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domingo, 20 de abril de 2014

Correa de Vivar. La Resurrección de Cristo

La Resurrección de Cristo.Segundo tercio XVI. Juan Correa de Vivar
 Temple sobre tabla. Medidas: 210cm x 135cm.
Museo del Prado. Madrid. España

ALELUYA. Verdaderamente Cristo ha resucitado. Aleluya. Éste anuncio fue representado en el arte, mediante la salida victoriosa de Cristo del sepulcro que, según el relato de san Mateo, estaba custodiado por soldados romanos por instigación de los judíos, quienes así impedirían que los discípulos robaran el cadáver.

Éste tema fue frecuente en la producción de Correa. El retablo del convento de clarisas de Grinón (Madrid), fechado hacia 1532-1534, conformaría la estructura compositiva esencial, con Cristo como eje central, situado sobre una escalinata de piedra sobre la que descansa el sarcófago y flanqueado por los soldados que custodiaban el sepulcro. Como es habitual en esta escena, el pintor plasmó las variadas y estereotipadas reacciones de los soldados, desde el sueño despreocupado, el estupor y la huida.

Correa realizó una adaptación del modelo inicial que refuerza la impronta clasicista del tema, siguiendo un esquema triangular que entroncaría con la Resurrección de Rafael de la Pinacoteca Vaticana, pero aún más con la personal revisión que del tema hizo el maestro de Correa, Juan de Borgoña. A este se deben los murales de la Sala Capitular de la Catedral de Toledo (1509-1511) donde incluyó una Resurrección que hubo de tener presente Correa para todas sus versiones, pero especialmente para esta.

Este ejemplar recupera la marcada frontalidad y disposición de la figura de Cristo, incluyendo el dibujo ondulante del manto púrpura; la concepción de la cercana gruta, ocupando un lateral de la obra que se contrapone a la luminosa visión del paisaje, bañado por una lírica luz de amanecer; la inclusión de un marco vegetal de ricos matices y pormenorizado dibujo y la representación de los soldados que completan la escena, son elementos que entroncan de manera directa con Borgoña. Se repiten incluso los tipos de corazas a la romana, las alabardas o la presencia del casco que descansa sobre uno de los peldaños, muy próximo a los pies de Cristo.

viernes, 19 de abril de 2013

La conversión de san Pablo


La conversión de san Pablo. 1614. Juan Bautista Maino
Óleo sobre lienzo. 243 x 157 cm

Hoy el libro de  los Hechos de los apóstoles (9, 1-20) nos cuenta como Saulo -san Pablo- después de perseguir a los seguidores de Cristo, éste le sale al encuentro en el camino de Damasco, se le revela y Saulo, a partir de entonces, cambia de aptitud y se convertirá en el apóstol de los gentiles.

En aquellos días, Saulo seguía echando amenazas de muerte contra los discípulos del Señor. Fue a ver al sumo sacerdote y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, autorizándolo a traerse presos a Jerusalén a todos los que seguían el nuevo camino, hombres y mujeres.
En el viaje, cerca ya de Damasco, de repente, una luz celeste lo envolvió con su resplandor. Cayó a tierra y oyó una voz que le decía:
- «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?»
Preguntó él:
- «¿Quién eres, Señor?»
Respondió la voz:
- «Soy Jesús, a quien tú persigues. Levántate, entra en la ciudad, y allí te dirán lo que tienes que hacer.»

Después en el relato vemos como Ananias es llamado por el Señor para acoger a Saulo. El perseguidor es acogido, a pesar de los recelos del anciano, solo por que el Señor a sí lo manda.

Había en Damasco un discípulo, que se llamaba Ananías. El Señor lo llamó en una visión:
- «Ananías.»
Respondió él:
- «Aquí estoy, Señor.»
El Señor le dijo:
- «Ve a la calle Mayor, a casa de judas, y pregunta por un tal Saulo de Tarso. Está orando, y ha visto a un cierto Ananías que entra y le impone las manos para que recobre la vista.»
Ananías contestó:
- «Señor, he oído a muchos hablar de ese individuo y del daño que ha hecho a tus santos en Jerusalén. Además, trae autorización de los sumos sacerdotes para llevarse presos a todos los que invocan tu nombre.»
El Señor le dijo:
- «Anda, ve; que ese hombre es un instrumento elegido por mí para dar a conocer mi nombre a pueblos y reyes, y a los israelitas. Yo le enseñaré lo que tiene que sufrir por mi nombre.»

