lunes, 18 de marzo de 2013

Susana y los viejos


Susana y los viejos, 1713. Sebastiano Ricci
Óleo sobre lienzo. 83.2 x 102.2 cm
Chatsworth House, Chatsworth. Reino Unido



Hay un pasaje del Antiguo Testamento, del Libro de Daniel, que recoge la escena de Susana y los viejos. Me parece toda una historia muy simbólica, que  encierra el imposible deseo, la mentira y el acoso,  en contraste al triunfo final de la verdad frente a la mentira.

Ayer leíamos en la liturgia el evangelio de la mujer adultera y la misericordia grande de Jesús ante la mujer pecadora. El mismo Papa nos decía en el ángelus que Dios no se cansa de perdonarnos en su infinita misericordia y que somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón. 

Hoy leemos en el libro de Daniel, cap. 13, el relato de Susana, una bella mujer judía sorprendida mientras se bañaba por dos jueces ancianos que, cegados por la pasión, hicieron a la joven proposiciones deshonestas que ella rechazó. Los despechados ancianos difamaron a la casta Susana, declarando haberla hallado cometiendo adulterio, lo que se castigaba con la muerte según la ley judía. Susana fue condenada a muerte pero se salvó gracias a la intervención del joven Daniel, ya que pudo convencer a la asamblea del falso testimonio de los ancianos gracias a la inspiración divina. 

La castidad de Susana simboliza la salvación del alma a través de la pureza. El simbolismo que encierra esta historia en el imposible deseo de los viejos, la mentira y el acoso, manifiestan el triunfo final de la verdad frente a la mentira preparada y premeditada. El poderoso piensa siempre acallar al débil llegando a usurpar su dignidad pero es el juicio de Dios, puesto de manifiesto aquí por el profeta Daniel, el que hace justicia al oprimido. Así dice el canto del Magnificat en el evangelio de san Lucas:

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos. 

domingo, 17 de marzo de 2013

Cristo y la mujer adúltera


Cristo y la mujer adúltera. Primera mitad del XVII. Obra de Pieter van Lint
Oleo sobre cobre,  74x90 cm
Colección Privada

Hoy domingo V de cuaresma del ciclo C se nos presenta el episodo en el que Cristo perdona a la mujer adultera, Juan 8, 1-11. El evangelista describe  plasticamente la escena: 
Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron:
«Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?»

Después que estos insisten en que Jesús de un veredicto éste les dice:  «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra.» Más tarde cuando todos han desaparecido Jesús le manifiesta a la mujer, «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más.»

San Ambrosio de Milan comenta en su  Carta 26 (11-20: PL 16, 1088-1090) este episodio desde la perspectiva del momento en que Cristo nos ha redimido, es entonces cuando la gracia actúa y corrige a quien la pena no conseguiría enmendar, sino sólo castigar.


Los letrados y los fariseos le habían traído al Señor Jesús una mujer sorprendida en adulterio. Y se la habían traído para ponerle a prueba: de modo que si la absolvía, entraría en conflicto con la ley; y si la condenaba, habría traicionado la economía de la encarnación, puesto que había venido a perdonar los pecados de todos.

Presentándosela, pues, le dijeron: Hemos sorprendido a esta mujer en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras: tú, ¿qué dices?

Mientras decían esto, Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo. Y como se quedaron esperando una respuesta, se incorporó y les dijo: El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra. ¿Cabe sentencia más divina: que castigue el pecado el que esté exento de pecado? ¿Cómo podrían, en efecto, soportar a quien condena los delitos ajenos, mientras defiende los propios? ¿No se condena más bien a sí mismo, quien en otro reprueba lo que él mismo comete?

Dijo esto, y siguió escribiendo en el suelo. ¿Qué escribía? Probablemente esto: Te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo. Escribía en el suelo con el dedo, con el mismo dedo que había escrito la ley. Los pecadores serán escritos en el polvo, los justos en el cielo, como se dijo a los discípulos: Estad alegres porque vuestros nombres están escritos en el cielo.

Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos, y, sentándose, reflexionaban sobre sí mismos. Y quedó solo Jesús, y la mujer en medio, de pie. Bien dice el evangelista que salieron fuera, los que no querían estar con Cristo. Fuera está la letra; dentro, los misterios. Los que vivían a la sombra de la ley, sin poder ver el sol de justicia, en las sagradas Escrituras andaban tras cosas comparables más bien a las hojas de los árboles, que a sus frutos.

Finalmente, habiéndose marchado letrados y fariseos, quedó solo Jesús, y la mujer en medio, de pie. Jesús, que se disponía a perdonar el pecado, se queda solo, como él mismo dice: Está para llegar la hora, mejor, ya ha llegado, en que os disperséis cada cual por su lado y a mí me dejéis solo. Pues no fue un legado o un nuncio, sino el Señor en persona, el que salvó a su pueblo. Queda solo, pues ningún hombre puede tener en común con Cristo el poder de perdonar los pecados. Este poder es privativo de Cristo, que quita el pecado del mundo. Y mereció ciertamente ser absuelta la mujer que —mientras los judíos se iban— permaneció sola con Jesús.

Incorporándose Jesús, dijo a la mujer: ¿Dónde están tus acusadores?, ¿ninguno te ha lapidado? Ella contestó: Ninguno, Señor. Y Jesús le dijo: Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más. Observa los misterios de Dios y la clemencia de Cristo. Cuando la mujer es acusada, Jesús se inclina; y se incorpora cuando desaparece el acusador: y es que él no quiere condenar a nadie, sino absolver a todos. ¿Qué significa, pues: Anda, y en adelante no peques más? Esto: Desde el momento en que Cristo te ha redimido, que la gracia corrija a la que la pena no conseguiría enmendar, sino sólo castigar.


sábado, 16 de marzo de 2013

Imago Pietatis



Icono-relicario. Icono, 1300. Caja de reliquias,1380. Anónimo (Mt. Sinaí, monasterio de Santa Catalina)
Temple sobre tabla, Icono: 23 × 28 cm, caja de reliquias: 98,7 × 97,1 cm

Tanto la lectura de ayer del libro de la Sabiduria, como hoy Jeremias me ha traido a la memoria a Cristo como Varon de Dolores y recordando su iconografia mi recuerdo y devocion me ha llevado arecordar un magnifico ikono bizantino que se conserva en Roma y que es el origen de esta iconografía que evoluciona en occidente de manera muy elevada a partir del siglo XIV y XV de manos de maestros flamencos hasta el mas abigarrado barroco. 

La representación de Cristo como Varón de Dolores, culmen de la historia de la salvación anunciada por los profetas del antiguo testamento y verificada en el nuevo, es un motivo iconográfico que se remonta hasta  la época del Papa San Gregorio Magno (segunda mitad del siglo VI, principios del siglo VII) donde  hemos de buscar el origen de la iconografía del Varón de Dolores. Cuenta la leyenda que durante la celebración de la Santa Misa en la iglesia de la Santa Cruz de Jerusalén celebrada por el santo,  uno de los asistentes hizo pública su duda sobre la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Inmediatamente y ante las oraciones del Santo Padre una imagen de Cristo se apareció sobre el altar, en pie, mostrando los estigmas sangrantes de la Pasión así como los atributos típicos de ella ( Santa Cruz, corona de espinas, clavos, sepulcro) y derramando sobre el cáliz su propia sangre que manaba de las llagas.  San Gregorio ordenó dejar un recuerdo pictórico de tal acontecimiento en la Iglesia de Santa Cruz de Roma, lugar del acontecimiento. Venía esta nueva iconografía y el esparcimiento de las distintas versiones populares del milagro a significar un respaldo al culto al Santísimo Sacramento, así como a los postulados teológicos del propio San Gregorio a favor de la corporeidad de la Resurrección de Cristo, en contra de algunas corrientes de la época que defendían la incorporeidad de una resurrección meramente espiritual. Cabe pues considerar esta iconografía como una plasmación visual de los planteamientos ideológicos defendidos por el Magno Papa, idealizados en un Cristo palpitante, sangrante y rotundamente corpóreo.

