve a darles luz a lo que no han entendido a pesar de haber visto.

En la parte de la derecha del cuadro vemos el final de la escena. Jesús sentado con ellos a la mesa parte el pan y ellos le reconocen, es entonces ante la evidencia cuando Cristo desaparece para dar paso al testimonio de los hombres. Ellos se dicen ¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras? Es entonces, fortalecidos por Cristo mismo cuando se atreven a volver a Jerusalén y dar testimonio del resucitado. 

Cuantas veces necesitamos de evidencia, cuantas veces Cristo esta junto a nosotros en los acontecimientos cotidianos y no lo reconocemos, cuantas veces le tendremos que escuchar decir, "¡Que necios y torpes sois, mirad soy yo, es que no me reconocéis!"

Como después de esto, del gran acontecimiento de la Pascua ¿Podemos vivir y proclamar la Resurrección ? ¿Cómo expresamos la esperanza de vida en nuestras vidas? ¿Como acogemos a otro que puede ser Cristo? ¿Lo reconocemos en la fracción del pan y éste cambia nuestras vidas? Él estará siempre con nosotros hasta el fin del mundo.

Dichosos los que crean sin haber visto.

Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.
Él les dijo:
- «¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?»
Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó:
- «¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no sabes lo que ha pasado allí estos días?»
Él les preguntó: - «¿Qué?»
Ellos le contestaron:
- «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; como lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves: hace ya dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado: pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron.»
Entonces Jesús les dijo:
- «¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?»
Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura.
Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le apremiaron, diciendo:
- «Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída,»
Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció.
Ellos comentaron:
- «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?»
Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo:
- «Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón.»
Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.