La fuerza del Altisimo es capaz de derribar todas las fronteras y allanar todos los caminos. Se sirve de todos aquellos que pueden parecer indignos a los ojos de los hombres para convertirlos en instrumentos suyos. El caso de Pablo sera un ejemplo para estar muy atentos a la voz de Dios Como vimos ayer con el etíope y Felipe. Hoy vemos al anciano Ananias, con el gran Saulo.

Salió Ananías, entró en la casa, le impuso las manos y dijo:
- «Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció cuando venías por el camino, me ha enviado para que recobres la vista y te llenes de Espíritu Santo.»
Inmediatamente se le cayeron de los ojos una especie de escamas, y recobró la vista. Se levantó, y lo bautizaron. Comió, y le volvieron las fuerzas.
Se quedó unos días con los discípulos de Damasco, y luego se puso a predicar en las sinagogas, afirmando que Jesús es el Hijo de Dios.

El anciano acoge, liberado del recelo a quien parecía indigno, el joven, perdido su orgullosa autoridad, acepta la verdad de Cristo y se hace bautizar. Con la fuerza del Espíritu Santo proclama que Jesús es el Hijo de Dios. Ese Jesús que es el pan de la vida, el mismo que aseguro de si, "El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día." Pablo creyó en Jesús,   comió del pan de la vida y vive para siempre. Hagamos nosotros lo mismo y dispongamos nuestro corazón abriéndolo a la gracia de Dios para se verdaderos testigos de quien nos ha prometido, ni mas ni menos, que la vida eterna.

El cuadro que contemplamos, puede ser uno mas de la gran iconografía que existe del tema que nos ocupa, pero me parece que la escena carece de la violencia que otros manifiestan. Saulo ha caído del caballo, los compañeros se alejan por la derecha como si la escena no fuese con ellos, y Cristo irrumpe en en un dialogo privado con Saulo que desposeído de todo su vigor acepta humildemente la presencia de la divinidad que lo llama. Los ángeles asisten como testigos mudos del evento manifestando en su presencia lo sobrenatural del caso. 
Posiblemente y, ya que Maino fue uno de los introductores en España de la cultura figurativa de Caravaggio y del círculo de pintores activos en Roma a principios del siglo XVII, haga aquí el artista una manifestación de maestría compositiva de cuanto pudo ver y aprender en Italia entre 1600 y 1608.

miércoles, 17 de abril de 2013

La cena de Emaús


La cena de Emaús, 1621. Obra de Hendrick ter Brugghen
Óleo sobre lienzo. 109x141cm

San Juan sigue hablándonos estos días del discurso del pan de la vida (Jn 6, 35-40).

 «Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed; pero, como os he dicho, me habéis visto y no creéis.
Todo lo que me da el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré afuera, porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado.
Ésta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que me dio, sino que lo resucite en el último día.
Esta es la voluntad de mi Padre:'que todo el que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.»

Hendrick Ter Brugghen fue, uno de los miembros más destacados de la escuela de los caravaggistas de Utrecht. En este cuadro nos muestra a Cristo ofreciendo el pan no solo a los dos discípulos en la cena, sino a todo el que se adentra en el cuadro creando así un íntima y sorpresiva relación entre el espectador y el motivo principal de la escena, Jesús y el pan. Los dos discípulos que, atentos y maravillados, asisten al evento, no parecen centrar su atención o mirada en la persona del Maestro resucitado sino en el pan que ofrece éste, es decir a sí mismo, inmolado en la cruz, resucitado y presente entre ellos. Haciéndose a un lado dejan, que todos nosotros entremos en la escena para ser participes de la invitación de Jesús y su sorprendente percepción del misterio. 