Desde este Ecce Homo o Imago pietatis, Cristo se va a representar con los elementos de la pasion, mostrando las llagas redentoras o en el Lagar místico o surgiendo de si un surtidor que riega la tierra. En ella Cristo vierte la sangre de su costado sobre un cáliz, manteniendo plenamente su simbolismo sacramental y su carácter alegórico. Por evolución de la teatralidad barroca el Varón de Dolores se nos muestra en ocasiones aún crucificado a la Santa Cruz que se fue incluyendo con el tiempo en la composición, dando lugar a interpretaciones tan particulares. Lo podemos ver también redimiendo el globo terráqueo. En este caso el Varón de Dolores se dispone sobre el orbe que representa la tierra, de rodillas, con todas las llagas de la pasión presente, pleno de sentido alegórico y elevando en súplica la mirada a los cielos.  
La piedad popular fue acoplando el pasaje a su devocionario particular. Dado que la mística representación de características casi alegóricas resultaba compleja de asimilar por el pueblo llano, este fue poco a poco incluyendo el pasaje entre aquellos que conformaban parte de la pasión para su más fácil comprensión y, dado que Cristo se nos mostraba con todas las llagas de la pasión patentes y en el sepulcro, la presencia del ángel o ángeles se vió directamente relacionada con la del Ángel de la Resurrección mencionado en las sagradas escrituras, ubicándole en el interior del sepulcro en el momento de la Resurrección de Cristo. En este tipo de representaciones, Cristo parece mostrar los primeros signos vitales en pleno misterio divino de la resurrección: entre la vida y la muerte, en una mirada que parece volver a brillar de vitalidad mientras el cuerpo inerte aún a penas le sostiene, cual despertando de un letargo.

Yo, como cordero manso, llevado al matadero, no sabía los planes homicidas que contra mí  planeaban: Cortemos el árbol en su lozanía, arranquémoslo de la tierra vital, que su nombre no se pronuncie más. Pero tú, Señor de los ejércitos, juzgas rectamente, pruebas las entrañas y el corazón; veré mi venganza contra ellos, porque a ti he encomendado mi causa.
Jeremías 11, 18-20

viernes, 15 de marzo de 2013

El Cristo de San Pedro de las Dueñas

En la Provincia de León, cerca de Sahagún, se halla un antiquísimo Monasterio, en el que de forma ininterrumpida ha sido Dios alabado y servido por una comunidad de monjas benedictinas. Todavía hoy siguen allí las hermanas, cuya hospitalidad ha sido siempre motivo de alegría para los miembros de este Oratorio Monástico.

San Pedro de las Dueñas atesora muchos objetos artísticos. Su Iglesia de estilo románico es, simplemente, impresionante. En dicho oratorio, entre otras maravillas, se encuentra un Cristo crucificado de Gregorio Fernández, al que hoy, cuarto viernes de Cuaresma, vamos a dedicar nuestro diario recorrido por las imágenes sagradas.


Se trata de una obra muy representativa del arte de la escuela castellana de escultura. El estudio anatómico realista busca expresar con la mayor fidelidad posible la realidad del Crucificado, y provocar así un mayor sentimiento de piedad en quien lo contempla. La realidad de la historia se impone sobre las interpretaciones; el artista busca reflejar lo más fielmente posible lo que pasó, para que quien lo contemple se arrepienta ante la enormidad del sufrimiento y del amor del Señor.





jueves, 14 de marzo de 2013

Jesús entrega las llaves a san Pedro


Jesús entrega las llaves a san Pedro, 1481. Obra de Perugino
Fresco, 3,3 x 5,5 m.
Capilla Sixtina, Ciudad del Vaticano.