San Agustín comenta el pasaje evangélico de esta esplendida  manera:

Ahora bien, Jesús les dijo: Yo soy el pan de la vida. Quien viene a mí no tendrá hambre y quien cree en mí nunca tendrá sed. «Quien viene a mí» es lo mismo que «y quien cree en mí»; y, en cuanto a lo que dijo: «No tendrá hambre», ha de entenderse esto: Nunca tendrá sed; efectivamente, una y otra cosa significan la saciedad eterna, donde no hay escasez alguna. Deseáis el pan venido del cielo: lo tenéis ante vosotros y no lo coméis. Pero os dije que me habéis visto y no habéis creído. Pero no por eso he destruido yo al pueblo. En efecto, ¿acaso vuestra infidelidad ha anulado la lealtad de Dios? De hecho, mira lo que sigue: Todo lo que me da el Padre vendrá a mí; y al que venga a mí no lo echaré fuera. ¿Qué clase de interior es ese del que no se sale fuera? Gran penetral y dulce secreto. ¡Oh secreto sin tedio, sin amargura de pensamientos malos, sin interpelación de tentaciones y dolores! ¿Acaso no es ése el secreto al que entrará aquel siervo benemérito a quien el Señor va a decir: Entra al gozo de tu Señor?
Y a quien vendrá a mí, no lo echaré fuera, porque he descendido del cielo no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. ¿Al que, pues, vendrá a ti no lo echarás fuera precisamente porque has descendido del cielo no para hacer tu voluntad, sino la voluntad del que te envió? ¡Gran sacramento! Por favor, aldabeemos a una; salga hacia nosotros algo que nos alimente según nos deleitó.¡Grande y dulce secreto aquel! Quien vendrá a mí. Atiende, atiende y sopesa: A quien vendrá a mí, no lo echaré fuera. ¿Por qué? Porque he descendido del cielo no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. ¿Ésa misma es, pues, la causa por la que no echas fuera a quien viene a ti: que has descendido del cielo no a hacer tu voluntad, sino la del que te envió? Ésa misma. ¿Por qué preguntamos si es esa misma? Es ésa misma, lo dice él mismo. Por cierto, nonos es lícito sospechar cosa distinta de la que dice: A quien venga a mí, no lo echaré fuera Y, como si preguntases por qué: Porque no he venido a hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. Temo que el alma haya salido fuera de Dios porque era soberbia; más bien, no lo dudo, pues está escrito: «Inicio de todo pecado, la soberbia», e: Inicio de la soberbia del hombre, apostatar de Dios. Está escrito, es firme, es verdad. Después, ¿qué se dice del mortal soberbio, ceñido de los andrajos de la carne, abrumado por el peso del cuerpo corruptible y que empero se enorgullece y olvida la piel de que está vestido? ¿Qué le dice la Escritura? ¿Por qué se ensoberbece la tierra y la ceniza? ¿Por qué se ensoberbece? Diga por qué se ensoberbece. Porque en su vida arrojó su intimidad. ¿Qué significa «arrojó», sino «echó lejos»? Esto significa salir fuera. Pues entrar dentro es apetecer la intimidad, arrojar la intimidad es salir fuera. Arroja la intimidad el soberbio, apetece la intimidad el humilde. Si la soberbia nos echa, la humildad nos hace regresar. He venido no a hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. He venido en condición baja; he venido a enseñar la humildad; he venido como maestro de humildad. Quien viene a mí se me incorpora; quien viene a mí es hecho humilde; quien se me adhiere será humilde porque hace no su voluntad, sino la de Dios, y no será echado fuera, precisamente porque, cuando era soberbio, estaba arrojado fuera.
(Comentario al Ev. de Jn. 25)


domingo, 14 de abril de 2013

Encargo de Cristo a Pedro


Encargo de Cristo a Pedro. 1515. Obra de Rafael.
Tempera sobre papel. 3mx4,5m 
 Museo Victoria y Alberto, Londres. Inglaterra

Es extraño cómo, en la narración del evangelio del III domingo de Pascua (Jn 21, 1-19) vemos reaccionar a los discípulos hoy. Como si nunca hubieran visto o vivido la historia de Jesús junto a él, su predicación, sus milagros, su comunidad, su sufrimiento y su muerte. Todo parece haber pasado. Tal vez incluso lo consideran como tiempo perdido. Ellos han vuelto a sus actividades diarias. Ellos han vuelto a su antigua ocupación: Pescadores en el mar de Galilea, el viejo grupo de trabajo, dirigido por Pedro, se reactiva. Ellos han vuelto a su antigua ocupación, algo perdidos y sin saber que hacer con sus vivencias junto al Maestro.