Uno de los muros de la capilla Sixtina, donde ayer eligieron al al sucesor de Pedro, representa la entrega de las llaves del Reino de los cielos por parte de Jesús a san Pedro, después que éste lo manifieste como el Hijo de Dios. El evangelista san Mateo nos lo narra de esta manera.
Llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?»
Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas.»
Él les dijo: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?»
Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo.»
Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos.
Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la muerte no prevalecerán contra ella.
A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos.»
Entonces mandó a sus discípulos que no dijesen a nadie que él era el Cristo.
Mateo 16, 13 - 20

Hoy la Iglesia celebra con gozo la elección del nuevo Papa Francisco y reza por él para que confiese a Cristo con verdad y decisión. Un Papa que, como sucesor de Pedro, posiblemente tenga momentos de oscuridad y abatimiento aunque con la ayuda del Espíritu Santo pensamos y rogamos será capaz de llevar la barca de Pedro a buen puerto, a pesar de que agitadas aguas y oscuras tormentas amenacen con hundirla. Un Papa que, entregando su vida por Cristo, nos aliente con su ejemplo en el combate contra el mal y nos consuele ante la dificultad que tantas veces conlleva creer y defender la verdad. 

“Un papa no está solo, dijo su antecesor Benedicto XVI, cuando guía la barca de Pedro, incluso si es su primera responsabilidad. Yo nunca me he sentido solo al llevar la alegría y el peso del ministerio petrino. El Señor me ha puesto al lado a tantas personas que con generosidad, y amor a Dios y a la Iglesia, me ayudaron y estuvieron cerca de mí”. Y nosotros rezaremos por el nuevo papa para sostenerlo con nuestra oración, como ayer nos enseñaba a rezar juntos en su primera alocución publica.

Amar a la Iglesia, decía Benedicto XVI, significa también tener el coraje de hacer elecciones difíciles, sufridas y poniendo siempre delante el bien de la Iglesia y no a nosotros mismos”. Porque la Iglesia es de Cristo no pertenece a nadie sino que somos un cuerpo en Él y todos nosotros, defendiéndola,  a ella defendemos a quien nos ha enviado.

"Dios guía a su Iglesia, la sostiene siempre, y especialmente en los tiempos difíciles, (proseguia el Papa Benedicto). Nunca perdamos esta visión de fe, que es la única visión verdadera del camino de la Iglesia y del mundo”. El estará ahí siempre en la dificultad sosteniendo con amor a quien da todo por seguirle, animando y fortaleciendo a su siervo fiel.

Que el Señor le bendiga, Santidad, y que lo llene de fuerza en este ministerio que ahora comienza


miércoles, 13 de marzo de 2013

La elección del papa


La elección del papa, San Buenaventura en el Concilio de Lyon. 1629. Obra de Francisco de Zurbarán
Óleo sobre lienzo,  239 x 222 cm
Staatliche Kunstsammlungen, Dresde. Alemania

En estos días en que estamos asistiendo a la elección del nuevo papa, me viene a la memoria este cuadro, que hace a referencia al concilio de Lyon II,  en el que se publicó la bula Ubi Periculum en la cual se establecía que los cardenales electores debían reunirse después de diez días tras la muerte del Papa, en total aislamiento y encerrados bajo llave, cum clavis (cónclave) para deliberar y elegir al nuevo sucesor de Pedro.
Zurbarán pintó varios episodios de la vida de San Buenaventura, como este en que se ve a San Buenaventura asistiendo al concilio de Lyon. En esta ocasión nos presenta al santo franciscano desvestido de sus dignidades cardenalicias terrenas, rezando y meditando. Tiene el problema de decidir el sucesor del papa y se encuentra arrodillado frente a la tiara. Un ángel se le aparece y parece que es quien le revela la decisión adecuada ante este trance electoral. Fuera, un grupo de cardenales y obispos, meditan también sobre el asunto que, como cabía esperar, será resuelto por la inspiración divina.