Con Jesús probablemente querían o esperaban algo más. Ellos pensaron que era un ganador, un heroe y triunfaron. Pero él había, en términos pescadores, naufragado. Su estrella pereció miserablemente en la cruz. ¡Olvídalo! pueden pensar estos. Es quizás así ¿cómo se deben haber sentido los discípulos?

Desde aquella mañana de Pascua en que algunos corrieron al sepulcro, hasta hoy una niebla mental ha rodeado de los discípulos. No tenían una visión clara cuando Jesús apareció de pronto en la orilla: Ellos no lo reconocieron. Él era bastante insignificante, discreto. No aparece como un superhéroe, sino como un hombre vencido, con las heridas de la crucifixión en su cuerpo. Pero ¡viviente! Ha sobrevivido a su propia muerte. No viene con corona y cetro, sino con la simple señal del pez y el pan. Detrás de Él se esconde  la vida y de la gloria. Tal vez las palabras de Jesús, no las han olvidado del todo: "Yo soy el pan de vida. Si uno come de este pan no morirá ". Quizás el símbolo mas antiguo cristiano era el signo del pez ya que en su significado,  "Ichthys", en estas cinco letras, está la palabra griega para pez, y a su vez, como una abreviatura de importante significado: Jesús - Cristo - de Dios - Hijo - Salvador.


Sin Jesús, todo parece ser en vano. Regresaron a las antiguas aguas. Durante toda la noche no pescaron nada. Sus redes estan vacías. Tienes que admitir su vergüenza. Entonces atienden el buen consejo, deben bajar las redes en el lado derecho. No se trata de unos pocos metros a la derecha. Se trata del lado derecho, metaforicamente, de la actitud adecuada, la confianza en la palabra de Jesús. Se trata de, la fe que podría mover montañas. Se trata de la relación personal con Él. ¿quien eres tú que dices esto y porque tú lo dices?

Juan, el discípulo que tuvo la relación más íntima con Jesús, lo reconoce el primero. Es el amor que puede mirar más profundamente y reconocer con precisión en cualquiera otra realidad otra cosa. Y Pedro corre, salta, es el primero,  que quiere estar con Jesús. Él va a él a través del agua. Pedro demuestra una vez más y por enésima vez que es un hombre de acción a pesar de su renuncia días antes. Los demás están haciendo lo mismo y quieren seguir a Pedro, han reconocido al Maestro, pero...

Y sin embargo, sigue existiendo una gran timidez ante el extraño encuentro. Ellos saben que está ahí, pero no estan seguros. Tal vez el hechizo sólo se rompe cuando Jesús los invita a comer algo. Y él no les da ningún otro alimento que el propio pan y los peces. Ichthys, Comunión.

Entonces Pedro es puesto una vez más a la prueba. ¿Me quieres? - Apacienta mis corderos. Sé el pastor de la Iglesia. Cada posición en la Iglesia también  supone como condición que se percibe con y para el amor, con el amor a Dios y a Jesús, y con amor por y para el pueblo. Y cuando Jesús dice al final: ¡Sígueme! entonces esta es la última consecuencia. ¿Quién toma la tarea de Jesús, debe emularlo y seguirlo, - si se da el caso - incluso en el sufrimiento, y desde luego en la alegría y la salvación. Por lo tanto: ya no debemos andar en antiguas ocupaciones él nos ha dicho ¡Sígueme!