El Papa es la cabeza suprema de la Iglesia católica, siendo la persona que tiene la primacía de jurisdicción así como el honor sobre toda la Iglesia. Como máximo representante de la Iglesia de Roma, el Papa tiene los títulos de Sucesor del Apóstol Pedro, Sumo Pontífice de la Iglesia Universal, Patriarca de Occidente, Primado de Italia, Arzobispo y Metropolitano de la Provincia de Roma, Soberano del Estado de la Ciudad del Vaticano.

Las disposiciones del Papa, enseñanzas, se imparten de determinadas formas. Su palabra se extiende por el mundo católico por medio de encíclicas, cartas apostólicas, mensajes, discursos, etc., y en algunas ocasiones como definiciones doctrinales infalibles.

El Papa reúne en su persona y cargo los poderes legislativo, judicial y administrativo.

Ilustración de la "Crónica Villani"
Coronación de Clemente V. S. XIV
Que el Espíritu Santo ilumine a los cardenales en estos momentos y sea Él quien los inspire a la hora de elegir a quien ha de guiar la iglesia en los próximos tiempos.


martes, 12 de marzo de 2013

Milagro en la piscina de Betesda


La curación del paralítico. ca. 1630 Obra de Pedro Orrente
Óleo sobre lienzo. 135x180,3cm.
Catedral de Orihuela, Murcia. España

Hoy el evangelista san Juan en su recorrido hacia la pasión del Señor nos muestra el tercer signo, la curación del paralitico en la piscina de Betesda. Este signo de curación milagrosa nos muestra a Cristo como luz poderosa y palabra que vivifica frente al obsoleto judaismo que había llegado ya al limite. Jesús es la luz que ilumina al hombre que espera la intervención misericordiosa y vivificante de Dios.

En aquel tiempo, se celebraba una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén.
Hay en Jerusalén, junto a la puerta de las ovejas, una piscina que llaman en hebreo Betesda. Ésta tiene cinco soportales, y allí estaban echados muchos enfermos, ciegos, cojos, paralíticos.
Estaba también allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo.
Jesús, al verlo echado, y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo, le dice:
- «¿Quieres quedar sano?»
El enfermo le contestó:
- «Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se remueve el agua; para cuando llego yo, otro se me ha adelantado.»
Jesús le dice:
- «Levántate, toma tu camilla y echa a andar.»
Y al momento el hombre quedó sano, tomó su camilla y echó a andar.
Aquel día era sábado, y los judíos dijeron al hombre que había quedado sano:
- «Hoy es sábado, y no se puede llevar la camilla.»
Él les contestó:
- «El que me ha curado es quien me ha dicho: Toma tu camilla y echa a andar.»
Ellos le preguntaron:
- «¿Quién es el que te ha dicho que tomes la camilla y eches a andar?»
Pero el que había quedado sano no sabía quién era, porque Jesús, aprovechando el barullo de aquel sitio, se había alejado.
Más tarde lo encuentra Jesús en el templo y le dice:
- «Mira, has quedado sano; no peques más, no sea que te ocurra algo peor.»
Se marchó aquel hombre y dijo a los judíos que era Jesús quien lo había sanado.
Por esto los judíos acosaban a Jesús, porque hacía tales cosas en sábado.
Juan 5, 1-3. 5-16


El autor de este cuadro Pedro Orrente hace de enlace entre las escuelas castellana y valenciana, cultivando el cuadro de género de tipo bassanesco, bien puramente pastoril o justificado por un tema bíblico. El empleo de la iluminación está inspirado en la escuela veneciana mientras que en las tonalidades rojizas se presenta deudor de Ribalta. Por este tipo de trabajos, Orrente recibió el sobrenombre del Bassano español.
El emotivo momento descrito por el evangelista San Juan, al narrar el instante en que el ángel removía las aguas de la piscina Probática, fuerza la intensidad dramática de las figuras, construidas como poderosas masas esculpidas en un escenario monumental y las líneas dominantes de la perspectiva, con un fondo de cielo de atardecer que muestra la acertada incorporación que Orrente hace de los modos venecianos.