En 1519 las paredes laterales fueron cubiertas con una serie de tapices, cuyos originales fueron diseñados por Rafael, representando episodios de la Vida de San Pedro y la Vida de San Pablo tal y como las describen los Evangelios y los Hechos de los Apóstoles. Los cartones o bocetos preparatorios para siete de los diez tapices son conocidos como Cartones de Rafael y se conservan en el Museo de Victoria y Alberto de Londres.14 Los tapices de Rafael fueron expoliados durante el Saco de Roma de 1527 y quemados por el metal precioso que contenían o distribuidos por toda Europa. A finales del siglo XX se reunió una colección y fueron usados de nuevo en la Capilla Sixtina en 1983.

sábado, 6 de abril de 2013

Cristo resucitado en el cenáculo


Cristo resucitado en el cenáculo. ca.1670. Obra de Mattia Pretti
Óleo sobre lienzo, 149 x 203 cm

Cristo después de resucitar, dice Mateo, se apareció a la Magdalena, quien fue a contarlo a los discípulos, que la tomaron por loca. También se apareció a otros dos discípulos que iban de camino (los de Emaús), volvieron a anunciarlo y tampoco los creyeron. Por último Jesús aparece a los once cuando estaban a la mesa y les reprochó su incredulidad por no creer el testimonio de los que anunciaron su resurrección. El encuentro directo con Cristo los fortalece y los reafirma con valentía y es aquí cuando el discipulado se cambia en apóstol. El mismo Maestro resucitado los hace apóstoles, (del griego: Απόστολος, que significa enviado), y les ordena: Id,  sed propagadores de la doctrina, de la buena nueva del Evangelio.

Jesús, resucitado al amanecer del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios. Ella fue a anunciárselo a sus compañeros, que estaban de duelo y llorando.
Ellos, al oírle decir que estaba vivo y que lo había visto, no la creyeron.
Después se apareció en figura de otro a dos de ellos que iban caminando a una finca.
También ellos fueron a anunciarlo a los demás, pero no los creyeron.
Por último, se apareció Jesús a los Once, cuando estaban a la mesa, y les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado. Y les dijo:
 ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación.

Han necesitado que él venga a confirmar lo que otros ya les habían anunciado y yo me pregunto ¿en queé consiste la dicha de creer sin ver cuando a los mismos incrédulos y temerosos discípulos que, aun siendo reprochados, les consoló, confortó y fortaleció el mismo Señor? ¿Tendremos parte de ese consuelo en el reino eterno los que confiados en la palabra de otros y en su testimonio creemos y proclamamos que verdaderamente Cristo ha resucitado? 

El Espíritu Santo actúa en cada uno de nosotros con fuerza. Aceptando la verdad de Cristo, el Espíritu nos vigoriza y anima a proclamar dichosos la Buena Noticia, nos transforma, hace que pasemos de ser discípulos que están en la oscuridad del miedo, y nos convierte en valientes  apóstoles que proclaman en el mundo entero el Evangelio.

La obra de hoy puede hacer reconocernos en esas caras de susto que tienen los discipulos, sus miedos pueden expresar los nuestros. Nos puede llevar dentro del juego de luces y sombras que hay en el lienzo, arrebatándonos al interior de nuestros claroscuros, y haciendonos emerger a la superficie no superficialmente sino atraidos profundamente por la experiencia del resucitado. Somos rescatados de los abismos del pecado y salimos ante la luz de Cristo para, confiados en El, no temer, y anunciar con decisión el mensaje evangelico. El ha vencido al oscuridad y nos ha regalado la luz de la Vida

Ésta es una obra de grandes contrastes tenebristas en la que el pintor parece retomar la técnica ideada por por Caravaggio, "de la emergencia" consistente en aclarar progresiva e irregularmente el marrón negruzco del fondo, de manera que los colores emergen de éste. Los tonos ocres configuran el carácter sobrenatural de la escena, viéndose potenciada la luminosidad que irradia Cristo Resucitado. 
La distribución escalonada de los personajes y el punto de vista cercano al espectador, recuperan la tradición manierista de las grandes composiciones de Tintoretto y Veronés. 
Composición de gran dramatismo en la gesticulación de los personajes, se ve acentuada por la iluminación.

La pintura posiblemente pertenezca al conjunto de cuadros que Preti trajo a Sevilla desde Malta al arzobispo sevillano don Manuel Arias.